ISBN : 978-958-781-555-9
ISBN digital: 978-958-781-556-6

Conferencias

Construcción de memoria cotidiana compartida por medio de las redes sociales de internet: recuerdos y narraciones sobre los años ochenta en tres grupos de Facebook

Laura Cecilia Cala Matiz1

Resumen

A partir de la revisión de los relatos de tres grupos de Facebook: Fotos Anttiguas Bogotá, Yo Viví en el Minuto de Dios y Los Nacidos entre 1970 y 1985 en Colombia, se hace un análisis de las prácticas de construcción de memoria que se generan por medio de las formas de contar y conversar en la web. Estos relatos ponen en evidencia los sentidos compartidos de pasado, y la conexión con referentes identitarios desde la ciudad, el barrio y la generación. Finalmente, el análisis se pregunta por el surgimiento de lugares de la memoria cotidiana, la cual se diferencia y entreteje con la memoria histórica asociada con el trauma y el conflicto. Este ejercicio reconoce particularidades en la narración y en las formas de lenguaje que construyen ciertos tipos de memoria, que dan relevancia a determinados acontecimientos y, al mismo tiempo, permiten el silencio y el olvido.

Palabras clave: memoria colectiva, Facebook, años ochenta, narrativas memoria.

A sus 95 años, a mi abuela se le ha empezado a confundir la memoria. Sin la capacidad de ubicar nuevos acontecimientos, ni de retener datos, nombres, rostros, se refugia en su rutina conocida y se aísla de las conversaciones sociales. No obstante, por momentos, sus ojos se iluminan y su interés se despierta: abuela, ¿quién está en esta foto?; abuela, ¿cómo se viajaba en tren?; abuela, ¿cuéntame de tus doce hermanos? A pesar de su débil voz, el relato del pasado emerge y la trae de vuelta. De manera inevitable, la conversación convoca a hijos, nietos y bisnietos, quienes se reconocen en esa historia y aportan desde su lugar en la cronología familiar su propia visión; rellenan los vacíos; recuperan hechos, personas, lugares y anécdotas olvidadas; y reconocen los silencios que a veces el dolor, a veces la etiqueta social, a veces la autoridad de los mayores, han instaurado. Sin embargo, el encuentro que hace posible esta conversación es excepcional. Los tiempos de internet y la hiperconexión son también los tiempos de la dispersión, de la conversación fragmentada y de los vínculos líquidos. Así, la construcción colectiva de sentidos del pasado empieza a configurarse también en los escenarios y medios de comunicación virtuales, que proponen nuevas prácticas de memoria.

Nuestras sociedades contemporáneas experimentan una suerte de afán memorístico, una necesidad de conmemorar, rememorar y conservar, acompañada del deseo, casi una obsesión, por archivar, que se intensifica con las posibilidades tecnológicas que nos ofrece el ciberespacio2. Sin embargo, aceptando la propuesta de Pierre Nora, esta situación no significaría que estemos recordando “más” o “mejor”, sino que, por el contrario, es signo de una memoria frágil y amenazada, de unas sociedades que han perdido sus rituales y sus conexiones con su pasado. En ese sentido, se puede entender cuando Nora afirma: “Lo que llamamos memoria es en realidad la constitución gigantesca y vertiginosa del almacenamiento material de aquello que nos resulta imposible acordarnos, repertorio insondable de aquello que podríamos necesitar recordar” (2009, p. 26).

Siguiendo a Nora, esta situación se explica desde dos fenómenos: la aceleración de la historia y el exceso que caracteriza la sobremodernidad. Aceleración y exceso que no se limitan a la abundancia de información y acontecimientos, sino, también, a la forma de vivirlos y percibirlos, que nos ubica en un permanente presente. Dice Nora: “Es más: lo que se dilató prodigiosamente, gracias a los medios de comunicación, fue el modo mismo de la percepción histórica, reemplazando una memoria replegada sobre la herencia de su propia identidad, por la película efímera de la actualidad” (2009, p. 20). Paradójica situación que se intensifica en escenarios como el nuestro, en el que décadas de conflicto nos reclaman asumir esta tarea de rememorar.

La construcción de una memoria histórica y colectiva que permita la comprensión del conflicto armado y la violencia que hemos vivido es hoy en día un deber frente a la necesidad de construir caminos de reconciliación y fortalecer el tejido social. Sin embargo, en estos procesos se tienden a olvidar los tejidos que conectan la memoria histórica asociada con el trauma, con esa otra memoria que se asienta en los hábitos, en las costumbres, en los acontecimientos cotidianos y en la esfera privada. Jelin (2002) denomina como memoria habitual a la serie de comportamientos aprendidos que hacen parte de la vida cotidiana, que se convierten en hábito y tradición.

Estos comportamientos, claramente “enmarcados” (en el sentido de Halbwachs) socialmente en la familia, en la clase y en las tradiciones de otras instituciones, son a la vez individuales y sociales. Están incorporados de manera singular para cada persona. Al mismo tiempo, son compartidos y repetidos por todos los miembros de un grupo social. (2002, p. 26)

Para Jelin, cuando se rompen dichas rutinas, comprometiendo las emociones y los afectos, se genera una transformación en la memoria que hace “memorables” los acontecimientos y susceptibles de ser expresados de forma narrativa, para construir un sentido del pasado (p. 27).

A partir de lo anterior surge la pregunta por las prácticas de construcción de memoria que se pueden estar generando en escenarios virtuales, como las redes sociales, prácticas que permiten que las memorias habituales adquieran una forma narrativa. Así, esta investigación se propone como una aproximación a las formas en que emerge el recuerdo y se configura su relato en estos medios3. ¿Qué recuerdan los usuarios de Facebook?, ¿cuáles son las historias que construyen por medio de la plataforma y cómo las cuentan?

Horas y horas de paseo por Facebook, rastreando la memoria en el universo que vamos construyendo por medio de las interacciones en la red social, hicieron visibles distintas relaciones de la memoria con la identidad, conexiones espacio-temporales del recuerdo que se materializan en objetivos narrativos, los cuales, al ser puestos en la red, proponen construcciones colectivas de sentido.

Tres narrativas de la memoria en Facebook

Como resultado de esta exploración se escogieron tres grupos públicos para el análisis: Fotos Anttiguas Bogotá, Yo Viví en el Minuto de Dios y Los Nacidos entre 1970 y 1985 en Colombia, lo cuales conectaban la memoria con la ciudad, el barrio y la generación.

A partir de una selección de entradas (posts) que se centraban en el recuerdo de los años ochenta en Bogotá, se realizó un análisis del relato, teniendo como trasfondo la propuesta narratológica de Gérard Genette (1980, 2001) y considerando como categorías constitutivas de la construcción de memoria el acontecimiento, el espacio y la temporalidad. A continuación se presentan los hallazgos más significativos de cada grupo.

Fotos Anttiguas Bogotá es un grupo público con un poco más de 55 000 miembros, cuyo propósito es compartir fotografías de la ciudad. El grupo cuenta con un archivo de más de más 20 000 fotografías que retratan desde el siglo XIX hasta los finales del siglo XX, catalogadas en álbumes clasificados por temáticas y espacios. Desde la construcción de memoria se abren aquí preguntas interesantes sobre la constitución de archivos históricos virtuales: la forma en que se configuran, se ordenan, se accede y se interactúa con la información, así como la confiabilidad de su almacenamiento y disponibilidad. Por otro lado, el grupo propone una discusión sobre la definición y valor de la fotografía “antigua”, que, como señala Sontag, se constituye en nuevo objeto que cobra valor no por el objeto fotografiado, sino por su antigüedad.

Las peculiares cualidades e intenciones de las fotografías tienden a ser engullidas en el pathos generalizado de la añoranza. La distancia estética parece incorporada a la experiencia misma de mirar fotografías, si no de inmediato, sin duda con el paso del tiempo. El tiempo termina por elevar casi todas las fotografías, aun las más inexpertas, a la altura del arte. (Sontag, 2006, p. 39)

En el caso específico que analizamos, los años ochenta aparecen casi como un límite de “lo antiguo”, un pasado reciente, o mejor, como una entrada a lo contemporáneo.

En este grupo de fotografías antiguas se aborda la memoria por medio de la reconstrucción del espacio; así, la conexión con la identidad surge desde el sentido de pertenencia a la ciudad. En los relatos del grupo, la Bogotá de los años ochenta se presenta como una ciudad en transición y construcción, siempre en obra gris, inacabada, pero al mismo tiempo con una promesa de modernización y desarrollo. De igual forma, la intención del grupo es reconstruir el espacio público y los acontecimientos que se desarrollan en él: las calles, los monumentos, las plazas, la ciclovía, las manifestaciones, las celebraciones. Hay una decisión explícita de los administradores de obviar lo privado: las memorias familiares, las costumbres y los hábitos quedan detrás de la puerta. Así mismo, el relato de la memoria tiene un énfasis en el reconocimiento y la preservación de lo que se considera como patrimonio de la ciudad, especialmente con un valor arquitectónico, lo cual se tensiona con el reclamo de obras necesarias para el desarrollo y las promesas fallidas de modernización.

Consecuente con esta visión que pretende acercarse a la narración histórica, en las conversaciones cobra relevancia el dato, la veracidad y la exactitud de la información que usualmente describe la imagen. Desde esa perspectiva, tanto narrador como lector se presentan como conocedores de los hechos, y se constituyen así en una especie de sujeto historiador de la ciudad. Esta narración tiene sus manifestaciones en un lenguaje que, dentro del contexto de Facebook, podría considerarse como formal y racional, en el cual prima el uso de estructuras gramaticales adecuadas, frases completas, y se da relevancia al argumento y al dato para evitar el uso de otros recursos, como emoticones. Una particularidad encontrada en los relatos es el predominio de los narradores masculinos y la baja participación de mujeres en las conversaciones, lo que parecería ratificar una estructura patriarcal en la cual los espacios públicos y la historia les corresponden a los hombres.

En el grupo Yo Viví en el Minuto de Dios, los habitantes (pasados y actuales) del barrio recuerdan con añoranza los años dorados del Minuto, los valores familiares y los amigos de la juventud. La identidad fue marcada por dicha historia compartida y se manifiesta en el reconocimiento de unos valores morales y religiosos, así como de las prácticas cotidianas y las costumbres que caracterizaron la infancia y la juventud de los más de 2800 miembros del grupo. El recuerdo está marcado por una construcción melancólica del pasado y nostalgia por lo perdido. Se encuentra una ruptura clara entre el antes y el después, que es delimitado por la muerte, en 1992, del padre Rafael García Herreros, fundador del barrio y de la comunidad religiosa. El Minuto de antes tiene unos claros límites geográficos (el barrio, los sectores, las cuadras) que generan pertenencia y propiedad. Al Minuto del después se lo traga la ciudad y pierde su lugar, un espacio que ya no pertenece a sus habitantes. El barrio del antes es representado como limpio, seguro, hermoso, tranquilo. Por el contrario, el barrio del después se lee como un espacio deteriorado, inseguro, arrebatado por otros.

Los relatos del grupo se refieren en su mayoría a las personas y familias del barrio: el padre García Herreros, el médico, el zapatero, el dueño de la tienda, las madres, los abuelos, los amigos. Por lo tanto, se construye un relato afectivo y emotivo, que surge de la vivencia y sentimiento compartido, en el que muchas veces no se precisa contar la historia, pues se presume que quienes participan de la conversación conocen los hechos (ya saben de lo que estoy hablando…). La fotografía en este caso no tiene valor por su antigüedad o aporte estético, sino por su conexión afectiva. De esta manera, en las conversaciones es recurrente el uso de recursos expresivos que reflejan emociones, entre ellos las mayúsculas sostenidas, la repetición de signos, los emoticones. Finalmente, a veces la nostalgia también invita a la acción y a la reivindicación en pro de recuperar aquello que ha sido arrebatado y deteriorado.

Por su parte, en el grupo Los Nacidos entre 1970 y 1985 en Colombia se publican alrededor de cien entradas (posts) diarias, con las que interactúan más de 90 000 miembros, quienes se identifican como la “generación de la guayaba”4 o la generación ochentera. Memes, trivias, chistes y fotografías recogen una miscelánea de íconos de las industrias culturales y de consumo, que, con el trasfondo de los años ochenta, abren una ventana a los recuerdos de la infancia y la juventud. Por medio de los relatos del grupo se hacen evidentes dos dimensiones desde las que se construye identidad: la generación y la nacionalidad, lo cual se reafirma constantemente con frases como las siguientes: colombiano (ochentero) que se respete…; si (hiciste, conoces, usaste...) eres de los míos, etc.

Desde esta mirada, se propone la cultura de masas como una fuente de referentes simbólicos y estéticos, no solo a través de los contenidos mediáticos (películas, programas televisivos, comerciales), sino, también, a partir de los objetos de consumo y las marcas comerciales. Los objetos (un vaso, una bicicleta, una grabadora, un walkman, un alimento) se convierten en detonadores de la memoria y generadores de relatos. Así mismo, el ocio y el entretenimiento se reconocen como elementos constitutivos de la personalidad y de las historias individuales y colectivas.

Este relato se concentra en la vida cotidiana, los hábitos, las costumbres y los estilos de vida: lo que se come, como se viste, las formas de hablar, los usos de los objetos. De igual manera, hay una exaltación importante a la vida familiar y a las pautas de crianza y de socialización. Así, se destacan dos aspectos: (1) la centralidad de la figura materna como reguladora de las relaciones de familiares y sociales; (2) el reconocimiento (y en algunos casos añoranza) del castigo físico como manera efectiva de crianza.

En este caso, el pasado se entiende como la “mejor época”, pero se desliga de la nostalgia del pasado perdido, para reconocerlo como constitutivo del presente: somos quienes somos. La generación se establece como el eje articulador del relato, y se proponen elementos de autorreconocimiento y de ubicación dentro de un tiempo social. En las entradas del grupo, la generación ochentera se presenta como una generación de transición: “la última generación que jugó en la calle, la primera que usa computadores”. Por otra parte, estos relatos no hacen la reconstrucción en la memoria de un espacio concreto, sino que se construye un concepto: el país, la ciudad, la calle, y se extraen elementos comunes de identificación. Por último, frente a las estrategias narrativas, se recurre al exceso de imágenes, signos, gifs, memes, emoticones, siempre con un lenguaje coloquial y emotivo. Se utilizan la pregunta y el reto para incentivar la participación de los integrantes del grupo, que muchas veces se limita a un “me gusta” o a un emoticón, y pocas veces propone una conversación fluida entre usuarios. Todo lo anterior, dentro de una propuesta de una memoria feliz y divertida de “lo que somos.

En conclusión, a partir de la revisión de estos tres grupos se hace evidente la riqueza de comprender los procesos de construcción de la memoria cotidiana como una de las dimensiones de la memoria colectiva. También es relevante preguntarse por esos hilos invisibles que anudan la memoria histórica asociada con el conflicto, el trauma y la violencia con estas otras memorias. Memorias complacientes y felices que dan cuenta de las conformaciones familiares, de los lazos entre vecinos, de los procesos de urbanización de los pueblos y ciudades. Memorias que permiten vislumbrar los cambios, pero también las continuidades en las formas de ser, de sentir y de pensar. No es gratuito que contemos las historias que contamos en Facebook: que hablemos de las “papas chorreadas”, de la “leche Klim”, del Chavo del Ocho, de la vida sencilla que legitima la pobreza y la desigualdad; que omitamos los relatos de la violencia y el conflicto que han afectado al país, y “añoremos” la chancla y la correa como métodos de disciplina para formar “gente de bien”. Aquí están los relatos y las fotos que vamos guardando en ese álbum colectivo.

Esta exploración virtual se conecta con la vida misma, así, a veces, como suele suceder en las familias, mis hijas quieren escuchar las historias del pasado de sus abuelos y sus padres: dónde nacimos, cómo crecimos, qué programas de televisión solíamos ver, cómo era la vida antes del celular, el Transmilenio y Netflix. Luego de escucharnos con paciencia e interés, mi hija de ocho años se cuestiona: y cuando sea grande, ¿qué historias voy a contar?

Referencias

Genette, G. (1980). Narrative Discourse an essay in method. Nueva York: Cornell.

Genette, G. (2001). Fronteras del relato. En R. Barthes, Análisis estructural del relato (5.ª ed., pp. 199-213). México: Coyacán.

Halbwachs, M. (2004). Los marcos sociales de la memoria. Postfacio de Gérard Namer; traducción de Manuel Antonio Baeza y Michael Mujica. 1 ed. Barcelona: Anthropos.

Jelin, E. (2002). Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XXI.

Levy, P. (2007). Cibercultura. Informe al Consejo de Europa. Barcelona: Anthropos.

Nora, P. (2009). Pierre Nora en Les Liuex de Mémorie. (L. Masello, Trad.) Santiago de Chile: LOM Ediciones, Trilce.

Sontag, S. (2006). Sobre la fotografía. (A. Gardini y A. Major, Trads.) México: Alfaguara.


1 Magíster en Investigación de Problemas Sociales Contemporáneos (Iesco) de la Universidad Central. Comunicadora social de la Pontificia Universidad Javeriana. Docente y coordinadora de trabajos de grado de la Facultad de Comunicación Social de la Pontificia Universidad Javeriana. lcala@javerianae.du.co

2 Importante tener en cuenta que Pierre Levy define el ciberespacio como un nuevo medio de comunicación que no se limita a la materialidad de los equipos interconectados, sino que incluye tanto la información que circula, como a los seres humanos que la usan y, por lo tanto, las prácticas que se desprenden de esta interacción. (Levy, 2007, p. 1).

3 En este texto se presentan algunos de los resultados de la investigación realizada por la autora, “Construcción de memoria en las redes sociales de internet: los 80 en Facebook”, trabajo de grado para la Maestría de Investigación de Problemas Sociales Contemporáneos de la Universidad Central.

4 Esta expresión hace referencia al reconocido show “La pelota de letras”, en el cual se identifica a los nacidos en esta época en Colombia como la generación de la guayaba, por ser esta la bebida más común en las meriendas de los centros educativos.