Cátedra Unesco de Comunicación 2021

Protestas y estallidos sociales: representaciones mediáticas, discursos, derecho a la información y nuevas formas de expresión ciudadana

Cátedra Unesco de Comunicaciones 2021

978-958-781-882-6    |    DOI: https://doi.org/10.11144/Javeriana.9789587818826

Experiencia: construcción de espacios de desobediencia digital en la academia y los medios

David Leonardo González1Magíster en Ciencias Políticas, Universidad de Los Andes. Periodista en temas de DDHH y profesor de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y Universidad Minuto de Dios. Contacto: davidgonzalez.periodista@gmail.com

Resumen

Walter Mignolo, teórico decolonial argentino, propone el concepto de desobediencia epistémica: una alternativa para entender las disputas civilizatorias que estallan en varios escenarios del mundo, y que cuestionan la actual propuesta universalista occidental.

Es un momento de revoluciones globales y pluriversales, las historias locales disputan el control de “la universal”, que, en realidad, es una universalidad pretendida por una particularidad: la europea, como explican los autores decoloniales. Una universalidad cimentada sobre el racismo, el patriarcado, el narcisismo individualista, las violencias del libreto desarrollista y la colonialidad del pensamiento y el ser.

En ese contexto, mi objetivo como docente y periodista fue construir un espacio-puente entre la academia y el ecosistema de medios digital, que reflexionara, entendiera y debatiera sobre esos conceptos, bajo la idea, además, de construir un espacio digital de desobediencia.

Desde esos espacios, o grietas en el sistema, se puede intentar construir relatos de múltiples miradas o, citando a los zapatistas, relatos que cuenten la posibilidad de un mundo donde quepan todos los mundos. Mignolo explica que para lograr el desprendimiento de esa matriz, la comunicación interespitémica pude abrir puertas que permitan el acceso a otros principios de conocer y entender.

Desde esa idea, la electiva en la Universidad Minuto de Dios, además de reflexionar sobre los conceptos teóricos transversales enseña, desde el hacer, a contarlos en los nuevos formatos nativos digitales. Algunos de los trabajos de clase nutren el medio digital Clash (en IG: @Clashmedia_).

El gancho del medio es contar desde la diversidad, pero el objetivo es construir un espacio de desobediencia epistémica digital, desde la horizontalidad y el contenido crítico, frente a la actual propuesta de civilización. Un espacio, además, que sirva de puente entre la —a veces— distante academia y la vida de los jóvenes, llamados a hacer las transformaciones.

Palabras clave: pensamiento decolonial, medios digitales, activismo, revoluciones pluriversales.

Relato o narrativa de la experiencia

Como periodista, cubrí las protestas sociales que estallaron en 2019 y continuaron en 2020 bajo el nombre de paro nacional. No eran las primeras protestas que cubría, pues ya en el 2013 había cubierto el paro campesino, mingas indígenas y otras movilizaciones.

Sin embargo, estas protestas de 2019 en Colombia tenían características distintas. Y en el marco de lo que sucedía en Chile y en Ecuador, así como en la fuerza vital del movimiento Black Lives Matter, que ocupó las calles de Estados Unidos, adquirían una potencia distinta. No eran protestas por la reforma, sino por el desprendimiento, un concepto del semiólogo Walter Mignolo.

A la par, en el aula encontraba cambios importantes, que reflejaban esa transición generacional en las calles; esos cambios eran más evidentes en los lugares fronterizos de la sociedad colombiana.

Con ese contexto en mente, como docente y como periodista, propuse a la Universidad Minuto de Dios sede Orinoquía la creación de un espacio en el aula que permitiera conectar, a través de lo digital, con las movilizaciones en las calles. Ya para entonces contaba con un medio nativo digital que había nacido de las protestas de 2019, y que, junto con algunos estudiantes de la Universidad Javeriana, luchaba por mantenerse en el ecosistema digital colombiano y por encontrar su propia identidad.

El camino, entonces, era conectar esos dos espacios, convertirlos en un solo puente, para que fuera este un lugar de desobediencia digital. ¿Desobediencia frente a qué?

La respuesta es el punto de partida de la propuesta. Desobediencia frente a esa visión única del mundo, lo que Arturo Escobar ha denominado como la “episteme realista occidental”, u otros autores decoloniales resumen en la matriz colonial de poder. O que, incluso, sin ir tan lejos, los sabios ancestrales de los pueblos afro del Pacífico o los indígenas del norte de Cauca han denunciado como un modelo para la muerte (Pueblo Nasa, 2016).

Lo que no es más que la visión de un mundo único construido desde la Modernidad europea, y que hoy hace agua en distintas latitudes.

La sociedad liberal industrial se constituye —desde esta perspectiva— no sólo en el orden social deseable, sino en el único posible. Esta es la concepción según la cual nos encontramos hoy en un punto de llegada, sociedad sin ideologías, modelo civilizatorio único, globalizado, universal, que hace innecesaria la política, en la medida en que ya no hay alternativas posibles a ese modo de vida. (LANDEL, 2000)

Las protestas sociales de Bogotá a Santiago, y de Chile a Beirut, reflejan demandas de cambio en ese modelo universalista civilizatorio, que oprime y excluye amplias capas de la sociedad. Un modelo que ha sido señalado como racista, ecocida, patriarcal y clasista. Walter Mignolo, semiólogo argentino y profesor de la Universidad de Duke, resume el panorama en su libro Desobediencia Epistémica, retórica de la Modernidad, lógica de la colonialidad y gramática de la descolonialidad.

Bajo el hechizo del neoliberalismo y la magia de los medios de comunicación que lo promueven, la modernidad y la modernización, junto con la democracia, se venden como un paquete de viaje a la tierra prometida de la felicidad […] cuando la gente no compra el paquete o tiene otras ideas de como la economía y la sociedad deben ser organizadas, se va a ver convertida en sujeto/s de todo tipo de violencia directa e indirecta.

Así pues, frente a esa matriz de poder que forma el modelo único de mundo —que hoy hace crisis en medio de pandemias, extinciones masivas de especies vivas, guerras por recursos y éxodos de millones de personas que huyen de sus hogares—, urge una respuesta por la supervivencia.

Arturo Escobar, profesor de antropología en la Universidad de Carolina del Norte, nos dice que esas resistencias llevan siglos, desde los pueblos ancestrales, y explica que

[…] lo que resiste a esta ocupación son verdaderos mundos, mundos relacionales como los de estas comunidades. Muchas luchas territoriales pueden ser vistas como luchas ontológicas por la defensa de otros modelos de vida. Resisten el proyecto globalizador de crear un mundo hecho de un mundo (capitalista, secular, liberal) que intenta reducir todos los mundos a uno sólo. (Escobar, 2018)

Pero. ¿qué hacer los que fuimos criados desde el mismo modelo único occidental? Quienes desde el seno de la civilización tenemos dificultades y sesgos que no nos permiten entender las transformaciones sociales y políticas que habitan las calles de las principales ciudades. Plantea enormes dificultades pensar otro modelo de mundo desde el interior profundo de la matriz de poder.

Primero, porque el proceso de dominación de dicha propuesta civilizatoria no es solo de orden político o económico, sino que también es una dominación del conocimiento y del ser (Mignolo, 2010). Los habitantes de ese modelo universalista creemos que tal realidad es intocable, que es el fruto de un camino sostenido, evolutivo y desarrollista. No vemos alternativas legítimas ante otros posibles, sino que caemos en una resignación pasiva de aceptación del devenir occidental y de nuestro actual lugar de enunciación desde el sur global.

Ese discurso de dominación pierde fuerza en las zonas fronterizas, donde es más evidente el resquebrajo de la sociedad prometida. Franz Fanon, uno de los principales pensadores del siglo XX, hablaba de esas zonas del no ser, los lugares que viven bajo la línea de lo humano, que viven en condiciones de opresión racial, sexual, de género, de clase. En estas zonas del no ser emana con más fuerza la potencialidad del deseo de cambio civilizatorio y la fuerza para realizar la disputa simbólica.

Walter Mignolo nos indica, además, que es urgente evidenciar la matriz de poder y, además, desmantelarla. Y citando al sociólogo peruano Aníbal Quijano, explica:

La crítica del paradigma europeo de la racionalidad / modernidad es indispensable. Urgente. […] Es necesario desprenderse de las vinculaciones de la modernidad-racionalidad con la colonialidad, en primer término, y en definitiva con todo poder constituido en la decisión libre de gentes libres.

Mignolo (2010) habla de un concepto teórico que es clave en mi propuesta desde la academia: el de desprendimiento epistémico, arrancarnos de ese mundo único, para vivir la pluriversidad, la posibilidad que afirmaban los zapatistas de construir un mundo donde quepan todos los mundos.

Y ese desprendimiento, que Mignolo llama vuelco descolonial, inicia con un acto de desobediencia y de descolonización del conocimiento. Esos primeros pasos pueden darse desde la academia y los medios de comunicación.

La descolonización epistemológica debe dar paso a una comunicación intercultural, a un intercambio de experiencias y significaciones, como la base de otra racionalidad que pueda pretender con legitimidad, a alguna universalidad. Pues nada menos racional, finalmente, que la pretensión que la específica cosmovisión de una etnia particular sea impuesta como la racionalidad universal, aunque tal etnia se llame Europa occidental. (Mignolo, 2010)

Desde los medios se puede aportar al proceso de desprendimiento, con la creación de un espacio de comunicación interepistémica, que permita el aporte de esos conocimientos no occidentales, de esos principios de entender que serán la base de “otras economías, otras políticas, otras éticas” (Mignolo, 2010).

Un espacio que debe abrirse en simultáneo desde el aula en las universidades occidentalizadas, porque la universidad debe transitar el camino a ser pluriversidad, para entender lo que bien explicó Enrique Dussel en sus Filosofías del Sur: “el eurocentrismo filosófico tiene una supuesta pretensión de universalidad siendo en realidad una filosofía particular, que en muchos aspectos puede ser subsumida por otras tradiciones” (Dussel, 2015). Y desde ese entendimiento, abrir un diálogo horizontal con otros saberes no occidentales, que permitan pensar el horizonte pluriversal.

Ese es, desde lo teórico, el objetivo de la experiencia. Construir un espacio de desobediencia epistémica que permita entender la urgencia del desprendimiento. Un espacio que aproveche la libertad y la bonanza de los medios digitales para ubicar a los habitantes de esas Zonas del Ser (Fanon, 1963) en los lugares fronterizos donde ocurren los debates y las semillas de las movilizaciones sociales.

Desde luego, transitar lo digital también es un riesgo, pues, aunque es el lenguaje de la generación que busca el cambio, también es un lugar de fuertes vigilancias y controles.

Es en ese incesante flujo de información, en esa mina infinita de las no-cosas (Byung-Chul Han, 2020), sin embargo, donde hay mayor posibilidad de acercar las resistencias fronterizas que emanan de las regiones del No-Ser y permitan los diálogos horizontales interepistémicos.

La propuesta, entonces, caminó en dos frentes: construir una electiva que, de manera transversal, explicara algunos conceptos teóricos básicos para el debate bajo una misma gramática. Pero, a la vez, desde el hacer, construir narrativas que nutran el medio digital.

De esa forma, casi en paralelo, surgió CLASH (IG: @Clashmedia_), que empezó como una propuesta de exploración de periodismo digital, para pasar a ser un laboratorio de discusión interepistémica.

La metodología, entonces, partió en la clase, desde el debate de lecturas clave para la crítica del modelo actual. Conceptos como el antirracismo, la diversidad sexual y las luchas feministas eran los primeros pasos en el camino sobre debate civilizatorio. Luego transitábamos por propuestas que vienen desde otros mundos no occidentales y problematizan la episteme de la modernidad, tales como el pensamiento de los pueblos indígenas nasa y su filosofía de liberación de la Madre Tierra o las cosmovisiones de la costa del Pacífico.

De manera transversal, en el aula se buscaba desarrollar habilidades en las principales narrativas digitales: video para redes sociales, podcast, streaming para los debates conceptuales.

El hacer digital parte del debate en el aula. Y los mejores trabajos nutren el medio, que tuvo un crecimiento sostenido de enero a diciembre 2021, en su principal red social: Instagram. Hoy cuenta con 1194 seguidores; una pequeña comunidad que sigue contenidos digitales periodísticos y educativos en torno a estos debates.

El pilar del crecimiento ha sido el trabajo comprometido y dedicado de un colectivo base de estudiantes de la Universidad Javeriana, creadores de contenido y voluntarios, que pasaron por la electiva de la Universidad Minuto de Dios.

Ese trabajo ha permitido sostener la experiencia. Pero no son pocos los obstáculos que hemos encontrado en el camino.

El primero es que todavía hay entre los estudiantes amplios sectores que tienen enormes resistencias frente a entrar a explicar alternativas civilizatorias, o que creen, situados desde la pretendida objetividad universalista occidental, que todo el saber que viene desde la exterioridad no es legítimo o igualmente válido.

Y es entendible: a través de su formación académica, se han movido desde paradigmas centrales que nacen desde la misma Modernidad: la teoría liberal, la marxista o la postestructuralista (Escobar, 2018), y la intersección de estos paradigmas con los ejes de raza, género, sexualidad, etc.

Han sido pocos los esfuerzos en la universidad occidentalizada por construir espacios interepistémicos o estudiar desde la llamada exterioridad las fisuras en la matriz de poder colonial del conocimiento y del ser.

Otro obstáculo es la sostenibilidad financiera de la experiencia. Es necesario el trabajo continuo y perseverante para que la universidad acoja el espacio como propio, sin afectar la independencia del medio. Pasos importantes se han dado en otras academias, como la experiencia de 070, fruto de la Escuela de Periodismo de la Universidad de los Andes.

Garantizar esa sostenibilidad, tanto financiera como en un equipo base, es clave en el éxito a mediano plazo del laboratorio de un medio digital de desobediencia como CLASH, que promueve la comunicación interepistémica.

También es un reto buscar los formatos apropiados para ampliar la participación en red de saberes desde los llamados lugares del No-Ser (Fanon, 1963). Las dificultades tecnológicas de algunos de estos lugares han afectado su participación, pero no de forma determinante. Y es un desafío encontrar salidas y caminos para lograr esos diálogos horizontales.

El medio, por ahora, ha logrado crecer en la red social Instagram (1.194 seguidores), principal red para el público joven al que busca llegar, y ha tenido un resultado moderado en la red de streaming de videos YouTube, donde cuenta con 118 suscriptores, gracias a algunos reportajes cortos y streaming de entrevistas a pensadoras conocidas.

Con pocos recursos, es mucho lo que la experiencia ha podido hacer en pocos meses, lo que nos habla, además, del hambre de entender y de buscar nuevas utopías en medio de la crisis global.

El medio, que, al ser un puente con la electiva, es un espacio indivisible que conecta el ecosistema de medios digitales con los debates en el interior del aula, ha tenido varios logros.

Primero: dar experiencias reales a los estudiantes de producción de contenidos que salen al mundo digital y no se quedan en meros ejercicios académicos. Y hacerlo desde la consciencia del lugar de enunciación y los aportes a las disputas civilizatorias.

El medio también ha podido establecer vínculos con otros espacios de desobediencia que ya habitan el ecosistema digital, hacer red y seguir trabajando desde un enfoque decolonial establecido.

Los contenidos publicados en el medio, a la vez, han sido objeto de debates dentro del aula, en esa condición doble de retroalimentación del puente que es CLASH. Los formatos largos de entrevistas a pensadoras como Ochy Curiel, Yuderkis Espinosa, los IG live, y otros formatos permiten, asimismo, ampliar la comunidad del aula a un público más amplio, no excluyente, como puede llegar a serlo la universidad en Colombia.

Desde luego, es pretencioso creer que un medio digital puede generar el desprendimiento de la matriz de poder que funciona desde la práctica de pedagogías de crueldad (Segato, 2013). Pero es un avance importante posicionar el espacio de desobediencia como un lugar fronterizo entre epistemes, que aporta nuevos saberes y formas de aprender las realidades, y que se convierte en un horizonte extendido del aula —por lo general, inconexa—.

Lejos estamos del objetivo trazado, pero recorremos los primeros pasos dentro de un laboratorio digital, para, quizás, como dice Arturo Escobar, encontrar otras formas de hacer mundo y reconstruir el camino de la vida.

Referencias

Dussel, E. (2016). Filosofías del Sur, descolonización y transformación. Editorial Akal.

Escobar, A. (2018). Otro posible es posible: Caminando hacia las transiciones desde Abya Yala / afro / latino-América. Ediciones Desde Abajo.

Fanon, F. (1963). Los condenados de la tierra. Editorial Grove Press.

Langer, E. (2000). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas.

Liberar y alegría con Uma Kiwe: Palabra del proceso de liberación de la Madre tierra (2016). https://www.cric-colombia.org/portal/libertad-y-alegria-con-uma-kiwe-palabra-del-proceso-de-liberacion-de-la-madre-tierra/

Mignolo, W. (2010). Desobediencia Epistémica: Retórica de la modernidad, lógica de la colonialidad y gramática de la descolonialidad. Ediciones del Signo.

Segato, R. (2013). La crítica de la colonialidad en ocho ensayos. Editorial Prometeo.