Cátedra Unesco de Comunicación 2021

Protestas y estallidos sociales: representaciones mediáticas, discursos, derecho a la información y nuevas formas de expresión ciudadana

Cátedra Unesco de Comunicaciones 2021

978-958-781-882-6    |    DOI: https://doi.org/10.11144/Javeriana.9789587818826

Juventudes rurales entre la ciudadanía y la exclusión vergonzantes: participación campesina en el estallido social

Juan Carlos Torres Lizarazo1Doctorando en Comunicación, Lenguajes e Información, Pontificia Universidad Javeriana. Filósofo y magíster en Filosofía, Universidad Industrial de Santander. Docente de la Fundación Universitaria Compensar. Compensar: torresl.juanc@javeriana.edu.co

Resumen

Esta experiencia surge de la investigación doctoral en migración de jóvenes rurales de La Mesa de Los Santos, que se adelanta para el Doctorado en Comunicación, Lenguajes e Información, de la Pontifica Universidad Javeriana, y a partir de la cual se han realizado algunos acercamientos con la comunidad. Para esta presentación se toman en cuenta dos ejercicios de recolección de datos y análisis, relacionados con la población objeto y su participación en el reciente estallido social en el país. La primera de ellas es una entrevista con los jóvenes miembros del grupo Juventud Santera, que surge en La Mesa de Los Santos, Santander, a partir de la movilización social, y el análisis de una publicación de Facebook de Fabián Andrés Beltrán, quien se hizo viral en Santander por un video opinando desde su lugar como joven rural, lo que generó la creación de espacios para que pudiera vender sus piñas.

Estas dos manifestaciones se analizan desde el concepto exclusión vergonzante, que propone Pérez Espitia (2018), y con el cual explica la forma como, estructuralmente, se excluye y se invisibiliza la figura del joven campesino. Esta posición de exclusión, que está entre el protagonismo de la urbanidad y de la adultez, termina impulsando la vinculación al estallido social de jóvenes rurales que buscan oportunidades de participación y decisión para lograr sus objetivos y mejorar sus condiciones de vida sin depender de los demás.

Palabras clave: juventud rural, exclusión vergonzante, estallido social, ciudadanía, participación.

Relato o narrativa de la experiencia

Normalmente, los jóvenes rurales deben enfrentarse a procesos de doble exclusión que les restan oportunidades de participación y posibilidades de influir en políticas que luego se aplican sobre ellos mismos. Por un lado, las sociedades rurales suelen ser adultocentristas, al considerar que los jóvenes no tienen experiencia ni sabiduría suficientes para tomar decisiones propias, aunque sí, capacidad de trabajo, lo que lleva a que, en muchas ocasiones, su proyecto laboral sea determinado por los padres, que deciden hasta cuándo estudiarán y qué labores tienen prioridades sobre otras. Esta situación la viven de manera mucho más marcada las mujeres, quienes, no solo por el hecho de ser jóvenes, sino también, por la estructura patriarcal, se ven obligadas a mezclar tareas del hogar con trabajo en el campo y sus estudios; además, tienen menos libertad para decidir si quieren salir de fiesta o ir de paseo, mientras que los hombres pueden tomar estas decisiones sin verse obligados a pedir permiso (López, 2005).

Por otro lado, las sociedades rurales son excluidas de la visión de desarrollo de los países latinoamericanos en las cuales la prioridad es la industrialización que sucede en las zonas urbanas (López, 2005). De ahí que haya muchas más oportunidades de trabajo, de educación y de acceder a bienes y servicios en las ciudades, mientras que en las zonas rurales los niveles de pobreza y desprotección superan por mucho a los de las zonas urbanas (DANE, 2018). En el contexto de esta marcada diferencia, los jóvenes rurales son menospreciados por parte de los jóvenes urbanos, quienes los consideran “atrasados” y suelen burlarse de su forma de hablar, sus costumbres, su forma de vestir, sus dificultades para desenvolverse en entornos urbanos o su desconocimiento sobre temas de actualidad (música, videojuegos, cine).

Lo anterior se completa con que las políticas del Estado son insuficientes y desconocen las necesidades de la población rural, y a los jóvenes los homogenizan, al pensarlos como iguales, sin importar su procedencia, sus costumbres o sus necesidades; es decir, se los trata como si fuesen iguales a los jóvenes urbanos. Por el contrario, es claro que la población joven rural es enormemente heterogénea, diversa y con necesidades propias; por lo tanto, mientras menos espacios de participación tengan los jóvenes rurales, tanto menores serán sus posibilidades de ser entendidos y proponer sus propias alternativas que se conviertan en futuras políticas (López, 2005; PNUD, 2011).

Esto que, a la luz de Pérez Espitia (2018), podríamos llamar una exclusión vergonzante, la cual se materializa en una serie de problemáticas que van más allá de la poca posibilidad de participación y el incumplimiento de los derechos adquiridos con la ciudadanía. Por una parte, resta posibilidades de decisión sobre sus vidas o la realización subjetiva propia; los objetivos profesionales se perciben considerablemente lejanos y el acceso a espacios de esparcimiento o a formas de orientación emocional, psicológica y sexual son nulas en algunos contextos, y muy precarias, en otros. Por otro lado, su capacidad física y potencial de trabajo suelen ser explotados con frecuencia por parte de multinacionales, que, además, no les dan condiciones justas; incluso, son ilegales. En algunos casos (Piñeros Lizarazo, 2018), dicha explotación los condiciona a una vida junto a su familia y a seguir atados a las decisiones de los adultos, aun cuando ya tienen su propia familia y sus propios hijos.

Según Pérez Espitia (2018), estos jóvenes son etiquetados como un “otros”, tanto en la visión de los adultos como en la de los jóvenes urbanos, quienes en ambos casos serían “nosotros”, y esta etiqueta, a su vez, representa expresiones que o los exaltan o los disminuyen. Como jóvenes, se los considera “jóvenes en riesgo, víctimas, victimarios vulnerables” o como “[…] buenos, bellos y verdaderos”; finalmente, como población rural se los etiqueta en las categorías de “atraso, pobreza, subdesarrollo y premodernidad […] y como espacio social “desarrollo explotable” (p. 27).

Hay un doble discurso, entonces, en el que se exalta a la población rural como “personas buenas de corazón”, pero luego se usan expresiones para disminuir o menospreciar su identidad: “No sea campesino”, “Usted es mucho indio”, en las cuales se evidencia el uso de esas palabras como un insulto que, por un lado, solidifican la concepción de atraso y, por el otro, también hacen mella en la identidad de los jóvenes rurales y los llevan a querer cambiarla.

La Mesa de Los Santos es una región rural de Santander que está entre los municipios de Los Santos y Piedecuesta. Esta zona del país queda sobre una de las montañas que componen el imponente cañón del Chicamocha, lo cual la convierte en un importante centro turístico por sus paisajes, y también, por su agradable clima. Las personas de la región han encontrado en la oferta turística una importante oportunidad de trabajo que se complementa con las tareas agrícolas, ganaderas y avícolas. Paradójicamente, ello no ha representado un aumento en las oportunidades de los jóvenes, quienes, en estas tareas (quizá se les sumen arreglar computadores, tener una tienda, hacer “moto taxi” o manejar un camión) no encuentran muchas opciones; al menos, no opciones en las que puedan quedarse en el territorio y vivir de ello. Tampoco hay muchas posibilidades de poseer un terreno propio, debido al aumento de precios por la parcelación, lo que implica ser empleados de personas con mayor capacidad económica y les resta independencia en muchos sentidos. Si bien la población de La Mesa de Los Santos no se ha tenido que enfrentar a problemas de otras zonas rurales del país, como el reclutamiento por parte de grupos al margen de la ley o los desplazamientos forzados, tal cosa no la ha librado de los problemas estructurales, ni de la exclusión vergonzante, que tanto afecta, principalmente, a los jóvenes.

La población de La Mesa de Los Santos ha sido, normalmente, de poca participación política. Por ello, saber que durante el estallido social hubo movilizaciones es ya una novedad; sobre todo, si se tiene en cuenta que las marchas fueron convocadas por jóvenes, cuya participación en dichos eventos suele ser aún menor. Al ser esa población parte del estudio sobre migración que se viene adelantando en la tesis doctoral en comunicación, lenguajes e información, en la Pontificia Universidad Javeriana, generó un interés especial, que propició la presente experiencia, y se complementó con un video, que se hizo viral en la región, y en el cual un joven expresa su posición política al exponer las dificultades que como emprendedor agrícola ha tenido para sacar provecho de sus cultivos de piña.

Participación política de La Mesa de Los Santos

La población de La Mesa de Los Santos se elige población objeto de estudio por ser el territorio de origen del investigador principal, quien puede hablar con propiedad de los procesos que allí se viven, y por ser él mismo un joven migrante que partió, junto con su familia, en busca de mejores oportunidades. La propuesta de análisis planteada, entonces, se hace como un diálogo entre el sentir de la población de jóvenes rurales actuales con el sentir del investigador y sus memorias del territorio. En entrevista con los jóvenes miembros del grupo Juventud Santera, que ha pasado de ser un grupo de Facebook a una colectividad con participación social, e incluso, aspiraciones políticas. Estos califican a su ejercicio como “histórico”, lo que el investigador puede corroborar, al ser algo nunca visto en los años recientes de la región (más de treinta últimos años).

Con la entrevista se buscaba establecer dos elementos importantes. En primer lugar, la sensación de exclusión de estos jóvenes, por su condición de jóvenes y de origen rural, y en algunos, por su género. En segundo lugar, la importancia que las redes sociales y los valores del estallido social tuvieron en dichas manifestaciones en la región, al generar una sensación de identificación que luego se contextualiza para trabajar en función de las necesidades propias de la región.

Se hizo así una entrevista semiestructurada a cinco miembros del grupo Juventud Santera, a través de la plataforma Teams, y en la cual se les hicieron preguntas sobre:

  • ¿Qué es Juventud Santera?
  • ¿Cómo se conformó Juventud Santera?
  • ¿Qué creen que representa Juventud Santera para los habitantes de La Mesa de Los Santos?
  • ¿Cómo ha sido el apoyo de la comunidad a Juventud Santera?

Las preguntas sobre la exclusión que han podido sufrir los miembros del grupo por sus condición de jóvenes, rurales y mujeres no fue necesario formularlas, pues surgieron de manera natural, en medio de la conversación del grupo. De la pregunta sobre el surgimiento del grupo también fue posible establecer una conversación a propósito de la relación que tuvo el movimiento, inicialmente, con el estallido social, que se fue transformando en un proceso independiente, con sus propias características y objetivos muy concretos dentro de la región. Finalmente, a partir de las preguntas también surgieron diálogos sobre las dinámicas de trabajo que han establecido para cada miembro, que hace aportes significativos sin importar su nivel educativo; se habló de las amenazas que han recibido de manera indirecta, del trabajo con otras instituciones o agrupaciones campesinas y de la relación con las autoridades de Santander encargadas de administrar dicha concesión.

A este proceso se ha decidido añadir la publicación de Fabián Andrés Beltrán Cadena, de la que se hace un análisis libre en el cual solo se establecen coincidencias en el discurso sobre su lugar como joven campesino. Desde la experiencia con los dos elementos analizados, es posible establecer que la exclusión vergonzante es clara, y que cada persona la identifica de diferentes maneras; sobre todo, replicando las formas de discurso en las que sienten que se manifiesta. Sin embargo, con sus palabras y sus acciones, tanto en la movilización dentro de espacios reales (marchas de Juventud Santera, Mercadillo de Fabián Andrés Beltrán Cadena) como en las redes sociales que sirven para poner en juego opiniones que producen identificación y se traducen en acciones dentro del espacio real, se evidencia un intento por resistir a la mencionada exclusión y generar nuevos lugares de acción y discusión.

Interpretación-reflexión desde la experiencia

En la entrevista fue posible evidenciar que los jóvenes en su proceso de movilización han sido menospreciados de varias maneras, y en su discurso se hacen alusiones frecuentes a ese tipo de situaciones. Jefferson, por ejemplo, expresa que, inicialmente, ellos lograron la movilización, pero una vez allí, otras personas de grupos tradicionales o políticos les quitaron el micrófono, y ya no pudieron hablar. Desde su punto de vista, esto tiene que ver con que, para ellos, “el campesino no sabe hablar, no se sabe expresar, el campesino no entiende”, lo que demuestra un menosprecio por la identidad del campesino. A ello se le podría añadir la opinión que expresa Darly, una de las líderes con mayor vocería: “Aunque los adultos piensen que no conocemos la historia, entonces no tenemos opinión”. María Paula Arenas, quien es la encargada del asesoramiento jurídico, por ser abogada, menciona que en otro momento fueron discriminadas, “al ser jóvenes, mujeres y campesinas” (ella y Darly), por ser las líderesas del grupo, ya que, según ellas, el funcionario demostró que: “no nos creen competentes para asumir el rol como representantes de la comunidad”.

Poco a poco, en las declaraciones se empieza a hacer evidente que las acciones de protesta y movilización generaron diferentes tipos de respuesta; sin embargo, por parte de la comunidad dicha respuesta fue mayoritariamente negativa. Según los jóvenes, recibieron más apoyo de quienes tienen parcelas y subían a pasar unos días de descanso. Las demás personas sentían que, por un lado, se estaban robando un protagonismo que no merecían, y que, además, estaban desconociendo el trabajo previo. No es de extrañar que tal tipo de respuestas aparezcan, ya que en las sociedades adultocentristas se asocia la juventud a “vagancia” o a “desorden y destrucción”. De allí que en medio de todo su proceso escucharan comentarios en los que los acusaban de “ser unos vagos que cogieron de goce el peaje”.

A lo ya señalado en la entrevista, se puede unir la voz de Fabián Andrés Beltrán Cadena, quien hace en su video un llamado al alcalde, en el que le dice: “Señor alcalde, si usted quiere endeudar al pueblo, ¿por qué no se endeuda usted? ¿No ve que somos nosotros, los jóvenes, los que vamos a pagar esa deuda?”. Añade un cansancio muy grande, por el aumento en los costos de producción, que perjudican a los agricultores de más edad, quienes ya no han podido seguir trabajando por el número de deudas, lo cual lo lleva a afirmar que “nosotros los jóvenes no estamos con ganas de seguir trabajando en agricultura”. En el caso de su opinión sobre la participación política, como joven, coincide con Juventud Santera, al considerar que hay una especie de imposibilidad para expresarse, por lo que la movilización es una oportunidad de hacerlo. Esto se evidencia cuando se define a sí mismo como “un joven que hoy decide sacarse la cinta de la boca y hablar por su pueblo, por los agricultores”. La metáfora de la cinta en la boca que usa Fabián Andrés Beltrán Cadena puede compararse con lo que menciona Edison, de Juventud Santera, y encargado de la seguridad, al decir que sus padres y sus abuelos consideraban que protestar es una falta de agradecimiento: “Nos cansamos de que nuestros padres y abuelos sean unos agradecidos eternos, no está mal exigir lo que nos pertenece”; de paso, dibuja las intenciones que el grupo tiene para con la comunidad, pues no solo es una oportunidad de mostrar su valor como jóvenes, sino también, la de “volver a darle a los campesinos la oportunidad de ser escuchados […] son gente olvidada”.

En el video de Fabián Andrés Beltrán Cadena también se puede evidenciar que él se considera un vocero de los campesinos de su región, y que con su voz les está dando voz a ellos. La idea de que los jóvenes se conviertan en líderes de sus regiones, y que sean ellos mismos quienes lleven esa vocería: es un acto de resistencia a los estigmas que se les han impuesto y, de paso, una forma de demostrar que no se sienten inferiores por su identidad de campesinos, que cargan con orgullo, pero que tampoco están conformes con las maneras como dicha condición los ha llevado a la exclusión vergonzante.

Por otro lado, la vinculación que ambos casos tienen con el estallido social es clara. En primer lugar, los integrantes de Juventud Santera manifiestan que nacieron en medio de las protestas, y no como una organización desde el principio, sino como un deseo que los impulsaba a apoyar el paro. Darly menciona que en un primer momento estaban muy desordenados y no sabían exactamente por qué protestaban, más allá de expresar su opinión sobre lo que pasaba en el país y el mismo malestar que se vive por la falta de oportunidades. Sin embargo, haber sido silenciados y excluidos en la primera reunión los llevó a hacer un pliego de peticiones sobre el peaje, lo que les demostró que podían organizarse y les dio tanto rumbo como protagonismo en la escena política. Fabián Andrés Beltrán Cadena, por su parte, hace reiteradas referencias a la violencia policial, y un llamado al presidente para detenerla. Lo interesante en este caso es que el joven plantea la agricultura y a los jóvenes como una alternativa clara a los problemas del país; es decir, habla desde su propia experiencia, pero la universaliza como una salida posible.

Ahora bien, tanto Juventud Santera como Fabián Andrés Beltrán Cadena llevaron sus manifestaciones a otro punto en el que, si bien no se sigue directamente con el apoyo al estallido social, sí trascienden las acciones propuestas para darles una aplicación a sus propios contextos. Fabián Andrés, por ejemplo, impulsó el mercadillo en Bucaramanga, que recibió mucho apoyo, y luego repitió la experiencia en otros sectores. De alguna forma, se puede decir que hizo uso de las redes para eliminar los intermediarios que reducían sus ganancias, y que la movilización social le sirvió como impulso para ello. Juventud Santera, por su lado, transformó una movilización de solidaridad en un grupo social y próximamente político, que ha llevado al gobernador de Santander a sentarse con ellos y generar acuerdos que beneficien la región.

Es importante aclarar que no estamos señalando que estas iniciativas se aprovecharon de la movilización para lograr fama o beneficios personales: todo lo contrario, lo que estos jóvenes demuestran es que las razones del estallido social eran justas, por lo que se volvía necesario reclamar los nuevos espacios de discusión y participación que ellos consiguieron.

Facebook y WhatsApp fueron herramientas fundamentales en el proceso, ya que a partir de ellas se convocó a las movilizaciones y se produjo el impacto que hoy nos lleva a estar hablando de ellos. Por parte de Juventud Santera, Facebook fue ese lugar de primer llamado, y en él hubo dos aliados importantes. Alguien a quien mencionan como ‘Amorocho’, un líder de barras bravas de Atlético Bucaramanga, y el grupo Aguante Santero, quienes replicaron la información por ellos creada y también son jóvenes de la región. Hoy, el grupo de Juventud Santera tiene más de 3800 miembros. Andrés Felipe recibió 2100 reacciones a su publicación y 183 comentarios, fue compartida 3100 veces y tiene 32 000 reproducciones; una diferencia considerable con sus publicaciones anteriores. Esto, tan solo en la publicación original, porque hay más reacciones en la misma publicación, pero hechas en otras páginas.

Lo que el estallido social deja para estos jóvenes es un remezón importante, con el que buscan quitarse de encima la exclusión vergonzante a través de la cual se los discrimina, se los señala, se los silencia, se los invisibiliza, se los explota e, incluso, se los amenaza. No es una tarea fácil, pues si bien han ido sumando aliados, no dejan de ser presionados por su propia comunidad para que dejen a un lado su iniciativa y se desmotiven, sin hablar de los mecanismos externos con los que se los quiere silenciar. Los resultados obtenidos por esos ejercicios podrían llegar a considerarse históricos; sin embargo, del apoyo que puedan recibir depende que dichos procesos se hagan a largo plazo y vayan generando resultados significativos.

Referencias

DANE. (2020). Presentación Encuesta Nacional de Calidad de Vida ECV 2019. Resultados, 1–46. https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/condiciones_vida/calidad_vida/2019/Presentacion_ECV_2019.pdf

López, A. (2009). Construcción social de “juventud rural” y políticas de juventud rural en la zona andina colombiana. Universidad de Manizales.

Pérez-Espitia, M. (2018). Juventudes rurales en Colombia. Entre la exclusión vergonzante y la tutela excluyente. Criterios. Cuadernillos de ciencias jurídicas y política internacional, 11(2), 21-48.

PNUD. (2011). Colombia rural: Razones para la esperanza. En Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011. https://www.co.undp.org/content/dam/colombia/docs/DesarrolloHumano/undp-co-ic_indh2011-parte1-2011.pdf