Cátedra Unesco de Comunicación 2021

Protestas y estallidos sociales: representaciones mediáticas, discursos, derecho a la información y nuevas formas de expresión ciudadana

Cátedra Unesco de Comunicaciones 2021

978-958-781-882-6    |    DOI: https://doi.org/10.11144/Javeriana.9789587818826

Análisis del discurso en la protesta: semiósferas, otredad y mismidad

Luisa Fernanda D’Antonio Diez1Estudiante de Lenguas Modernas con énfasis en Comunicación Digital, Universidad EAN. Contacto: ldanto91792@universidadean.edu.co

Resumen

A partir de las protestas que se dieron a cabo en el país este año, se presentaron diversos tipos de discursos que consiguieron separar a la población en bandos contrarios en un momento de incertidumbre y caos. Fue entonces cuando, en el marco de la Mesa de Comunicación de la Universidad EAN, nació el grupo Signópatas. La presente ponencia analiza el surgimiento de nuevos términos como “gente de bien”, “mamertos”, e incluso, los que hacen referencia, de forma despectiva, a la minga: “indios aborígenes” o “los indios esos”.

Para este análisis discursivo decidimos retomar los conceptos otredad y mismidad, partiendo de la semiósfera, descrita por el semiólogo Yuri Lotman como el único espacio donde es posible la realización de procesos comunicativos, y el cual condiciona a cada ser humano a seguir ciertos comportamientos sociales y culturales. Pero cuando un individuo sale de esta, tal como se evidenció en los diversos enfrentamientos de bandos, tanto presenciales como virtuales, durante las protestas, decide refugiarse en conceptos como mismidad, al relacionarse con quienes considera semejantes (así como los grupos de “gente de bien” o “primera línea” que compartían ideales) y, a la vez, identificar a su enemigo cultural o social clasificándolo en la otredad (como pasó con la minga, a quienes algunas personas ni siquiera catalogaban como ciudadanos).

Al estar más allá de su comprensión semiótica, varios marchantes promovieron una rivalidad entre grupos, a través de un bucle de discursos de odio. La solución, entendimos, estaba lejos de acabar con las semiósferas culturales; más bien, se enfocaba en hallar mecanismos que nos permitan ampliarlas y enlazarlas, no con el fin de adoptar sus ideales, sino como una oportunidad de progreso tanto crítico como comunicativo, mientras se aprovecha al máximo el derecho a la protesta, de forma pacífica y de forma consciente.

Palabras clave: semiósfera, análisis crítico, otredad, mismidad.

Relato o narrativa de la experiencia

La semiósfera colombiana se ha caracterizado por ser una selva de cemento. Con el pasar de los años, sus habitantes la han apodado de mil maneras, pero, sin duda, hay que reconocerla como uno de los epicentros culturales de nuestro continente. Al reunir semejante variedad de costumbres, etnias y tradiciones tanto indígenas como las que fueron adoptadas durante el proceso de conquista, el acto comunicativo ha logrado ramificarse de tal forma que cada colombiano puede ser considerado en la Modernidad un individuo pluricultural programado para adaptarse a formas de vida externas a la que suele estar acostumbrado. Para entender un poco mejor cómo funcionaban los procesos comunicativos en estos espacios de intercambio multisemióticos, se decidió abordarlos desde la rama semiótica, encargada del estudio de todos aquellos signos que nos rodean y están presentes en la sociedad, listos para ser interpretados. Desde ese campo, se tuvo en cuenta, principalmente, al semiólogo y lingüista ruso Iuri Lotman, quien, gracias a sus aportes y sus pespuntes para el análisis de la semiótica cultural, contribuyó enormemente a enfocar la actual experiencia en nuestra sociedad colombiana.

Por lo que se refiere al concepto puro de semiósfera, se la entiende como el único espacio donde es posible la semiosis y, por tanto, la comunicación. Para Lotman, “cada uno nace en una semiósfera determinada que condiciona el proceso de programación social de nuestros comportamientos” (Lotman, I. M. et al., 1996). Habiendo identificado esto, podríamos comenzar a entender las grandes ciudades como semiósferas que funcionan con un mecanismo de memoria diacrónica, capaz de rescatar miles de datos ocultos de sociedades primitivas y traerlos a la actualidad, para analizarlos desde un punto de vista externo. Las ciudades, pues, son conjuntos separados, mas nunca aislados, que están conectados por espacios culturales particulares, también llamados fronteras biculturales. Sorprendentemente, es en esta periferia donde el desarrollo comunicativo se da de manera más dinámica, gracias a su organización menos rígida y a construcciones de pensamiento flexibles que son posibles de interpretar gracias a los múltiples traductores que allí se encuentran. Sin embargo, la verdadera dificultad se encuentra en el centro de la semiósfera, donde, debido a la escasez de traductores y a la heterogeneidad causada por la rigidez metaestructural de los signos allí presentes, encontramos una gran irregularidad, la cual se convierte en un obstáculo que nos impide interactuar de manera eficaz en los procesos de comunicación.

En el primer semestre de este año pudimos ser testigos de la convivencia que se generó en la capital por parte de todo tipo de personas con pensamientos y opiniones tan ricamente diversas como ellos mismos. Incluso, en un ambiente tan denso como por el que pasó el territorio colombiano durante el estallido social, la mayoría encontró la forma de unificar al pueblo, en vez de separarlo, de analizar la situación y buscar prontas soluciones y, sobre todo, hacerle entender a cada colombiano lo que sucedía, de la manera más clara posible, para que este pudiese comprender que el asunto también lo involucraba. Fue así, entonces, como, desde la Universidad EAN, un grupo de jóvenes acompañados por docentes de todas las carreras y las facultades, y que no se hallaban dispuestos a quedarse de brazos cruzados, puso manos a la obra y logró consolidar diversas mesas de comunicación, dedicadas a analizar, desde diferentes perspectivas, los aspectos más importantes de la protesta social, con el enfoque común de querer transmitir un mensaje breve y conciso sobre cuanto sucedía en ese momento. De estas mesas de comunicación nació Signópatas: un grupo investigativo, y el cual estableció como su propósito superior el estudio y el análisis, específicamente, de aquellos signos presentes en la protesta social, desde un enfoque lingüístico, comunicativo y semiótico, a fin de desarrollar y compartir un pensamiento crítico pluralista tanto en las aulas como en las calles.

Durante nuestra investigación, nos percatamos de la casi abrumadora presencia de diversos grupos que apoyaban sus ideales en los encuentros del paro nacional. Fue interesante ver cómo individuos apartados del núcleo de la semiósferas de las ciudades más importantes no se quedaron atrás y decidieron reunirse en pequeñas aglomeraciones en las fronteras, de tal forma que sus voces también pudiesen ser escuchadas. No obstante, la irregularidad semiótica se hizo muy evidente en los centros, donde presenciamos desde enfrentamientos de protestantes en contra de quienes se oponían totalmente a lo que acontecía hasta la propagación de insultos y burlas a colectivos como la minga indígena, cuyos integrantes fueron excluidos del concepto de ciudadanía, y hasta tachados como “aborígenes”. En el proceso del análisis discursivo que se daba entre estos bandos contrarios, como “gente de bien”, “mamertos”, “tibios” e “indios aborígenes”, entre otros, nos fijamos en dos conceptos en común, que persistían a la hora de interactuar entre ellos: la otredad y la mismidad.

Las fronteras pueden ser consideradas fragmentaciones que separan, pero, a la vez, vinculan. Estas son consideradas la agrupación de todos los filtros y los traductores por los que pasa un signo para poder ser entregado y entendido fuera de la semiósfera dada. Siguiendo esta línea, tenemos, entonces, que dicha frontera es el punto de conexión entre el otro y yo, entre la razón y la sinrazón, entre la mismidad y la otredad. Estos últimos tienen una relación de dependencia, donde si existe el uno, debe existir el otro. “Las fronteras restringen y esta restricción es la que nos permite ser parte de algo, las fronteras nos limitan a un radio de pertenencia, nos circunscriben a una identidad” (Sartre, 1976, citado por Silva, 2006). Si se tiene en cuenta lo anterior, por un lado, podemos entender la mismidad como ese espacio imperceptible en el cual creo y encuentro una identidad; aquí puedo entender lo que es propio y quiénes son mis semejantes, con quienes puedo mantener una comunicación fluida gracias a la afinidad de signos presentes en ese espacio (semiósfera). Equivalente en la protesta social, fuimos testigos de cómo individuos con intereses afines fueron capaces de crear colectivos que lograban diferenciarlos de otros, debido a esa apropiación y esa formación de identidad propias que habían tejido.

Por otro lado, como respuesta antitética a esto que consideramos propio, surge el concepto de otredad. Todo aquello que sea diferente, extraño o esté más allá de la frontera semiótica de la cual el individuo hace parte, es catalogado dentro de un grupo aislado, denominado como la otredad. Esto se pudo evidenciar en no pocos momentos durante la protesta social; incluso, en ocasiones anteriores, como lo han venido siendo los enfrentamientos de policías o el ESMAD contra protestantes, o las mismas confrontaciones de más baja densidad que se han dado tanto en las calles como en las redes sociales, de los llamados “mamertos” contra la “gente de bien”. Incluso, de manera momentánea, cuando los vehículos de la minga llegaron al territorio capitalino, varios se tomaron el atrevimiento de desmeritar su lucha, porque, según estas personas, ellos ni siquiera formaban parte de la ciudadanía, y que, más bien, deberían regresar a casa y limitarse a preocuparse por sus “problemas de indios”. Por más inofensivos y esporádicos que parezcan estos encuentros de enemistad, una cosa es cierta: la ola de discursos de odio que se abrió paso por los canales comunicativos durante este primer semestre en el país fue enorme; un bucle de desprecio y pensamiento totalitarista casi infinito acechaba cada rincón del país y del ciberespacio, liderado por mentes dispuestas a hacer cosas inhumanas en contra del otro con el fin de hacer triunfar sus ideales. Las riendas de la protesta no estaban siendo tomadas por nadie, y durante semanas el dolor, la angustia y la incertidumbre se apoderaban de cada cuerpo, al ver en los portales de noticias nacionales cómo personas eran víctimas fatales por, simplemente, querer reclamar su derecho a la protesta. En ese momento, entre tanto sufrimiento y tanta sangre, se supo que habíamos perdido el rumbo como país.

Rápidamente, se convocó a reuniones en las diferentes mesas de comunicación, para proponer formas de cambiar ese panorama tan devastador. Fue entonces cuando en Signópatas comprendimos que podíamos aportar una solución y encaminar esos discursos de odio a unos más críticos y más abiertos; todo, desde la semiótica y el análisis crítico de los discursos. Nos comprometimos, pues, a la creación de espacios virtuales —principalmente, en redes sociales como Instagram y TikTok—, donde divulgamos las investigaciones realizadas con base en la protesta, para crear espacios de debate y opinión analíticos, mientras se conoce y se aprende a interactuar más con las fronteras semióticas que nos rodean. Se dio también la oportunidad de crear espacios de discusión virtuales con otras universidades, donde surgió el primer conversatorio “Universos Discursivos y Protesta Social”, junto a estudiantes y maestros de la Universidad Nacional de Colombia. Paralelamente, de manera presencial, se tuvo la oportunidad de disponer de un espacio en el evento de la Semana de las Lenguas, que organiza anualmente la Universidad EAN, y donde evaluamos diversos aspectos de la protesta junto a estudiantes y docentes, lo que causó un gran impacto en el ámbito estudiantil y nos abrió las puertas para proseguir con la propagación del conocimiento a un público mucho más grande.

Entre las reflexiones obtenidas, se evidenció la importancia de saber interpretar los signos sociales y culturales durante las manifestaciones y, en especial, lo importante de hacer este ejercicio desde el respeto y con una mente abierta. Sin el conocimiento previo de conceptos como semiósfera, frontera cultural, otredad y mismidad, el proceso para evolucionar hacia un pensamiento pluralista y consciente va a ser extenso y complicado. Para entender las otras semiósferas, cada individuo debe tener en cuenta que, mientras para él exista un otro, él será el otro para alguien más. A diferencia de lo que algunos pueden pensar, la solución está lejos de ser encaminada a la unificación de una semiósfera general en la que se adopten los aspectos socioculturales de cada comunidad. Lo anterior solo conseguirá devolvernos a un punto en el que, tarde o temprano, se formarán disidencias que no estarán preparadas para la convivencia pacífica entre fronteras, y en la protesta no estarán listos para enfrentar a cualquier persona que dude por un instante en seguir un determinado ideal.

Como parte de la contribución al cambio enfocado en ejercer el derecho a la protesta de manera plena y desde la experiencia vivida en la construcción de análisis semióticos y discursivos durante estos eventos, se sugiere flexibilizar la semiosis tanto en el centro como en las fronteras de cada semiósfera sociocultural. Así, el proceso de intercambio de ideas permitirá que incluso entre grupos opuestos se logre hallar semejanzas que los reúnan en la mismidad. En el denso ambiente que se vive en una manifestación, los grupos, nublados por querer sostener sus ideales, olvidan aquello que los une: el deseo de un cambio en Colombia. Cada grupo lo querrá a su manera; de eso no hay duda alguna. Pero, entre tanto discurso separatista, debemos encontrar y preservar ese pequeño destello que nos une, así sea, simplemente, la sangre que corre por nuestras venas.

Como forma de cierre de lo presentado en esta experiencia, cabe decir que la sana convivencia con el otro no depende, simplemente, de encontrar las cosas que nos unen, sino también, de señalar y hacer evidentes las diferencias y tratar de descifrarlas desde nuestros conocimientos adquiridos en la semiósfera a la que pertenecemos. En el marco de las manifestaciones, el surgimiento de nuevas ideas y propuestas enfocadas en el cambio se transforma en un vasto océano de posibilidades para analizar. Es nuestra tarea, en este orden, escuchar, analizar y retroalimentar las concepciones que plantean los demás para la construcción de futuras redes de conocimiento en las que cada uno aporte desde su otredad particular. Se concluye que, para seguir ejerciendo el derecho a la protesta y direccionar esta acción hacia una manera pacífica, crítica y consciente, se debe seguir con la propagación virtual y presencial de estos conceptos ocultos a los ojos de muchos. Sugestiones que podrían fungir como mecanismo para el entendimiento de la semiósfera tanto global como particular que habitamos inconscientemente. Con esfuerzo y de esta manera, el país podrá experimentar el próximo estallido social de una forma por completo diferente.

Referencias

Lotman, I. M., Navarro, D. y Cáceres, M. (1996). La semiósfera (Vol. 4). Universitat de València.

Silva, J. (2006). Discursos de frontera: la otredad y la mismidad en tres documentales. Revista Austral de Ciencias Sociales, 9, 57-70. 10.4206/rev.austral.cienc.soc.2006.n10-08