Ciudades tatuadas: reflexión y análisis del grafiti en el estallido social
Jhon Fredy Vargas Espitia1Magíster en Comunicación, Educación y Literatura, Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Pontificia Universidad Javeriana. Contacto: jfredy.vargas@javeriana.edu.co
Resumen
La ciudad es un lugar que permite múltiples exploraciones y diferentes lecturas subjetivas. En el contexto del estallido social en Bogotá hubo una gran agitación en las calles por parte de colectivos juveniles. Los lugares tradicionales para la protesta social en la ciudad se fueron ampliando hacia otros escenarios más locales. La protesta social ya no sucedía únicamente por la carrera séptima o el Parque Nacional. Ahora se generaba en el interior de los barrios.
En la ciudad de Bogotá, los puentes, las estaciones de Transmilenio, los CAI, los parques y las cuadras se convirtieron en los espacios locales para la congregación y la protesta. En esta experiencia nos centraremos en tres espacios públicos que pasaron de ser infraestructuras de movilidad a ser resignificados como escenarios propicios para la congregación y la reunión de los jóvenes y el estallido social.
El puente de Usme, ubicado al sur de la ciudad, pasó a tomar el nombre de “Puente de la Dignidad”, la Estación Country Sur (calle 10 con carrera 27 sur) y el Portal de Las Américas pasó a llamarse “Portal de la Resistencia”. Estos tres espacios geográficos (Puente de la Dignidad, La estación Country Sur y el Portal de las Américas), clave para la economía de la capital, durante el estallido social cobraron otros significados. Es así como vemos que la infraestructura adquiere otros significados sociales y políticos para los transeúntes.
Por lo tanto, la noción de espacios urbanos se complejiza. En De Certaeu (2000), los “caminos considerados lícitos u obligatorios” se reconfiguran desde las intervenciones y los significados de la protesta social. En esta experiencia se quiere mostrar una faceta de dicha transfiguración del espacio público en el contexto del estallido social.
Se recopilaron en formato de fotografías las escrituras, los trazos y los textos marginales que configuran el espacio público como un lugar simbólico, pero también material, de las escrituras de calle.
Palabras clave: protesta social, puentes peatonales, escrituras marginales y calle.
Objetivo
Registrar las escrituras marginales y su materialidad en algunos sectores de Bogotá, en el marco del estallido social.
Método
Apoyado en la etnografía visual, la técnica consistió en documentar el grafiti mediante fotografías. Se hicieron grabaciones de un minuto, para documentar audiovisualmente las escrituras marginales.
Se tomó la medida de la pared, para tener el dato de la extensión de las propuestas simbólicas. Se entrevistó a algunos muralistas locales y grafiteros, para conocer sus procedimientos y sus materiales en intervención de la calle.
A cada grafiti se le hizo una ficha descriptiva, de la forma como se muestra en la tabla 1.
Tabla 1. Método de análisis de grafitis en tres zonas de Bogotá
Diseño |
Materiales |
Técnica |
Homenaje de un grafitero australiano. Foto: Newtown Grafiti |
Puede que alguna vez hayas utilizado una plantilla para pintar un diseño. En ese caso, ya has practicado el stencil art. Este método consiste en estampar diseños pasando la pintura a una superficie a través de una plantilla. Pero la también llamada técnica del estarcido no es un arte visual reciente, ni mucho menos. |
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Fuente: Elaboración propia.
Al final, se concluyó que la imagen (grafiti, cartel, mural o esténcil) es una forma de escritura marginal que posiciona un mensaje vibrante en los intersticios de la ciudad, es susceptible de apropiación por parte de algunos transeúntes desprevenidos y se queda plasmada en la mente de las personas como un tatuaje del espacio público. El grafiti es una forma de expresión urbana que activa la construcción social de la memoria desde símbolos situados de comunidades específicas y sus problemáticas significativas.
Esta experiencia fue clave para conocer los sentires de los espectadores activos de esta clase de manifestaciones artísticas, que rescatan la protesta social como forma para incidir en los territorios y la dimensión política de los sujetos. Además, los diálogos con los grafiteros y los muralistas fueron clave para entender los procesos de construcción de una obra, como la adquisición de los materiales físicos que permiten llevar un mensaje a la ciudadanía. Los materiales usados en la intervención configuran un mensaje profundo sobre la situación social del país.
Relato o narrativa de la experiencia
El puente de Usme, ubicado al sur de la ciudad, pasó a tomar el nombre de “Puente de la Dignidad”, la Estación Country Sur (calle 10 con carrera 27 Sur) y el Portal de Las Américas se llamó “Portal de la Resistencia”. Estos tres espacios geográficos, clave para la economía de la capital, durante el estallido social cobraron otros significados. Es así como vemos que la infraestructura adquiere otros significados sociales y políticos para los transeúntes.

Figura 1. “Puente de la Dignidad”, en Santa Librada, Usme.
Fuente: Fotografía personal del archivo.

Figura 2. “Portal de la Resistencia”, en el Portal de las Américas.
Fuente: Fotografía de archivo personal.

Figura 3. Estación de Transmilenio Country Sur, en la carrera 10 n.° 27 sur.
Fuente: Fotografía de archivo personal.
Caminar la ciudad, recorrer sus espacios públicos, es una experiencia enriquecedora para la negociación de los significados de la “realidad social”. Los discursos generalmente se materializan en la queja, donde predomina el clamor de los ciudadanos frente a temas políticos, económicos y sociales en las conversaciones de calle. Es así como desde el discurso se configura una sociedad discursiva de la queja.
Sin embargo, hay otras dimensiones discursivas y formas materiales para llevar la queja a otras plataformas e infraestructuras. El grafiti, el mural, el estarcido (esténcil), las marcas, las escrituras de calle, etc., son expresiones que se salen de los formatos convencionales para manifestar una inconformidad y un mensaje colectivo. Por eso, la sistematización etnográfica y visual de dichas expresiones comunicativas es fundamental para generar un archivo de memoria activa de la calle, conectarse con las realidades sociales de la ciudad y pensar en las estrategias materiales que hacen posible la apropiación del espacio público.
El método de la experiencia consistió en documentar de manera fotográfica las expresiones escritas de calle en el contexto del estallido social en Bogotá. Al principio, a cada materialidad de la escritura de la calle se le hicieron una observación subjetiva, una fotografía y un video de un minuto, para recrear en el análisis subjetivo con el espacio, con el mensaje y los materiales de dichos grafitis, estarcidos (esténcil), marcas, murales, etc.
A causa del ejercicio de etnografía visual inicial, fue necesario entrar en conversación con las personas que laboran en la “informalidad” en dichos espacios. En principio, por iniciativa de ellos mismos, pues les causó curiosidad que un transeúnte espectador del espacio estuviera tomando fotografías allí. Por ejemplo, en el “Portal de la Resistencia” (Portal de las Américas) un señor que prestaba el servicio de bicitaxi se acercó a preguntar por los objetivos de mi ejercicio, y le expliqué el sentido de mi labor.
Cabe aclarar que fui más de dos veces a los espacios donde se recogió la experiencia. Fue así mismo como entendí que entre las personas que hacen parte de la “economía de la informalidad” hay un sistema de organización y comunicación muy interesante para analizar y estudiar, pues, por ejemplo, tienen radioteléfonos, celulares y libretas para generar comunicación organizada en su trabajo y en la calle.
En una de las entrevistas al bicitaxista, este manifestaba que el gobierno había “borrado los grafitis que habían hecho los muchachos, con un químico”. Notamos aquí cómo se hace una lectura profunda de lo que pasa en la urbe, en relación con los actores, los escenarios y los materiales que intervienen en los procesos de negociación de los significados de la calle.
En otra oportunidad, fue interesante el significado que adquiere la cámara cuando se apunta hacía un grafiti, porque las personas que están alrededor se sienten amenazadas, intimidadas y vigiladas. Es normal en Colombia que suceda eso, porque la “historia” y la experiencia de las masacres, los falsos positivos y la judicialización “irregular” están arraigadas en la memoria colectiva de los ciudadanos. Además, sienten una violación a su imagen y privacidad. Sin embargo, fue allí, en el “Puente de la Dignidad”, donde entré a conversar con las personas, para que hubiese una negociación del registro de la experiencia de los grafitis, los afiches y los murales.
En la estación de Transmilenio Country Sur, la experiencia fue significativa, porque pude conversar y participar en las intervenciones del colectivo “La Chuma”. Son grupos de jóvenes que propician espacios de reflexión sobre el territorio, la no violencia y la participación intercultural. Se apoyan en procesos de economía solidaria, grafitis, muralismo, veganismo, comunidades “Guarichas del Sur” LGBTTTIQA (lesbiana, gay, bisexual, travesti, transgénero, transexual, intersexual, queer, asexual), hip-hop y arte. Este colectivo de jóvenes tiene financiación de la Alcaldía Mayor de Bogotá y se ejecuta por mediación de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.
Las estrategias comunicativas que se pudieron sistematizar van en dos vías. La primera se relaciona con lo físico: las pancartas, las chapolas, los posters, los afiches, los fanzines, los libros artesanales, los stickers, los grafitis, los murales, las marcas, etc. La segunda vía de las estrategias comunicativas se apoya en lo digital, pues en las escrituras de la calle hay cuentas de Instagram, Facebook y Twitter que las dirigen a canales donde se gestiona el contenido, la juntanza y las convocatorias de los grupos juveniles.
Desde esta experiencia se problematiza la manera cómo se abordan las manifestaciones escritas de la calle y los colectivos de jóvenes que intervienen en los espacios urbanos, pues ni el trato a las comunidades, ni los datos ni la información pueden recaer en la “instrumentalización” de los objetos de estudio. Se debe tener cuidado con dichas trampas en la investigación social. También deben revisitarse los lugares, entablar lazos de solidaridad y cooperación con los actores de los colectivos urbanos. Siguiendo a Signorelli (2010), “si constituimos como objeto de nuestro estudio no ya los sujetos y los lugares, sino precisamente las relaciones entre sujetos y lugares, tendremos ese objeto de estudio común” (p. 175).
En las calles suceden fenómenos de comunicación que no se han estudiado para comprender los reclamos y el sentir de los jóvenes. El modelo de ciudadanía que se gestiona desde estos grupos juveniles es diferente de la organización clásica de la ciudadanía meramente representativa. Las acciones de estos colectivos parten del pluralismo, el consenso, la negociación, la crítica y la objeción a las diferentes formas de violencia. Hay una postura política que se apoya en procesos de comunicación comunitaria y local.
La apropiación de los espacios seguros es fundamental para que se configuren procesos de escritura de calle que integren a los ciudadanos en torno a otros lenguajes del estallido y la protesta social. Frente al tema, García Canclini (1997) manifiesta que “reorientar el conjunto de los estudios urbanos (al mismo tiempo que) examinar las condiciones actuales del trabajo inter o transdisciplinario” (p. 99).
Interpretación-reflexión desde la experiencia
La constitución de un objeto de estudio interdisciplinario como las escrituras de la calle es un logro en los estudios sociales enfocados en la comunicación, porque incluye y vincula otros lenguajes y otras formas de expresión que poco se han estudiado desde la academia. Cartografiar los espacios por donde circula la protesta social es imprescindible para entender la apropiación y la resignificación de los espacios públicos urbanos. Investigar en los territorios permite un acercamiento más experiencial y más subjetivo a las problemáticas sociales y a las expresiones urbanas.
Construir un mapa y un archivo activo de la protesta social es decisivo en los procesos de transformación social que vive el país, además de que se evidencian las formas de anulación y cancelación de los mensajes y las escrituras de la calle por parte del Estado. Es preciso estudiar las formas de organización y comunicación de los colectivos, para posibilitar un diálogo abierto y democrático en los intersticios de las diferencias tan marcadas que vive Colombia.
La memoria colectiva no está hecha solamente desde los contenidos y las estrategias de la historia oficial. La memoria social y colectiva se construye desde las calles, las infraestructuras urbanas y las relaciones de los sujetos con el espacio. En las escrituras de la calle solo se prohíbe olvidar los crímenes de los diferentes actores del conflicto armado. A consecuencia de ello, es fundamental estudiar la materialidad de las escrituras análogas y digitales que emergen desde las calles, para conectar un país en el olvido, la desidia, la indiferencia y la intolerancia.
Referencias
García Canclini, N. (1997). Culturas urbanas de fin de siglo: La mirada antropológica. International Social Science Journal, 153.
De Certeau, M. (2000). La invención de lo cotidiano. V.1 Artes de hacer. Universidad Iberoamericana, Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente.
Signorelli, A. (2012). Sujetos y lugares. La construcción interdisciplinaria de un objeto de investigación. En A. Gigliay A. Signorelli (Eds.), Nuevas topografías de la cultura. Universidad Autónoma Metropolitana, Juan Pablos Editor