ISBN : 978-958-781-326-5
ISBN digital: 978-958-781-327-2

Narrativas, discursos y lenguajes para la reconciliación y el buen vivir

Narrativas que construyen cultura de paz en las trabajadoras de la plaza de mercado del norte de Tunja

Erika Johana Sánchez Ríos

Estudiante de Maestría en Comunicación, Desarrollo y Cambio Social de la Universidad Santo Tomás. Comunicadora social.

erjosari@hotmail.com

Resumen

Con los nuevos horizontes acordados en el proceso de paz con las FARC-EP, el país ha incluido la llamada paz territorial, que significa trabajar por garantizar los derechos humanos, atendiendo las necesidades básicas y manteniendo la presencia del Estado en cada región. Así, esta investigación pretende analizar las narrativas en torno a la cultura de paz que surgen en las mujeres trabajadoras de la plaza de mercado del norte de Tunja, una ciudad que no ha sido marcada por la violencia de grupos armados, y de esta manera comprender cómo se concibe y se vive la paz desde un contexto popular. Se acude a la metodología cualitativa desde un enfoque hermenéutico interpretativo, utilizando técnicas etnográficas, como la observación participante, la entrevista semiestructurada y la historia de vida. Algunos de los hallazgos parciales indican la carencia de una paz estructural y la percepción de otras formas de violencia, ajena a la fomentada con armas.

Palabras clave: paz, cultura de paz, mujer, narrativas, plaza de mercado.

Introducción

Hablar de cultura de paz debe pasar de ser una moda a ser un verdadero compromiso de los colombianos, más que la firma de los acuerdos lo que interesa en las ciencias sociales es la puesta en escena de esas prácticas que conllevan el re-pensar a Colombia.

Se divaga en establecer el rol de la sociedad ante esta coyuntura y se cree que el trabajo está en manos del gobierno y la ahora organización política Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) para concretar un ambiente de paz sostenible, pero lo que poco se dice es que la paz empieza desde el entorno de cada colombiano, desde las prácticas con el otro, el entender la construcción de cultura de paz desde lo individual en el día a día, lo cotidiano.

En Boyacá, un departamento que basa su economía en las labores del campo resulta llamativo ese rol que las mujeres juegan en la construcción de cultura de paz para su comunidad, con y para los suyos. Se evidencia en las decisiones sobre la distribución de los ingresos, por ejemplo;

La participación femenina en las tareas productivas se traduce en una contribución importante a los ingresos familiares, de acuerdo a diversos estudios, entre el 30 % y el 45 % de los ingresos de las familias de las pequeñas parcelas son generados por mujeres. Esto es aún más importante si consideramos que, en promedio, las mujeres gastan una proporción mayor que los hombres, de los ingresos que generan, en las necesidades del hogar y en el bienestar de los niños y las niñas. (Solís-Araya, El aporte de la mujeres rurales al desarrollo, 1999)

Además, es importante resaltar como lo ha mencionado la Organización de las Naciones Unidas (ONU) acerca del aporte que las mujeres trabajadoras, hacen para construir una sociedad en armonía, y por ende constructora de paz, todo ello basado en la equidad de género;

El acceso más amplio de la mujer al empleo remunerado y la obtención independiente de ingresos en efectivo en algunas regiones puede afectar positivamente a la dinámica interna de las familias y a la concepción acerca del papel de la mujer en la sociedad. (Organización de las Naciones Unidas, 2008)

No en vano se ha relacionado la equidad y el empoderamiento femenino con el desarrollo sostenible de las regiones, el Observatorio de Igualdad de Género para América Latina y el Caribe argumenta esta hipótesis;

Las mujeres desempeñan un papel fundamental en la gestión, conservación, explotación y aprovechamiento de los recursos naturales como consumidoras y educadoras, a pesar de contar con serias limitaciones para su acceso y control. Las mujeres rurales son las principales productoras agrícolas, por ello, son imprescindibles para sostener la seguridad alimentaria de los países. También son las que trabajan más y ganan menos, 38 % no tiene ingresos propios. En América Latina, las mujeres poseen menos del 20 % de la tierra. Los datos demuestran que, de tener el mismo acceso que los hombres la producción agrícola aumentaría considerablemente. (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2010)

Por eso el objetivo de este estudio académico, es indagar acerca del aporte que las mujeres trabajadoras de la plaza de mercado del norte de Tunja hacen en favor de la convivencia y cultura de paz con los otros, identificando las formas y expresiones en el lugar más representativo de las costumbres y la tradición campesina, la plaza de mercado. Hasta la fecha no se ha encontrado evidencia de un estudio similar de un tema que es trascendental para entender las dinámicas sociales en un escenario tradicional colombiano sobre todo en medio de la implementación de los acuerdos de paz que adelanta el país.

La paz y la cultura de paz desde una mirada teórica

Empezamos por afirmar que “la paz es algo más que la ausencia de guerra” (Fisas, 2006), una concepción distinta a lo que se aduce en la mayoría de los casos cuando se hace referencia únicamente al conflicto armado, según esto, la paz implica entonces “una ausencia o una disminución de todo tipo de violencia, ya sea directa (física o verbal), estructural o cultural, o vaya dirigida contra el cuerpo, la mente o el espíritu de cualquier ser humano” (Ibídem, 2006).

Pero solo cuando el Estado garantice equidad y justicia, las personas estarán en fraternidad con su cotidianidad y se conseguirá un ambiente armónico en la sociedad, no habrá guerra o algún tipo de violencia porque estarán satisfechas sus necesidades básicas, así bien “de lo que se trata es de conseguir que las actuaciones humanas vayan orientadas en esa dirección, no en contraria, donde predomina la injusticia, el desencuentro, la miseria, la explotación, la incomunicación, la sumisión y la desigualdad” (Fisas, 2006).

En Colombia, cuando se estaban llevando a cabo las negociaciones con las FARC-EP en La Habana, el Alto Comisionado para la paz habló de la paz desde una perspectiva específica, y resaltó que “hay que complementar el enfoque de derechos con un enfoque territorial. […] porque el conflicto ha afectado más a unos territorios que a otros” (Jaramillo, La paz territorial, 2014) y así hay que entablar iniciativas desde cada región para que realice las acciones necesarias encaminadas hacia la paz desde sus propias necesidades y realidades.

Así cabe destacar la perspectiva que ha dado Galtung (1985) respecto a este concepto, este autor resalta que “la «paz negativa» permanece notablemente constante, con el significado de «ausencia de violencia», [que] creo que se enriquece con la precisión que se da de la violencia en el contexto: la «violencia personal»” (pp. 64), mientras que la paz positiva;

Es el proceso de realización de la justicia en los diferentes niveles de la relación humana. Es un concepto dinámico que nos lleva a hacer aflorar, afrontar y resolver los conflictos de forma no violenta y el fin de la cual es conseguir la armonía de la persona con sí misma, con la naturaleza y con las demás personas. (Caitera Sampere y Barbeito Thonon, 2005).

Y para llegar a ese máximo, se debe empezar por la reconciliación, pues esta “es también un espacio social donde se encuentran la verdad […], la misericordia […], la justicia […] y la paz [armonía, unidad, bienestar, seguridad, respeto]” (Fisas, 2006). Valores que deben primar en los diferentes estamentos de la sociedad, porque es bien sabido que “en cada comunidad humana la paz se ha manifestado y fijado a través de una serie de normas y valores propios, produciendo convenciones culturales, ritos e instituciones que varían de acuerdo con sus propias vivencias, tradiciones e historias” (Muñoz F., S. F.).

Así es como se puede hacer referencia a la Cultura de paz, que según la Declaración sobre una cultura de paz de la Unesco se define como “un conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida” (ONU, 1999) que deben estar “basados en la no violencia y en el respeto de los derechos fundamentales, las libertades de todas las personas, la comprensión intercultural, la tolerancia, la solidaridad y la plena participación de hombres y mujeres” (Fisas, 2006).

Se trata de una conciencia social que parte de cada individuo y los valores que este pueda aferrar y poner a funcionar en su cotidianidad, el respeto por la diferencia, por la naturaleza, por la vida, pues “la Cultura de paz es una respuesta de los humanos a los desafíos del medio en el que habitan y las consecuentes relaciones que se establecen dentro de la especie” (Muñoz y Molina, 2010).

Sin embargo, para llegar a estos acuerdos desde la individualidad se debe desaprender la cultura de la violencia en la que hemos sido inmersos y así llegar a un consenso social de cultura de paz, aprendiendo en conjunto, “es decir la paz se debe interiorizar culturalmente y esto supone erradicar la cultura de la guerra y la violencia como forma de resolver los problemas que genera el modelo de desarrollo actual” (Palos, S. F.).

Y es que “aspirar a gestionar la complejidad de la Cultura de Paz no es tarea fácil, son necesarios esfuerzos individuales e institucionales, académicos y científicos, solidarios y cooperativos” (Muñoz y Molina, 2010). La voluntad de la paz se debe animar desde cada polo, porque la “auténtica y verdadera cultura de paz será aquella que se sustente en los principios del respeto a los derechos humanos, de la democracia y del desarrollo. Sólo cuando esto sea realidad, conoceremos una auténtica forma de definir la paz”. (Izquierdo, 2007)

El verdadero sentido de la paz en la cotidianidad debe trascender sin mezquindad, sin centro y periferia, sin verticalidad, sin ases bajo la manga,

Y sí en cambio con el desenmascaramiento de los mecanismos de dominación, con la rebelión de quienes se les ha usurpado el derecho a tomar decisiones, a la recuperación de la dignidad, y con los procesos de cambio y transformación, a nivel personal, social y estructural, que están implícitos en el traspaso de una cultura de violencia a una cultura de paz (Fisas, 2006).

Por supuesto también cabe anotar el trabajo de las comunidades en la construcción de una cultura de paz para la sociedad ya que “La convivencia ciudadana se rige por los principios de prevención, conciliación, tolerancia, solidaridad, igualdad y respeto a la dignidad humana. Una cultura ciudadana fundada en la convivencia es aquella que permite vivir pacíficamente en compañía de otras personas” (Viscarra, 2009).

En todo caso el pilar de la cultura de paz en toda sociedad es y será siempre “la no violencia, la tolerancia, el diálogo, la comprensión mutua y la justicia, aunque con otras referencias al amor, la compasión, la solidaridad, el perdón, la caridad y la equidad” (Fisas, 2006).

Metodología

Para esta investigación se cuenta con la participación de 15 mujeres trabajadoras de la plaza de mercado del norte de Tunja, y se ha hecho uso del enfoque epistemológico hermenéutico-interpretativo, el cual profundiza en el estudio y análisis de interacciones, simbologías, creencias y significados en los aconteceres comunes de los seres humanos, los cuales han tenido lugar en escenarios naturales, donde el investigador realiza un trabajo objetivo de aspectos subjetivos, es decir que “la realidad se construye socialmente, no hay por tanto una realidad única, tangible, fragmentable” (Ortiz, 2015). Entre tanto, la metodología cualitativa permite dar cuenta de la representatividad de los fenómenos sociales emergentes del campo y será una guía para la realización de los documentos según los objetivos propuestos. El diseño está enfocado en el análisis de narrativas que;

Si bien el territorio de la investigación narrativa no cuenta con fronteras rígidamente definidas, ya que más bien se caracteriza por la intersección disciplinaria, sus proponentes la consideran epistemológicamente como una manera diferente de conocer el mundo. Es decir, a diferencia del quehacer tradicional de las ciencias sociales, el narrar o contar historias no es solo un elemento más en todo el proceso de investigación sino que, para esta vertiente, se constituye en “un método de investigación”. (Blanco, 2011).

Y las técnicas aplicadas son propias del método etnográfico (observación participante, 3 entrevistas semi-estructuradas, 15 encuestas, diarios de campo, fotografía e historias de vida).

Resultados parciales

El trabajo de campo se inició con una encuesta diagnóstica a las mujeres trabajadoras de la plaza de mercado del norte de Tunja, para saber lo que comprendían acerca de la Paz, esta se fue fue complementando mediante la observación participante y las entrevistas realizadas.

Con base en esto se ha podido analizar los siguientes datos preliminares:

Al indagar en la encuesta por la categoría de Paz se han dos tendencias en las respuestas de las encuestadas. Por un lado, quienes consideran que la Paz es vivir en armonía, tranquilidad, sin ofender a nadie. Ofreciendo respeto hacia los demás. Vivir en unidad y solidaridad. Y se resalta constantemente el llevar una vida sin problemas y peleas familiares. De otro lado, está la interpretación de una Paz en justicia. Sin muertos, atracos, violaciones, corrupción, robos, ni secuestros. Vivir sin guerra ni armas, donde haya oportunidades de trabajo y con un Gobierno honesto que no “exprima” al pueblo con impuestos.

La interpretación de las mujeres trabajadoras de la plaza de mercado del norte de Tunja a través de la encuesta respecto a la Cultura de Paz es bastante amplia, las concepciones van desde la forma de cada uno al expresarse ya sea buena o mala, el ser responsable de los actos, la misma cultura de la gente para que no hayan peleas y le permita a las futuras generaciones vivir tranquilos. Hasta la concepción de estar informado de lo que sucede y dice el Gobierno, y que éste cumpla con lo que promete. También el saber entenderse con los demás, el diálogo en la familia y con los otros y que el derecho a la no violencia que le corresponde principalmente a la misma comunidad.

De las narrativas emergentes en la exploración de campo, se hace notable el escepticismo de las mujeres hacia el proceso de paz con las FARC-EP y la mayoría de los comentarios coinciden en que la paz de los diálogos no se evidencia en su entorno. Así mismo, durante la observación participante en uno de los puestos de la plaza, dos trabajadoras sostenían una conversación en la que se narraba la pelea a golpes entre dos compañeros del mercado, indisponiéndolas a ellas, a otras vendedoras y a los compradores que llegaron al lugar. En general, durante los días de mercado en los que se realizó esta técnica de investigación se notó en las mujeres trabajadoras eventuales discusiones, acto de solidaridad, desconfianza, diálogo y emprendimiento

En las entrevistas realizadas a tres mujeres trabajadoras de la plaza de mercado del norte de Tunja, se pudo ahondar en sus historias de vida, que muchas veces narran en su entorno de trabajo de forma indirecta. María del Carmen Bernal, separada, cuatros hijos y uno de ellos con discapacidad; “Carmencita” como es conocida en la plaza se caracteriza por su amabilidad y cortesía al atender, sabe que del buen trato al cliente depende su supervivencia, esconde una gran angustia dentro de sí por su hijo al que debe dejar solo en casa mientras ella trabaja. María Aminta Sandoval, separada, dos hijos; empezó a trabajar en el mercado luego de quedar en embarazo y dejar la universidad, asegura que las plazas son el patrimonio cultural de los pueblos y ama su trabajo porque en la plaza puede relacionarse con las personas más humildes hasta con distinguidos doctores. Gladis Marina Vargas, divorciada, tres hijos; recuerda que dejó la escuela porque camino a ella fue acosada y luego permaneció con miedo, vivía en el campo con escasos recursos pero donde se cosechaba toda clase de verduras, desde hace 30 años labora en la plaza del norte.

De lo anterior, preliminarmente se puede afirmar que las mujeres trabajadoras apropian principalmente los conceptos de Cultura de paz de Vicenc Fisas y Martha Elba Izquierdo, antes citados. Mientras que el concepto de Paz es concertado dentro de lo que define Johan Galtung como paz positiva y paz negativa, evidenciando la carencia de una paz estructural y la percepción de otras formas de violencia sin armas.

Referencias

Blanco, M. (2011). Investigación narrativa: una forma de generación de conocimientos. Argumentos (México, D.F.), 24(67), 135-156. Recuperado en 21 de octubre de 2017, de https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttextypid=S0187-57952011000300007ylng=esytlng=es.

Caitera Sampere, M., y Barbeito Thonon, C. (2005). Escola de Cultura de Pau. Recuperado el 2016, de Universidad Autónoma de Barcelona, Recuperado de: https://escolapau.uab.cat/img/programas/educacion/publicacion002e.pdf

Comisión Económica para América Latina y el Caribe. (2010). El desarrollo sostenible depende de las mujeres. Cepal.

Fisas, V. (2006). Cultura de paz y gestión de conflictos. Barcelona: Unesco.

Galtung, J. (1985). Sobre la paz. Barcelona: Fontarama.

Izquierdo, M. E. (2007). Por una cultura de paz. Espiral.

Jaramillo, S. (2014). La paz territorial. En O. d. República (Ed.), Conferencia en Harvard del comisionado de paz (pág. 8). Massachusetts: Presidencia de la República.

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Solís-Araya, C. (1999). El aporte de las mujeres rurales al desarrollo. Comuniica (12), 9-22.

Viscarra, M. A. (2009). Cultura de paz y convivencia ciudadana. USAID. Recuperado el 2016, de https://pdf.usaid.gov/pdf_docs/Pnady096.pdf