¿Qué lleva a alguien a cuestionar y redefinir lo que considera valioso o por lo menos digno de esfuerzo y atención? ¿Se trata acaso de grandes acontecimientos como los que atraen al periodismo y satisfacen su vocación por aquello que se sale de lo normal? ¿O lo verdaderamente extraordinario es menos estruendoso? ¿Qué significa para una persona, por ejemplo, sobrellevar el peso de una ausencia, el dolor de una pérdida o la certeza de una enfermedad que la acompañará siempre? ¿Pueden esas experiencias traumáticas ser la oportunidad y el impulso para intentar vivir de otra manera?
Para el grupo de investigadores conformado por los sociólogos Ricardo Barrero y Nelson Gómez, el antropólogo Jairo Clavijo y las estudiantes Catalina Hernández y Raquel Díaz, vinculados a la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Javeriana, la confianza en la fuerza callada de lo cotidiano y en sus posibilidades de transformación, estuvo en el origen de un interés que se puede considerar inédito en la comunidad académica del país: buscar quiénes están detrás de la demanda de bienes de consumo asociados a nociones como lo sano y lo natural, no para construir un estudio de mercadeo o unas tipologías de consumidores que desde el prejuicio o el sentido común se califican como “nueva era” o “neohippismo”, sino para entender las sutiles transformaciones sociales de lo que algunos llaman “la segunda modernidad”, abanderada por sujetos reflexivos que toman decisiones sobre su cuerpo y su destino al margen de una afiliación institucional o una reivindicación política.
Los investigadores siguieron pistas y rutas que aparentemente se han vuelto parte del paisaje urbano, buscando las motivaciones que congregan a grupos de personas detrás de las fachadas de tiendas naturistas, restaurantes vegetarianos, gimnasios o salones para el cuerpo, entre otros nuevos espacios de socialización. En la primera fase de la investigación, que definen como de observación participante, buscaron en distintas zonas de Bogotá “lugares tipo” que les fueron revelando dos formas de relación con este ámbito de consumo: “Una aleatoria y pasajera, conformada por personas sin un interés por profundizar y definirse a través de un estilo de vida, y una permanente, donde estos lugares se convierten en sitios de referencia”, según Ricardo Barrero.
La investigación Cuerpo sano y espiritual: prácticas de consumo y estilo de vida, fruto del grupo de investigación en “Cultura, conocimiento y sociedad”, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Javeriana, no ofrece resultados cuantitativos, pues no se tienen datos del universo completo de estos consumidores, pero sí logró vislumbrar, por lo menos, tres tipos diferentes de personas que circulan por estos escenarios y que se corresponden con tres formas de pensamiento:
La racionalidad mágica: aquella que confía en el poder mágico de ciertos objetos, a los que se les atribuye alguna cualidad e influencia sobre el curso de la vida de las personas. Se trata de una amplia gama de productos como esencias florales, velas, baños, riegos, hierbas, mejunjes, inciensos, estatuillas o amuletos, entre otros. En este caso se revela un retorno o supervivencia del pensamiento mágico que le otorga al objeto elegido un sentido salvífico, sanador o protector.
La racionalidad instrumental: cuyo norte es el pragmatismo y la búsqueda de soluciones a aspiraciones específicas de éxito y notoriedad. Ejemplos de prácticas que se pueden ubicar en este ámbito son las rutinas que se desarrollan en los gimnasios para objetivos como bajar de peso o lucir más deseables a los ojos de los demás; el uso de fragancias para oler mejor, o el consumo de determinados productos para lograr resultados concretos, entre otras. Estas prácticas están más definidas por lo que está de moda y por aquello que ofrece la promesa del prestigio y la distinción.
La conciencia reflexiva: aquí los individuos buscan un camino de escape a sus vidas aceleradas y definidas por la posesión de bienes materiales, para encaminarse en una búsqueda espiritual de un carácter más permanente y que va configurando un estilo de vida.
Asimismo, la investigación identificó tres ámbitos de interacción. Se tomó la noción de ámbito desde la definición del historiador argentino Luis Alberto Romero, como una denominación “lo suficientemente amplia como para incluir desde un sindicato, un comité político o una sociedad de fomento barrial hasta una taberna o el ámbito familiar”. Para Romero, estos ámbitos pueden ser “más o menos estructurados, a veces espontáneos, a veces fuertemente institucionalizados, a veces durables y otras efímeros”. Los ámbitos de interacción caracterizados fueron: el terapéutico y médico, el de consumo y el de las redes sociales.
El primero se plantea como una alternativa a la medicina alopática y las personas transitan por él por motivaciones relacionadas con cuestiones de salud, circunstancias sentimentales o búsquedas espirituales. En este ámbito las personas optan por un estilo de vida distinto al que usualmente tenían y generan cambios en los diferentes escenarios de su vida social: las relaciones familiares, la selección de amistades o el tipo de vínculos laborales que están dispuestas a aceptar.
Para caracterizar el ámbito del consumo, los investigadores visitaron cuarenta lugares que clasificaron como: 1) tiendas orgánicas, 2) restaurantes vegetarianos, 3) salones para el cuerpo y 4) de creencias variadas. Aquí, se encontraron dos tipos de relaciones sociales. Por un lado, el de los sujetos que desarrollan unas convicciones sobre el cuerpo en relación con lo sano y lo espiritual y que se motivan a adoptar un estilo de vida distinto, a hablar de ello y a exhibirlo como un hecho social positivo. De otro lado, el del consumo ligado a la moda, a la novedad, al estar al día en torno a lo que más se vende.
Por último, se caracterizó el ámbito de las redes y los grupos sociales. Estos pueden operar de forma institucionalizada como lo hacen las iglesias o los escenarios de encuentro permanente, o de manera más flexible, pero igualmente efectiva, como la constitución de redes de apoyo o de intercambio de información. El espacio de la interacción se puede dar a la salida de una clase o de una terapia, cuando se espera en un consultorio, cuando se toma un café, cuando se va a un restaurante vegetariano o a una tienda orgánica y se produce el encuentro con otros; o se puede dar de manera más formal, por medio de cursos, seminarios, conferencias o a través de la vinculación a grupos de estudio. En cualquier de los dos casos se trata de espacios en donde se comparten lecturas, se cuentan experiencias y se recomiendan médicos o productos. La relación con los otros contribuye a reafirmar opciones. Sin embargo, se trata, en esencia, de unos comportamientos asociados al individualismo y la autonomía personal, aunque pongan en tensión nociones aparentemente contradictorias como lo físico y lo espiritual, lo frágil y lo trascendente, o lo flexible y lo institucional.
¿Un nuevo individuo en una nueva sociedad?
Para Ricardo Barrero, Director del Pregrado de Sociología y coinvestigador del proyecto, el interés por emprender una investigación de este tipo se justifica en el deseo de conocer cómo se está formando un nuevo individuo consciente de sí y reflexivo. Esta es la razón por la cual, en su desarrollo final, el proyecto se concentró en 16 entrevistas en profundidad con personas que han tomado la decisión de seguir otro estilo de vida, basado en la reflexividad, con la atención puesta en la constitución de su propio yo, en un ejercicio permanente de evaluación y búsqueda, de indagación sobre su cuerpo y de examen sobre su vida y lo que la sostiene, tanto a nivel material como espiritual.
Para estas personas el cuerpo es el centro de su existencia, pero no por ello se les puede definir como hedonistas o superficiales. Se trata, en últimas, de una búsqueda espiritual en la cual el cuerpo no es aquello que se recibe cultural o biológicamente, sino un delicado instrumento que se puede transformar, que puede evolucionar. “Es la idea del cuerpo como proyecto”, afirma el profesor Barrero. “Es una forma de individuación que tiene como horizonte lo sano y lo natural”, agrega el profesor Gómez.
Aunque en esta fase la investigación se desarrolló con personas de clase media y con niveles educativos profesionales, el profesor Barrero se niega a hablar de determinantes sociales que expliquen la adhesión a estas prácticas: “Aunque obviamente se necesita un capital cultural para acceder a este estilo de vida y, de alguna forma, una capacidad de consumo, pues muchas de estas opciones, por ejemplo la alimentación orgánica, son más costosas que las tradicionales. Pero estas consideraciones no están en el centro”, añade Barrero.
Por el contrario, muchos de estos individuos toman opciones laborales o existenciales que pueden ir en contra del pragmatismo o el sentido común, pues la jerarquía de valores convencionalmente aceptada entra en crisis. “Cosas gratuitas como respirar bien, o tener tiempo para compartir con sus seres queridos o para el cuidado de sí pueden volverse las más valiosas”, insiste Barrero. “Pero no se trata de una resistencia en el sentido en el que se usa esta palabra actualmente, porque la resistencia implica una forma de oposición que no está en el horizonte de estas personas”.
A la vez, los investigadores llegaron a la conclusión de que estos sujetos cambiaron radicalmente, no por la influencia de un discurso exterior, sino por acontecimientos vitales o experiencias personales. “…yo me estaba separando de mi pareja y como que eso me llevó a decir no, yo no quiero vivir así, yo quiero ser feliz y buscar qué tengo que cambiar en mí o qué tengo que buscar o qué tengo que entender de la vida para ser feliz. Fue una experiencia de dolor la que me hizo buscar esos caminos de regreso a uno mismo”, afirma una de las 16 personas cuyos testimonios se incluyen en la investigación.Otra comenta: “…no quería ser una persona común que trabaja, estudia y que quiere logros materiales, sino que quería también practicar la vida espiritual, darle como ese sentido a mi vida”. Y una más añade: “la clave en el fondo para sufrir menos es mejorar la calidad de vida… tengo que alimentarme mejor, tengo que hacer deporte, tengo que hacer un trabajo de higiene mental y emocional”.
Por lo menos en el caso de las personas entrevistadas, el proselitismo está descartado. No se trata pues de una opción política en sentido duro, que pretenda modificar la sociedad. El camino es cambiarse a sí mismo. La utopía se ha individualizado y la vida interior se revela como la última Arcadia posible.
¿A dónde van las emociones?
La investigación y el contacto con los investigadores revelan, además, los distintos intereses que los mueven. Mientras Nelson Gómez se muestra atraído por los lugares de consumo y sus dinámicas particulares, a Ricardo Barrero le interesa comprender la construcción social de las emociones. “¿Por qué la gente siente compasión, por ejemplo? ¿De dónde surge, más allá de toda ética religiosa, la idea de cuidar al otro y cuidar de sí? ¿Cómo es posible el cuidado del mundo como prioridad?”, dice, mientras revela los posibles sentidos de futuras investigaciones, que continuarían lo esbozado en esta. Él piensa que algunos espacios de aplicación de la actual investigación, más allá del deseo innato de conocer la sociedad y sus motivaciones, pueden ser los ambientes pedagógicos, especialmente en la primera infancia, desde los cuales sería posible lograr transformaciones a largo plazo.
A su vez, reconoce la posibilidad de otras metodologías que permitan un conocimiento mayor de las personas inmersas en esta revolución a pequeña escala: “Hacer historias de vida, por ejemplo; escribir biografías, poner en relación esas experiencias”. Sería una forma de replantear los códigos en los cuales nos movemos para reconocer el éxito social, una oportunidad para repensar y redefinir los modelos de comportamiento que toda sociedad necesita, mucho más aquellas sociedades como la nuestra, con urgencia de reconstituirse éticamente para encontrar un futuro posible.
Para leer más…
Gómez, N.; Clavijo, J. y Barrero, R. (2011). “Cuerpo sano y espiritual: prácticas de consumo y estilo de vida”. Revista Humanística (en proceso de publicación).“Ser sano: un estilo de vida”. (2011). Hologramas sociales (programa radial Javeriana Estéreo 91.9). Disponible en: https://cienciassocialesalalcance.wordpress.com/ Recupe-rado en 20/05/2011