“Tenemos que entender el organismo vivo desde las ciencias ómicas”, me dice el profesor Andrés Jaramillo-Botero, director del Instituto de Investigación en Ciencias Ómicas (iÓmicas), uno de los centros de investigación científica más reconocidos del país, ubicado en la Pontificia Universidad Javeriana, seccional Cali.
Desde ahí es necesario empezar a desmenuzar el término, porque de estas ciencias poco sabemos los colombianos de a pie. “Desde el genoma”, continúa, “que es el conjunto de instrucciones de ensamble de un ser vivo, hasta cómo se transcriben esas instrucciones en biomasa, y cómo esa biomasa se ve alterada por el entorno”, me explica, y remata convencido de que ahí termina la respuesta: “Esa es la esencia de las ciencias ómicas”.
“Mmmm”. En este punto recuerdo que alguna vez alguien me habló de ‘genómica’. Pero todavía falta más explicación. ¿Qué es lo que hacen sus científicos en iÓmicas? Ahora me habla de átomos. “Todo está hecho de átomos que interactúan entre sí; un rompecabezas de átomos”, dice, enfático. “Si yo entiendo no solo la parte molecular de un virus sino cómo funciona, puedo optimizar el diseño de un sensor que lo identifique”.
Y eso fue lo que hicieron él y su equipo durante la pandemia. Como ya tenían la experiencia de producir un sensor de patógenos respiratorios, que era costoso por incluir diamante entre sus materiales —eso fue en Estados Unidos—, aquí produjeron un sensor y un instrumento de bajo costo, que ofreciera resultados en menos de cinco minutos y que pudiera masificarse.
“Tres meses después [de la declaratoria de pandemia], nosotros, en colaboración con colegas del Centro Internacional de Entrenamiento e Investigaciones Médicas [Cideim] y la Fundación Valle del Lili, ya habíamos demostrado que el sensor detectaba la primera variante del SARS”.
Después de las pruebas clínicas y de superar todos los pasos para ofrecerlo a la población, la certificación del instrumento como dispositivo médico por parte del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) llega cuando ya la emergencia sanitaria había sido superada. Sin embargo, el esfuerzo no fue en vano: “Lo que hicimos fue convertir el instrumento en una prueba multipatogénica”, para detectar influenza, SARS, Epstein Barr, entre otros patógenos.
La clave es conocer cuáles átomos participan en la estructura molecular y cómo “están amarrados”. Así, las ómicas —genómica, proteómica, metabolómica, entre otras—, estudian hasta ‘la médula’ de los organismos. Y en el instituto que dirige Jaramillo-Botero lo hacen para buscar respuestas a retos universales, principalmente en salud, seguridad alimentaria, producción sostenible y bioenergía.
¿Quién es Andrés Jaramillo, el director de iÓmicas?
Ingeniero eléctrico con énfasis en física de la Universidad de Boston (Estados Unidos), con maestría en Ciencias de la Computación ―como becario Fulbright―, doctorado en Ingeniería (Dinámica de Multicuerpos) y posdoctorados en Ciencia e Ingeniería a Nanoescala, para este investigador “es natural imaginar el mundo y sus retos desde esa base fundamental, de abajo hacia arriba”, dice, lo que podría considerarse una lección sobre la importancia de la ciencia básica para futuras aplicaciones en la vida real.
Su día comienza a las seis de la mañana y puede terminar pasada la medianoche. Cuando está en el Instituto de Tecnología de California (Caltech), donde es científico investigador, instructor de la división de química e ingeniería química, y director de nanotecnología y ciencia de multiescala en el Centro de Simulación de Procesos y Materiales, se dedica a descubrir, a “formular, leer y adelantar experimentos de pensamiento”.
Le interesa saber cómo caracterizar y modificar las propiedades de la materia, desde lo más elemental. “Y eso es entender cómo funciona el mundo desde esa escala que no vemos: la escala de los átomos”. Allí puede estar solo con sus pensamientos, aunque no es en el único sitio donde lo logra. Dice que también puede concentrarse en un estadio a reventar, aunque le tiene fobia a la multitud.
En la Javeriana lidera el iÓmicas y la Alianza Ómicas. Esta última reúne 16 instituciones nacionales e internacionales con el propósito de aportar soluciones a los retos de seguridad alimentaria y sostenibilidad productiva del agro. Dice que llegar en las mañanas al instituto es para él como cuando un niño llega a Disneylandia.
Se lo goza, porque ha logrado una comunicación fluida con todos los investigadores y estudiantes de las más diversas disciplinas que pasan por allí. “Nos entendemos a través de los problemas universales por resolver; agnósticos a las disciplinas”. Trabajan en sensores, diagnóstico y tratamiento de enfermedades, alimentos, nutrición, salud y nanotecnología, utilizando principalmente modelos vegetales.
La microbióloga María Adelaida Gómez, coordinadora del Laboratorio de Bioquímica y Biología Molecular en otro centro de investigación de Cali, el Cideim, lo define así: “Andrés es pasión, genialidad y audacia; ha abierto mis ojos al lenguaje científico de la real interdisciplinariedad. A la vez que hablamos de comités de ética y muestras humanas, hablamos de electrodos de grafeno y nanosensores, ¡que regalo!”.
Coyuntura: la COP16
Ad portas de la COP16 de Biodiversidad, evento del año en esta materia, que tendrá lugar en Cali en el mes de octubre, el rector de la Javeriana Cali, padre Vicente Durán Casas S.J., no encontró mejor embajador que el ‘profe’ Jaramillo-Botero para liderar la agenda académica javeriana.
Así, ha puesto a rodar una programación para que los miles de asistentes nacionales e internacionales tengan la oportunidad de conocer cómo se inserta la Universidad en el tema de la biodiversidad. Eso significa mucho trabajo, pues la comunidad científica javeriana produce una ingente investigación y destacados resultados respecto a esta materia.
Múltiples eventos se llevarán a cabo en el marco de la agenda académica COP16 (entre ellos, dos simposios pre-COP), en los que participarán múltiples instituciones con sus resultados de investigación, y en los cuales se tratarán, entre otros temas, la caracterización de la biodiversidad alimentaria de Colombia y el mundo, y el monitoreo, restauración y conservación de ecosistemas terrestres, marítimos y atmosféricos.
Durante el encuentro, la Javeriana seccional Cali abrirá sus puertas a delegados y a todas las personas interesadas, para que, en visitas guiadas, puedan recorrer el campus en rutas que incluyen los institutos de investigación que desarrollan estudios sobre los ecosistemas de nuestro país, el más biodiverso del mundo por metro cuadrado, y sobre la incidencia de la pérdida de biodiversidad en el cambio climático.
Así, podrán conocer de primera mano los esfuerzos de la Javeriana Cali por gestionar un campus sostenible, que cuenta con 12 hectáreas de cobertura vegetal, 1690 árboles y 105 especies de aves. No hay que sorprenderse si un pavo real acompaña el recorrido.
En casa y en la vida
A Jaramillo-Botero se le corta la voz cuando habla de su esposa, la ingeniera industrial María Claudia Ojeda; de su hijo de 20 años, Tomás, “inteligente, buen tipo, extrovertido”; de su hijo Lucas, quien falleció a los nueve años de un aneurisma; y de sus encuentros con el cáncer. Todo, lo bueno y lo malo, lo enfrenta con la misma disciplina, resiliencia, humildad y confianza.
Se considera privilegiado por el ambiente familiar en el que se crio, lo agradece y siempre busca recompensarlo con creces. María Claudia siempre ha estado ahí, apoyándolo en estos 38 años. “Para mí lo esencial ha sido estar bien acompañado. Ella es mi polo a tierra”.
bien acompañado. Ella es mi polo a tierra”. A sus colegas y alumnos les propone investigar a través de una mirada pluricultural y transdisciplinar: “Pensar en los retos universales y no en el reto de la comuna, que por supuesto se puede resolver cuando se resuelva el universal”.
Les inculca disciplina y resiliencia, pero también persistencia, paciencia, “entender, con optimismo y algo de alegría, el fracaso científico”, que forma parte de la vida de todo investigador. Y también los conmina a estar actualizados en el estado del arte de los problemas abordados y dominar la comunicación de resultados, desde el lenguaje técnico y también con las palabras de todos los días.
Con la Javeriana dice tener una “deuda moral” porque desde su llegada, en los años noventa, la universidad lo acogió de manera muy especial y lo ha apoyado en todo lo que se le ocurre. “Andrés es un apasionado por la ciencia y transmite esa pasión y carisma a quien esté a su alrededor”, concluye Gómez. “Para Andrés no hay barreras, todo se puede”.
Habrá que aprovechar la COP16 para visitar cada rincón del Instituto iÓmicas y seguir entendiendo los proyectos, las conversaciones entre los científicos de diferentes disciplinas, conocer los equipos de tecnología de punta y los resultados que el binomio investigador/centro de excelencia produce. Y para confirmar que del profe Andrés es mucho lo que uno puede aprender. Allá nos vemos.