Hace muchos años se crearon unos dispositivos exquisitos y misteriosos con enorme poder, pues eran un portal de acceso a uno de los bienes más preciados por la humanidad: el conocimiento. Aproximarse a estos artefactos era un privilegio de pocos, de aquellos que sabían leer y escribir. Y los lugares que los resguardaban eran igualmente exclusivos.
“La biblioteca no era solo un lugar para almacenar libros. Era un santuario de la memoria y el conocimiento, y al mismo tiempo un sitio prohibido, un lugar que imponía respeto y miedo. Los monjes solo podían acceder a ella bajo estrictas condiciones, y el Abad, celoso guardián de su contenido, advertía de los peligros que aguardaban a quienes se atrevieran a buscar verdades ocultas en sus estanterías”.
Así describió Umberto Eco en El nombre de la rosa el ambiente de una biblioteca medieval en el norte de Italia, en 1327. La descripción de Eco nos permite vislumbrar cómo, pese a las transformaciones que han vivido las bibliotecas a lo largo de siglos, muchas siguieron encarnando algo de este ambiente solemne, pues su arquitectura, en muchos casos, dejaba al descubierto que seguían siendo espacios para el silencio y la introspección.
Y fue justo en nuestro país donde ocurrió una de las más grandes metamorfosis de estas construcciones: los ‘parques biblioteca’. El investigador William García Ramírez, profesor de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Pontificia Universidad Javeriana, se dio a la tarea de descubrir los orígenes de este particular híbrido a través de la investigación “Los parques biblioteca en Colombia o las bibliotecas en los parques. Antecedentes de un discurso político y arquitectónico”.
Una biblioteca hace unos 100 años…
A principios del siglo XX la situación en Colombia estaba dura. Nuestro país había pasado por la Guerra de los Mil Días (1899 a 1902), habíamos perdido a Panamá (1903), ocurrió la masacre de las bananeras (1928) y atravesábamos una grave crisis económica, consecuencia de la crisis financiera mundial de 1929. En ese contexto, luego de 44 años de hegemonía conservadora (1886 a 1930), los colombianos eligieron en 1930 al primer presidente liberal: Enrique Olaya Herrera.
Pese a la crisis, Olaya Herrera llevó a cabo importantes obras de infraestructura y modernización, como carreteras y ferrocarriles. Y, aunque había un presupuesto limitado, también le apostó a una idea innovadora para la época: infraestructura para democratizar la cultura y la educación.
El entonces ministro de obras Alfonso Araújo expresó, el 3 de agosto de 1932, en el periódico El Tiempo, que era imperativo crear espacios para que los ciudadanos del común recobraran “las fuerzas perdidas en la brava lucha que les toca en suerte librar cotidianamente”. Estaba anunciando la creación del primer parque biblioteca del que se tenga noticia en Colombia: el Parque Nacional, en Bogotá.
Esta obra, tanto desde el discurso político como desde el arquitectónico, materializó ideas transformadoras, entre ellas, que lo público era para todos y que incluso lugares como el parque debían promover la igualdad en el acceso al conocimiento: por eso no estaba cercado o delimitado por rejas, algo totalmente inusual. “Para 1930 esto es una visión revolucionaria, pues contraviene la visión conservadora del parque como lugar de élite”, indica García.
Los parques tendían a ser espacios elitistas porque eran concebidos como “lugares para mostrarse”. Por otro lado, las bibliotecas eran sitios silenciosos y cerrados, destinados a la concentración. Y, por primera vez, se construyó un espacio democrático e innovador que mezcló el ocio con el libre acceso al conocimiento, como lo ejemplifican tres de las obras que conformaron el Parque Nacional: una biblioteca-teatro, una biblioteca para niños y un pabellón biblioteca para adultos.
El arquitecto a cargo del Parque Nacional, Pablo de la Cruz, expresó en 1934 las ideas que guiaron su propuesta: “Para mí el principal objeto de un parque no es de darle pulmones a la ciudad y demás palabrerías, sino que debe tener un fin educativo. Por eso mi empeño y mi lucha, que al fin la gané, para que no se cercara el lote y mucho menos para impedir que se pusiera verja en su frente de la carrera 7ª. El parque es para el pueblo y el pueblo debe enseñarse a cuidarlo como cuida su propiedad”.
Además del Parque Nacional, García Ramírez identificó otros dos casos de principios del siglo XX cuyas historias son fascinantes y legendarias, sobre todo porque en conjunto materializan un proyecto de país de largo aliento: la Biblioteca Nacional (1938) y la Ciudad Universitaria de Bogotá (1935). “Que un país tenga una biblioteca que no casualmente se llama Biblioteca Nacional, una universidad que no casualmente se llama Universidad Nacional y un Parque Nacional, son tres grandes hitos que constituyen unas lógicas de nación y, por tanto, representativas de una visión educativa para todo en el país”, expone el investigador.
Pasaron 63 años…
A finales del siglo XX y principios del siglo XXI los discursos político y arquitectónico volvieron a coincidir en Colombia para dar lugar a dos nuevos casos de parques biblioteca. En 1998, Enrique Peñalosa impulsó en Bogotá la construcción de las conocidas ‘megabibliotecas’: la Virgilio Barco, El Tunal, El Tintal y, posteriormente, la Julio Mario Santodomingo. Y en 2004, Sergio Fajardo lideró en Medellín la edificación de las bibliotecas La Ladera, San Javier, La Quintana y la España –que fue demolida y se encuentra en reconstrucción―. Todas ellas son parques biblioteca.
Y aunque hubo diferencias de tamaño (las de Bogotá son gigantescas y las de Medellín tienen apenas un 30 % del área de las de la capital), el mayor contraste estuvo en el criterio principal: en Bogotá el enfoque era la calidad y en Medellín, la belleza.
En ambas capitales la apuesta política fue llevar el ocio y el acceso al conocimiento a zonas apartadas de las ciudades para detonar nuevas centralidades urbanas: en Bogotá incluyó el sur, el suroccidente y el norte; en Medellín, barrios de estratos bajos.
“Fajardo le apostó a que la imagen de la biblioteca tenía que ser un ícono. Esa estrategia es hasta cierto punto cuestionable, porque la arquitectura surge no con la intención de ser un show publicitario, sino de ser un reflejo de la cultura, y de las necesidades del contexto”, explica García Ramírez, y agrega que en Bogotá el foco estuvo puesto en que fuera arquitectura de calidad.
Así, priorizar la belleza por encima de la calidad generó resultados dispares en términos de durabilidad: mientras en Bogotá se cumplió el cometido de tener cuatro bibliotecas funcionales y armoniosas hasta el día de hoy, en Medellín dos de ellas tuvieron problemas estructurales e incluso una, la Biblioteca España, tuvo que ser demolida y se encuentra en proceso de reconstrucción, por dichos problemas. Sin embargo, “contribuyeron a dar una imagen de marca muy potente a Medellín como ciudad innovadora, la ciudad de las propuestas arriesgadas”, señala el investigador.
Reflexiones y tránsitos
Al final, son varias las reflexiones que generó la investigación en el propio García Ramírez, entre ellas, que, aunque parezca obvio, un edificio no es solo una forma concreta. “El objeto puede, si uno lo estudia, contarnos muchas más cosas… [por ejemplo,] que detrás de las formas hay ideas, es decir, personas pensando ideas, de modo que el campo de la historia de la arquitectura nos lleva descubrir más allá de lo que los ojos ven”.
La investigación también deja un mensaje valioso para la arquitectura, como lo señala el investigador: “que los arquitectos en Colombia hemos sido capaces de generar pensamiento propio. Nos descrestan las maravillas de otras partes del mundo y no consideramos qué hemos hecho nosotros, por ejemplo, hemos podido dar respuestas significativas y potentes en diferentes campos de la arquitectura, en este caso, la educación al parque, o mejor, las bibliotecas en los parques”.
Fue así como estos dispositivos exquisitos y misteriosos con enorme poder llamados libros, además de las variadas iniciativas culturales que surgen en las bibliotecas, trascendieron la solemnidad para permitirnos experimentar el conocimiento unido a la vida, la diversión y el aire fresco, todo gracias a un inusual híbrido que apostó por la ciudadanía en Colombia hace más de 100 años.
TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN: Los parques biblioteca en Colombia o las bibliotecas
en los parques. Antecedentes de un discurso político y arquitectónico
INVESTIGADOR PRINCIPAL: William García Ramírez
Facultad de Arquitectura y Diseño
Pontificia Universidad Javeriana
PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2021-2022