Los Montes de María han sido un escenario de conflictos armados por varias décadas y que han marcado profundamente a sus comunidades quienes han enfrentado desplazamientos forzados, violencia y desigualdad, dejando cicatrices en todos sus habitantes.
En esta región, prácticas tradicionales como las conversaciones entre vecinos y amigos, trenzar el cabello de algunas de las mujeres de la comunidad, realizar diferentes expresiones artísticas como tejer, cantar, entre otras, así como organizarse y promover liderazgos sociales, facilitaron la creación de vínculos físicos y afectivos entre las comunidades y se convirtieron en piedra angular de su bienestar emocional.
Dichas prácticas no sólo ofrecen aliviar el dolor de la guerra; también ayudana a fortalecer el tejido social, un recurso esencial en una región golpeada por el conflicto armado.
Wilson López López, profesor titular de la Facultad de Psicología de la Universidad Javeriana, explica que “ya sabemos que los conflictos sociales y armados afectan la salud en general, pero la salud mental en particular. Existe evidencia suficiente de que, los países que viven conflictos armados, afectaciones a la salud mental como depresión, ansiedad, estrés postraumático, trastorno de sueño y otros, están altamente correlacionados”.
En los departamentos de Bolívar y Sucre, en el caribe colombiano se encuentra una subregión conocida como los Montes de María, compuesta por 15 municipios; una gran extensión geográfica, incluyendo montañas, llanuras y algunas áreas costeras, haciéndose única por su paisaje distintivo.
El desafío silencioso de la salud mental en la pandemia.
El estallido de la pandemia de COVID-19 supuso un nuevo desafío. Las medidas de confinamiento y el distanciamiento social impuestas por el gobierno nacional para mitigar y contener la propagación de virus, alteraron drásticamente el modo de vivir de los habitantes de Montes de María.
las reuniones que un día habían sido bulliciosas y cargadas de alegría, se convirtieron en ecos lejanos, y el abrazo cálido de la comunidad se tornó en una ausencia fría, dejando a su paso una brecha comunicativa entre calle y calle.
Con este contexto, López López y un equipo interinstitucional de investigación sugirieron un diseño de un modelo participativo de un modelo de atención Psicosocial en salud mental en las comunidades de los Montes de María, en el marco de la emergencia sanitaria por Covid-19, con el objetivo de contribuir a mejorar la salud mental de las comunidades de la región PDET (Programas de desarrollo con Enfoque Territorial)
La pandemia no solo alteró el paisaje físico, sino también desafió la manera en que se entendía la salud mental de forma colectiva y comunitaria. En un mundo donde el aislamiento se convirtió en norma, el vínculo y el tejido social que nos une como seres humanos, se volvió aún más esencial.
El impacto del conflicto armado, sumado a las condiciones de inequidad y pobreza de la región, y el aislamiento provocado por la pandemia, se hizo cada vez más grande, haciendo más difícil los procesos de reparación y atención a los problemas de salud, incluida la salud mental, que han vivido y viven los habitantes de la región.
Según López López, “así como la guerra destruyó nuestro tejido social, cambió nuestras vidas. El COVID19 también lo hizo, porque separó la gente. En la región, el duelo es un tema muy comunitario. Pero durante la pandemia no podían hacer todo el proceso de duelo”.
La relevancia de este hecho radica en que la investigación liderada por López López, logró evidenciar lo que otros estudios habían enseñado: “la relación entre las comunidades es un factor protector de la salud mental, porque cuando se está con otros, se comparte el dolor, las emociones positivas y negativas, se comparte tus historias, y se construye narraciones nuevas. Pero el COVID impidió que la gente se volviera a reunir, y empeoró las muchas cosas”, agrega el investigador
Con el tiempo, la comunidad transformó sus prácticas culturales en prácticas terapéuticas, las cuales permitieron construir narrativas para reconstruir historias y memorias. Contar, compartir y conversar para buscar cerrar las heridas se convirtió en una de las maneras de afrontar aquellas cicatrices generadas por la guerra y formó parte de las prácticas de cuidado de unos a otros; permitió no solo sobrevivir si no reconstruir el tejido social roto.
El equipo interinstitucional de investigación estuvo integrado por Wilson López López, profesor titular de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana; Pablo Abitbol, coinvestigador de la Universidad Tecnológica de Bolívar y líder del grupo regional de Memoria histórica de los Montes de María; Diana Rubio León, profesora asistente del departamento de Psicología de la Pontifica Universidad Javeriana y Dennys García Padilla, profesora de la Facultad de psicología de la Pontifica Universidad Javeriana. Además de las jóvenes investigadoras Laura Cano Sierra y María Juliana Reyes Rivera, y las as asistentes de investigación Jessica Blanco y Daniela Valdelamar.
El equipo investigador y la comunidad desarrollaron piezas sonoras como herramienta para hablar de salud mental comunitaria.
Violencia, drogas, tristeza y miedo
Las comunidades en diálogo participativo con los investigadores priorizaron las problemáticas que consideraron más relevantes en sus afectaciones a la salud mental: violencia intrafamiliar, consumo de alcohol y drogas, tristeza y miedo.
“Miedo porque los actores armados siguen ahí, cuando uno escucha las narraciones, por ejemplo, cada vez que hay elecciones los grupos van, tocan a la puerta y las comunidades dicen `no vinieron a visitarme´; entonces es amenaza, amedrentamiento… el miedo significa que no me siento seguro de donde vivo, en el territorio”, dice el profe López López.
Estas problemáticas fueron clave para comprender las necesidades y saber cómo trabajar en ellas para que fueran solucionadas, entendiendo que la salud mental no es un asunto individual y que la sanación es un proceso que necesita la comunidad con diferentes lazos de conexión cultural.
La investigación evidenció también un empoderamiento de los diversos grupos de liderazgo, facilitando escenarios de conversación en los que el conocimiento académico y el conocimiento comunitario permitieron construir deliberación para lograr formas distintas de abordar las problemáticas de salud mental.
Hannia Márquez, habitante de El Carmen de Bolívar comenta que “hablar de salud mental, la importancia es: algo que no se nota, algo que no se ve; y pues muchas personas físicamente se ven bien, pero lo que está en su cabeza o en su mente es algo diferente”.
Su resiliencia no reside solamente en la capacidad de resistir el dolor, si no en la habilidad de transformarlo y convertirlo, por ejemplo, en un recurso artístico como el de las tejedoras de Mampuján, herramienta de expresión de liberación y sanación del dolor, fortaleciendo así los tejidos colectivos para el cuidado de su salud mental. López López explica que “la organización comunitaria se volvió en una resistencia pacifica a los actores armados en guerra”.
El principal hallazgo del equipo investigador fue que, para cerrar las brechas en la atención en salud, en particular entre las instituciones responsables de la atención en salud mental, es necesario construir un modelo participativo coconstruido con las comunidades, escuchar la priorización que hacen de sus problemas y necesidades, y reconocer las prácticas y habilidades que han logrado construir.
Por esto, el modelo insta a que la institucionalidad y la academia trabajen con las comunidades, desde la deliberación, en la construcción de conocimiento colaborativo, el desarrollo de mejores herramientas de intervención, y en políticas públicas desde lo territorial que busquen el bienestar comunitario.
Dentro del desarrollo del proyecto, se coconstruyó una bitácora que permitió hacer un seguimiento al escenario de diálogo y conversación durante los cuatro años del proyecto. “Una vez una persona de una comunidad indígena, nos dijo que había usado la bitácora para trabajarla con su comunidad. Cuando a uno le pasa eso en un proyecto la satisfacción es muy grande porque significa que se está logrando el objetivo ” añade López López.
En los montes de María, la comunidad ha descubierto que la paz no es solo ausencia de conflicto, si no la presencia de un tejido social fuerte, construido con amor, con solidaridad y con la certeza de que juntos, siempre, se puede encontrar en el ritmo de los tambores y sanando el alma con pequeños pedacitos de tela.
Título de la investigación: Diseño participativo de un modelo de atención psicosocial en salud mental en las comunidades de los Montes de María, en el marco de la emergencia sanitaria por COVID-19”, financiado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación dentro de la convocatoria 884 de 2020 (Contrato 80740-866-2020).
Investigador principal: Wilson López López
Coinvestigadores:
Pablo Abitbol, Diana Rubio León, Dennys García Padilla
Jóvenes investigadoras Laura Cano Sierra y María Juliana Reyes Rivera
Asistentes de investigación Jessica Blanco y Daniela Valdelamar.