Usualmente, los cambios sociales y culturales ocurren de manera tan lenta que nos cuesta mucho percibirlos. O puede pasar que tales cambios sucedan tan vertiginosamente que tampoco logremos percatarnos de sus efectos. Este último es el caso de las prácticas pedagógicas y educativas, las cuales sufrieron un cambio de tal magnitud por cuenta de la pandemia por la Covid-19 que, tal vez, ni siquiera lo hayamos considerado como se debe.
Según el Observatorio de Prácticas Pedagógicas Emergentes (OPPE) ―el lente con el cual el Centro para el Aprendizaje, la Enseñanza y la Evaluación (CAE+E) observa desde hace cuatro años los imaginarios, sentires y desafíos sobre los procesos educativos y las prácticas pedagógicas emergentes en la Pontificia Universidad Javeriana―, después del 2020, sin lugar a dudas, los procesos de enseñanza y aprendizaje quedaron permanentemente mediados por la tecnología y las herramientas digitales como nunca antes.
De acuerdo con las hipótesis del OPPE, esta intensa mediación tecnológica y digital propició, entre otras, una apertura hacia enfoques de enseñanza más centrados en la autonomía de los estudiantes y un cuestionamiento de la tradicional magistralidad profesoral. La revalorización del campus universitario como espacio físico y virtual, y una constante reformulación de las actividades de evaluación, se encuentran entre las consecuencias más relevantes de este cambio.
La pandemia, punto de quiebre para las prácticas pedagógicas tradicionales
Corría abril de 2020 y las prácticas pedagógicas tradicionales se vieron en jaque. Nunca imaginamos que nos veríamos obligados a tomar una clase universitaria sentados en la intimidad de nuestras casas. Este súbito cambio y la necesidad de continuar con los programas académicos de la Universidad a pesar de la contingencia, llevaron al CAE+E a idear una batería de indagación que se dedicara a observar e identificar en tiempo real las necesidades más urgentes frente al reto de la virtualización de las clases.
“Inicialmente [comienzos de la pandemia] el CAE+E se enfocó en ofrecer capacitaciones que necesitaba urgentemente la Universidad para la transición a la virtualidad, pero se requería una dimensión más objetiva de tales necesidades para poder estructurar mejor la oferta de apoyo”, cuenta Jaime Alejandro Rodríguez, coordinador del OPPE. Así, de la mano de la Vicerrectoría Académica de la Universidad Javeriana, se diseñaron las primeras encuestas y sondeos.
Y poco a poco se fueron sumando metodologías de observación como etnografías virtuales y grupos focales para comprender mejor cómo se estaban desarrollando las prácticas pedagógicas en el nuevo ambiente educativo generado por la pandemia. “Así pudimos ofrecer lo que se llama el ‘sombrero blanco’, que es el conjunto de datos obtenidos de forma estructurada y procesados sistemáticamente, a partir de los cuales se puede desarrollar mejor el proceso de toma de decisiones”, continúa Rodríguez.
Superado el punto crítico de la emergencia sanitaria, durante los primeros meses del 2022, la acción del OPPE se volcó a indagar cómo las prácticas pedagógicas se vieron radicalmente transformadas después de la pandemia y el retorno completo al campus universitario, una decisión completamente consecuente con la complejidad del fenómeno en cuestión.
“La educación es un fenómeno que demanda una mirada sistémica, porque allí intervienen muchos actores: profesores, estudiantes, la estructura institucional, el contexto social. Es un fenómeno sociológico, pero a la vez psicológico, cultural y emocional”, explica Diana Montoya, coordinadora de monitoreo educativo del CAE+E e investigadora del OPPE.
Por esta razón el OPPE está conformado por un equipo multidisciplinario que incluye a ingenieros, psicólogos, estadísticos y antropólogos, lo que le permite el diseño de metodologías mixtas de investigación ―cuantitativas y cualitativas― que pasan por las encuestas, grupos focales, observaciones participantes, entrevistas, etnografías, entre otras. Miles de estudiantes, profesores y directivos de la Universidad Javeriana han sido encuestados, observados y entrevistados por el Observatorio.
Luego de sus cuatro años de existencia y de sus juiciosos ejercicios de indagación y análisis sobre la transformación de las prácticas pedagógicas, el OPPE ha podido establecer que la pandemia significó un punto de quiebre para las prácticas pedagógicas tradicionales, y que la educación superior se encuentra en un proceso de transformación intenso. “Nada va a volver a ser igual, porque los cambios contextuales han sido muy fuertes. La educación está cambiando y va a seguir cambiando”, sentencia Montoya.
La educación superior en la pospandemia
“Antes todo era en papel y lápiz. Ahora se usan más los dispositivos y las plataformas digitales. Claro, se usaban antes, pero ahora mucho más. También los profesores, que ya no hacen la típica presentación en Power Point, sino que son mucho más creativos a la hora de proponer dinámicas con estas herramientas”, comenta Mariana Acuña, estudiante de últimos semestres de Comunicación Social de la Universidad Javeriana.
Y es que hoy, aplicaciones como Zoom, Meet o Teams, para reuniones virtuales; Canva, para diseño; Miro, Padlet o Kahoot, para juegos y pizarras en línea, son indispensables para el desarrollo de trabajos en grupo, reuniones de estudio y para dictar las mismas clases. Esto sin mencionar la fuerte arremetida de los aplicativos tipo drive y la edición en línea de documentos, no sólo en las prácticas educativas, sino también en el trabajo.
“También los cursos virtuales, eso te ayuda a ti en tu educación a mejorar sin necesidad de estar ocho horas en un salón de clases”, agrega la estudiante. Todavía continúa expandiéndose el mercado de cursos virtuales como los de Crehana, Domestika o Udemy. Todas estas tecnologías y herramientas digitales comparten algo fundamental: su uso se centra en la autonomía del usuario, y asimismo ha habido un desplazamiento en las prácticas pedagógicas, las cuales tienden a enfocarse más en la autonomía del estudiante.
Esta es una de las conclusiones principales del OPPE, y es que en la pospandemia la tecnología y las herramientas digitales median permanentemente los procesos educativos, lo que ha propiciado cambios en los enfoques pedagógicos, que ahora tienden más hacia la autonomía del estudiante.
“Con la educación remota ciertamente se puso en el centro la pregunta de cómo posibilitar que el estudiante fuese un aprendiz autónomo”, explica Diana Montoya, y aclara que, aunque la autonomía del estudiante es una cuestión que la pedagogía siempre ha tenido en el foco de su atención, la pandemia obligó a profesores y estudiantes a intentar resolver y encontrar estrategias clave para lograr tal autonomía.
Otro de los hallazgos del Observatorio tiene que ver con la revalorización de los espacios físicos del campus universitario. Mientras que los profesores destacaron la importancia de los encuentros en el aula para una interacción más cercana con sus alumnos y la correcta transmisión de conocimientos procedimentales, los estudiantes encontraron que la educación tiene que ver también con los espacios fuera del aula: los encuentros con los amigos en el campus, los semilleros, eventos y actividades extracurriculares.
La evaluación, un reto clave
Sin la posibilidad de monitorear al estudiante durante la evaluación para que este no hiciera trampa, los profesores tuvieron que idear en la pandemia estrategias de evaluación novedosas que fueran más allá del típico ‘saquen una hoja’ y responder de memoria lo que se acababa de explicar. Trabajos en grupo, desarrollo de micro proyectos creativos, indagación autónoma y exposición de los diversos temas, se convirtieron, entre otras, en metodologías de evaluación ampliamente usadas en la educación superior.
Y aunque luego de la pandemia muchos profesores regresaron a los modelos tradicionales de examen presencial y sin dispositivos a la mano, la cuestión por la evaluación en un mundo con tanta información disponible y de fácil acceso se convirtió en un reto ineludible para la pedagogía.
“¿Cómo hacer evaluaciones que impliquen que las personas hagan uso realmente de lo que ha aprendido y no de su capacidad para memorizar algo? Hoy en día hay información por todas partes y está disponible cada vez por un mayor número de vías, yo creo que la evaluación es algo que se ha ido quedando en el tiempo y que hoy es un reto”, reflexiona Montoya, la investigadora del OPPE. Un reto que creció aún más luego de la pandemia con la llegada de las inteligencias artificiales generativas.
Prácticas pedagógicas e inteligencias artificiales generativas
Desde 2024, el impacto de las inteligencias artificiales generativas en las prácticas pedagógicas se convirtió en una de las preguntas centrales del OPPE y hacia allá se dirigen sus indagaciones más recientes. Según Jaime Alejandro Rodríguez, su coordinador, los estudiantes son los más propositivos en el uso de este tipo de tecnologías, pero en muchos casos los profesores se resisten y no las han encarado como se debe.
“La inteligencia artificial mostró que el profesor tiene límites como máquina transmisora de conocimiento, porque el conocimiento está objetivado en otros lados. Esto requiere creatividad por parte del profesor, la inteligencia artificial está ahí, hay que asumirla”, dice Rodríguez.
Así fue que, sin haber acabado de comprender del todo las transformaciones que la pandemia produjo en las prácticas pedagógicas, se levantó con fuerza el tema de las inteligencias artificiales generativas que, de nuevo, cuestionan con fuerza imaginarios y prácticas tradicionales de enseñanza y aprendizaje. El OPPE reaccionó de inmediato y enfocó allí su objeto de análisis. Habrá que esperar los resultados publicados de sus primeros sondeos al respecto.