Cuando el presidente de Colombia, Iván Duque, anunció que desde el 16 de marzo de 2020 los colegios del país debían suspender las clases presenciales como medida preventiva tras la llegada de la COVID-19 a Colombia, y que las instituciones educativas debían adoptar nuevas metodologías para la enseñanza remota, en Ubaté, a dos horas de Bogotá, Sandra Moya, profesora de cuarto y quinto grados de un colegio rural, recibía la noticia con angustia. “¡Cómo le enseño matemáticas a un niño por teléfono!”, se preguntó.
“Ninguno estaba preparado para eso”, se apresura a decir Amparo Ladino, rectora de la Institución Educativa Departamental El Volcán, un colegio que cuenta con seis sedes de primaria y una de bachillerato ubicadas en tres veredas de Ubaté: Volcán, Guatancuy y Soagá.
“Lo creímos fácil porque desde hace cuatro años manejamos un sistema de educación orientado al desarrollo de habilidades para la autonomía. Nuestros estudiantes ya manejaban guías físicas. Dijimos ‘vamos a llamarlos, a conectarnos por internet para supervisar los avances’ y nos fuimos muy tranquilos. Pero nos estrellamos de inmediato con la realidad. El 90 % de nuestros niños viven en una zona rural, el celular que manejan es del papá y no muchos cuentan con datos móviles. Arrancamos con el 4 % de estudiantes que tenían internet”, revela Ladino.

Un reto para la educación
El confinamiento nacional traería implicaciones que afectarían la pedagogía habitual de las instituciones educativas del país. Y eso lo tuvo claro el Laboratorio de Economía de la Educación (LEE), de la Pontificia Universidad Javeriana, que desde abril y hasta noviembre de 2020 llevó a cabo un seguimiento a través de encuestas realizadas a 4.527 docentes y 905 rectores de 762 instituciones educativas oficiales distribuidas en 16 entidades territoriales, entre ellas, Arauca, Barranquilla, Bogotá, Quibdó, Montería, Tunja y Tuluá.
Como resultado de este trabajo, el pasado mes de febrero se publicó el informe Cambios y retos que enfrentaron los docentes durante el cierre de colegios por la pandemia, en el que se establece que la principal razón por la que los estudiantes no participaron en actividades académicas fue la ausencia de internet.
“Fue uno de los retos y rezagos más grandes para dar una educación remota y el impedimento más grande para desarrollar clases, sobre todo sincrónicas (aquellas donde hay interacción en tiempo real entre el docente y estudiante a través de videoconferencias o llamadas). No éramos tan conscientes sobre los rezagos tan grandes que hay en términos de conectividad”, explica Luz Karime Abadía, codirectora del LEE.
Falta de equipos: otro desafío
La mayor parte de las tres veredas en las que se encuentra el colegio El Volcán es zona de páramo y la señal de telefonía es deficiente. “Perdimos dos meses viendo cómo contactar a los estudiantes, nos tocó ir a la escuela y reunir a algunos padres para decirles: vamos a trabajar así, llévenles el mensaje a sus hijos”, recuerda la profesora Sandra Moya. Pero aún cuando pudieron comunicarse, dictar clases fue una odisea. “Empezamos a grabar clases cortas. Los videos no podían durar más de dos minutos porque no les descargaban”.
Ante esta situación crearon un plan padrino para buscar donantes de equipos y recargas con el fin de que los 512 estudiantes de las diferentes sedes del colegio tuvieran la posibilidad de seguir recibiendo clases. La difusión de la campaña comenzó entre junio y julio de 2020 y algunas de las sedes lograron equipar a la totalidad de sus estudiantes. Este plan contribuyó a que la deserción escolar fuera mínima. Solo 6 estudiantes de los 512 no continuaron con su educación.
“Nos donaron computadores, pero un equipo así en una vereda sin internet es un aparato muerto, así que le hicimos más fuerza a los celulares. Algunos papás pudieron comprarlos pero nos decían: ‘profe, no tengo para la recarga’, así que los padrinos hacían donaciones de 20 mil pesos pero a los cuatro días el niño no tenía datos. Los chicos descargaban música y acababan los datos. Claro nos ofreció un plan de solo WhatsApp y ahí empezó el tema de que las recargas sean solo para esa red y así los pudimos tener conectados”, añade Moya.
Según el informe del LEE, después de la ausencia de conectividad a internet, la segunda causa por la que los estudiantes no participaron de actividades académicas fue la falta de dispositivos, ya sean computadores, tabletas o teléfonos inteligentes.

Clases sincrónicas vs asincrónicas
Según la encuesta del LEE, seis de cada diez estudiantes realizaron actividades académicas bajo la modalidad sincrónica (con interacción en tiempo real), y cuatro de cada diez hicieron trabajo asincrónico (donde no es necesario que el docente esté presente para su realización, como guías, cartillas y tareas).
El informe también arroja que el 27 % de los docentes encuestados no continuó dictando clases bajo alguna modalidad. Algunas de las razones, según la investigadora Abadía, fueron “porque el docente no tenía contacto con sus estudiantes, no pudo seguir con sus actividades académicas, no tenía herramientas para una clase remota o su asignatura se hacía muy difícil de dictar. Las clases de educación física y artes son más complicadas de dar con métodos asincrónicos”.

Según el mismo informe, los métodos de enseñanza más utilizados por los profesores fueron las guías físicas, envío de material educativo por chat, correo electrónico, programas de televisión y hasta de radio, como sucedía hace más de cincuenta o sesenta años.
“El Ministerio de Educación, al darse cuenta de esta realidad, empezó a promover estos métodos antiguos, de cuando se aprendía por radio en Colombia. Puede haber el caso de un docente que no tiene ninguna forma de comunicarse con los estudiantes porque está en una zona rural donde simplemente está la herramienta de radio o televisión para ellos, otros docentes, según experiencias que nos contaron, sugieren ver ciertas franjas de televisión complementado con algunas otras actividades”, explica Abadía.
Para Gloria Bernal, codirectora del LEE, “la educación con televisión es mejor que nada, pero de todas formas emite unos programas estándar y el estudiante puede estar en tercero, quinto, noveno, once y de todas maneras estar viendo lo mismo. Es imposible controlar que a todos los estudiantes, de todos los grados, les pueda servir el mismo material. Tiene bastantes limitaciones”.
Estudiar por WhatsApp
Ante la limitación del acceso a internet y a equipos, una de las estrategias adoptada por el equipo de profesores del colegio El Volcán fue la de realizar clases por WhatsApp. “Al principio fue terrible, enviaba un video y aparecían 40 preguntas, ¿cómo les respondo todo eso en un video corto? Me sentía incapaz de solucionar tantas cosas en tan poco tiempo”, describe la docente Sandra Moya.
Y aunque se nota el esfuerzo por hacer lo mejor posible con los recursos disponibles, “este tipo de herramientas no son métodos de enseñanza sino salidas de emergencia que adoptaron los maestros ante la coyuntura porque aquí no hubo tiempo de prepararse. Esos métodos no están diseñados para enseñar y menos a niños y adolescentes”, anota Luz Karime Abadía.
Capacitación tecnológica para los profesores
Según el informe del LEE, la edad promedio de los 4.527 docentes encuestados es de 44 años y más de la tercera parte lleva entre 20 y 40 años enseñando en forma presencial, lo que además, para Abadía hizo más difícil que los docentes se adaptaran y afrontaran los retos de la enseñanza remota utilizando medios digitales.

“Y hay varias razones: muchos colegios oficiales no tienen acceso a internet ni a computadores, y si los tienen, a veces es limitado. La gran mayoría usa métodos tradicionales por falta de tecnología pero también por falta de conocimiento. Es cierto que la población oficial docente se está envejeciendo. Entran a carrera y pueden jubilarse e igual siguen dictando clase. En un estudio basado en pruebas PISA en el que le preguntan a los rectores si consideran que sus docentes tienen los conocimientos técnicos y pedagógicos para involucrar la tecnología en sus prácticas de enseñanzas, cerca del 48 % de los rectores de colegios oficiales dice: no, versus un 12 % de colegios privados”.

Para notar las diferencias no hace falta comparar la educación de una ciudad capital con la de un municipio pequeño. Para Sandra Moya, solo las brechas entre un estudiante de Ubaté y los de las veredas aledañas, saltan a la vista.
“Los puedes escuchar decir: ‘profe, yo quiero conocer ese país de Bogotá’. Todo funciona como un cuento para ellos. El cine es un imaginario, no lo conocen. Puedes encontrar un niño de 14 años que no conoce Ubaté. El gobierno tiene muy abandonadas las veredas. En el pueblo la mayoría tiene internet, y si no, se puede ir a cualquier café internet, pero en las veredas no hay y no tenemos forma de conectarnos y estar con los estudiantes el tiempo adecuado”.
Para Luz Karime Abadía, “una de las grandes lecciones que nos ha dejado todo esto es darnos cuenta de que tenemos un sistema educativo muy precario que necesita con urgencia una transformación para cerrar brechas digitales de aprendizaje”.
Regreso a clases y alternancia
A comienzos de febrero comenzó el regreso paulatino de algunos estudiantes a modalidad presencial en sus colegios. Bajo el hashtag #LaEducacionPresencialEsVital, expertos en salud como la epidemióloga Zulma Cucunubá, y académicos como Moisés Wasserman y Alejandro Gaviria se han unido a la conversación por Twitter para impulsar el regreso a clases.
Algunos han compartido en sus redes sociales información que indica que luego de un año de cierre, más de 7 millones 500 mil niños y jóvenes siguen sin asistir al colegio, además, alrededor de 8.700 colegios oficiales continúan cerrados.
Gran trabajo de #LaEducacionPresencialEsVital por registrar avance de apertura escolar en Colombia
Lo malo: aún no hemos puesto como sociedad la prioridad en niños y niñas
Lo bueno: datos públicos son cruciales para ver dónde y cómo se puede apoyar desde iniciativas ciudadanas pic.twitter.com/Q2IVu693pr
— Zulma Cucunubá (@ZulmaCucunuba) March 18, 2021
Estos datos fueron compartidos a partir de la información encontrada en las páginas de las secretarías de educación, los cálculos con base en establecimientos educativos (EE) y matrículas del 2019.
A la fecha, el 4.7 % de estudiantes (376.110), ya están en trabajos de alternancia, mientras que el porcentaje restante (95.3 %) sigue en casa. Mil cincuenta y un sedes están abiertas y permanecen cerradas 8.737.
En las siguientes imágenes se puede apreciar cómo está el regreso a clases presenciales por regiones en el país.
El 95% de los estudiantes lleva un año sin regresar a sus colegios. Son 7.5 millones de estudiantes a quienes les estamos vulnerando sus derechos. Hay mucha decidía por parte de gobernantes en estas cifras. En este país los niños no importan.#LaEducacionPresencialEsVital ?? pic.twitter.com/gqcCaAOn1g
— Arturo Charria (@arturocharria) March 16, 2021
¿La educación está preparada para un nuevo confinamiento?
Luz Karime Abadía y Gloria Bernal responden con un contundente no. “Creo que seguimos igual, no conozco una política contundente que quiera cerrar brechas en Colombia entre aquellos más desfavorecidos y los que sí tienen más oportunidades”, opina Abadía. “Tenemos un sistema educativo que promueve la inequidad. Desde antes de la pandemia, aquellos que no tienen internet o que sus padres no tienen las condiciones, ya recibían educación de menor calidad que la de estudiantes de colegios privados”.
Y añade: “Irse acomodando a clases por televisión y chat son pañitos de agua tibia. No estamos confinados y la mayoría de las regiones no abre los colegios. Si seguimos así van a ser dos años perdidos, lo cual es gravísimo para una generación que no está aprendiendo las habilidades que se requieren para afrontar la vida y el mercado laboral, los grandes problemas de nuestra sociedad”.
La investigadora Bernal complementa: “En el LEE tenemos un programa llamado TuTutor donde buscamos que estudiantes voluntarios universitarios y también de grados décimo y once, que están en semestre social, presten un servicio con estudiantes de quinto grado de colegios oficiales dictando clases de matemáticas e inglés. Muchas veces se tienen que devolver a temas de segundo porque los niños no tienen esos conocimientos”.
“Esta pandemia abrió las brechas entre estudiantes de bajos y altos ingresos. Los padres con ingresos altos pueden guiar a sus hijos o contratar a alguien para que sigan el proceso académico, mientras que los padres de bajos ingresos generalmente tienen menos posibilidades de darle tutorías a sus hijos, se podría decir que algunos de estos chicos llevan un año sin recibir clases”, agrega.
En la Institución Educativa Departamental El Volcán la alternancia aún no ha comenzado. “Estamos en el proceso de estudio, tenemos cumplidos algunos requerimientos, faltan elementos de bioseguridad que los entes territoriales deben aportar pero es la fecha y no han llegado, y si no llegan, ¡cómo voy a darle seguridad al padre para que mande a su hijo!”, enfatiza Amparo Ladino, rectora del colegio.
“Octavo y noveno están en el mismo salón. Volveríamos con cuatro estudiantes porque los salones son pequeños, el colegio se empezó a construir y se paró la obra por falta de apoyo, aún no está terminado”, añade la profesora Sandra Moya, quien reitera con la voz quebrada que hace falta más ayuda para los colegios ubicados en zonas rurales. “Si a mí me dicen que me venga para el pueblo como docente, diría que no, creo que tenemos que seguirle apostando al campo. Tenemos que entender que en Colombia el campo vale”.
Si quiere consultar el informe completo del Laboratorio de Economía de la Educación, titulado Cambios y retos que enfrentaron los docentes durante el cierre de colegios por la pandemia, puede hacer clic aquí.