El pasado 4 de febrero se anunció el fallecimiento del padre Gerardo Remolina, S.J., un hombre que marcó la historia y nuevos rumbos para la Pontificia Universidad Javeriana desde espacios de dirección, pero también desde la docencia y la reflexión.
Hablar del padre Remolina, S.J. es hablar de una trayectoria profesional más que sobresaliente. Inició en la Universidad Javeriana en 1959, donde consiguió el título de licenciado en Filosofía. Fue profesor del colegio San Bartolomé La Merced, rector del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús de 1971 a 1977. Siendo profesor de la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana, fue llamado para ser superior provincial de los Jesuitas en Colombia de 1985 a 1991.
Doctor en filosofía de la Universidad Gregoriana de Roma y traductor, estudió humanidades clásicas en latín y griego. Fue también decano de la Facultad de Ciencias Sociales entre 1996 y 1998. En septiembre de ese año fue elegido como rector de la Pontificia Universidad Javeriana, cargo para el cual fue reelegido por tres años más, hasta el 2007.
Su rectoría es recordada porque durante ese periodo, la Javeriana se convirtió en la primera universidad en recibir la acreditación de alta calidad otorgada por el Ministerio de Educación Nacional.
También se desempeñó como director del Doctorado en Ciencias Sociales de la universidad y Vice Gran Canciller de la Pontificia Universidad Javeriana. En fin, ocupó diversos cargos de dirección en los cuales lo recuerdan hoy como un hombre ejemplar.
Ricardo Alfonso Florez, profesor de la Facultad de Filosofía y quien se declara discípulo del padre Remolina, lo recuerda como uno de los mejores profesores que tuvo en toda su vida. “Sus clases eran sumamente estructuradas, claras y a la vez profundas, sobre temas muy arduos de filosofía de todos los tiempos”, relata.
Pero no solo lo recuerdan por su saber académico. En un comunicado público, el padre Hermann Rodríguez Osorio, SJ, Superior Provincial de la Compañía de Jesús en Colombia rescata: “Sus condiciones espirituales, humanas y académicas fueron superiores, todas ellas avaladas por su humildad y sabiduría”.
Las reflexiones del padre Gerardo Remolina sobre la vida académica
Su vida se vio marcada por su producción académica. Tal vez el hito más recordado de su carrera, es el libro Karl Jaspers en el diálogo de la Fe, su trabajo doctoral que fue publicado por la Editorial Gredos de Madrid. Este texto es de tal calidad, que hace parte de la colección Biblioteca Hispánica de Filosofía.
Aunque se movía en los círculos más especializados de la filosofía en español, el profesor Flórez lo recuerda por su trato con los estudiantes. “El suscitaba sentimientos opuestos de respeto profundo, pero también de cercanía. Era tan afectuoso y tan cercano, pero también tan serio en sus cosas, tan aplomado, tan profundo”, rememora el docente.
Una de las anécdotas que más recuerda de sus clases de filosofía, por allá a mediados de los años 80, es que eran días de crisis energética y cada tanto el servicio de corriente eléctrica. En algún punto ya no había luz natural, pero el padre Remolina seguía dando sus clases con ayuda de una linterna.
“Aunque para nosotros era curioso ese nivel de compromiso con la clase, para él no era extraño. Él viajó a Roma en la época de la posguerra y realizó su doctorado en épocas muy austeras y seguramente tuvo que estudiar con velas”, dice el profesor Flórez.
Uno de sus intereses fue la enseñanza. En su último libro, La universidad en su encrucijada, publicado apenas hace unos meses, a mediados de 2024, reflexiona sobre la universidad y sociedades del conocimiento, la sociedad de la innovación y emprendimiento; la universidad de tercera generación y la sociedad digital.

“El principal objetivo de la universidad del siglo XXI no es, como quizá ha sido hasta ahora, el de transmitir conocimiento a sus estudiantes sino el de enseñarles a producir conocimiento juntamente con sus profesores. Formar talento humano y capacitarlo para crear, inventar, pensar de manera diferente, fuera de los esquemas tradicionales, atreverse a imaginar lo no existente y encontrar soluciones a problemas concretos”, dice el libro en uno de sus apartados.
Moisés Wasserman, profesor y exrector de la Universidad Nacional de Colombia reconoce el valor académico de la carrea del padre Remolina. En el prólogo de este libro escribió: “Su autoridad es innegable, no solo por sus estudios y por los libros que ha publicado, sino por una vida de trabajo en el campo. Un trabajo que nunca ha sido de simple cumplimiento (lo que de por sí sería muy apreciable), sino que está sustentado en profundas reflexiones que buscan entender y acertar a lo largo de todo el camino y de las diversas responsabilidades que ha asumido”.
El padre Remolina también es recordado por haber participado, en diciembre del 2017, en el debate ¿Es Dios una ilusión? junto al biólogo y etólogo inglés Richard Dawkins. Una conversación entre un teólogo y un científico que no estuvo exento de polémica, pero que demostró la apertura de Remolina para discutir asuntos académicos desde los argumentos.
“Considero de la mayor importancia resaltar el valor que para una universidad como la nuestra tiene el debate, porque esto es lo propio de un centro de educación superior. Plantear preguntas, promover el diálogo y permitir el debate en medio de la diversidad de las ideas y en el pluralismo de los argumentos, siempre con respeto y rigor, sin dogmatismos ni fundamentalismos, es la forma de abrir caminos para el desarrollo del conocimiento y la cultura”, expresó el padre Jorge Humberto Peláez, rector de la Javeriana en ese momento.
“El padre Remolina vivió desde la época de las velas y las fichas bibliográficas, a la época de la conexión global. Tuvo una capacidad de gerencia, de organización y liderazgo tan impresionante que llevó a la Javeriana a ser la primera acreditada como de alta calidad. Más que profesor fue un maestro y un ser de unas cualidades humanas excepcionales”, puntualiza el profesor Flórez al recordarlo.
Hace un llamado a toda la comunidad, no solo javeriana sino académica, para recuperar sus memorias, sus enseñanzas y seguir cuestionando y profundizando en la labor de la enseñanza desde la aulas de clase.