María* está considerando estudiar en la universidad que queda más cerca a su casa, sin percatarse de que esta no tiene acreditación de alta calidad; Nicolás*, a pesar de tener uno de los mejores promedios en las calificaciones de su colegio y ser un potencial beneficiario de becas para estudiar, está decidido a tomar un curso de fotografía sin siquiera considerar la posibilidad de hacer el proceso para estudiar producción audiovisual, la carrera de sus sueños, pues esta le parece ‘imposible’ de costear.
Casos como estos son algunos de los que habitualmente pasan por el salón de clases de Laura Martínez, una joven docente de 26 años que, con un pensamiento fresco, ha sido la encargada de acompañar durante tres años a los estudiantes de grado once en el diseño de su proyecto de vida. Tratamos de que ellos realmente indaguen en sus pasiones, reconozcan sus habilidades y capacidades, hagan un estudio de las diferentes instituciones que ofrecen el programa que desean y, finalmente, elijan lo que, esperamos, les haga levantarse todos los días con el ánimo de ser los mejores profesionales porque han escogido lo que les gusta”, afirma Martínez.
El camino para lograrlo pasa por sumar esfuerzos, informarse de manera apropiada, obtener ayudas financieras, acceder a becas de por sí limitadas―, optar por instituciones públicas o privadas de bajo costo, redireccionar su proyecto y preferencias, e, incluso, desistir. Pues, como resalta la profesora, a pesar de los esfuerzos que hagan, el resultado no siempre es el esperado, “hay grandes limitaciones como, por ejemplo, la capacidad económica, que puede hacer que los estudiantes finalmente renuncien”.
Reconocer en la educación la base para el desarrollo y el progreso de las sociedades es una idea que se desvanece en su ejecución cuando las opciones educativas para las personas de bajos ingresos no son visibles o parecen ser reducidas. Para Gloria Lucia Bernal, directora del Doctorado en Economía de la Pontificia Universidad Javeriana y codirectora del Laboratorio e Economía de la Educación (LEE), la regular preparación en algunos colegios, la falta de conocimiento sobre educación superior, la poca visibilidad de las becas y las barreras financieras derivan en menor acceso a la universidad y menor desarrollo para estos jóvenes, sus familias y la nación.
Según Bernal, “en Colombia, casi el 70 % de los estudiantes que se gradúan de la escuela secundaria pertenecen a familias de bajos ingresos. Y cerca de la mitad tienen pocas posibilidades de ser admitidos en las universidades públicas y no pueden pagar las privadas”.
¿Hay esperanza para los jóvenes en la educación superior?
La pregunta que quiso responder Bernal en su disertación doctoral en Gobernanza y Análisis de Política de la Universidad de Maastricht fue: ¿cómo hacer para que estudiantes que son brillantes, que tienen muchísimas capacidades, que quieren ingresar a una universidad y que son de bajos recursos finalmente lo logren?
La respuesta a este y otros interrogantes similares se ha convertido en su obsesión, reconoció en diálogo con PESQUISA JAVERIANA. Así, analizó el programa nacional de becas Ser Pilo Paga (SPP), bajo la premisa de que iniciativas como esta, impulsadas por el Gobierno, sumadas a una mayor y mejor información en los colegios, podrían contribuir a que el acceso a la educación no distinga estrato y se reduzcan cada vez más las brechas sociales.
Aportes a la ecuación
A finales de 2014, el Gobierno anunció que para 2015 otorgaría diez mil becas anuales a quienes cumplieran con los requisitos de pertenecer a un nivel socioeconómico bajo y obtener los mejores resultados en el examen de Estado para el egreso de la escuela secundaria del país, más conocido como “Icfes” o “prueba Saber 11” ―una evaluación que mide oficialmente la calidad de la educación formal de quienes terminan su bachillerato―. Bernal realizó diferentes análisis: primero, combinó datos del Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior (Icfes) con los del Departamento Nacional de Planeación (DNP) correspondientes a los años 2014 y 2015.
La experta evidenció que la puesta en marcha del programa de becas SPP incentivó a los estudiantes de bajos ingresos a prepararse mejor para la prueba Saber 11, especialmente a aquellos con buen desempeño académico.
Esto se vio representado en un mayor número de estudiantes de bajos recursos con mejores puntajes en sus pruebas: “La sola existencia de las becas universitarias como Ser Pilo Paga mejora el esfuerzo y, por ende, los resultados en las pruebas Saber de estudiantes de bajos recursos, independientemente de que al final logren o no ser beneficiarios. Esto último lo conocemos como spillover effects o efectos indirectos positivos”, explica.
La información suma a la ecuación
A la barrera del dinero y falta de apoyo económico a través de becas se suma otra, que, según la economista, no ha sido considerada: la información que tienen o reciben los jóvenes sobre educación superior cuando están ad portas de graduarse.
“Esta barrera es un problema tan importante como el monetario, porque si tú no sabes que existen oportunidades de estudiar, aunque tengas todo el potencial, difícilmente vas a llegar a la puerta el sistema de educación superior”. Francisco Cajiao, experto en pedagogía y consultor de ministerios de Educación de América Latina y Europa, así como de la Organización de Naciones Unidas, coincide con la investigadora: “Es claro que cuando se establecen programas de becas como Ser Pilo Paga u otros similares, en los cuales se premia a los jóvenes más talentosos y esforzados y se les resuelve la barrera de los altos costos que tiene la educación superior en las universidades más prestigiosas, se produce un efecto positivo de estímulo desde los últimos grados de bachillerato, siempre y cuando este tipo de programas esté acompañado de buena información”.
ara revelar el impacto que tiene el suministro de información en los colegios acerca de las múltiples posibilidades que tienen los jóvenes de bajos recursos para acceder a la educación superior y optar por sus preferencias, Bernal y otros investigadores realizaron un segundo estudio: diseñaron y aplicaron una encuesta a más de 1200 alumnos de las cinco regiones del país (Caribe, Andina, Pacífico, Orinoquía y Amazonía).
Antes de iniciar el proceso, “a un grupo le proporcionamos información sobre aspectos sencillos pero fundamentales de la educación superior, como lo que significa que una universidad sea acreditada, la posibilidad de acceder a becas, cifras de las tasas de admisión entre públicas y privadas, y más, mientras que al otro grupo no se le otorgó información (aunque se le dio acceso a páginas oficiales donde la podría encontrar)”, cuenta la economista.
“Nos dimos cuenta de que quienes habían recibido la información, en promedio, preferían las instituciones denominadas de alta calidad y, además, consideraban con mayor frecuencia ingresar a educación superior. Todo esto a partir de información sencilla y clara”.
demás, en un estudio posterior, la investigadora encontró que la terminación de la beca SPP disminuyó las aspiraciones de los estudiantes de bajos recursos para acceder a educación superior. “Esto quiere decir que la falta de apoyos financieros y oportunidades educativas, así como la falta de iniciativas similares a SPP, desincentiva a los estudiantes en su propósito de alcanzar educación superior”.
Al respecto, la maestra Martínez asegura que, si bien parte de su responsabilidad es nutrir a los estudiantes con información y acercarlos a ella de la mejor manera, las instituciones de educación superior también deben hacer lo suyo, “apoyando y acompañando a estudiantes sobresalientes, así como proveyéndoles más información de la que nosotros podemos tener o encontrar”.
A poner en práctica la fórmula
La doctora Bernal reconoce que aún hay un largo trecho por recorrer para encontrar una ecuación que sea efectiva en su totalidad. Sin embargo, estos aportes son estrategias que, de implementarse, podrían generar más y mejores posibilidades de acceso a la educación superior para los jóvenes de menos ingresos.
La investigadora concluye que en programas como SPP ―mejor estructurados, en los que la carga monetaria recaiga no solo sobre el Estado, sino también sobre la universidad y sobre el estudiante cuando se gradúe― y estrategias poco costosas ―como buena información para los estudiantes― son caminos esperanzadores que hay que explorar.
Para leer más:
§ Bernal, G et al. (2022). Can information change preferences for higher education? Evidence from a randomized experiment in Colombia.
TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN: Sobre la mejora de las oportunidades educativas: preferencias y desempeño de los estudiantes de secundaria frente a las becas, la información y la coeducación
INVESTIGADORA PRINCIPAL: Gloria Lucia Bernal Nisperuza
COINVESTIGADORA: Luz Karime Abadía, Laboratorio de Economía de la Educación
Facultad de Economía, Pontificia Universidad Javeriana, Maastricht University (Alemania)
PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2018-2021