En Colombia, la movilidad es un reto. Es común escuchar que está cerrada la vía a alguna región y, con el bloqueo, se ponen en peligro muchas cosas: la llegada de alimentos, los servicios públicos, la salud y la seguridad de sus habitantes. Es una cuestión de tiempo: cuanto más pase cerrada la carretera, más difícil será recuperar las pérdidas y que todo vuelva a funcionar como antes.
Algo similar sucede en el cuerpo. El sistema circulatorio funciona como una red de carreteras que movilizan oxígeno y nutrientes en la sangre para mantenernos vivos. Son tan largos los caminos, que se necesitan conexiones: los capilares actúan como puentes, cruces y retornos que mantienen activo el intercambio entre venas y arterias. Las arterias mantienen vivos los órganos y garantizan que las células estén vivas y funcionen. Cuando estas se bloquean, el escenario se complica.
El bloqueo de las arterias que llegan al cerebro se conoce como ataque cerebrovascular (ACV). No “accidente”, como estamos acostumbrados a decir. Los accidentes son impredecibles y no se pueden prevenir, pero los ataques sí. De esa manera lo explica la investigadora María Camila Pantoja, de la Pontificia Universidad Javeriana.
Ataque cerebrovascular, una cuestión de tiempo
Al obstruirse una arteria del cerebro, las neuronas del lugar mueren inmediatamente, pero las que están cerca del punto del ataque entran en un estado de pausa. A estas regiones cercanas se les llama área de penumbra y las células que están allí pueden sobrevivir si el flujo de sangre se restaura a tiempo. De lo contrario, el tejido muere, causando discapacidad o mortalidad, por lo que el tiempo entre el bloqueo y la atención médica resulta crucial.
“Los ACV son la segunda patología más frecuente en neurología y la primera causa de discapacidad derivada de una enfermedad del cerebro”, comenta Pantoja. Los servicios de neurología que se enfrentan a los ACV asumen cada vez una carrera contra el tiempo para conservar, recuperar y cuidar de la mayor cantidad de tejido cerebral posible.
Durante la atención a pacientes en su residencia en neurología en el Hospital Universitario San Ignacio, Pantoja comenzó a notar que la gente más vulnerable por razones socioeconómicas tenía peores desenlaces en el curso de su enfermedad y recuperación. “Yo veía que llegaban muy mal, se iban muy mal, y lo veía con impotencia. Me preguntaba ‘pero ¿qué hacemos acá?’”.
Preguntarse sobre la pieza faltante motivó a María Camila Pantoja a volver la mirada a las historias de los pacientes y a indagar todos los “antes” que suceden previamente al inicio del código ACV. Aunque en el mundo ya se ha investigado sobre este aspecto, en Colombia son pocos los estudios que realizan este seguimiento, por lo que el ejercicio de Pantoja cobra importancia, al ser uno de los primeros en atender esta cuestión.
Saber que algo viene
Un ACV desafía completamente la integridad del cerebro y el sistema social de la persona. Todo tiene que estar dispuesto: si el paciente está muy lejos del hospital, si no hay transporte o si la carretera está cerrada, las consecuencias pueden ser graves y permanentes.
Los factores clásicos asociados con los ACV son la diabetes, el tabaquismo, la hipertensión, el sedentarismo, la obesidad, entre otros. Además, el ruido, el estrés psicosocial, la calidad del aire, el acceso a espacios verdes, la seguridad e, incluso, lo relacionado con la migración han evidenciado contribuir al bloqueo de las arterias del cerebro.
Cuidar las arterias es un trabajo que no solo recae sobre los servicios de neurología. Las formas de evitar que sucedan los ataques se conocen como prevención primaria y prevención secundaria. La prevención primaria sucede cuando la persona está sana y es poco probable que suceda un bloqueo, porque se mantienen los hábitos de vida saludables.
La prevención secundaria sucede cuando las acciones se dirigen a corregir los factores de riesgo mediante nuevos hábitos o con medicación. Pero la mayoría de las personas no sabe que tiene algún factor de riesgo y se entera de ello tras sufrir el ACV. Cuando se actúa para que no vuelva a suceder, se considera como una prevención terciaria.
Lo socioeconómico también queda en el cerebro
Evitar un ACV es más difícil para las personas vulnerables. El acceso a la prevención primaria y secundaria, a la terapia y a la atención médica oportuna es, según el trabajo de Pantoja, un indicador de desigualdad: una desigualdad que repercute hasta el cerebro. Lo que diferencia un caso de ACV de otro son los determinantes sociales, algo fuera del control de los profesionales médicos que atienden los casos y que tiene un valor crucial para proteger el cerebro.
Estos determinantes corresponden a factores como el contexto social y familiar, los roles de género, la informalidad del trabajo, la falta de acceso a un centro médico, los ingresos, el nivel educativo, la condición de vivienda y los recursos disponibles.
Por ejemplo, el nivel socioeconómico será determinante al momento de decidir si hay que ir a trabajar y saltarse la terapia, o si es posible tener una baja médica extendida para realizar la rehabilitación necesaria y enseñarle al cerebro a funcionar después del ACV.
Viajar en el tiempo con los datos
La investigación de Pantoja revisó los datos de pacientes con ACV atendidos entre 2011 y 2019 en el Hospital San Ignacio. Estos fueron caracterizados según indicadores socioeconómicos y se evaluaron los resultados en términos de tiempo de llegada después del accidente cerebrovascular, acceso a terapia de reperfusión (el procedimiento estándar para desbloquear las arterias) y mortalidad intrahospitalaria.
La mortalidad y el acceso a la atención médica se distribuyen de manera desigual entre los pacientes evaluados, con peores pronósticos para aquellos pacientes con un perfil socioeconómico más vulnerable, lo que deja claro que es necesario reducir la brecha de acceso a la atención de los ACV.
El problema está claro: las personas vulnerables socioeconómicamente también son más vulnerables al ACV. El futuro de la investigación está en saber si es cuestión de inversión, educación o acceso a vías, para luego pensar en soluciones.
María Camila Pantoja hoy es estudiante de doctorado en Salud Pública en el King’s College de Londres. Desde allí sigue trabajando para entender los factores que rodean la evolución de los ACV, ya no solo del Hospital San Ignacio, sino en todo el territorio colombiano.
Para leer más: § Pantoja-Ruiz, C., Porto, F., Parra-Artunduaga, M., Omaña-Álvarez, L., Coral, J. y Rosselli, D. (2023). Risk factors, presentation, and outcome in acute stroke according to social position indicators in patients hospitalised in a referral centre in Bogotá 2011-2019. Neuroepidemiology, 57(3), 170-175.
TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN: Factores de riesgo, presentación y evolución del accidente cerebrovascular agudo según indicadores de posición social en pacientes hospitalizados en un centro de referencia de Bogotá 2011-2019
INVESTIGADOR PRINCIPAL: María Camila Pantoja Ruiz
COINVESTIGADORES: Felipe Porto, Mauren Parra Artunduaga, Laura Omaña Álvarez, Juliana Coral, Diego Rosselli Departamento de Neurología Facultad de Medicina Hospital Universitario San Ignacio
PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2011-2019