Solo existe una persona que nos acompaña cuando abrimos nuestros ojos al mundo por primera vez y nos despide cuando los cerramos al final de nuestras vidas. Aunque corramos hasta la montaña más alta o bajemos al fondo del mar, siempre tendremos que convivir con nosotros mismos. Para las psicólogas javerianas Juliana Reyes y Laura Cano, ayudar a personas vulnerables en el proceso de conocerse, quererse y lidiar con eventos traumáticos se ha convertido en una de sus misiones de vida y en el objetivo de su investigación.
Juliana tiene 21 años y cursa noveno semestre de psicología en la Pontificia Universidad Javeriana, mientras que Laura tiene 25 y se graduó a inicios de 2020, en plena pandemia. Ambas nacieron en Bogotá, y aunque ahora son buenas amigas, concuerdan en que tenían personalidades opuestas cuando eran niñas.
Juliana es extrovertida y se describe a sí misma como “ñoña”. Cuenta que le gustaba inscribirse en todo lo que podía cuando estaba en el colegio, desde concursos de declamación hasta foros de debate, pero una de las cosas que más la ha apasionado a lo largo de su vida es el baile. “Lo bonito del baile es que me ha permitido un espacio para desahogarme, conectarme con lo que estoy sintiendo y poderlo expresar”, explica.
Por el contrario, Laura era más tímida y evitaba participar en los eventos y actividades del colegio, pero volcaba una gran pasión en la lectura y la música. “Me gusta mucho tocar guitarra, cantar y componer. Yo podría pasarme un día entero escuchando música y mirando al techo y sería un día perfecto”, confiesa.
Si bien en el proceso para escoger una carrera contemplaron distintas ciencias sociales, música y hasta medicina, la psicología llegó por un interés que compartían: ayudar a la gente. “Quería que mi carrera fuera un servicio directo con la gente, que me permitiera un diálogo uno a uno. Entonces lancé una moneda y cayó tres veces en psicología. Me enamoré completamente de la carrera”, cuenta Juliana.
“Yo escuchaba psicología y ayudar a la gente, y me cuadraba perfecto. Elegir la Javeriana fue muy fácil, porque nos da dos años de prácticas, entonces poder empezar a actuar desde el pregrado me parecía lo máximo”, agrega Laura.
Acabaron trabajando juntas por un proyecto de los semilleros de Psicología de la Salud y de Evolución, Comportamiento y Cultura, este último liderado por el doctor en psicología social
Wilson López y coordinado por Juliana, a través del cual ganaron la convocatoria 907 del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Minciencias) para jóvenes investigadores.
El proyecto, desarrollado en conjunto con la Universidad Tecnológica de Bolívar, consiste en diseñar un modelo para atender la salud mental de las comunidades de los Montes de María, contando con su activa participación y teniendo en cuenta las formas tradicionales con las que han enfrentado el inmenso dolor que les ha dejado el conflicto armado en el país.
“La idea no es decirles cómo deben cuidar su salud mental, sino tener un diálogo constante con los líderes comunitarios”, precisa Juliana. Laura complementa: “A partir de las necesidades que ellos tienen en salud mental y de las prácticas que ya han creado, queremos hacer un modelo que sea sostenible”.
Actualmente, están trabajando en el lado administrativo del proyecto y en el análisis de entrevistas realizadas a los montemarianos, por lo que esperan comenzar pronto las actividades con la comunidad. Además, Juliana ha hecho prácticas en un colegio de la localidad de San Cristóbal, en Bogotá, y en el consultorio jurídico de la Javeriana, acompañando a niños con dificultades emocionales, familiares y sociales, y ofreciendo apoyo psicológico a quienes pasan por procesos jurídicos.
Por otro lado, Laura hace parte de la Comisión de Derechos Humanos de la Sociedad Interamericana de Psicología, y está involucrada en un proyecto del semillero de Psicología de la Salud sobre los hábitos saludables que perdimos durante la pandemia.
“A veces las personas solo necesitan a alguien que se interese genuinamente por ellas. La psicología simplemente consta de seres humanos cuidándose unos a otros”, expresa Juliana. Un oído atento, un “estoy ahí cuando me necesites” o un hombro para llorar son pequeños gestos que, junto a un trabajo largo y riguroso, pueden aliviar el dolor de cargar con uno mismo. Así, estas jóvenes cumplen ese sueño que las puso en el mismo camino y que lo único que busca es ayudar a los demás.