La magia del agua surge de la interacción de sus átomos. Cuando muchas moléculas de agua están juntas, empiezan a interactuar entre sí mediante un enlace efímero y tenue. Pese a su extremada debilidad, este enlace confiere al agua esa textura escurridiza que se escapa entre nuestros dedos, pero que al mismo tiempo permite que se formen gotas y nubes. En conjunto, todas esas moléculas unidas, pueden almacenar tanto calor para refrescarnos, pero también, para controlar el clima del planeta.
¿Podríamos darles un valor a todas estas características del agua?, o más bien, ¿tiene algún sentido ponerle un precio? Aún no hemos encontrado otros planetas con seres vivientes para valorar si solo se puede crear vida en un medio acuático, pero desde nuestra experiencia, este líquido ha definido todo lo que somos.
Nuestras células funcionan porque las moléculas de la vida interactúan en un medio interno acuático. La evolución de nuestra especie dependió totalmente de la disponibilidad de agua dulce; el desarrollo de sistemas de regadío afianzó nuestro salto del nomadismo a la agricultura y, posteriormente, al asentamiento urbano. El agua, por lo tanto, antes que un recurso, es el medio mismo de la existencia de la vida en este planeta. Sería imposible poner un precio real a todo el valor agregado que esto ha implicado.
El crecimiento de nuestra especie y nuestra desafiante relación con el medio ambiente nos ha llevado a construir grandes ciudades en áreas en donde no existe suficiente agua. Con el cambio climático empezamos a ver que tal vez no podemos garantizar este tipo de desarrollo.
El agua se cotiza en la bolsa de valores
A finales del 2020 nos despertamos con la noticia de que el agua comenzó a cotizar en el mercado de futuros con base en el índice Nasdaq Veles California Water. Esta medida, aparentemente beneficiosa para mejorar la administración del recurso en zonas con escasez, contradice el hecho de que el agua es considerada un derecho fundamental por las Naciones Unidas.
La Organización Mundial de la Salud estimó en el 2017 que 785 millones de personas carecen de un servicio básico de agua, 435 millones extraen agua de pozos y manantiales desprotegidos y 144 millones toman agua sin ningún tipo de tratamiento. Por otro lado, más de 800 mil personas mueren al año por diarrea o enfermedades relacionadas con consumir agua no tratada o contaminada.
El valor que se le da hoy al agua se debe a los costos por su captación, tratamiento y distribución, pero no es posible valorar esos enlaces débiles que definen su esencia mágica y todos esos servicios que nos aporta. Una molécula que se mueve por la atmósfera y los continentes de manera tan vertiginosa y saltando entre fronteras en pocas horas, no puede ser considerada un bien susceptible al mercado.
El agua es un componente fundamental de nuestra esencia viva, mucho más allá de un derecho que nos hemos ganado todas las especies por nuestra evolución terrestre; también hemos adquirido con ella una responsabilidad, así que es un paso equivocado pensar que aquello de lo que estamos constituidos en un 70 %, puede ser comercializado. El día que lo asumamos, sería equivalente a aceptar que es correcto comercializar un brazo.
* Carlos Rivera es el director del Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias de la Universidad Javeriana.