Hasta hace poco creíamos que el planeta era un lugar enorme, pero luego fuimos descubriendo que es finito. Para los primeros navegantes que se aventuraron a cruzar los océanos las distancias eran colosales. Ahora que los métodos para viajar son más rápidos, hemos descubierto que cualquier sitio en el mundo está a unas pocas horas de viaje. La tecnología ha hecho que el mundo parezca pequeño y así nos sentimos más involucrados con lo que pasa a miles de kilómetros de nuestro hogar.
Más allá de las distancias, también hemos descubierto que hay una conexión entre todo lo que ocurre en el planeta; de alguna manera estamos cerca de cualquier sitio. La primera idea científica de esta conexión la planteó James Lovelock a finales de los 60, la hipótesis de Gaia: la atmósfera, la superficie y los organismos de la Tierra funcionan como un gran sistema que autorregula el clima y los océanos. Gaia (del griego tierra), inevitablemente es la precursora de ideas más románticas como el planeta Pandora, de la película de culto Avatar. Pandora, un mundo ficticio en el que Eywa (la madre naturaleza), mantiene el equilibro del todo y todo está conectado con ella.
Desde que se comprobó que el planeta es un sistema autorregulado, hemos sido más conscientes de que tenemos un impacto profundo en él. Pero la capacidad de autorregulación de cualquier sistema tiene un límite. La pregunta es si ya hemos superado los límites para estos cambios.
Investigadores del Centro de Resiliencia de Estocolmo propusieron en 2015 y 2022, unos límites planetarios dentro de los cuales la humanidad puede continuar prosperando. Cruzar estos límites aumenta el riesgo de cambios abruptos o irreversibles a gran escala. Algunos de estos factores están aún en la zona segura, para uno de ellos no hay tanta información y para otro grupo, ya hemos superado los límites.
Los factores que, por poquito, aún se mantiene en la zona segura son la reducción de la capa de ozono y la acidificación del océano.
La reducción de la capa de ozono puede ser un concepto extraño para los que tienen menos de 30 años. Pero para los cuarentones, era parte de las noticias ambientales cuando éramos niños. Algunos de los compuestos que se usaban en los refrigeradores acaban con la capa de ozono de nuestra atmósfera. Esta capa nos protege a todos de la temida radiación ultravioleta. Hace treinta años en algunos países, las alertas climáticas más importantes tenían que ver con el exceso de radiación ultravioleta. La eliminación de estos nuevos contaminantes, resultó ser una victoria, que nos muestra que algunas de las acciones si pueden tener cambios a escala planetaria.
La acidificación del océano es otro de los factores que se empieza a entender recientemente. Siempre se creyó que el océano podría amortiguar todos nuestros excesos, pero cada vez hay más evidencias de que el océano está a punto de superar su capacidad de regulación. Las consecuencias son graves. Los arrecifes coralinos podrían desaparecer por la acidificación, y por lo tanto la guardería más grande de peces, afectando la pesca.
Del factor que no se sabe mucho, es el cambio en la carga de aerosoles atmosféricos. Los aerosoles son pequeñas partículas sólidas o líquidas presentes en suspensión en la atmósfera. Algunas de estas partículas atenúan los rayos solares, mientras otras aumentan la absorción de energía y otras promueven la formación de las nubes y la lluvia. Así, por ejemplo, la erupción del Pinatubo en Filipinas (1991) inyectó tantos aerosoles que la temperatura del planeta bajó 0.5 grados centígrados durante un año. Con toda seguridad, la quema de combustibles fósiles, de bosques y algunas emisiones industriales deben estar afectando este balance de aerosoles.
En el tercer grupo de factores, están los que han superado la zona segura. Para algunos de ellos el cambio es irreversible (ciclos de nutrientes, nuevos contaminantes y la integridad de la biosfera), pero para otros, aún tenemos esperanza (cambio climático, cambios en el uso del suelo y cambio en el ciclo del agua).
Debido al desarrollo agrícola e industrial de las últimas décadas, hemos inyectado a la atmósfera y los ecosistemas cantidades impresionantes de nutrientes que usamos para fertilizar los campos y por supuesto, los eliminamos en nuestras aguas residuales. Este exceso de nutrientes causa el crecimiento de algunas especies nocivas y la muerte de otras, así como el deterioro de la calidad del agua.
Los nuevos contaminantes son tan variados que es difícil resumir la complejidad de sus impactos. Incluyen desde pesticidas, derivados de medicamentos, hasta microplásticos. Sus efectos sobre nuestra salud y sobre los ecosistemas comienzan a conocerse hasta ahora. El plástico, un elemento tan cotidiano en nuestra vida y que hemos esparcido de manera tan irresponsable, puede hacer, por ejemplo, que pequeños crustáceos piensen que se trata de alimento, por lo que se ve afectado su crecimiento, y por ende, los peces que los consumen se quedan sin alimento.
La integridad de la biósfera se refiere a la perdida de diversidad. Algunas de las especies que se están perdiendo se consideran clave, dado que su ausencia causa cambios irreversibles en los ecosistemas. Por ejemplo, en los arrecifes coralinos los tiburones se comen a especies de peces grandes, como los meros. De esta manera reducen su población y especies de peces más pequeñas pueden sobrevivir en los arrecifes. Estas especies pequeñas suelen comer algas, por lo que mantienen el coral saludable. Cuando los tiburones no están, el mero se come a los peces pequeños y las algas crecen tanto que asfixian a los corales y desaparece la guardería. Existe una infinidad de ejemplos parecidos sobre cómo la perdida de especies nos puede afectar.
El cambio climático es el más conocido por todos y es el que más preocupación nos causa. Las grandes emisiones de gases de efecto invernadero han causado un rápido incremento de temperatura. En las conferencias del cambio climático de las Naciones Unidas, los países más poderosos se han comprometido a no superar un incremento medio de 1.5 grados centígrados, bueno, más o menos. La verdad es que las acciones implementadas no alcanzan para lograr esa meta y en las últimas conferencias empiezan a aparecer mensajes sobre la dificultad de lograr un aumento en la temperatura inferior a 2 grados. Si bien es el problema mejor estudiado, algunos factores aún no son bien considerados y causan gran preocupación entre los científicos. Por ejemplo, el impacto del calentamiento sobre la producción de metano, un compuesto con un efecto 20 veces mayor que el dióxido de carbono. La temperatura acelerará su producción y por lo tanto, no es muy claro cuál es el límite planetario real para la temperatura.
Los cambios en el uso del suelo están en la agenda climática actual, debido a la rápida perdida de los bosques de la Amazonía. La deforestación es uno de los factores que más afecta la resiliencia del planeta. Ante el incremento de nuestras emisiones de dióxido de carbono, los bosques nos ayudan a ralentizar el flujo de carbono. Pero el cambio del uso del suelo también afecta los ciclos de nutrientes, la biodiversidad y la regulación del agua.
El cambio en el ciclo del agua es uno de los factores que más puede incidir sobre la diversidad. Según algunas estimaciones, el agua potencialmente disponible sigue siendo suficiente para las poblaciones humanas. Claro, esto no considera que nos hemos empecinado en vivir en zonas con déficit en algún momento del año, o que tenemos problemas de gestión del recurso y que hemos contaminado nuestras fuentes. No obstante, el “agua verde” que es el agua disponible para las plantas, si ha sufrido un cambio importante. Asociado a los cambios en el uso del suelo, hemos alterado el ciclo del agua en muchas cuencas. Esto tiene un impacto directo sobre las plantas de los ecosistemas y de nuestros agrosistemas.
¿Qué podemos hacer por el planeta?
Si bien este panorama parece pesimista, nuestras acciones del día a día pueden reducir estos umbrales. Debemos participar en el control del vertimiento de aguas residuales, reducir la extensión de la ganadería, manejar adecuadamente los plásticos y mesurar el uso de fertilizantes en los cultivos. Para Gaia todo cuenta, las pequeñas acciones son importantes. Eso sí, la aplicación de las decisiones normativas, son las que pueden tener un impacto inmediato. Ya se ha visto en el pasado que el efecto de las decisiones políticas, como fue el control de las emisiones de fluorocarburos (que afectaban el ozono), la regulación de las emisiones de azufre (que causa acidificación) y el control del plomo en la gasolina, causaron cambios positivos. No obstante, entre estos nueve factores, actualmente solo el cambio climático está en la agenda política del planeta. Nuestra responsabilidad como parte de Gaia, además de las acciones que podemos hacer cada día, está en empujar para que todas ellas estén en la agenda planetaria.

Los límites del planeta. La zona verde representa los valores seguros para el planeta. Figura tomada del Centro de Resiliencia de Estocolmo, basado en el análisis de Persson et al. 2022 Steffen et al. 2015. Licenced under CC BY-NC-ND 3.0