En la bacteriología, una gota de sangre puede valer más que mil palabras. Con solo una pequeña muestra de nuestros fluidos corporales, los bacteriólogos son capaces de diagnosticar enfermedades y desenmascarar los secretos de la medicina. Para María José Peña, Sergio Alejandro Rodríguez y Juliana Gil, poder resolver los grandes misterios que se ocultan en los mundos diminutos de las láminas de microscopio es lo que los enamoró de esta ciencia, y lo que los impulsa a convertirse en jóvenes que investigan el mundo diminuto desde distintos enfoques.
María José Peña, Sergio Alejandro Rodríguez y los cigarrillos electrónicos
Oriunda de la ciudad de Maturín, en el cálido oriente venezolano, María José Peña siempre disfrutó estar en el laboratorio. En el colegio, una de sus profesoras de biología le mostró la herramienta que la llevaría a descubrir un mundo totalmente distinto: el microscopio. “Era como jugar todos los días, siempre podía descubrir algo nuevo. ¡Cuando vi una célula por primera vez no me lo podía creer! Fue esa fascinación por el mundo de la investigación lo que me generó ese amor que tengo hoy en día”, expresa.
La bacteriología llegó un poco más adelante, a través de un examen de aptitud que orientó a María José hacia esta disciplina. Su tía, que vivía en ese entonces al lado de la Javeriana, le dio un tour por la universidad cuando vino de visita a Colombia. “Yo vi la Javeriana y dije: ‘qué cosa tan hermosa, esto no puede ser una universidad’. Después pude investigar el pénsum de la carrera y vi que era lo que quería. Creo que fue amor a primera vista”, cuenta con emoción.
Aunque empezar a vivir en Bogotá y tener que lidiar con gente nueva fueron sus primeros retos, la afición que compartía con sus compañeros hizo que se entendieran de inmediato.
Su trabajo de grado la llevó a trabajar con la profesora Adriana Rojas, del Instituto de Genética Humana, quien le dio la oportunidad de trabajar en un proyecto como joven investigadora del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Minciencias).
El proyecto busca determinar los efectos negativos que pueden producir los cigarrillos electrónicos, o vapeadores, en la salud de sus consumidores. María José investiga si el consumo de estos productos puede alterar la expresión de genes, y encontró alteraciones en algunos relacionados con el crecimiento de tumores. “Si bien aún no podemos afirmar que el cigarrillo electrónico cause cáncer, queremos proponerlo como un factor de riesgo que puede estar vinculado”, afirma.
Así mismo, los efectos de los vapeadores en el ADN han sido el objeto de estudio de Sergio Alejandro Rodríguez. Este bacteriólogo de 26 años, que también trabaja en el Instituto de Genética Humana, busca evidencia del daño causado en los núcleos mismos de las células. “Buscamos si se pueden presentar roturas en el ADN en células de los tejidos más afectados por el consumo de estos dispositivos. Empleamos una técnica que se llama el ensayo del cometa; se llama así porque si realmente hay daños en el material genético, los núcleos adoptan una forma similar a un cometa”, describe.
Sergio decidió estudiar bacteriología en grado once. Sin embargo, confiesa que, en ese entonces, no sabía nada sobre la profesión. “Esta carrera no es muy conocida en la sociedad; yo de niño ni sabía que existía. La biología me llamaba la atención desde mucho tiempo atrás. Entonces, con la ayuda de la psicóloga del colegio, vi que con la bacteriología podía tratar temas afines a mi interés y desde ahí me cautivó. También me gustaban mucho las manualidades, como el origami y el dibujo, entonces quería una carrera que tuviera algo de actividades manuales”, dice.
Llegó a ser joven investigador de Minciencias a través de otro proyecto, cuyo objetivo era estudiar cómo una enzima, que es una proteína que facilita una reacción química, influía en el ciclo de división celular, el cual cuenta con complejos mecanismos de control para evitar la reproducción descontrolada de las células y, en consecuencia, del cáncer. El trabajo ganó el primer puesto en el Concurso Nacional Otto de Greiff, de la Universidad Nacional de Colombia, y le aseguró al joven bacteriólogo su sitio en el programa de financiación.
Juliana Gil y las enfermedades transmitidas por vectores
Desde su adolescencia, Juliana Gil Mora sabía que quería dedicarse a algo que conectara a la ciencia con la salud. Si bien le interesaban la biología y la medicina, el prospecto de enfrentarse a la sangre y los órganos como médica le revolvía un poco el estómago. Fue solo hasta un evento de Expojaveriana que descubrió que la bacteriología unía esos dos mundos que tanto la apasionaban, y que podría ayudar a las personas a través del ocular del microscopio.
En sus prácticas conoció a la profesora Marylin Hidalgo, del Grupo de Investigación en Enfermedades Infecciosas, con quien comenzó a trabajar en enfermedades transmitidas por vectores como garrapatas o mosquitos, que, cuando se alimentan de la sangre humana, le transmiten parásitos y bacterias.
Fue en esta línea de investigación que consiguió la financiación para desarrollar un proyecto como joven investigadora. “La idea era entender la circulación de ciertas enfermedades transmitidas por garrapatas en el Cauca. Encontramos que los habitantes de la región habían tenido contacto con estos patógenos por los anticuerpos que habían creado para combatirlos, y también vimos que estaban presentes en las mismas garrapatas que se encontraban en los animales domésticos. Para la salud del país es muy importante saber si estas enfermedades circulan, porque esto enriquece el conocimiento de los médicos de las regiones para tratar a sus pacientes”, explica.
¿Qué es lo que se esconde en los mundos diminutos de las láminas del microscopio? Jóvenes javerianos investigan para dar respuestas puntuales
Juliana completó su maestría en ciencias biológicas y trabaja actualmente en la Fundación para la Investigación Clínica y Molecular Aplicada del Cáncer, donde estudia la genética de pacientes con cáncer para diagnosticarlos correctamente y tratarlos de una manera efectiva. “Es muy bonito poder ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas”, manifiesta.
Aunque transiten caminos diferentes de su ciencia, estos tres bacteriólogos comparten una misma pasión: ayudar a la gente buscando respuestas en los sitios más diminutos. Ya sea que estén enredadas en una maraña de ADN, presas entre las paredes celulares de una bacteria o que floten dentro de una gota de sangre, María José, Sergio y Juliana han aceptado la misión de encontrar esas respuestas, para algún día resolver un pequeño misterio que pueda salvar millones de vidas.