11:23:38 a. m. Se activa la alarma del monitor de uno de los cubículos de la unidad de cuidados intensivos. La enfermera jefe se levanta y corre al lugar.
11:23:50 a. m. Hace un rápido chequeo de los signos vitales del paciente y se da cuenta de que está en paro. Activa el código azul.
11:24:03 a. m. Médicos y enfermeras llegan presurosos con los equipos de reanimación.
11:24:18 a. m. Los profesionales inician maniobras de resucitación para restablecer la condición del paciente.
11:44:02 a. m. Pese a los esfuerzos, no responde…
Hora del deceso: 11:44:07 a. m. Los médicos apagan los equipos y la enfermera jefe cubre con una sábana blanca el menudo cuerpo de Gabriel Castro, un niño de doce años que hasta hacía cinco meses palpitaba de emoción cada martes y jueves, cuando, después de su jornada escolar, remontaba muros de doce metros como parte de su entrenamiento de escalada. Todo ha acabado. El cáncer se lo llevó.
11:45:40 a. m. El médico de turno sale de la unidad y camina hacia el corredor en busca de los padres de Gabriel. Luego de hacer, por protocolo, el reconocimiento de su hijo en sala, las enfermeras y auxiliares lo desconectan, lo limpian y recogen sus pertenencias. Las personas de apoyo asistencial lo traspasan a una camilla sencilla, lo cubren y lo conducen al tanatorio. El personal de servicios generales se encarga de la desinfección para poder acomodar, tan pronto como sea posible, a otro jovencito en estado crítico.
Aunque esta escena sea ficticia, dibuja un panorama real. Ocurre a diario en distintos tiempos, espacios y circunstancias, y con distintos pacientes, en múltiples hospitales del mundo. Las horas allí dentro suelen ser frenéticas , porque se libra una batalla contra la enfermedad y la muerte, que, aunque parten de la vida, se configuran como su némesis en el imaginario social, y los sentimientos y pensamientos que generan en el personal sanitario deben tramitarse tan efectiva y asépticamente como demandan el profesionalismo y la fila de dolientes en la puerta.
Cargar con los sufrimientos y el dolor de otros produce, a largo plazo, un
desgaste psíquico muy importante
Tales son la visión y el proceder dominantes en los servicios de salud, donde la muerte se medicaliza y el trabajo exige neutralidad emocional. “La medicina en general es tanatofóbica, es decir, no aborda la muerte como su objeto de trabajo, sino como su objeto de combate, para evitarla a toda costa. Esa medicalización ha hecho que la muerte no se acoja con la dimensión, los tiempos y los espacios que merece por parte del personal sanitario, compelido a neutralizarse frente al dolor” explica la antropóloga Ana María Medina, quien, desde el Instituto de Envejecimiento de la Pontificia Universidad Javeriana, en conjunto con investigadoras de las facultades de Enfermería, Medicina, Ciencias Sociales y Teología, desarrolló en 2018 un estudio para comprender las consecuencias de esos fenómenos en contextos hospitalarios: la fatiga por compasión y el agotamiento emocional y físico de los profesionales ante el fallecimiento de sus pacientes.
Lo que empezó siendo una indagación interior por su propio duelo, tras la muerte accidental de su marido, dio pie a la inquietud de cómo los familiares asumían la pérdida de sus seres queridos dentro del Hospital Universitario San Ignacio y cómo este ayudaba en el proceso.
Las investigadoras armaron un kit de acompañamiento para las familias que contenía elementos para desarrollar actividades artísticas y relajantes (colores, papeles para origami, un libro de mandalas para colorear, madejas de lana para tejer, velas, aguas aromáticas, entre otros), el cual fue repartido entre distintas unidades. En medio de ese trabajo surgió la inquietud de por qué no se reservaban algunos de esos kits para enfermeras, auxiliares y médicos. En ese momento, identificaron la necesidad de investigar qué ocurría con ellos tras la muerte de un paciente.
Su estudio se basó en una revisión de la literatura científica existente al respecto, pero acogió también los testimonios del personal de salud en las unidades de cuidado paliativo, intensivo, renal y pediátrico, donde se registra una mayor tasa de mortalidad. “El hospital es como un río al que le caen cuerpos y cuerpos que se van y de los que nunca más volvemos a saber”, decían algunos médicos residentes de geriatría; “guardo a mis muertos en el sótano de mi mente, porque no tengo dónde más ponerlos”, expresaba otro… Metáforas del dolor y la incertidumbre reprimidos y anclados en la memoria del olvido
“Nos dimos cuenta de que el personal sufría mucho; sentía gran angustia al enfrentarse a situaciones de tener que dar malas noticias e impotencia por la muerte de sus pacientes”, señala Medina, quien advirtió la tendencia de concebir el duelo como una patología y no como un proceso de mediana y larga duración que requiere un acompañamiento humano y espiritual, más aún cuando se está expuesto a la muerte de manera crónica. “Algo tan simple se ha olvidado”, añade
A pesar de conocer las patologías de salud mental, sus síntomas y su
tratamiento, nos cuesta muchísimo reconocerlas en nosotros mismos o en
nuestros colegas.
Felipe Villegas, psiquiatra

Algunas cifras reflejan la crudeza de ese panorama. Una encuesta del Colegio Colombiano de Medicina realizada en 2019 a 6665 médicos en el país reveló que el 66% de ellos se sienten emocionalmente exhaustos; 36%, disminuidos en sus logros personales; y 59%, despersonalizados de su quehacer, variables que configuran el síndrome de agotamiento profesional o burnout, que ese mismo año fue declarado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una patología laboral.
Entre tanto, un estudio realizado por una investigadora del Hospital Central de Harlem, en Nueva York, encontró que los médicos en Estados Unidos tienen la tasa de suicidio más alta entre todas las profesiones (entre 28 y 40, por cada 100.000 habitantes, se quitan la vida).
Por supuesto, hay múltiples variables personales y sociales que derivan en un abanico de enfermedades. No obstante, las investigadoras javerianas resaltan en su artículo que “los trámites administrativos, la despersonalización sanitaria, el número de pacientes a cargo y la baja conciencia en relación con la muerte regulan de cierta forma lo acontecido, impidiendo que exista por parte del personal de salud descarga de sentimientos, llevándolos a presentar agotamiento psicológico y fatiga por compasión”. De ahí que, para ellas, no se puede seguir asignando al individuo la responsabilidad única del manejo de sus emociones, pues este es el resultado de procesos sociales e institucionales.
En ello coincide el psiquiatra y médico laboral Felipe Villegas: “Al personal de salud se le ha enseñado que debe ser fuerte ante el sufrimiento del otro para ser objetivo y dar una respuesta adecuada, y que mostrar sus sentimientos puede ser un signo de debilidad y mala praxis. Pero este paradigma impide en gran medida una buena empatía entre el paciente y el profesional, y genera un distanciamiento progresivo y un dolor no expresado por parte del personal de salud como mecanismo de defensa ante una situación dolorosa como la muerte”.
Es claro que cargar con los sufrimientos y el dolor de otros produce, a largo plazo, un desgaste psíquico muy importante. El agotamiento acumulado genera la necesidad de alejarse como una medida autoprotectora, pero a la postre ese presunto escudo termina siendo más bien una espada de Damocles.
“Tenemos, como profesionales de la salud, serias dificultades de comunicación. A pesar de conocer las patologías de salud mental, sus síntomas y su tratamiento, nos cuesta muchísimo reconocerlas en nosotros mismos o en nuestros colegas, y es ilógico que seamos precisamente nosotros quienes dilatemos la atención de nuestra propia salud mental”, explica Villegas, fundador y director de Mutalis, entidad dedicada a la prestación de servicios clínicos de salud mental ocupacional.
Una paradoja que la pandemia exacerbó y que merece ser resuelta cuanto antes, si no es por humanidad, al menos para que los que somos cuidados no nos quedemos sin cuidadores.
Para leer más: § Córdoba Rojas, D. N. et al. (2021). Fatiga por compasión y
agotamiento profesional en personal de salud ante el duelo y muerte en contextos
hospitalarios. Saude soc. 30 (3). • 2021.
https://www.scielo.br/j/sausoc/a/qVSystCfBgR6kpHwQrmNhbB/?lang=es
TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN: El acompañamiento y cuidado en los tránsitos de
la vida: el duelo y la muerte
INVESTIGADORES: Ana María Medina, María Teresa Buitrago, Ángela María
Sierra, Diana Norella Córdoba y Daniela Sanz Facultades de Medicina, Enfermería,
Ciencias Sociales y Teología
PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2018-2022