Ha llegado el momento. La tierra está húmeda, el clima es perfecto y los rayos solares del mediodía se cuelan entre las hojas del dosel como cortinas de oro y seda. Ella abre su cáscara con delicadeza y a través de la ranura empieza a crecer.
Por un lado, saca raíces que se enredan en el suelo y lo agarran con fuerza y, por el otro, se proyecta hacia arriba, buscando bañarse en luz. Para que nazca un bosque, millones de semillas de distintas formas, tamaños y especies deben pasar por este proceso, llamado germinación. Sin embargo, no es tan sencillo como darles agua y sol. Cada semilla tiene su momento perfecto para germinar, dependiendo de sus características y necesidades.
En actividades como la agricultura, el aprovechamiento de la madera y la restauración ecológica, es esencial asegurar que el mayor número posible de semillas que se siembren sea capaz de germinar y convertirse en plantas adultas.
Por eso, un grupo de investigadores javerianos, en colaboración con el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi), se pusieron en la tarea de determinar qué propiedades físicas de las semillas, como el tamaño, el peso y el grosor de la cáscara, podrían estar relacionadas con la germinación y el crecimiento temprano de once especies de plantas nativas originarias de las selvas del Caquetá y, así, definir estrategias para facilitar estos procesos.
“Nosotros estábamos interesados en rastrear algunas características de la semilla de estas especies para entender qué tipos de tratamientos serían adecuados para utilizar en el proceso de germinación y propagar estas especies en vivero.
Las once especies fueron seleccionadas teniendo en cuenta que son de alto interés para procesos de restauración ecológica en bosques amazónicos y áreas transformadas”, explica Lilia Roa, doctora en Ciencias y profesora de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Pontificia Universidad Javeriana, quien fue una de las autoras del estudio.
Así, recolectaron un total de 810 semillas pertenecientes a las once especies de plantas, en cinco municipios del departamento de Caquetá. Para cada una, midieron sus dimensiones, el grosor de su cáscara y su peso estando húmedas y secas.
Un grupo era sumergido en agua caliente antes de ser sembrado, a otro se le quitaba la cáscara con papel de lija y a las semillas restantes no se les hacía ningún tratamiento. Luego, se ponían a germinar en una incubadora con tres niveles distintos de luz, para así determinar cómo estos factores afectan el porcentaje de plantas que logran nacer y qué tanto crecen.
Según Roa, esperaban encontrar que las semillas similares, aunque no pertenecieran a la misma especie, tuvieran una respuesta parecida a los niveles de luz y los distintos tratamientos. “En las especies silvestres se conoce poco acerca de los requerimientos que tienen para la germinación y típicamente hay que trabajar las especies una por una.
Esto hace que los procesos de producción de material vegetal sean más lentos y dispendiosos. Cuando nosotros agrupamos a las especies en estos grupos, que llamamos ‘grupos funcionales’, lo que esperamos es que podamos tratar a este conjunto de especies de forma similar en el vivero, lo que hace que los procesos de propagación sean más expeditos”, describe.
Sin embargo, a pesar de que hallaron que las semillas pequeñas responden mejor cuando tienen suficiente luz, los demás grupos no se comportaron de una manera tan uniforme. “No es que un tratamiento sea mejor para las semillas grandes y otro para las semillas medianas o las pequeñas.
Hubo muchos resultados. En algunos casos solamente se necesitaba luz, en otros hay que hacer un tratamiento, en otros la luz solo tiene efecto si le hacemos un tratamiento a la semilla”, afirma Luis Carlos Beltrán, doctor en Biología e investigador posdoctoral en el estudio.
Además, el experimento permitió conocer más acerca de las condiciones óptimas para propagar estas once especies. “En la discusión, dedicamos unos párrafos a cada especie, no solo para profundizar en lo que salió de nuestro estudio acerca de los tratamientos más efectivos, sino también con el fin de enlazarlo con lo que ya se sabe acerca de la propagación y la ecología de cada una, lo que puede ser más relevante para las personas que van a realizar la restauración”, añade Beltrán.
Aunque este conocimiento es importante para mejorar el manejo de estas especies, útiles tanto para las comunidades del Caquetá como para la restauración de sus bosques, los investigadores reconocen que este es apenas un primer paso, y que aún queda mucho camino para entender la inmensa diversidad de semillas del país.
“Hay un vacío de información muy importante en las estrategias para la propagación en vivero de especies nativas de bosque húmedo tropical. Entonces, en términos de las semillas, es importante conocer cuáles son las estrategias que favorecen el proceso de propagación para lograr que la mayor cantidad de semillas que se recolecten realmente llegue a ser plántulas viables para un proceso de restauración ecológica”, advierte Roa.
Cada semilla tiene su momento perfecto para germinar. Unas crecen con más vigor cuando sienten la calidez del sol, mientras que otras necesitan que un animal se las coma para liberarse de sus gruesas cáscaras. Pero, cuando las condiciones naturales se han perdido, los seres humanos quedamos con la responsabilidad de ayudarles a estas plantas caprichosas en la etapa más vulnerable de sus vidas, para encontrar estos tratamientos que mejoren el proceso de germinación y, por consiguiente, la restauración ecológica.
TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN: Functional seed traits as predictors of germination and seedling growth for species with potential for restoration in Caquetá, Colombia INVESTIGADOR PRINCIPAL: María N. Nieto Guzmán
COINVESTIGADORES: Luis C. Beltrán, Carlos H. Rodriguez, Lilia L. Roa-Fuentes Facultad de Estudios Ambientales y Rurales Pontificia Universidad Javeriana Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI
PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2017-2023