“Hay muchos proyectos de restauración que no tienen un buen acompañamiento técnico. Simplemente entregan árboles para que los propietarios de las tierras los siembren y esto no suele arrojar buenos resultados”, afirma la bióloga Zoraida Calle.
Para evitar esta situación se necesitan dos roles quizás poco conocidos, pero muy importantes para el éxito de la restauración ecológica: los custodios y los extensionistas.
Los primeros son, en palabras coloquiales, quienes llevan sobre sus hombros la carga de proteger y defender los ecosistemas en el mediano y largo plazo. “Los custodios ideales son personas que viven en las zonas donde se llevan a cabo los proyectos de restauración”, explica la experta, actual coordinadora del Área de Restauración Ecológica en el Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria, CIPAV, con sede en Cali, Valle del Cauca.
Agrega que tienen un gran sentido de pertenencia por su comunidad y que se sienten tan identificados con el proyecto que están dispuestos a defender ese esfuerzo de restauración en el futuro.
Los extensionistas son personas con un nivel de formación técnica que proporcionan acompañamiento a los custodios durante el proceso de restauración y apoyan las etapas de implementación y de monitoreo que se requieran en el futuro.
Con el fin de profundizar en el tema, Pesquisa Javeriana habló con Zoraida Calle, quien además fue conferencista del VI Congreso Iberoamericano y del Caribe de Restauración Ecológica, organizado por la Pontificia Universidad Javeriana, que tuvo lugar la semana pasada.
En esta entrevista nos cuenta acerca de la dimensión espiritual de la restauración ecológica, de la importancia de que exista un diálogo de saberes y de las alternativas para hacer de la ganadería un sistema productivo más amigable con la biodiversidad.
¿Cómo integrar de manera exitosa los conocimientos técnicos en restauración ecológica que vienen desde la academia con los saberes ancestrales locales?
Eso es lo que llamamos el diálogo de saberes y es un elemento importantísimo para el éxito de la restauración. No puede alimentarse solo del conocimiento científico y técnico, sino que debe aprovechar al máximo el conocimiento ecológico local. En últimas, las personas que conocen con mayor profundidad y detalle los lugares donde se llevan a cabo los proyectos de restauración son quienes han vivido allí durante décadas.
El punto de partida es que cada uno reconozca y valore el conocimiento del otro y que nos demos un tiempo para entender ambas formas de conocimiento y así construir sinergia entre ellas. Es muy clave entender que un proyecto de restauración no puede ser exitoso si no hace uso del conocimiento ecológico tradicional.
Estamos con Zoraida Calle en la 5⃣ta conferencia magistral "Custodios y extensionistas: Personas esenciales para el éxito de la restauración ecológica"#CongresoRestauración2023 #RestauraciónEcológica2023 pic.twitter.com/9AFPvrPcX6
— REDCRE (@redcre_) June 15, 2023
En la conferencia que brindó durante el Congreso de Restauración Ecológica dijo que existe una dimensión espiritual que no es muy reconocida en la restauración ecológica. ¿Por qué es tan importante en el proceso?
Hay ciertas cosas para las cuales el lenguaje científico no nos prepara. Está bien hablar de especies, elementos biofísicos, finanzas y muchas otras cosas en un proyecto de restauración, pero a la hora de abordar el tipo de relación existente entre los seres humanos y la naturaleza nos quedamos un poco cortos.
Definitivamente la actitud de cuidado hacia la naturaleza está muy ligada a una conexión que hace parte del reino de lo espiritual, no de lo religioso. De eso se trata esta dimensión, de reconocer el valor que tiene la conexión entre seres humanos y naturaleza para que la restauración sea exitosa y perdure.
¿Cómo hacer para que la academia reconozca otro tipo de conocimientos y los articule?
Necesitamos otras disciplinas y fuentes de conocimiento en la restauración porque todavía hay grandes ausencias. La psicología va a cumplir un papel importantísimo en la restauración ecológica porque necesitamos entender muy bien las motivaciones de los seres humanos para hacer cambios positivos en el uso de la tierra. También necesitamos más filósofos. Conozco unos pocos que nos colaboran en la tarea de la restauración y hacen un trabajo precioso con las comunidades, pero necesitamos más.
En la conferencia mencionó una frase dicha por el líder campesino Tiberio Giraldo: “no se puede reforestar la tierra sin antes reforestar el corazón”. ¿Usted cómo la interpreta?
Tiberio decía esta frase muy misteriosamente y en su momento no supe interpretarla. Cuando él tuvo el reto de restaurar la cabecera de la microcuenca Los Sainos (Valle del Cauca) para que la comunidad volviera a tener agua, entendía que algo tenía que cambiar en el espíritu de las personas y en la manera como estas se relacionan con la naturaleza antes de estar en capacidad de hacer una buena restauración. Pienso que él estaba pensando en el tejido de las relaciones humanas y en que había que hacer procesos de reconciliación a muchos niveles para que esa comunidad estuviera en capacidad de recuperar la microcuenca y por tanto el agua.
Ese proyecto de restauración en la microcuenca Los Sainos que menciona fue una iniciativa de la comunidad, ¿cuál fue la principal enseñanza que le dejó?
Ese proceso me ha dejado enseñanzas en muchos niveles porque lleva 30 años. La primera tiene que ver con las razones por las que surgió: resulta que la comunidad de la parte alta de la microcuenca estaba bombeando el agua para regar sus cultivos y dejaron a las personas de la parte baja sin agua. Los habitantes afectados se juntaron y se fueron arriba dispuestos a pelear con machete por el agua. Entonces, para mí la primera enseñanza fue algo que logró muy hábilmente el líder Tiberio Giraldo, pues transformó esta energía negativa del conflicto en una restauradora. Logró poner de acuerdo a toda la comunidad para juntarse y pensar cómo restaurar ese terreno de la parte alta que está deforestado y ver qué hacía falta para mejorar el abastecimiento de agua.
También mencionaba que unas niñas de la comunidad con la que trabaja para su tesis de maestría fueron sus coinvestigadoras y hoy, después de 20 años, son agrónomas, ecólogas y docentes. Con esto en mente, ¿por qué es importante involucrar a la comunidad en la restauración para que exista un diálogo de saberes?
Esta es una comunidad bastante pobre, si nos basamos en los indicadores convencionales de ingreso. Son personas que no hubieran tenido nunca la oportunidad de ir a la universidad, pero cuando hacíamos con ellos trabajo de investigación participativa, el compromiso era que les íbamos a dar un pequeño incentivo económico, pero que ellos debían ahorrar para su formación académica. Y lo hicieron.
Esto ayudó a romper una barrera, pero, además, todos buscaron programas académicos relacionados con la tierra y han regresado a contribuir con su comunidad a través de diferentes tareas. Me parece que algo quedó sembrado en los corazones de estos muchachos para que eso ocurriera.
Es un llamado también para descentralizar el conocimiento y que los programas académicos no lleguen solo a las capitales, sino que estén en las regiones…
Definitivamente. Esa es una labor muy importante que tendríamos que hacer todos los científicos: entender la importancia de la democratización del conocimiento, vincular personas no profesionales en los equipos de investigación, dar oportunidades a las personas locales para que participen en diferentes niveles, investigar, escuchar e incorporar el conocimiento ecológico tradicional. Algo esencial que tenemos que hacer los científicos y que solo podemos lograr cuando nos deshacemos de la arrogancia científica.
¿Cuál es la diferencia entre la restauración agroecológica y la restauración ecológica?
La restauración ecológica convencional se enfoca en recrear áreas naturales o seminaturales en los paisajes, pero no mira de una manera muy deliberada a los sistemas productivos. Casi podríamos decir que trabaja por los ‘laditos’ de los sistemas productivos.
La restauración agroecológica trata de interpretar el agropaisaje completo. Empezamos por analizar el sistema productivo completo e identificar las oportunidades que hay para mejorarlo aplicando los principios de la agroecología, de tal manera que estos productores puedan ser más eficientes, más productivos y estén en condiciones de liberar áreas para la restauración de bosques, humedales y diferentes ecosistemas. En pocas palabras, busca abrir espacios para la restauración a través del mejoramiento del sistema productivo, pero no de una forma convencional, con químicos y este tipo de tecnología, sino basado en la aplicación de los principios y prácticas de la agroecología.
Si la mayor parte de las tierras disponibles para la restauración ecológica están destinadas a predios ganaderos, ¿qué cree que se debería hacer para reducir el impacto ambiental paulatinamente siendo coherentes con los sistemas productivos?
Tenemos que hacer un esfuerzo enorme en el fortalecimiento de capacidades en el sector ganadero. Hay muchísimas oportunidades de mejoramiento porque la mayor parte de la ganadería en América Latina es terriblemente ineficiente. Escuchaba una conferencia muy bonita del biólogo Carlos Rodríguez donde decía que media vaca podría ocupar la misma hectárea que 340 especies de árboles. Esta cifra nos habla de la ineficiencia en la distribución del suelo en la lógica del sistema productivo.
Para mejorar la ganadería, un punto de partida es entender que las vacas no solo comen pastos, que el ganado bovino evolucionó en un ambiente semiforestal y que está en capacidad de alimentarse de una gran variedad de plantas. Por eso necesitan los árboles para su bienestar y para complementar su nutrición, porque el sistema ganadero completo es mucho más saludable cuando es más biodiverso ya que tiene más control biológico natural de las plagas.
Lo que tenemos que hacer es todo un cambio cultural de la ganadería y de la manera como los ganaderos se relacionan con su tierra para que estén dispuestos a rediseñar su sistema productivo y hacerlo más amigable con la biodiversidad.
¿Y qué tan viable ve esta alternativa?
Diría que es imposible si no fuera porque he visto que se puede hacer. Es decir, en Colombia han tenido lugar varios proyectos de ganadería sostenible. Hubo uno llamado Ganadería Colombiana Sostenible que trabajó con más de 4.000 ganaderos y logró unos resultados sorprendentes en términos de implementación de prácticas ganaderas sostenibles y de restauración de ecosistemas.
Entonces, se puede, pero hay que hacer una inversión. Esto no va a ocurrir espontáneamente porque no hace parte del conocimiento de los ganaderos convencionales, ni de los asistentes técnicos. Tenemos que formarlos para la ganadería silvopastoril y para eso se necesita mucha educación e, igualmente, inversión inicial para transformar un sistema convencional basado en un potrero gigante con cercas eléctricas, con el fin de subdividirlo en muchos potreros, llenarlos de árboles y crear un método distinto.
Es una inversión que se recupera rápidamente, pero la gran pregunta es quién puede apoyar con recursos iniciales para transformar estos sistemas improductivos, que degradan el medio ambiente, en unos más productivos que generen servicios ecosistémicos.
Dice que la restauración ya no puede estar centrada en hectáreas y números sino en la calidad y sostenibilidad de los procesos…
Hay un problema en la forma en que medimos la restauración. Durante años los dos indicadores más utilizados han sido número de árboles y número de hectáreas. Pero ¿se hizo mantenimiento o no se hizo? ¿se conservaron las áreas, se desarrollaron bien? No tenemos ninguna información más allá. Lo que pasa es que la obsesión con la cantidad nos ha hecho olvidarnos de la calidad. Para mejorar la calidad tenemos que educar a los niños, los profesionales del campo, los extensionistas y los productores agropecuarios para tener un mayor conocimiento de la restauración y sus beneficios.
El problema es que cuando una organización escribe un proyecto de restauración y lo somete para financiación, por ejemplo, a una corporación autónoma, el primer elemento que ellos quitan del proyecto es el fortalecimiento de capacidades porque les parece “muy costoso”. Lo que ellos quieren ver son cambios, implementaciones, árboles sembrados y hectáreas restauradas. Entonces, uno de los primeros sectores que tenemos que educar es el de los financiadores para que entiendan que estas intervenciones tienen que ser mucho más integrales y que no se trata solo de sembrar ‘arbolitos’, sino de fortalecer las capacidades de las personas.