Mujeres del departamento del Atlántico investigaron, entre 2020 y 2022, las formas en las que se ejercía violencias basadas en razones de género contra ellas. Junto a un equipo javeriano, leyeron la Biblia desde sus contextos y reflexionaron sobre la construcción que se ha hecho del rol la mujer en sus comunidades. Utilizaron metodologías que les permitieron elaborar estrategias para el autocuidado, la participación comunitaria y el desarrollo humano de las participantes.
Traer el mensaje bíblico a la realidad personal
Una mañana, los fariseos y maestros de la ley querían probar a Jesús. Esta vez llevaron ante sus pies a una mujer supuestamente descubierta en adulterio y que debía morir lapidada. De ser cierto, ambos debían recibir el castigo: la mujer y el hombre con el que fue descubierta. Pero, lo que en realidad les importaba a aquellos hombres, era la reacción de Jesús.
“Lo que querían era acusar a Jesús, sin importar la respuesta que diera. Si decía sí, apedréenla, seguramente le hubieran criticado por su crueldad. Pero si pedía dejarla en libertad, entonces le acusarían de que la Ley para él no valía”, apunta Edgar Antonio López, docente investigador del Centro de Formación Teológica de la Pontificia Universidad Javeriana. La reacción de Jesús es conocida: apelar a la conciencia y retar a quienes estuvieran libre de pecado, a tirar la primera piedra.
Este episodio es muy importante en los análisis teológicos, porque está ligado a la disputa sobre si Jesús era o no el mesías. Para López, la respuesta no sólo fue ingeniosa al evitar la trampa, sino que también permite una lectura novedosa desde los contextos de cada cristiana y cristiano.
Surgen reflexiones diferentes a las interpretaciones tradicionales, por ejemplo, pasar de centrarse en la disputa de poderes y mirar la realidad que vivía la mujer acusada. Mirar a la mujer como víctima sin culpa probada, fue lo que se logró con los dos grupos de mujeres víctimas de violencia en el departamento de Atlántico en un trabajo de Investigación Acción Participativa.
La IAP es una metodología que proveniente de las ciencias sociales que, parte de la creación de lazos de confianza e involucra a las comunidades en la investigación académica y en la toma de decisiones para resolver problemas sociales y fomentar el cambio de manera colaborativa.
López comenta que, durante los dos años de la investigación, se leyó desde el Evangelio de Juan, capítulo 7 versículo 53, hasta el capítulo 8, versículos del 1 al 11. Dicha lectura les permitió reflexionar sobre la forma en la que se ejerce violencia directa, cultural y estructural en sus propios contextos.
“Las mujeres primero conocieron anteriores trabajos del grupo de investigación Didaskalia y nos invitaron para que trabajáramos con ellas”, afirma el investigador. Este equipo javeriano interdisciplinario de docencia e investigación teológica tiene una trayectoria de 25 años propiciando diálogos y análisis con diversos grupos de personas a partir de textos bíblicos.
Leer el contexto de cada una
En la cartilla que recoge su investigación, las mujeres se presentan así: “Somos dos comunidades de mujeres que vivimos en el Departamento de Atlántico, en la costa caribe de Colombia. Algunas de nosotras vivimos en los municipios contiguos de Santo Tomás y Palmar de Varela; otras vivimos en el municipio de Soledad, que forma parte del área metropolitana de Barranquilla”.
Quienes viven en Santo Tomás se congregan en la Iglesia Casa de Dios para la Familias, mientras quienes viven en Palmar de Varela lo hacen en la Iglesia Jehová es mi Refugio. Por otro lado, las mujeres habitantes de Soledad asisten algunas a la Iglesia Católica y otras a la cuarta Iglesia Presbiterana.
En las primeras fases de la investigación, a raíz de la emergencia sanitaria por la Covid-19, el equipo tuvo que reunirse en un hotel de Barranquilla y no en los municipios donde vivían las participantes. Que el trabajo de investigación se realizara por fuera de los lugares de origen de las participantes posibilitó un espacio alejado del lugar donde se ejercía la violencia.
El primer ejercicio que hicieron juntas fue un “árbol del problema”, un taller que consistía en identificar los problemas que afrontaban las mujeres en su diario vivir y ubicarlos sobre un dibujo que “estaba compuesto por unas raíces profundas, un tronco, hojas y ramas en las que plasmaron su cotidianidad”, comenta María Alejandra Alvarado, investigadora del Centro de Formación Teológica de la Pontificia Universidad Javeriana.
Al principio salieron muchos “problemas”, pero en la medida que avanzó la conversación, se centró la atención en separar, entre las causas, los verdaderos problemas, sus efectos y consecuencias.
“En las raíces se ubicaron las causas que son más difíciles de identificar; en el tronco identificamos el problema que es la violencia basada en razones de género; en las ramas se ubicaron los efectos, lo más visible en la familia, el barrio y la comunidad de fe”, explica la investigadora.
Las causas, las raíces que sostienen este árbol de realidades, son la baja escolaridad de las mujeres, el desempleo, la falta de oportunidades, la educación machista y patriarcal en las familias. Los efectos, o sea, las ramas, son la soledad, la rabia, la frustración, la desconfianza, la intolerancia, las riñas, los celos, el feminicidio.
“Esta conversación nos permitió establecer la existencia de algunos tipos de violencia que, sin ser tan evidentes como la violencia directa, de modo silencioso también nos hacen mucho daño”, afirman las mujeres en la cartilla que recoge su experiencia. Y añaden que “estas formas de violencia, que pueden ser estructurales o culturales, manifiestan la ausencia de justicia de género en nuestro contexto”. Esta primera fase les posibilitó también imaginar y plantear un árbol distinto para el futuro, el de la transformación deseada.
Releer la Biblia
A la reflexión individual y en conjunto se le sumaron preguntas sobre ¿Qué es ser mujer? ¿Quién nos enseñó a ser mujeres? ¿Qué haríamos diferente hoy frente a nuestro ser mujer? El equipo eligió un texto bíblico idóneo para hacer una lectura contextual de la narración bíblica. Esta es una forma comunitaria de interpretar textos bíblicos desde una realidad concreta para buscar cambios en las comunidades.
La Lectura Comunitaria de la Biblia (LCB), una metodología propia de la Teología que permite reencontrarse con textos conocidos tradicionalmente. Se compone de cinco principios fundamentales: I) Una comunidad está dispuesta a leer el texto, II) lee su contexto y lo pone en relación con el contexto bíblico; III) estos se leen de forma crítica, IV) se busca la colaboración para transformar la realidad y V) se conduce al cambio de las participantes y sus vidas.
Las mujeres participantes vieron en el texto de Juan 7, 53-8,11 el potencial para revisar el aprendizaje adquirido sobre sus propias realidades.
La base de la LCB consiste en el método ver – juzgar – actuar. Es decir, mirar el contexto y las realidades, evaluarlas y actuar para buscar transformaciones. Por eso se partió mirando hacia las realidades compartidas y las experiencias de vida de las participantes.
Luego de la lectura comparativa que se hizo inicialmente, se leyó el texto profundamente, junto con lo aprendido sobre las diversas formas de la violencia.
Las mujeres compararon distintas versiones de la Biblia, aquellas que llevaban a su congregación. Representaron con dibujos y escribieron las partes del texto qué más llamaron su atención. Se sorprendieron a sí mismas coincidiendo en frases como “aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra” o “¿dónde están los que te acusaban?”.
Pero también surgieron preguntas que suscitaron respuestas reveladoras como ¿por qué se presupone que la acusada es culpable?
Este pasaje no aparecía en los más antiguos manuscritos del Evangelio de Juan, como atestiguan los textos de San Agustín o San Jerónimo. En las versiones posteriores la Biblia se le dividió arbitrariamente por capítulos y versículos. Muestra de eso es que la historia estudiada por el equipo empieza en el último verso del capítulo siete. Además, le agregaron subtítulos como La mujer adúltera, en vez de La mujer acusada.
Las mujeres investigadoras hicieron una representación teatral del texto bíblico. Identificaron y personificaron a todos en escena, Jesús, la mujer, los maestros de la ley y los fariseos ¿Dónde está el hombre con la que supuestamente la descubrieron? ¿por qué a ella la conducen violentamente y nunca le permiten defenderse? Transitar por los espacios del escenario les permitió reflexionar sobre el papel que interpretaban. Sus motivaciones, pero también lo que comunicaban con sus expresiones corporales.
Utilizar la lectura como guion para la puesta en escena permitió juzgar, no sólo las motivaciones de los personajes de la narración sino también aquellas presentes en sus propios contextos. La acción de la mano del poder permitió reconocer las capacidades y virtudes de cada una y consolidó unos Centros de Formación y Desarrollo (CFD) para la mujer en sus municipios.
Estos centros, que fueron sueños hechos realidad, son iniciativas que han venido trabajando las mujeres de la región, para consolidar proyectos productivos para mejorar la calidad de vida de sus comunidades.
Con el apoyo de la Iglesia Luterana de Suecia, pudieron pasar de unas ideas iniciales de emprendimiento a unos planes de negocio con presupuestos, cronogramas y estrategias de marketing.
“Esta manera de leer y representar el texto con nuestros cuerpos fue una invitación a transitar del silencio de la muerte a la palabra de la vida, de introducir la justicia de género a través de nuestras palabras y de nuestras acciones”, se puede leer en la Cartilla Una historia de transformación.
“Entonces, ¿Dónde están los que te acusan? ¿ninguno te condenó? Ninguno, respondió la mujer. Ni yo te condeno, vete y no peques más”. Ellas lograron significar las palabras de Jesús como una invitación a la acción y el cambio para las participantes, por eso reconocen que los tres CFD para la mujer, en Palmar de Varela, Santo Tomás y Soledad, son el resultado de dos años leyendo el Evangelio y la vida con otros ojos, así como de su trabajo para construir un futuro más justo.
Investigadores: María Alejandra Alvarado, Víctor Martínez, S.J., Edgar Antonio López, Juan Alberto Casas, José Luis Meza, Daniel de Jesús Garavito y Gabriel Alfonso Suárez.
Consultoras: Ana Mendivelso y Johana Morales
Financiación: Pontificia Universidad Javeriana y Act – Iglesia Sueca