No por tener abundancia en ríos y costas sobre dos mares, Colombia es un país rico en agua. Es cierto que su posición privilegiada en una de las zonas más lluviosas del planeta, produce grandes y torrentosos ríos que corren a lo largo de la geografía. Además, de acuerdo con un estudio del Instituto Alexander von Humboldt publicado en 2015, más del 25% del territorio nacional está constituido por humedales. Esto parece ser consistente con que en los años en que el Fenómeno de la Niña es más fuerte, una parte importante del país sufre de inundaciones. Pero ¿toda esta agua está disponible para su uso por parte de las poblaciones?
La emergencia invernal que sucede cada cierto tiempo nos muestra el poder de los ríos que reclaman sus humedales. Tal es el caso reciente del río Atrato en el departamento del Chocó, que se llevó puentes y enseres de los pobladores en sus riberas. Estos fenómenos son recurrentes en una de las zonas más lluviosas del mundo: sobre cada metro de la superficie de este departamento, una columna de agua de más de siete metros de altura cae al año en forma de lluvia. Lo que parecería inverosímil es que los pobladores de estas zonas sufran por falta de agua, tanto, que hace unos años, fruto de unas semanas de sequía, fue necesario que la Fuerza Aérea Colombiana llevase agua desde Bogotá a Quibdó para suplir las necesidades básicas de la población. Debido a que en esta zona, generalmente llueve prácticamente todos los días, cada cual puede recoger el agua lluvia usando sistemas instalados en sus tejados. Pero claro, más de siete días sin un aguacero puede causar un serio desabastecimiento.
El concepto de riqueza tiene varias interpretaciones, pero se suele dar valor al agua en función de su uso. Es muy frecuente que en los primeros meses del año abunden las noticias de municipios que no tienen suficiente agua para la población. La discrepancia que existe entre la cantidad y la disponibilidad de agua para su uso, se explica principalmente por la estacionalidad de las lluvias. La estación seca define realmente cuánta agua queda disponible para el consumo y la agricultura. Cuando el agua que cae es menos que la que se evapora y la que usan las plantas, se habla de que existe un déficit y algún grado de aridez. De acuerdo con datos del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), la cuarta parte del país sufre de sequía, siendo las zonas más pobladas donde este déficit es mayor. Colombia, tal vez es un país muy rico en la variedad y cantidad de ecosistemas acuáticos, pero el agua disponible para el uso de la población es otro asunto.
Algunos de los escenarios del cambio climático sugieren que los períodos de lluvias serán mucho más húmedos, y la estación seca será más intensa. Las primeras proyecciones sobre los escenarios de dicho fenómeno fueron realizadas hace más de 20 años y el futuro se ha vuelto un presente en donde cada año el clima parece más extremo. Así, en términos de las necesidades de los colombianos, el país está más cerca de ser deficitario que rico en agua.
Bajo este panorama, es necesario afrontar con urgencia varios temas pendientes, como el desarrollo de la infraestructura que permita el aprovisionamiento básico de agua para toda la población, la gestión integral del recurso y la protección de los ecosistemas acuáticos. Algunos tenemos la percepción de que las décadas pasan en Colombia y no se avanza de manera efectiva en estos temas. Es cierto que la complejidad física, la variabilidad climática y la naturaleza anfibia del territorio requieren de una creatividad en el desarrollo de las obras que garantice agua de buena calidad en todas las regiones. No obstante, hoy en día existen en el mundo las tecnologías para afrontar las singularidades de nuestro territorio.
Es irónico que algunos países con menor cantidad de lluvia como Israel o España puedan garantizar una mejor cobertura del recurso. Por otro lado, cada día hay más evidencias de que el desarrollo económico solo puede ocurrir garantizando la sostenibilidad de los ecosistemas. No es un secreto que la mayor parte de las cuencas más importantes del país están sometidas a grandes afectaciones y que urge la restauración de muchas áreas y un manejo integral y sostenible de las mismas. Abordar y resolver todos estos problemas nos ayudará a pasar del mito de la riqueza a la realidad del déficit.
*Director del Departamento de Biología de la Facultad de Ciencias de la Universidad Javeriana. Investigador del Instituto Javeriano del Agua.
Esta columna de opinión es la primera entrega del especial que se suma a la conmemoración de los 50 años de la Facultad de Ciencias de la Pontificia Universidad Javeriana.