El 28 de abril inició el paro nacional en Colombia, un evento en el que muchos colombianos, cansados de las injusticias sociales, han salido a las calles a manifestar su inconformidad con el gobierno de turno. A pesar de que la mayoría de las protestas ha transcurrido de manera pacífica, también hemos presenciado todo tipo de vejámenes por parte de algunos miembros de la fuerza pública, que han actuado con sevicia; y por parte de los ‘vándalos’, quienes han aprovechado las manifestaciones legitimas para robar, destruir y atentar contra otros, víctimas humanas y no humanas.
En la protesta nacional que exige justicia y respeto por la vida, algunos han olvidado que este clamor también incluye a los animales no humanos. Desde hace varios días hemos presenciado de forma continua sucesos moralmente inadmisibles: animales atrapados en las vías del país sin alimento, agua o espacio para moverse, cientos de pollos abandonados por parte de empresas productoras para morir en las vías del Valle, y la terrorífica masacre en Agriporcicola Holanda, ubicada en la vía hacia Puerto Tejada, Cauca, en la que civiles ingresaron al criadero matando y cercenando a los cerdos que habitan allí para “conseguir” alimento.
De forma generalizada se considera que se puede disponer de estos animales a gusto por su etiqueta de “animales de producción”, pues se encuentran destinados al consumo humano y por ende carecen de consideración real.
Para el uso de estos animales existen unos mínimos de cuidado que deben ser respetados y que se ha denominado ‘bienestar animal’, una idea que busca evitar el sufrimiento “innecesario” y sacrificar “humanamente” a los animales que se usan. Claro está que lo ideal y más humano sería no usar animales y eliminar su sufrimiento en general, pero, mientras llegamos a ese punto, se espera que al menos su muerte sea rápida e indolora, no sean aterrorizados, ni abandonados a morir cuando dejan de ser “útiles”.
Desafortunadamente, en medio del paro nacional se ha visto cómo ni los mínimos de manejo de estos animales se respetaron cuando los intereses humanos se vieron amenazados.
Estar inmersos en una sociedad utilitarista ha hecho que midamos como “buenas” las acciones que beneficien a la mayoría ‘humana’, sin embargo, al hacer la suma de utilidades incluyendo a los animales, es claro que los fines no justifican los medios.
Como excusa ante estos hechos se ha hablado del desabastecimiento de alimento en algunas zonas del país producto de diferentes bloqueos en vías importantes. Sin embargo, lo anterior no justifica el abandono, la tortura ni el asesinato a sangre fría de los “animales de producción”. Estos actos, más que la desesperación ante la situación de desabastecimiento, muestra la poca o nula importancia que tienen los animales no humanos que están atrapados en la industria alimenticia.
El hecho de que estos animales vayan a morir para nuestro beneficio no excusa que sean tratados sin compasión. Muchos ciudadanos han perdido de vista que a pesar de que están etiquetados como “animales de producción, o “de consumo”, siguen siendo animales y, por lo tanto, merecen consideración.
En Colombia necesitamos reformar la cultura de abuso de los animales a una más empática y consciente, en donde se entienda que los animales hacen parte de la comunidad y cuando se levanta la voz por justicia y respeto para todos, también se habla por ellos.
* Sandra Rojas es profesora de la cátedra de Bioética y Animales del Instituto de Bioética de la Pontificia Universidad Javeriana y es miembro del Observatorio Animalista. Es filósofa con una maestría en Bioética.