Lo que inicialmente era solo un medio de transporte, hoy es un pilar fundamental de las comunidades del Pacífico colombiano. El cabotaje, esa forma de mover insumos, mercancía y pasajeros, ha determinado el desarrollo de las comunidades del litoral. Una investigación de las universidades Javeriana y del Pacífico destaca su importancia cultural, social y económica.
El ritmo de vida de los habitantes del Pacífico colombiano está marcado por su relación con el agua. Cuando la marea baja, es tiempo de reposo, de prepararse, de disponer y organizar el viaje; cuando la marea sube, es momento del movimiento, del desplazamiento, es el tiempo de la acción”. Así, el litoral comprende una región que abarca cuatro departamentos, que carece de vías terrestres y conexiones aéreas, y que se ha moldeado a una vida entre y a través del agua. Ya sea por el mar, los esteros o por una infinidad de ríos, esta región del Pacífico se ha conectado históricamente por el agua.

Por eso, para entender las relaciones que existen en esos canales de comunicación, interacción y articulación, una investigación conjunta entre la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad del Pacífico profundizó en cómo el transporte de estos pobladores se convirtió en una práctica de importancia cultural, económica y social.
Así, en medio de este paisaje marcada-mente acuático, circulan todo tipo de barcos costaneros de cabotaje, esa forma histórica de navegación que conecta dieciséis municipios a lo largo de mil trescientos kilómetros de costa. No son simples embarcaciones, son el medio de conexión de comunidades enteras, ‘los camio-nes’ que transportan lo esencial, ‘los buses’ que llevan a la gente de un lugar a otro. “Nuestra carretera es el mar y los esteros. Las lanchas y los barcos son los carros”, dice dice uno de los navegantes entrevistado en la investigación.
El cabotaje es lo que les permite a estas comunidades comprar desde una aguja hasta el material de construcción. “Es un sector que genera unos 2300 empleos directos y otros muchos indirectos, y que mueve la economía local. Pero, quizás lo más importante, es lo que sostiene la cultura”, explica Jefferson Jaramillo, sociólogo y profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Javeriana. Lo que durante años fue un medio de transporte usado dentro de los ciclos extractivos de madera, minerales o alimentos, hoy es asumido como una práctica de resistencia identitaria.
La historia del cabotaje también es la historia de cómo se ha producido socialmente el espacio acuático del Pacífico. Mucho antes de la llegada de los españoles, los nativos de estas tierras ya transportaban sus productos en balsas o canoas. “Las comunidades conocían de navegación y utilizaban embarcaciones pequeñas, como las piraguas o chalupas, para construir dinámicas de comercio, pero también para reconocer el espacio”, explica Érika Paola Parrado, profesora e investigadora del Departamento de Historia de la Universidad Javeriana.

Hoy, la región está atravesada por una diversidad de embarcaciones: pangas, cayuneras, potrillos, ibaburas, balandras, lanchas, metreras y, por supuesto, los barcos costaneros de cabotaje. Estos últimos pueden medir entre 24 y 35 metros de largo, y transportar hasta 100 pasajeros y 200 toneladas de carga.
“De aquí para allá son todos víveres para la alimentación de la gente. Todos los graneros de los pueblos se surten por los barcos”, dice el capitán de la región. En dirección contraria viajan la madera que aún se puede comercializar, el coco, el marisco empacado en tarros de icopor con hielo, todo moviéndose al ritmo de las mareas entre Buenaventura —el gran centro articulador— y municipios como Tumaco, Guapi, Iscuandé, El Charco, Satinga, hacia el sur; o Bahía Solano, Nuquí, Juradó, hacia el norte.
Esa capacidad de seguir navegando contra viento y marea, contra la violencia y el abandono, es quizás la verdadera esencia del cabotaje: no solo mover mercancías y personas, sino mantener viva una forma de habitar el territorio.
Una relación profunda
Siglos de práctica han generado no solo una conexión, sino un conocimiento profundo del agua por parte de las comunidades lo que ellos llaman la cultura mareña o mareñidad. En el litoral el ‘mareño’ es esa persona que tiene rela-ción íntima con el mar y con el río, que conoce las rutas por los esteros, la pesca y la dinámica y los flujos de los cuerpos de agua.
“No solo hay conocimiento sobre las tecnologías de los barcos y la navegación, sino también sobre la naturaleza, de las mareas, los vientos, las raíces de la vegetación en las orillas de los ríos. Eso condiciona y enriquece las nuevas prácticas”, explica Juana María Marín, investigadora del proyecto y decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la Javeriana.

Esta ‘mareñidad’ expresa una relación profunda con el entorno acuático. “Nosotros nacemos con ese chip de navegante. Uno se va enamorando del mar porque ahí hay todo lo que necesita uno para vivir. Mi mujer me dice que yo duermo mejor en un barco que en la misma casa. Soy de los ciegamente enamorados del mar desde muy pequeño hasta hoy”, dice otro armador de barcos del Pacífico entrevistado por los investigadores. “El cabotaje sigue siendo la forma de conexión y articulación entre comunidades del sur, el centro y el norte del Pacífico. Lleva gente, lleva comida, lleva insumos. Conecta a todos socioculturalmente en un espacio acuático”, asegura la profesora Parrado.
Cabotaje, entre el olvido y la esperanza
Aunque son siglos de tradición, el cabotaje todavía es una actividad abandonada por las instituciones estatales. “Don Gratiniano Torres, el capitán más longevo del gremio, murió el año pasado cerca de los noventa años, sin pensión ni garantías laborales mínimas, después de dedicarse al oficio desde los quince años”, cuenta la profesora de historia y agrega: “Las mujeres que cocinan en los barcos viven situaciones de precarización laboral. Los embarcaderos carecen de infraestructura básica, como bodegas para almacenar la carga, salas de espera con baños públicos, o cafeterías”, menciona Parrado.

Y, sin embargo, los barcos siguen zarpando y llevando los productos e insumos del día a día; siguen conectando comunidades que sin ellos quedarían a la deriva. Porque el cabotaje no es solo una actividad económica; es una práctica ‘lugarizada’, como afirman los investigadores, y que se caracteriza no solo por los intercambios comerciales sino, fundamentalmente, por las experiencias de vida cotidiana, los oficios que las constituyen, las memorias y las estelas trazadas por unas formas de vida diferentes y antiguas.
“Para mí, el mar y los ríos son todo en mi vida. Con mucha fuerza aún nos aferramos a vivir en ellos y de ellos, pese a todo lo que ha ocurrido”, dice un armador de barcos que hizo parte de la investigación. Esa capacidad de seguir navegando contra viento y marea, contra la violencia y el abandono, es quizás la verdadera esencia del cabotaje: no solo mover mercancías y personas, sino mantener viva una forma de habitar el territorio.
Es una resistencia frente a un desarrollo imaginado desde fuera de sus comunidades. Cada barco que zarpa lleva consigo no solo víveres, sino la certeza de que, mientras haya alguien dispuesto a gobernar una embarcación entre los esteros del Pacífico, estas comunidades seguirán existiendo.
Para leer más
Palacios Sinisterra, C. A., Parrado Pardo, E. P., & Jaramillo Marín, J. (2025). El cabotaje de barcos costaneros en el Pacífico colombiano: espacialidad acuática, práctica lugarizada y cultura mareña. En Lo común como horizonte : paz, resistencias y territorios en Colombia 265 (1a ed.). Clacso. https://biblioteca repositorio.clacso.edu.ar/bitstream/CLACSO/253249/1/Lo-comun-horizonte.pdf
TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN: El cabotaje en el Pacífico colombiano, reconstruyendo una práctica espacial, cultural y económica del transporte y la comunicación
INVESTIGADORA PRINCIPAL: Jefferson Jaramillo
COINVESTIGADORES: Wooldy Louidor, Érika Paola Parrado, Juana María Marín, Carlos Alberto Palacios, Julio César Paredes, Catalina Cervantes, Santiago González, Pedro Sarmiento, Nicolás Moscoso, Ángela María Jiménez, Wilson Rodríguez, Natalia Ordóñez, Íngrid Mercado, Federico Arenas.
Departamento de Sociología
Departamento de Historia y Geografía
Facultad de Ciencias Sociales
Instituto Pensar
Pontificia Universidad Javeriana
Universidad del Pacífico
PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2022-2025



