Las elecciones del pasado 13 de marzo fueron históricas para Colombia. Ese día se logró, por primera vez, que la participación de las mujeres en el Congreso de la República se acercara al 30 %. Una cifra que parece pequeña al no conseguir la paridad de género deseada, pero que al compararla con el 19,70 % alcanzado en 2018, representa un incremento cercano al 50 %.
En contraste con países como Estados Unidos, donde la primera congresista llegó al poder legislativo en 1916, Colombia lleva varias décadas de desventaja, pues la primera senadora fue la abogada y líder sufragista Esmeralda Arboleda, elegida en 1958. A ella se sumaron ocho mujeres que lograron un cupo en la Cámara de Representantes: las conservadoras Bertha Hernández, Isabel Val-Serra, Teresa Santamaría; y las liberales Anacarsis Cardona, Cecilia Lince, Alina Muñoz, Carmenza Rocha Castilla y María Paulina Nieto.
A partir del 20 de julio, 86 mujeres llegarán al Congreso: 32 para el Senado y 54 para la Cámara de Representantes. Por primera vez en la historia del país fue escogida una senadora indígena y una representante palenquera.
¿Cómo está Colombia en comparación con otros países?
Con ese 30 % de mujeres en el Congreso, Colombia supera el promedio global —que es de 26,1 %— y lo acerca al 33,9 % de la región de las Américas, según datos de la Unión Interparlamentaria (IPU, por sus siglas en inglés).
El camino hacia la paridad de género en el Congreso no ha sido fácil. En el año 2000 se intentó impulsar esta igualdad con la ley 581, que reglamentaba la participación de las mujeres en diferentes ramas y órganos del poder público. Sin embargo, en ese momento se declaró inconstitucional y no se pudo incorporar. No fue sino hasta 11 años después, en 2011, que llegó la Ley de Cuotas (1475) que obliga a las listas —donde se elijan cinco o más curules— a conformarse con al menos un 30 % de uno de los dos géneros con el fin de revertir situaciones de desigualdad y superar las barreras de acceso.
Estas demoras ocasionaron que Colombia fuera uno de los últimos países latinoamericanos en implementar normativas para aumentar la representación de las mujeres en el ámbito parlamentario. Argentina fue el primero (1991), seguido de México y Paraguay en 1996. Un año después lo harían Bolivia, Brasil, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Perú, República Dominicana y Venezuela. Hoy varios de ellos no solo cuentan con leyes de paridad de género sino con un marco normativo que sanciona el acoso y la violencia política. Un camino poco explorado por Colombia.
“Se está avanzando a paso lento, pero en los países en los que se ha aprobado la paridad y alternancia se ha incrementado la participación política de las mujeres”, le dijo a Pesquisa Javeriana la peruana Nadia Ramos, CEO del Centro de Liderazgo para Mujeres de las Américas, institución dedicada a la formación y capacitación en derechos políticos de las mujeres.
Mientras que en Europa, América del Norte y América Latina y el Caribe las mujeres ocupan más del 30 % de los escaños parlamentarios, en África del Norte, Asia Occidental y Oceanía representan menos del 17 %, y en los estados insulares del Pacífico, entre el 0 y el 6 %, según datos de la IPU.
Por este lento progreso, de acuerdo con ONU Mujeres, la paridad de género en los escenarios legislativos no se logrará antes de 2063 a nivel global.
“Nuestro sistema político siempre ha estado pensado en hombres, son ellos quienes han gobernado, pero es la primera vez que vemos un avance en las Américas en la presencia de las mujeres. Es importante que ambos bandos estén debatiendo y poniéndose de acuerdo para transformar la política de nuestros países. Necesitamos más ideas”, puntualiza Ramos.
¿A qué se debe la baja participación de las mujeres en política?
Para responder esta pregunta el DANE elaboró la Encuesta de Cultura Política (ECP, 2021), y el 44,2 % de las 35.805 personas consultadas aseguró que se debe al poco respaldo de partidos y movimientos políticos, el 32,5 % se lo atribuyó a la discriminación y el 17,8 % a la falta de confianza en ellas mismas.
Isabel Londoño, activista y directora de Politikonas, organización sin ánimo de lucro que promueve el liderazgo y la participación política de las mujeres, está de acuerdo con la mayoría de los encuestados. “He sido candidata al Congreso muchas veces y he visto cómo los partidos le ponen toda la fuerza a los hombres y a las mujeres no les dan dinero (o les dan menos recursos), no las llevan a los foros, no las invitan a los eventos, no les presentan líderes ni les comparten bases de datos. Les importa un rábano que las elijan en las listas y en la medida en que no les importa, no las apoyan”, enfatiza.
A esto, Liza Rodríguez, quien durante dosaños coordinó el equipo de la Consejería de Presidencia para la Equidad de la Mujer y que ahora adelanta un doctorado en Desarrollo Territorial en la Universidad de La Salle, le suma la educación. “Siento que a pesar de los avances liderados por las congresistas en el ejecutivo, hay falencias estructurales en la educación que recibimos las mujeres respecto a las posiciones de poder. En ese sentido, no me parece justo caerles encima y minimizar los esfuerzos”.
Rodríguez, quien también es administradora de empresas egresada de la Pontificia Universidad Javeriana, seccional Cali, continúa: “¿Cómo podemos esperar que todas las que lleguen al Senado y a la Cámara legislen a favor de nosotras si desde el colegio hemos estado en posiciones de desigualdad? Nunca nos dicen que podemos ser presidente, nos enseñan la historia a través de la voz de los hombres”.
A su vez, Ángela Fonseca, profesora de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Pontificia Universidad Javeriana, cree que “a medida que veamos más mujeres en la política cambiarán estos estereotipos y más querrán participar. Además, dado que las mujeres (de todos los niveles educativos y estratos) se ocupan del 76 % de las tareas de cuidado del hogar, tienen mucho menos tiempo disponible para dedicarse a la política y comenzar una carrera”.
Hablando específicamente de estas elecciones, Isabel Londoño critica el hecho de que la Corte Constitucional no hubiera aprobado oportunamente la Ley de Paridad porque, según ella, impidió otro 10 % de incremento en el número de las mujeres elegidas. Con esto se refiere al proyecto de reforma al Código Electoral —aprobado en diciembre de 2020 por el Senado— que establece que las listas donde se elijan cinco o más curules deben ser conformadas, como mínimo, por un 50 % de mujeres. “Faltó mucha incidencia ciudadana para apurar a la Corte, como sí ocurrió con la despenalización del aborto”, enfatiza, pues la entidad aún no se ha pronunciado sobre su entrada en vigencia.
La peruana Nadia Ramos agrega el hecho de que “a los partidos se les dice que deben incrementar la participación de las mujeres como mínimo en un 30 %, pero entienden ‘como máximo’. A veces ni cumplen ese requisito. Tiene que haber una ley hecha a detalle y sin ningún vacío legal para que funcione porque si no le dan otra interpretación”.
En el caso de Colombia, cuatro partidos políticos tuvieron listas en el Senado con participación femenina superior al 50 %: Estamos Listas, Movimiento Gente Nueva, Movimiento Unitario Metapolítico y Liberal. En la Cámara de Representantes, el único que superó el 50 % fue Mira. Así, las mujeres representaron el 39,8 % de los candidatos inscritos.
Sin embargo, luego de las votaciones el único partido que logró una lista paritaria en el Senado fue el Pacto Histórico con ocho mujeres electas de las 16 curules ganadas con base en los primeros conteos.
¿Del dicho a las urnas hay mucho trecho?
El 92,5 % de los hombres y el 94,6 % de las mujeres aseguran que votarían por una mujer, de acuerdo con la ECP del DANE. Sin embargo, la encuesta polimétrica realizada por Cifras y Conceptos en 2019 arrojó que aunque el 75 % de los encuestados estaría dispuesto a votar por mujeres en los próximos años, solo el 22 % lo ha hecho.
Esto podría explicar el por qué, a pesar de que por cada 10 candidatos que querían llegar al Congreso en 2022 cuatro eran mujeres, la tasa de éxito de estas resultó menor. También, puede ser la razón por la que al movimiento feminista Estamos Listas no le alcanzaron los votos para llegar al Senado, pues solo obtuvo 108.000.
“El feminismo asusta”, asegura Liza Rodríguez, quien realizó su tesis de doctorado sobre el aporte de los mecanismos institucionales de género en la participación política de la mujer. “Que Estamos Listas se hubiera mostrado abiertamente como un movimiento feminista a pesar de que Colombia no lo acepta, hace muy complicado posicionarse. Tenemos que hacer un ejercicio de resignificación de lo que es ser una mujer feminista”, agrega.
¿Más mujeres equivale a una mayor representación?
¿Es necesario que las congresistas electas tengan agendas feministas para que las mujeres se sientan representadas? Ninguna de las fuentes consultadas lo cree.
“Hay representación de mujeres de todas las posiciones ideológicas, sobre todo de izquierda y centroizquierda. Las mujeres tienen preferencias muy diversas, no son un bloque unificado, así que incrementar su participación así no sean todas feministas es positivo”, explica la docente javeriana Ángela Fonseca.
La directora de Politikonas agrega que es imposible pedir una bancada feminista cuando Colombia no lo es. “No hay ni un millón de mujeres feministas en el país. Nosotros nos hacemos una cantidad de películas de que este es un país moderno y revolucionario, pero no, es conservador”.
Rodríguez, por su parte, indica que estas elecciones le dejaron un “sinsabor” debido a que la mayoría de las mujeres entraron por listas cerradas. “Así no podemos saber si los colombianos realmente votaron por aquellas a las que consideran líderes importantes y si, efectivamente, Colombia está apoyando cada vez más la equidad”.
De todas maneras, para la docente Fonseca las listas cerradas no cambian lo positivo que resulta que 86 mujeres se posesionen este 20 de julio. “Estas listas pueden ayudar a fortalecer los partidos políticos y les brindan la oportunidad a algunas de ser elegidas”.
Agrega que ver más mujeres en el Congreso es enriquecedor por donde se mire. “Se convierten en un ejemplo que puede motivar a otras a ser candidatas y permite que en las niñas y jóvenes cambie la imagen de que la política es solo de hombres”, dice.
En ese sentido, Nadia Ramos espera que no solamente tengan una presencia simbólica en el Congreso, sino que su liderazgo permita que se impulsen leyes que le faltan a Colombia, para que así se deje de lado el tema de las cuotas y se implemente una normativa que garantice la paridad.
El principal interés de las investigadoras y activistas consultadas es que trabajen juntas más allá del tinte político. “No quiere decir que se unan para legislar en temas complejos como el aborto, la eutanasia o la adopción de parejas del mismo sexo, porque es difícil y definitivamente las ideologías son diferentes, pero sí que busquen temas que nos impacten a todas las mujeres y nos lleven como sociedad a disminuir las desigualdades, como por ejemplo tener una brecha salarial del 12 %”, explica Liza Rodríguez.
Así, la invitación que le hacen a las mujeres que llegarán al Capitolio es que trabajen en una agenda legislativa coherente con las necesidades del país. Que se fomente el liderazgo femenino desde los colegios y las universidades para que así ese conocimiento que siempre ha estado en las manos de los hombres, sobre cómo se hace política, llegue también a las mujeres.
“Si en los próximos comicios volvemos a tener un incremento del 50 % quiere decir que alcanzaremos una participación del 45 %. Eso significaría que en dos elecciones lograríamos lo que a otros países les ha tomado 20 años. No nos podemos descuidar”, concluye Londoño.