Los bogotanos amanecieron el 7 de mayo con la noticia del derribamiento de la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada (fundador de Bogotá), que estaba ubicada en una plazoleta frente a la Universidad Rosario. “Es un acto de justicia espiritual organizado por las mujeres originarias y mestizas del Movimiento de Autoridades Indígenas de Colombia AICO”, argumentó Didier Chirimuscay líder de la comunidad misak.
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Pueblo misak derrumba estatua de jimenez de quesada en Bogotá pic.twitter.com/DUmwMvwXxw— Ariel Ávila (@ArielAnaliza) May 7, 2021
El pasado 28 de abril, primer día del paro nacional que aún continúa, manifestantes derribaron la estatua de Sebastián de Belalcázar en la ciudad de Cali. Al igual que meses atrás en Popayán, esta acción fue realizada por un grupo de indígenas de la comunidad misak, nasa y pijao.
El año pasado, luego del asesinato de George Floyd que impulsó el movimiento Black Lives Matter en diferentes partes del mundo, cayeron estatuas como la de Cristóbal Colón o el Rey Leopoldo II en países como Estados Unidos, y la del esclavista Edward Colston en Reino Unido.
Una práctica histórica
Comprender que este fenómeno cultural hace parte de nuestra historia permite ver qué acontecimientos, como la caída de estatuas de dictadores como Sadam Hussein (2003), o del muro de Berlín (1989) y hasta del edificio Reichstag (1933), también implicaron la destrucción de monumentos. En Afganistán (2001), se destruyeron los gigantescos Budas de Bamiyan con más de mil años de antigüedad.
“La vandalización es una realidad polisémica llena de preguntas, enfoques y diferentes perspectivas por todo lo que implica físicamente, legalmente, simbólicamente, socialmente y estéticamente”, enfatiza María Isabel Tello, directora del Instituto Carlos Arbeláez Camacho, ICAC, de la Javeriana.
Este es un fenómeno social que implica la destrucción del patrimonio cultural; bienes comunes que en la mayoría de los casos están ubicados en el espacio público. Para el caso específico de los monumentos, conocidos como Bienes de Interés Cultural (BIC), ‘vandalizar’ tiene varias implicaciones de acuerdo con los diferentes ámbitos de valoración del patrimonio.

Es decir, para aquel “que considera el patrimonio como un objeto terminado que representa la historia institucional y oficial, vandalizar es producto de un acto delincuencial porque transgrede la ley”, analiza Tello, arquitecta restauradora.
Desde esta visión, el vandalismo es penalizado por el Código Nacional de Policía con una acción reparatoria y una multa de 16 salarios mínimos.
Otro ámbito de valoración del patrimonio que determina el concepto de ‘vandalizar’, se ve reflejado en el individuo que en nombre de su fe o de su gusto estético, colecciona partes o pedazos de un monumento. Asimismo, la vandalización como acción comunicativa implicaría una valoración desde los antivalores, que el que ‘vandaliza’ quiere deponer.
“Desde el punto de vista de la gestión pública de la conservación, y derivado de ello del manejo, la sostenibilidad y la ejecución de recursos para el cumplimiento de sus objetivos, el asunto es un claro problema. Una restauración puede llegar a implicar la inversión de cientos o miles de millones de pesos, dependiendo de la magnitud de la obra y del daño que se le haya causado”, complementa la arquitecta Tello.
¿Por qué conservamos ciertos monumentos?
Pero también existe la mirada de quien se pregunta si realmente lo que conservamos representa lo que mejor representa nuestra historia. Este puede ser el caso de la reivindicación de la comunidad misak respecto al imaginario histórico alrededor de Sebastián de Belalcázar.
Desde la mirada de la historia institucional, Belalcázar es el fundador de las ciudades Asunción de Popayán y Santiago de Cali. Desde la mirada de las comunidades indígenas misak, nasa y pijao es un genocida que los despojó de sus tierras.
En este caso, la noción de delito o acto delictivo se nubla en medio de las narrativas y los relatos de la comunidad indígena. La experta en patrimonio plantea como reflexión que “es tan simbólico el objeto monumental conservado, como el acto de su vandalización”
Según Tello, la historia ya no puede ser contada solo por los grandes hechos históricos. “Hasta el siglo XX empezamos a pensar que había una arquitectura contextual no monumental, que también debía ser valorada y conservada, puesto que también se constituye en testimonio de la historia de nuestros grupos humanos”.
Así, cada caso de vandalización de un BIC es distinto y se hace necesario analizar el contexto en el que sucede cada uno: ¿cuáles son los móviles?, ¿qué tradición representa el monumento?, ¿cuál es la coherencia de que esté o no en ese lugar?, ¿cuáles serían las implicaciones de mantenerlo o reubicarlo?, ¿qué comunica el monumento y qué su vandalización?, ¿cómo ponemos en dialogo los dos relatos?, ¿dónde comienza y termina el vandalismo y la manifestanción social?
En ?#SeñalDeLaMañana le preguntamos a Didier Chirimuscay, líder de la comunidad indígena misak, la razón por la cual derribaron la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada, ubicada en la plazoleta de la Universidad del Rosario. Esto nos dijo ⬇ pic.twitter.com/CAKpPQecYY
— Canal Institucional (@InstitucionalTV) May 7, 2021
“Yo sí creo que se deben buscar consensos. Se deben poner en diálogo las dos necesidades; es tan necesario conservar y mantener en buen estado el patrimonio, como necesario darles la posibilidad a los individuos de expresarse, sobre lienzos que se sobreponen”. Para la arquitecta, esos consensos deben llevar a construir una conciencia histórica diferente.
La directora del ICAC concluye que, adicional a la motivación de comunicar que moviliza a los grupos sociales al acto vandálico, el rol que, tanto el monumento como el acto en sí mismo, cumplen al tener como escenario el espacio público, es necesario leerlos desde lo que para la sociedad de hoy implica la noción de lo público.
Nos encontramos en el décimo día de un paro nacional opacado por la violencia. Ante la pregunta de si iban a seguir vandalizando monumentos, Didier Chirimuscay, líder de la comunidad misak, respondió: “No podemos pasar por alto los símbolos de la desmemoria. Esta responsabilidad no es solo del pueblo misak, es de todo el pueblo colombiano a contar la historia que es”.
¿Será posible alcanzar el consenso donde sea posible construir en colectivo esa nueva conciencia histórica que propone la profesora Tello, sin destruir esos monumentos de la desmemoria histórica a los que se refiere el líder misak?
1 comentario
Según la filosofía de Chirimuscay, pronto comenzarán a derribar los colegios fundados por españoles , asi como todos los templos, casas, barrios y poblaciones que se identifiquen con ese estilo. La historia y sus símbolos hay que respetarlos. Lo que hacen es vandalismo que las autoridades no deben permitir.