Desde niño, Bryann Esteban Avendaño Uribe supo que quería comprender el mundo y que las visitas a zonas rurales durante las vacaciones con sus papás no eran en vano. A sus ocho años, la inquietud por responder ciertas preguntas —como por qué las plantas son verdes o qué define el tono de voz de una persona— fue motivo suficiente para soñar con ser un científico destacado, capaz de transformar la historia de la investigación en Colombia.
Este biólogo y ecólogo de 27 años, egresado de la Pontificia Universidad Javeriana, fue becario del Programa de Liderazgo en Competitividad Global de la Universidad de Georgetown, en Washington D.C. (EE.UU.); ha trabajado en modelos de gestión participativa con campesinos, indígenas y afrodescendientes; y ha liderado estrategias de educación STEM (science, technology, engineering and mathematics).
Fue en el voluntariado Misión País Colombia, en una visita a San Martín de Amacayacu, en el Amazonas colombiano, donde tuvo una experiencia reveladora que lo llevó a estudiar paralelamente biología y ecología. “Yo estaba caminando con un curaca —líder indígena de la comunidad tikuna— y durante el recorrido arranqué un pedazo de liquen de un árbol para observarlo. Su mirada me lo dijo todo, fue una mirada diciente, me habló sin palabras”, recuerda este apasionado de los libros de ciencia ficción y del estudio de los hongos.
Entre 2011 y 2012, Avendaño participó en la investigación “Manejo integrado del cultivo de la guadua”, liderada por la Facultad de Ciencias de la Pontificia Universidad Javeriana, en asocio con algunas entidades públicas, en la cual llevó a cabo su proyecto de grado. La inquietud por seguir indagando lo llevó, en 2013, a convertirse en joven investigador de Colciencias, como parte del Semillero de Investigación Agricultura Biológica, de la misma institución.
Pero su vida tomó un nuevo rumbo en 2014 cuando empezó a trabajar con consejos comunitarios de colectividades negras del alto y medio Dagua y del bajo Calima, en zona rural de Buenaventura, en un proyecto marco de la Unión Europea sobre gobernanza y gestión comunitaria de recursos naturales en América Latina, en alianza con la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Javeriana.
Fueron casi dos años de investigación. Allí conoció la diferencia cultural entre un refrigerio con papas y gaseosa, al estilo evento de Bogotá, y uno con sancocho ‘trifásico’, al estilo del Pacífico; aprendió que, para acercarse a la realidad de un pueblo, no basta con visitarlo sino que es necesario sumergirse en él; y confirmó que su vida como científico no debía estar en un laboratorio sino en campo, con las comunidades. Y en las aulas, con los jóvenes.
Por eso, desde 2016, Bryann trabaja como docente de la Asociación Alianza Educativa, en Usme, como parte del programa Enseña por Colombia, y encontró la combinación perfecta entre ciencia y educación en el proyecto Clubes de Ciencia Colombia, iniciativa que lleva científicos nacionales e internacionales a zonas rurales para expandir la educación científica de niños y jóvenes.
Escalar al aire libre es su hobby. Reconoce que este deporte es una metáfora de su vida, porque cada cima que ha alcanzado es fruto de su disciplina, persistencia y liderazgo, y que el sacerdote jesuita Francisco de Roux y el matemático Antanas Mockus son sus modelos de vida y quienes lo han motivado a participar en la construcción de la política de creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Colombia, junto con otros investigadores, asesorando a los senadores que la proponen.
Este joven no solo lleva en su maletín una bata de laboratorio, sino una agenda llena con bocetos de la ruta que debe seguir para escalar el monte más alto, su misión de vida: “Mejorar las condiciones para que los científicos puedan hacer ciencia en Colombia e inspirar a las futuras generaciones de investigadores a través de la educación de alta calidad”.