Una de las imágenes más poderosas en la memoria colectiva colombiana es la fotografía tomada por Frank Fournier el 16 de noviembre de 1985. En ella se muestra a Omayra Sánchez, una niña de 13 años a las puertas de la muerte que agonizó durante tres días, atrapada entre los escombros de lo que había sido su pueblo, Armero, ante la mirada impotente de los cuerpos de socorro que no tenían el equipo necesario para salvarla. A través de los medios de comunicación, el país entero la acompañó en sus horas finales. Su trágico destino se convirtió en el símbolo del dolor nacional ocasionado por el desastre natural que arrasó el 96% del territorio del pueblo tolimense y mató a más de 23.000 de sus habitantes.
El caso de Omayra presenta los medios de comunicación como actores que pueden cumplir fines contradictorios. Por un lado, ellos dieron a conocer y visibilizaron su historia, conectaron al país con la tragedia de Armero. Pero, por otro lado, ayudaron a crear una cortina de humo en torno a las responsabilidades políticas del gobierno de Belisario Betancur por su respuesta a la toma del Palacio de Justicia por parte del M-19, ocurrida a principios del mes de noviembre de 1985.
Esa doble función de los medios de comunicación, además de la paradoja que entraña hacer visible el dolor de una tragedia hasta el punto de volverlo invisible, es uno de los puntos que más discute la investigación emprendida en 2014 por Patricia Bernal y Claudia Pilar García, de los grupos Comunicación, Medios y Cultura, de la Facultad de Comunicación y Lenguaje, y Filosofía del Dolor, de la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana.
“El dolor tiene una dimensión cultural, no solo fisiológica. Está atado al concepto de sufrimiento”, dice Patricia Bernal, una artista que desde sus estudios de Maestría en Comunicación ha querido entender la manera de abordar el dolor a lo largo del siglo XX, una inquietud que continuó estudiando en su tesis doctoral, esta vez desde el punto de vista de la filosofía. El interés es compartido por la coinvestigadora y magíster en Comunicación, Claudia Pilar García, quien se ocupa de la configuración de los acontecimientos sociales a partir de las representaciones y narrativas mediáticas. En el estudio de las construcciones culturales del dolor participaron también Luis Fernando Cardona, del Grupo de Investigación sobre Filosofía del Dolor, y Javier Moscoso, historiador y filósofo del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de Madrid, España, ambos como asesores metodológicos del proyecto. Este mosaico de investigadores y asesores refleja claramente el espíritu interdisciplinario que caracteriza el acercamiento al problema.
García y Bernal preparan la edición del libro que ofrece respuestas a varias de las preguntas que guían esta investigación: ¿Cómo se narra el dolor?, ¿cómo es representado en los medios de comunicación nacionales?, ¿cómo un dolor propio e individual se convierte en un dolor colectivo a través de los medios de comunicación?
El dolor, como unidad de análisis, se aborda mediante cinco categorías: representaciones sociales y culturales; la experiencia del dolor; la interpretación que se le da en la relación, interacción y apropiación simbólica; las narrativas mediáticas, y la invisibilidad del dolor. La primera de ellas se materializa al hacer de la noticia un espectáculo, hasta el punto de banalizarla y convertirla en algo vacío. La experiencia del dolor incluye las manifestaciones individuales y colectivas del dolor, sin olvidar la apropiación política y cultural del mismo. La interpretación del dolor es hecha por el observador de la noticia presentada como espectáculo; tanto las personas que son víctimas directas del dolor como aquellas que son testigos de este a través de los medios de comunicación están sujetas a la interpretación del dolor que los medios presentan. Finalmente, la naturaleza del dolor tiene algo de inefable, algo que no pueden contar las narrativas utilizadas por los medios de comunicación. En su intento vano de comunicar algo que no se puede contar, estos medios se quedan en la superficie y terminan banalizando el dolor experimentado por las víctimas.
Las investigadoras analizaron alrededor de 1.300 noticias y 500 fotografías publicadas por los periódicos El Tiempo y El Espectador entre el 13 y el 23 de noviembre de 1985, no solamente sobre la tragedia de Armero, sino además sobre otros hechos centrales, como la toma del Palacio de Justicia por el M-19, los partidos de fútbol y el Reinado Nacional de Belleza en Cartagena, eventos paralelos que fueron claves para contextualizar este acontecimiento.
“Lo que se hace con el dolor, desde el punto de vista de su construcción mediática, es que se nombran las tragedias, los dramas humanos, pero al hacerlo se vacían de contenido”, afirma García, quien comenta que en abril pasado, cuando se socializaron los primeros resultados en la conferencia Armero: 30 años después: duelo y memoria, tanto científicos sociales como sobrevivientes, familiares de desaparecidos, socorristas y ciudadanos recordaron todo aquello que no pasó por los medios. En síntesis, antes que un cubrimiento, hubo “un encubrimiento de procesos políticos. Lo que tapa Armero es Armero mismo”, revela García.
Pero ¿cuál es la razón que impide a los colombianos apropiarse de su continuo dolor y empezar la fase del duelo? Según la investigación, una de las razones es la distancia entre los sucesos que producen el dolor colectivo y la manera como estos son apropiados por la gente. Esta distancia es generada por los medios de comunicación, que crean un acontecimiento diferente al sucedido, hasta el punto de saturar al público e invisibilizar el suceso original.
En aquello que fue una tragedia natural se encontraron todo tipo de connotaciones políticas y sociales, pero en el fondo, significó “gobernar una tragedia”. Eventos posteriores, como las volquetas cargadas de arena que taparon la salida a la superficie de los cuerpos, consecuencia de la emergencia sanitaria, la inexistente sistematización de nombres de las víctimas o las historias de vida de las familias afectadas por la desaparición o muerte de los suyos, prácticamente no recibieron la atención de los medios de comunicación, según las investigadoras.
Escoger la tragedia de Armero como unidad de observación no significa que sea la tragedia nacional de mayor impacto de los últimos años, ni tampoco que sea la más documentada, explican. Quizás una de las pocas características que realmente la distingue sea la de ser una tragedia de origen natural, aunque claramente permeada por debates políticos en torno a la falta de gestión del gobierno para prevenir los resultados de la catástrofe, así como a la poca eficiencia en el manejo de la crisis y de su utilización como cortina de humo.
Nuestro país, sin embargo, es un terreno fértil para el dolor. Para García y Bernal, Colombia vive de manera permanente en este estado, en gran parte generado por la violencia y el conflicto político y social. Incluso, afirman que una de las razones que hacen difícil superar esa espiral es que el país no ha asumido en realidad su dolor, y sin hacerlo es imposible comenzar el proceso de duelo que eventualmente termine en una verdadera reconciliación. Esta tesis resulta de una sorprendente actualidad en un momento en que el gobierno nacional se encuentra en negociaciones de paz con la guerrilla de las FARC, cuando muchos hablan de las acciones que deberían marcar la entrada del país en un marco de posconflicto.
Precisamente, otra de las aspiraciones de la investigación es posicionar el discurso académico y contribuir de manera directa con la realidad del postacuerdo, proponiendo asimilar el dolor colectivo al visibilizar las víctimas e iniciar un proceso de duelo que conduzca a una verdadera reconciliación, al intentar comprender lo invisible del dolor, que pareciera inefable aún cuando se nombra.
Para saber más:
- » Bernal, P. y García, C. P. (2015). La experiencia del dolor: una perspectiva antropológica y filosófica. Ponencia para el XVI Congreso Internacional de Filosofía Latinoamericana. Bogota: Universidad Santo Tomás.
- » Bernal, P. y García, C. P. (2015). Lo in-visible en los relatos mediáticos. Ponencia para el VIII Seminario Regional ALAIC. Córdoba, Argentina: Universidad Nacional de Córdoba
- » Bernal, P. y García, C. P. (s. f.). La narrativa del dolor: una construcción cultural. (Manuscrito en proceso de edición.)