Junto con el entusiasmo colectivo del Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010, nos llegan los mensajes del Bicentenario. Van apareciendo logos oficiales y publicaciones que de manera insistente nos lo recuerdan: hace 200 años nos independizamos de España, hay que recordarlo, hay que hablar de eso, hay que celebrarlo.
La Pontificia Universidad Javeriana no es ajena ni indiferente ante este fervor patriota, tan ambiguo y manipulable. Participa en él con ojo y perspectiva crítica, es decir, como institución universitaria, como casa que recibe y produce saber, conocimiento y visión del mundo. La verdad es que efemérides como esta, en las que muchos ofrecen respuestas y teorías, representan ocasiones privilegiadas para hacer preguntas, algunas de ellas proféticamente impertinentes, pero que van respaldadas por el saber acumulado a través de los años.
Algunos enfoques filosóficos del Bicentenario tienden a presentar estos hechos históricos como entidades independientes, ya suficientemente estudiadas y de las cuales ya sabemos todo lo que de ellas se podía saber. Enfoque equivocado que desconoce el carácter irremediablemente hermenéutico del conocimiento histórico, y ello sin necesidad de compartir el relativismo ontológico de Nietzsche, según el cual no existen hechos sino sólo interpretaciones. Lo cierto es que la única manera de tomarse en serio el conocimiento histórico es bajo el supuesto de que este es el producto nunca acabado de la conjunción de dos elementos necesariamente relacionados entre sí: por un lado la rigurosa y estricta investigación documental, y por otro la interpretación de los mismos desde la pregunta que da origen y sentido a la investigación en curso. Al igual que todo conocimiento auténtico, la investigación e interpretación de la historia germina desde una pregunta que no puede ser soslayada y que constituye un horizonte imprescindible desde el cual se nutre todo proceso cognitivo.
En ese sentido, cabe entender que la celebración del Bicentenario nos hace mirar al pasado. Y si lo hacemos con ojo crítico es porque, muy seguramente, nos interesa el presente y el futuro. Si nos hace considerar los procesos históricos sociales, es porque, como sociedad, nos reconocemos en permanente proceso constructivo.
El Bicentenario de nuestra independencia política se enmarca en el proceso de construcción de nuestra libertad, proceso que no ha terminado y que esperamos y confiamos en que nunca se dará por concluido. La libertad es, al fin y al cabo, el tema de fondo de estas celebraciones patrióticas, y es también el tema que nos convoca hoy como nación y como individuos. Porque queremos seguir construyendo libertad para todos, y porque sabemos que esta construcción pasa por lo político pero no se detiene allí, por eso mismo nos interesa recordar, investigar y celebrar el Bicentenario.