Aunque los roedores urbanos, en su mayoría Rattus rattus y Rattus norvegicus, se encuentran entre las especies urbanas más prolíficas del mundo, aún no se tiene una comprensión completa y unificada de su ecología.
En los medios de comunicación se menciona el problema de sobrepoblación de roedores urbanos en múltiples ciudades del mundo, empero, es importante reconocer que la sobrepoblación se presenta cuando una población excede la capacidad de carga de su nicho ecológico, definida principalmente por la cantidad de alimento, agua y refugio.
La gestación de los roedores es de aproximadamente tres semanas. En ambientes favorables como los urbanos, pueden reproducirse durante todo el año y tener hasta cinco camadas, es decir hasta cuarenta crías anuales.
Estas crías alcanzan la edad reproductiva a los tres meses de edad, lo que podría significar que de una única madre y sus crías se podrían originar alrededor de mil individuos en un solo año.
La maduración y reproducción rápidas demuestran por qué las poblaciones de roedores pueden salirse de control rápidamente si el ambiente es favorable, como el urbano, aún más si se considera que una hembra puede vivir hasta cinco años.
Si bien son evidentes los efectos negativos de los roedores en los ecosistemas urbanos (daños estructurales, contaminación de alimentos, propagación de agentes patógenos) todavía no asumimos que el crecimiento de la población de roedores es un problema complejo que debe solucionarse a partir del estudio de la ecología, biología y la identificación y priorización de los determinantes que permiten su subsistencia.
Así, el uso de rodenticidas parece no ser una alternativa estratégica, no solo porque provoca la muerte por mecanismos cruentos como inhibiendo sistemas de coagulación sanguínea (generando muerte después de días de hemorragias internas) o bloqueando la enzima colinesterasa (generando calambres musculares y falla respiratoria hasta durante un día), sino porque su efecto es insignificante en una población tan bien establecida, no reduciendo su número lo suficiente como para lograr un control eficaz.
Además, puede causar intoxicaciones y muerte de aves, perros, gatos, humanos y demás fauna urbana que se encuentra con estas sustancias en espacios públicos.
En este sentido, provocar la muerte de centenas de roedores urbanos solo refleja nuestro desconocimiento de su biología y nuestra subestimación de su capacidad para recuperar rápidamente su población.
Alternativas para controlar los roedores urbanos
Es importante resaltar que frente a presiones ambientales como la falta de alimento (residuos orgánicos), agua o refugio, los roedores limitan su reproducción, autocontrolando así el número de crías y consecuentemente disminuyendo el número de individuos a mediano plazo.
Este escenario nos permite inferir que el enfoque para manejar las poblaciones de roedores urbanos consiste en controlar las condiciones ambientales que favorecen su reproducción (principalmente presencia de residuos orgánicos), en lugar de malgastar recursos públicos en el intento de eliminarlos por otros mecanismos más agresivos.
De esta forma, se lograrán ganancias incrementales en la salud humana a largo plazo, reduciendo la capacidad de carga de las ciudades, por ejemplo, a través del adecuado manejo de residuos orgánicos en zonas residenciales y gastronómicas, y dejando que los roedores por sí mismos ajusten el tamaño de su población a la cantidad de recursos o residuos que les facilitemos y dejemos a disposición.