Cuando pensamos en el ciclismo, el recuerdo nos remonta a las décadas de los 80 y 90. Aquella fue una época de valor y esfuerzo, en la que los ciclistas colombianos se armaron de coraje y tomaron la decisión de migrar a otros países. Su objetivo era ser reconocidos y representar a una nación que soñaba con ver a sus “escarabajos” competir y ganar en las exigentes tierras europeas. Esta migración forjó la época dorada del ciclismo, pero ¿qué nos trajo este deporte aparte de los trofeos?
Si bien la bicicleta es una alternativa práctica como medio de transporte, también trae beneficios para la salud. Estas tres dimensiones de la relación de los colombianos con la bicicleta no tienen por qué estar separadas. La pasión por el ciclismo como elemento de la identidad nacional, su utilización como alternativa de movilidad urbana y su impacto en el bienestar de los usuarios, son algunas de las aristas que investiga el profesor Marlucio de Souza Martins de la Facultad de Educación de la Pontificia Universidad Javeriana.
Doctor en Psicología, su investigación es una reflexión de cómo la práctica del ciclismo va más allá de lo deportivo. Desde una perspectiva biopsicosocial estudia cuáles son los efectos de esta práctica en la salud física, el equilibrio emocional y la interacción comunitaria. El ciclismo, así, es más que “montar bici”.
El impacto biológico: cuerpo, salud y movimiento
Como el mismo profesor lo explica, “la práctica del ciclismo es un poderoso estimulante de los sistemas corporales que funcionan de manera coordinada”. El pedaleo constante y rítmico activa los sistemas cardiovascular y respiratorio de forma efectiva. Esta activación no solo mejora la capacidad aeróbica y la eficiencia pulmonar, sino que optimiza el flujo sanguíneo y ayuda a mantener la salud de los vasos.
Además, el ciclismo continuo mejora la coordinación motriz, impulsa un mejor equilibrio y aumenta la conciencia postural, ayudando a prevenir lesiones y a mejorar la calidad de vida. La acción motriz del pedaleo genera el desarrollo de la capacidad física y mejora el cuerpo. Fortalece los principales grupos musculares de las piernas (cuádriceps, isquiotibiales y gemelos) de manera segura, sin impactar agresivamente las articulaciones, lo que lo hace ideal para personas de todas las edades.
El uso de la bicicleta sea para competir, recrearse o moverse, promueve un estilo de vida activo. Esto es esencial para combatir el sedentarismo y prevenir enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) como la hipertensión, la diabetes tipo 2 y el riesgo cardiovascular.
“A nivel neurobiológico, el impacto del ciclismo es muy importante. La actividad física que implica el pedaleo induce la producción de hormonas del bienestar, como la serotonina, la dopamina y las endorfinas”, explica. Esta liberación hormonal se traduce en una sensación de placer, euforia y satisfacción personal, que funciona como un reductor del estrés y la ansiedad. Concentrarse en la ruta y en la cadencia también ayuda a la mente a descansar de las preocupaciones diarias. El ciclismo se convierte en una herramienta esencial para la salud preventiva.

Dimensión psicológica: resiliencia y conexión interior
El ciclismo es un catalizador para el desarrollo de aspectos emocionales y cognitivos clave. Entre ellos se encuentran la resiliencia y la autovaloración, fundamentales para el crecimiento personal. Enfrentar los retos de las rutas, sobre todo en la geografía montañosa colombiana que exige superar ascensos difíciles, es un ejercicio de disciplina mental. Las subidas, la gestión de la fatiga y el logro constante de metas alimentan un fuerte sentido de logro. Ese constante “yo puedo”.
Además de la autoconfianza, el pedaleo continuo y rítmico facilita la introspección y permite una conexión más cercana con el entorno. Esta cadencia, que a menudo es relajante, genera un estado de atención plena en movimiento, dando un respiro de las presiones de la vida diaria. Esta experiencia contribuye al bienestar mental y emocional.
Para muchos colombianos, la bicicleta es un medio de catarsis y una herramienta para manejar las emociones. El esfuerzo físico en la bicicleta es un reflejo de la fortaleza psicológica, mostrando la tenacidad y la disciplina que distingue tanto a los ciclistas de élite como a los recreativos. La carretera se convierte en un espacio para procesar los desafíos. El ciclismo, en este sentido, nos ayuda a reflejar la fortaleza psicológica que caracteriza a quienes lo practican.

El componente social: identidad, cultura y sostenibilidad
En el plano social, el ciclismo tiene un significado profundo y es una base sólida de la identidad nacional. Como precisa el profesor De Souza, “los triunfos internacionales de figuras icónicas como Lucho Herrera, Efraín ‘Zipa’ Forero en sus inicios, y más recientemente Nairo Quintana, Egan Bernal, Mariana Pajón y Diana Peñuela, han alimentado el imaginario colectivo, convirtiendo a la bicicleta en un símbolo de orgullo, esfuerzo y pertenencia nacional”.
Cada victoria se siente como un triunfo del país, y la imagen del ciclista ascendiendo está grabada en la cultura. Este símbolo va más allá de las élites urbanas, ya que el ciclismo se ha integrado en la vida diaria de ciudades y pueblos. Esta integración ha unido valores esenciales de convivencia social, como la solidaridad en el grupo, el respeto por el espacio compartido y la aceptación de diferentes tipos de practicantes.
El fenómeno de las ciclovías dominicales en varias ciudades, donde se cierran avenidas al tráfico, convierte temporalmente la ciudad en un lugar de recreación y encuentro comunitario. Además, “su uso creciente como medio de transporte refleja una transformación social y ambiental, al consolidarse como una alternativa práctica, saludable y ecológica”, comenta De Souza, destacando que el ciclista urbano es un agente de cambio que busca ciudades más habitables.
En este sentido, la bicicleta trasciende la función deportiva para consolidarse como un fuerte símbolo de identidad y de movilidad sostenible, desafiando el predominio del vehículo particular. La inversión en infraestructura ciclista es vista como un avance y una forma de promover un desarrollo urbano más consciente y justo.
En resumen, el ciclismo colombiano es mucho más que un deporte; es una expresión integral del desarrollo humano, donde el cuerpo, la mente y la sociedad se unen. Como reitera Marlucio de Souza Martins al final de su análisis, “el ciclismo colombiano no puede entenderse únicamente como un deporte de alto rendimiento, sino como una expresión que hace parte del desarrollo humano integral”.
De allí que De Souza esté desarrollando un nuevo proyecto de investigación enfocado en conocer a fondo la comunidad de bici-usuarios de la Javeriana. A través de encuestas, entrevistas y otros instrumentos, busca caracterizar a esta población, identificando, por ejemplo, las diferencias en el uso de bicicleta entre distintas unidades de la universidad, así como las diferencias en las experiencias que tienen estos usuarios dependiendo de variables como el género o el tiempo de sus trayectos.
En suma, el ciclismo no es solo una práctica que fortalece la salud física. Es más, incluso, que una alternativa de movilidad sostenible a los combustibles fósiles. Es una herramienta que estimula la madurez emocional, fomenta la resiliencia psicológica y consolida una identidad colectiva.



