Alguna vez ha pensado qué se pierde cuando una lengua desaparece? Más que un conjunto de palabras ―“ajiaco”, “vallenato”, por ejemplo―, se extingue una forma de comprender y habitar el mundo; se desvanece un sistema completo de conocimiento. Estos procesos suelen estar marcados por largas y profundas violencias, como ocurrió con comunidades indígenas de La Chorrera, una región del Amazonas, entre los ríos Igaraparaná y Caraparaná, donde habitan los Pueblos de Centro —uitoto, bora, muinane y okaina—. Allí, la palabra y las lenguas tradicionales fueron silenciadas por los internados religiosos, las heridas de la época del caucho y la intransigencia de una modernidad que solo hablaba en español.
Ese silencio al que han sido sometidos estos pueblos busca transformarse gracias a la alianza entre la Pontificia Universidad Javeriana y la Asociación Zonal Indígena de Cabildos y Autoridades Tradicionales de la Chorrera (Azicatch). Son diversos los trabajos desarrollados por estas dos entidades, entre ellos, “Amanecer la palabra”, una investigación+creación que intenta devolver al territorio el sonido de sus lenguas a través de la creación de la canastofonía, un archivo sonoro ecofeminista tejido por las abuelas sabedoras de ese territorio.
“Hablamos del canasto de la abundancia y del canasto del dolor, que debemos abrir para sanar y armonizar. Sus tejidos representan el entrelazamiento de nuestros conocimientos y la unión que nos permite conservar lo que somos”.
María Kuiru
Del despojo al reencuentro de la palabra
A finales del siglo XIX y comienzos del XX, la llamada fiebre del caucho marcó profundamente la historia de la región amazónica, incluyendo la porción correspondiente a Colombia. La colonización y las caucherías explotaron, desplazaron y silenciaron a los habitantes de esos territorios. Más tarde, las misiones religiosas reforzaron ese despojo, tal como lo asegura Maria Kuiru, sabedora local e integrante del proyecto como coinvestigadora: “Éramos vistos como salvajes, como si no tuviéramos alma. Nos imponían distintos castigos y, por miedo, muchos dejaron de hablar su idioma”.
“Hablamos del canasto de la abundancia y del canasto del dolor, que debemos abrir para sanar y armonizar. Sus tejidos representan el entrelazamiento de nuestros conocimientos y la unión que nos permite conservar lo que somos”.

conocimiento y portadoras del poder de la palabra.
Ese temor, heredado de generación en generación, fue lo que las investigadoras identificaron como un proceso de vergüenza lingüística, es decir, una forma de violencia simbólica que llevó a muchas mujeres a no enseñar su lengua materna a las nuevas generaciones. “Es un despojo lingüístico, porque es una manera de arrebatar eso que es tan importante: que te puedas comunicar con tus hijos e hijas”, explica Sindy Moya, investigadora del Departamento de Estudios del Lenguaje de la Universidad Javeriana y líder de “Amanecer la palabra”.
De esa búsqueda por sanar la memoria y continuar el trabajo con las comunidades indígenas nació, en 2020, el proyecto “Endulzar la palabra”, que contó con el acompañamiento de los departamentos de Comunicación, Estudios del Lenguaje, Ciencia Política, Psicología e Historia y Geografía. En este proceso, los líderes de los Pueblos del Centro orientaron el trabajo hacia la revalorización de sus lenguas y la reconstrucción de su historia desde sus propias epistemologías. De ese primer encuentro brotó la necesidad de continuar con un enfoque centrado en las mujeres, en la transmisión del conocimiento y en la fuerza de la palabra. Así, en 2023, tomó forma “Amanecer la palabra”, con inspiración ecofeminista y decolonial.
Estos términos tienen un profundo significado para esas comunidades: “Endulzar la palabra´ viene desde el origen, cuando se nos entregó la yuca dulce, símbolo del poder de la mujer indígena, que se nos dio para armonizar la guerra, apaciguar lo que está en desarmonía y curar. ´Amanecer la palabra` es hacer realidad lo que proyectamos como comunidad, llevar a buen término nuestros sueños y trabajos colectivos”, afirma Maria Kuiru.
En el más reciente proyecto, las mujeres contaron con un papel central, pues son ellas quienes sostienen las prácticas del cuidado, la crianza y el tejido, y son sus cantos y arrullos los que guardan las memorias más antiguas. Esas melodías, nacidas para dormir, acompañar y sanar, fueron también los primeros refugios de la lengua cuando hablarla en público era prohibido. Recuperarlos significó reconocer la voz de las abuelas como depositarias del conocimiento y como portadoras del poder de la palabra. La investigadora Moya lo describe así: “Desenmudecer esos cantos que permanecen en la memoria de las abuelas es como volver al cuerpo, volver al calor del hogar, ese que sientes cuando hablas tu lengua”.

Tejiendo el canasto de la abundancia
Para las comunidades de La Chorrera, el canasto es más que un objeto cotidiano, “es un artefacto tradicional que usamos en nuestros trabajos diarios en la selva. También, es una metáfora: hablamos del canasto de la abundancia y del canasto del dolor, que debemos abrir para sanar y armonizar. En él recolectamos frutas, semillas y bejucos hasta llenarlo de vida. Sus tejidos representan el entrelazamiento de nuestros conocimientos y la unión que nos permite conservar lo que somos”, revela Maria Kuiru
Inspirada en esta metáfora, se propone una investigación+creación que teje un canasto sonoro para resguardar voces, cantos y palabras vivas en las comunidades, uniendo la indagación académica con la creación, donde la escucha, el diálogo y la experimentación sonora se vuelven conocimiento. Las abuelas y las investigadoras, al reconocer en el tejido un acto de memoria y cuidado, la llamaron: canastofonía. “Es una canasta que comprende todos estos saberes que no son solamente las lenguas, sino también los sonidos del territorio, los saberes femeninos de cuidado”, afirma Moya.
Esta idea tomó forma como un dispositivo pedagógico y tecnológico cocreado desde la escucha y el diálogo con las comunidades. Pensada para responder a las condiciones del territorio — es decir, accesible en escuelas y malokas, sin conexión a internet y con materiales elaborados por las sabedoras—, involucró a coinvestigadoras locales en todas las etapas del proyecto.
Su versión digital reúne 24 cantos en cuatro lenguas, 97 palabras habladas, ilustraciones de las abuelas, metadatos sobre las sabedoras y los cantos, espectrogramas y fotografías del territorio. Los recorridos por los ríos Igaraparaná y Caraparaná permitieron grabar y validar, en talleres intergeneracionales, un archivo autónomo que descoloniza la memoria y reivindica lo oral, lo femenino y lo ecológico.
¿Qué se pierde cuando desaparece una lengua?
Hoy, cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por su acrónimo en inglés), advierte que una de cada cuatro lenguas indígenas latinoamericanas está en riesgo de desaparecer, resulta inevitable preguntarse qué se pierde como humanidad cuando una lengua se extingue. “La idea es fortalecer nuestra lengua materna, porque sin ella dejamos de existir. En ella reconocemos la selva, realizamos curaciones y bailes que armonizan la vida y el ambiente. Todo nuestro conocimiento tradicional depende de mantenerla viva. Hoy muchos jóvenes ya no la hablan, y eso pone en riesgo la pervivencia de los pueblos y el equilibrio de los bosques amazónicos”, sentencia Maria Kuiru.
La canastofonía es fruto de una investigación interdisciplinaria entre lingüística, comunicación, ciencias de la información y arte. Gracias al convenio renovado entre Azicatch y la Universidad Javeriana, y al apoyo de la convocatoria 020 de “Apoyo a la transferencia de contenidos creativos y culturales” de la Vicerrectoría de Investigación, el proyecto desarrollará una aplicación móvil que ampliará su alcance más allá de las escuelas, lo que permitirá que toda la comunidad escuche, aprenda y teja por medio de sus lenguas.
Con su belleza artesanal y su fuerza política, este canasto de sonidos seguirá creciendo y entrelazando voces, saberes y territorios para que las lenguas amazónicas sigan endulzando y amaneciendo.
Para leer más: Cartofonía: https://cartofonia-amanecer-la-palabra.tiddlyhost.com/
El proyecto “Endulzar la palabra”: https://endulzarlapalabra.wordpress.com/inicio/.
TÍTULO DE LA INVESTIGACIÓN: Amanecer la palabra: acciones de recuperación y fortalecimiento de las lenguas y culturas de los Pueblos de Centro: uitoto, okaina, bora y muinane
INVESTIGADOR PRINCIPAL: Deyanira Sindy Moya Chaves
COINVESTIGADORES: Carlos Andrés Barreneche Jurado, Myriam Nathalia Lamprea Abril, Offray Vladimir Luna Cárdenas, Maria Kuiru (coinvestigadora local) SABEDORAS: Jesusa López Imis y Julia Chaigua Ugeche, del pueblo bora, María Goretty Kutdu y Leonor Manaideke, del pueblo uitoto, Chela Elena Umire del pueblo muinane, y María Margarita Neikase del pueblo okaina
APOYO TÉCNICO: Paula Fernanda Martínez Pulido ILUSTRACIONES: Vera Fonseca Departamento de Estudios del Lenguaje Departamento de Comunicación Departamento de Ciencia de la Información Facultad de Comunicación y Lenguaje Pontificia Universidad Javeriana PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2023 – 2024



