Esta nota titulada “El agua está herida en La Mojana” fue publicada en la edición 5 de Pesquisa Javeriana (enero de 2008), y se reproduce tal como circuló originalmente.
Una admirable obra de ingeniería hidráulica precolombina trazada a lo largo y ancho de más de medio millón de hectáreas en los valles de los ríos Sinú y San Jorge, da cuenta de una civilización próspera, rica y sostenible. Su gigantesca red de canales, camellones y diques estructurados en forma perpendicular al torrente fluvial, permiten aprovechar las corrientes anuales y lograr la fertilización de las tierras.
La antigua cultura indígena zenú que habitó la zona forjó un notable sistema social y económico, versátil para combinar actividades productivas alrededor de la pesca, la caza y la agricultura, y artísticas en cerámica, alfarería y orfebrería que, sin lugar a dudas, hacen parte del más rico patrimonio expresivo de Colombia.
Llaman la atención los rasgos de esta cultura anfibia: relaciones sociales y culturales basadas en la confianza, la solidaridad y el desarrollo de formas armónicas de contacto con el medio ambiente y de uso de los recursos naturales.
¿Qué trajo consigo el curso de la historia para encontrar hoy, en esos mismos fértiles valles, un panorama de violencia, desplazamiento y presión sobre la propiedad de la tierra en áreas de alto interés económico?, ¿por qué la degradación de los suelos, la sedimentación de los ríos y de las ciénagas?, ¿por qué el detrimento de la calidad y disponibilidad del agua potable, los cambios severos en las características de los humedales y la pérdida paulatina de la biodiversidad en la flora y en la fauna?
La voz de Pablo Flórez, el poeta del Sinú, lo describe de otra manera con su música: “Mis campos eran sanos, no estaban manchados. […] La luna está roja será porque sufre, como ave en congoja, se sube, se sube. Al oír cómo suenan, las metralletas, al inocente condenan y nadie protesta. Lloran las madres y nadie protesta, los ranchos están solos y nadie protesta, no suenan tambores, temen por sus vidas, hay luto hay temores, la cumbia está herida”.
La mojana: un enclave estratégico
Precisamente en el estudio y el análisis del curso de la historia están muchas de las claves para aproximarse a las respuestas.
Tres investigadores colombianos del Departamento de Desarrollo Rural y Regional de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Pontificia Universidad Javeriana aportan a la comprensión de los complejos fenómenos que vive este territorio con su trabajo “Los cambios institucionales y el conflicto ambiental en La Mojana: un análisis desde la historia económica y la ecología política”, financiado por la Vicerrectoría Académica de la Universidad.
Luís Alfredo Muñoz, César Enrique Ortiz y Manuel Enrique Pérez encontraron en la metodología del Análisis Histórico Institucional Comparativo y Adaptativo un acercamiento valioso a la esencia de los conflictos sociales y ambientales. Optaron, también, por una mirada desde la ecología política para ofrecer un ángulo que contribuye a entender, según su perspectiva, “las causas estructurales del deterioro del medio biofísico y de las transformaciones de las instituciones que históricamente han demostrado fallas en las reglas de uso y conservación de los recursos sociales y naturales de la región”.
La investigación, que se desarrolló en 2004, contó con el acompañamiento de pobladores de cuatro municipios de la zona y de organizaciones comunitarias como la Asociación de Productores de la Ciénaga Grande de Lorica (Asprosig), que agrupa a campesinos, pescadores e indígenas de la cuenca baja del Sinú, y la Corporación para el Desarrollo Sostenible de La Mojana y el San Jorge (Corpomojana) en la región de San Marcos.
Los profesores, tal como lo narró Manuel Enrique Pérez a Pesquisa, se adentraron en cinco periodos históricos –prehispánico, conquista, colonia, república y siglo XX– con dos premisas.
La primera: “cada período representa sistemas institucionales que se consolidan temporalmente y revelan conflictos que actúan como dinamizadores del cambio”. Y, la segunda, “una débil comprensión de los orígenes, naturaleza y formas de manifestación de los conflictos genera hitos de transformación negativa que conducen al debilitamiento de las solidaridades colectivas en la sociedad rural y a la consolidación de factores de desintegración territorial y social”.
El análisis comparativo les permitió reconocer cómo la mayoría de los habitantes rurales se encuentra atrapada en un equilibrio donde las estructuras de tenencia de la tierra y las relaciones productivas son gobernadas por un sistema de instituciones e incentivos que dificulta el cambio hacia un modo de propiedad socialmente más eficiente.
Transformar los conflictos en La mojana
El estudio es un recorrido rico en datos y organización de documentos e investigaciones, lleno de cruces y enlaces para entender qué significa este enclave estratégico de la geografía colombiana y, cuál es, en esencia, la dimensión del conflicto ambiental del territorio que acoge una de las cuencas con mayor biodiversidad en el mundo por interrelacionar páramos, bosques húmedos, bosques secos, ciénagas y manglares.
En el paso por la época prehispánica se enfatiza en cómo y quiénes poblaron las tierras, cuáles fueron los usos del suelo, cómo se dio la regulación del sistema hídrico y cuál fue el modelo de desarrollo –donde es contundente el uso y aprovechamiento sostenible del agua–. Una verdadera lección para quienes habitamos hoy la tierra.
La conquista española representa violentas rupturas en la organización social prehispánica y la implantación de instituciones orientadas a ejercer un fuerte control territorial y “a garantizar la provisión de alimentos para las poblaciones blancas, tributos para la Corona y flujo comercial significativo”, explica Pérez.
Detrás de ella, y en su tránsito hacia la república, vinieron formas de corrupción, nuevos usos de la tierra, incursión de la ganadería extensiva, migraciones, desarrollo agroindustrial y relaciones de dominio que favorecen la obtención de rentas especulativas y profundizan el desequilibrio distributivo. La investigación logra un análisis minucioso del comportamiento institucional y devela el curso de los conflictos que empezaron a echar raíces en este período.
Ortiz, Pérez y Muñoz hacen una larga estación en el siglo XX, y nos enfrentan a la vertiginosa expansión y profundización de los problemas ambientales. De los impactos del Canal de Morrohermoso nos llevan a los de la represa de Urrá; y de los articulados con la violencia política y la concentración de la tierra a los derivados de la construcción de macroproyectos viales, portuarios, agroindustriales y acuícolas. Aquí muestran y explican el peso de un modelo de explotación que privilegia la rentabilidad del capital sobre la naturaleza.
El panorama, dicen, es desalentador: los conflictos tienden a agudizarse y afectan gravemente a las comunidades más vulnerables. Su llamado es al Estado y a sus políticas públicas para que “actúen mancomunadamente con los actores del territorio en el proceso de creación de una plataforma social para la transformación positiva de los conflictos y el incremento del bienestar de los pobladores del antiguo territorio zenú”.
Consideran que un nuevo pacto ético y político, basado en el conocimiento de la historia, las fallas institucionales y los efectos ambientales de la guerra, puede empezar a modificar un escenario amargo en cuyo centro está el deterioro y la pérdida del recurso vital del agua. Un indígena emberá lo explica llanamente: “nos oponemos al desarrollo ciego porque tenemos claro que un desarrollo sin alternativas y que no piensa en la gente, no sirve”.
Si no se actúa, seremos presas del Bracamonte, que con sus bramidos y baladros terroríficos hará correr a las gentes y a los animales lejos de sus ríos. Y la luna seguirá roja porque sufre.