El primero de octubre de 2025 se despidió una de las figuras mundiales más entrañables de la ciencia. La etóloga y primatóloga Jane Goodall, de 91 años, falleció por causas naturales durante una gira de conferencias alrededor de Estados Unidos. Los detalles de su fallecimiento hablan de una vida que nunca detuvo su lucha por el bienestar del otro, ya fuera humano o no humano.
Goodall sacudió los cimientos de la biología con sus hallazgos, que pusieron en tela de juicio la mismísima definición de lo humano. Desde los 26 años se dedicó a estudiar a los primates. Fue impulsada por el paleontólogo y antropólogo Louis Leakey, que en 1960 le encomendó la misión de estudiar a los chimpancés del Parque Nacional Gombe Stream, en Tanzania, algo nunca antes hecho.
Allí registró, por primera vez en la historia de la ciencia occidental, el uso de herramientas por parte de animales no humanos. “Estaba caminando por la selva cuando descubrí una figura encorvada en el pasto junto a una colonia de termitas. Era un chimpancé y tenía en sus manos una pequeña rama de un arbusto”, recuerda en su libro Mis treinta años con los chimpancés de Gombe. “Le estaba quitando las hojas y cuando el palito quedó desnudo, lo introdujo en el nido, lo sacó a los pocos segundos, lleno de termitas, y se las comió. Yo estaba paralizada. Sabía que lo que ese chimpancé acababa de hacer era considerado entonces como algo totalmente imposible”.

A partir de ese momento, no dejó de registrar conductas que hasta entonces se consideraban exclusivamente humanas, como la comunicación mediante sonidos y gestos físicos —incluidos los besos—. También identificó expresiones de violencia inquietantemente similares a las nuestras, como la guerra civil de los chimpancés de Gombe: un conflicto de cuatro años en el que dos grupos de primates se enfrentaron con estrategias definidas, secuestros y asesinatos sistemáticos.
Quizá no sabríamos tanto de Goodall si hubiera permanecido toda su vida en la selva, como ella misma deseaba. Sin embargo, al comprender que los paraísos naturales del planeta estaban en riesgo, decidió alzar su voz como activista. Defendió causas como los derechos de los animales, la conservación de la biodiversidad y la paz, entre muchas otras. Su compromiso fue tan firme que no se detuvo ni siquiera en sus últimos días.
Pesquisa Javeriana le rinde homenaje a esta mujer excepcional a través de las voces de quienes vieron sus vidas transformadas por ella. Este es un abanico de aprendizajes del legado de Goodall.
Una lección de humildad
Sebastián Restrepo, ecólogo, director de la carrera de Ecología de la Pontificia Universidad Javeriana.
“Jane Goodall fue una persona excepcional que tuvo, desde mi perspectiva, una influencia muy grande en lo que entendemos por ecología. En su trabajo como primatóloga pudo desentrañar muchas de las redes de interacción que establecen los primates con su entorno. Y, además de eso, basada en su experiencia, pudo reflexionar sobre el papel que tienen los seres humanos en esa intrincada red de relaciones que configuran la vida.
Fue muy especial porque en ese ejercicio nos ayudó a entender que tenemos un lugar muy especial, pero también muy relativo, de superioridad respecto a otras especies que tienen comportamientos sociales, interactúan, se comunican de manera afectiva y cuidan. La cercanía de Goodall con los primates al final sirvió como una línea base para poder entender que somos una partecita más y que debemos ser humildes y compasivos.

Tal vez nosotros como ecólogos tenemos mucho que agradecerle a Jane Goodall por ampliar esa comprensión de lo que representa lo humano en un contexto planetario que, además, está en crisis. Uno de los llamados interesantes de Goodall era a reconocer que somos importantes, pero que no somos hiperinteligentes, como creemos que lo somos. Si lo fuéramos, seguramente cooperaríamos, tomaríamos mejores decisiones colectivas respecto a la realidad de la que hacemos parte.
La apuesta de Goodall fue conservar la vida y reconocernos como parte de ella.”
Una gran historia
Eduardo Merino Gouffray, artista visual, profesor javeriano y creador del podcast ¡Ay, humanidad!
“Jane Goodall nos dio una gran historia. Creo que lo más valioso de escucharla contar sus experiencias, compartir las dudas que tuvo, hacia dónde la llevaron y las observaciones que hizo, más allá de que fueran relevantes o no, es una historia temeraria y de inspiración.
Es el ejemplo de una persona, que gracias a que siguió sus intuiciones, tuvo persistencia. Además, gracias a la observación y a una enorme empatía logró ver y preguntarse por cosas que, tal vez, no nos habíamos preguntado antes. Luego tuvo la audacia y valentía de compartir esas observaciones, esas historias y ese relato.

Creo que la gran lección que me deja todo su legado —su trabajo, sus charlas, los libros y demás— es la historia de lo que ocurre cuando unas preguntas o intuiciones nos llevan a descubrir cosas que, en apariencia, parecen simples, pero que, al formularlas correctamente, también nos confrontan con nuestra propia humanidad y con la manera en que nos percibimos frente al resto del mundo.
Una de las dudas que sembró en mí fue, sobre todo, preguntarme qué otras cosas aún no hemos tenido la audacia y la valentía de ver, y que todavía requieren que ampliemos nuestra empatía y abramos más la mirada hacia el mundo para poder descubrir precisamente esas cosas que nos confrontan.”
Lo que antes no era sentido común
Juanita Urdinola, estudiante de ecología e ilustradora.
“Me parece impresionante que mucha información que ahora creemos que es sentido común, lo es gracias a que ella lo descubrió. Hoy volví a ver el documental Jane (de Brett Morgen) con mi mamá, y ella me decía que muchas cosas eran obvias y no pude evitar pensar en que son obvias gracias a que ella tuvo el cuidado y la atención de observar.
También me parece muy impresionante que ella no haya tenido formación universitaria, porque, contradictoriamente, volvió a los inicios de la ciencia, es decir, a la pura observación. Se atrevió a seguir sus instintos. Creo que eso es algo que admiro mucho de ella y que me parece fascinante en su método de estudio. Ella fue capaz de mirar un animal a los ojos y ver que allá adentro tenía que haber razón y sentimientos.

Ella nos mostró que es muy importante romper muchas de las reglas que nos enseñan y así se volvió una de las bases de la investigación. Para mí es fundamental considerarlo en mi formación como científica o como investigadora.
Ella descubrió a través de la observación, de la conexión sensible con sus emociones, que es algo que la ciencia dura y rígida te intenta retirar, te intenta convencer de que es erróneo. Por el contrario, en la carrera de ecología he recibido la invitación de hablar con las personas, escuchar a la naturaleza, tener mucha humildad. Ella trajo eso a la ciencia: la humildad de siempre poder ver más allá.”
La Valentía de Jane Goodall
Ana Lucía Arbaíza Bayona, psicóloga experta en comportamiento animal y en especial en los vínculos madre-cría.
“Jane Goodall, yo creo que es el referente de muchos cuando uno piensa en investigación de campo con primates. Fue mi referente, uno de mis primeros ídolos y me influenció para seguir su ejemplo de valentía y curiosidad.
Creo que la primatología tiene sus raíces en el trabajo que hacen las tres mujeres que empezaron a seguir grandes simios (Jane Goodall, Dian Fossey y Birutė Galdikas). Ellas sentaron las bases de los métodos que se siguieron por muchas décadas en primatología.
Básicamente un método de seguimiento y familiarización de los animales, de identificación a partir de características físicas, de recolección de información basada en etogramas que describen una lista de conductas de manera muy precisa y sistemática. Una de las cosas bonitas del trabajo de ellas es que empiezan a usar sus ojos para identificar a cada animal, cuando antes esto se creía imposible. Esto se sigue haciendo hoy en día. Ellas son las primeras que lo implementan en campo de una manera tan salvaje. Estas técnicas fueron perfeccionadas, pero son las pioneras.
Ella descubre que los chimpancés pueden manejar herramientas, que tienen una relación mamá-cría que dura muchos años, como en el caso de los humanos. Se organizan socialmente de la misma manera que los humanos. Tienen grupos que se separan y fusionan durante el día, y es lo mismo que hacemos los humanos ¿no?, todos podemos pertenecer a la misma casa, pero cada uno va y hace sus cosas.
No me imagino la valentía que debió tener. Yo he tenido experiencias asustadoras con monos que no son ni la mitad de grandes, ni la mitad de agresivos que los chimpancés.
Es una de las grandes figuras del comportamiento animal. Es una pena que haya llegado el momento de su partida.”.
Una rareza
Pablo Correa, periodista científico y director de la Maestría en Periodismo Científico de la Pontificia Universidad Javeriana.
“Personajes como Jane Goodall son muy excepcionales, sobre todo en la ciencia. Es muy poco común que alguien por su carisma, por su trabajo se convierta en una figura global. Ella tenía eso.
Cuando uno piensa en ciencia, piensa en Stephen Hawking. En temas ambientales ella era una figura capaz de llevar un mensaje a todo el planeta. Yo creo que eso fue algo muy significativo de ella.
Sobre todo, quizás un mensaje de empatía en un mundo que se desvanece, en un mundo de crisis ambiental, en un mundo de desastres, en un mundo de miedo, en un mundo apocalíptico, que es que es finalmente lo que nos ha pasado en estas décadas, viene esta mujer que aprendió a entender a otra especie.

No me sorprende que su trabajo haya comenzado con una gran empatía, incluso por otra especie, por los chimpancés. Desde ahí construye un mensaje de advertencia sobre la crisis ambiental, pero, al mismo tiempo, de amor y empatía. Yo creo que eso fue lo que la convirtió en una figura global.
Alguien que pueda jugar ese rol y, sobre todo, alguien con unos valores auténticos, me parece crucial. Porque justamente, compartir problemas globales como la crisis ambiental y sus soluciones, así como tener una visión que unifica y que es capaz de llevar ese mensaje a distintos lugares, es donde residía el valor de Goodall.”
La ciencia necesita tiempo
Julián Álvarez Romero, estudiante de ecología y biología en la Javeriana.
“Una cosa que es clave para mí, así como para muchos investigadores, es la ciencia lenta. Vivimos en un mundo cambiante que nos obliga a publicar más cosas en menos tiempo.
La etología tiene algo muy bonito: la inmersión en un mundo del que no entendemos nada, o que entendemos desde ojos humanos, que son muy ingenuos al pensar en muchos aspectos. Esa inmersión requiere tiempo y no puede responder a las presiones de publicar cosas rápido.”

Lo primate en lo humano
Karen Corredor, psicóloga, investigadora y periodista científica.
“Una primera cosa importante que hace esta mujer es recabar suficiente evidencia de cosas que antes que estaban solo en la noción de lo humano. Por ejemplo, pensar en el uso de herramientas, en enseñarle al otro, en dinámicas sociales y grupales que se consideran humanas.
Desde mi perspectiva, es des-antropocentrizar la mirada del comportamiento que puede tener la psicología, así como muchas otras disciplinas.
Lo importante es quitar esa lógica de que los primates humanos somos muy especiales. En su lugar, Goodall nos enseña a hablar de que el comportamiento funciona más en orden de magnitud y de complejidad de ciertas ramas conductuales, no de que seamos sustancialmente diferentes a otras especies.”
El trajecito del Only
Mariana Díaz Sanjuán, estudiante de Ecología y Biología y periodista científica.
La noticia de la muerte de Goodall dejó mi mente en una suspensión muy dulce. “A veces creemos que hay personas eternas” leí en algún post en su conmemoración. Es verdad. Goodall tenía 91 años, pero ninguno estaba preparado para su muerte.
Hacer este homenaje a Goodall no se sintió como una investigación, sino como estar todos reunidos alrededor de una fogata, cerrando un capítulo, no solo de la humanidad, sino de nuestras propias vidas. Las palabras a veces se quedan cortas en expresar lo que realmente sentimos, pero quiero que el lector sepa que detrás de cada entrevista transcrita hubo sonrisas, llanto y silencio.
Supongo que llegó mi turno para hablar en el círculo de la palabra. Me pregunto qué más podré añadir a lo que ya han dicho todas estas voces. No es demasiado, pero anoche, cuando la recordaba a través del lente Hugo Van Lawick, documentalista y ex-esposo de Goodall, solo podía pensar en un recuerdo de mi infancia. Se los voy a contar.
Debía tener diez años cuando mis padres organizaron un viaje a Villa de Leyva, Boyacá. En ese entonces quería ser paleontóloga y la emoción de visitar ese lugar, famoso por sus fósiles, no me dejaba dormir en la noche.
En mi cabeza, una exploradora solo podía vestirse de una forma: una camisa de cuello y botones, de tela ligera y con las mangas remangadas; unos shorts del mismo material, y botas. Todo color caqui. Esta imagen no es coincidencia. Mi tía bióloga me había regalado algunos ejemplares de la revista National Geographic donde aparecía Goodall con ese mismo atuendo.

El paso lógico, entonces, era buscar el conjunto de camisa y shorts caqui antes de irme a desenterrar fósiles en Villa de Leyva. Mi mamá, como siempre, me siguió la cuerda y me llevó al Only, ese clásico almacén bogotano, en donde encontramos con cierta facilidad lo que buscábamos. Así que el día en que emprendimos el viaje tenía puesto ese traje para mi expedición; y estoy segura de que no me lo quité en toda la semana.
Cabe decir que mi pala y balde plásticos no fueron suficientes para desenterrar fósil alguno. Pero ese no es el punto de la historia. Lo importante es que, así, con el trajecito caqui de Goodall, una niña de diez años soñaba que cada hueco que cavaba en la tierra albergaba los más fascinantes descubrimientos. Soñaba que la aventura valía la pena.
Hoy, trece años después, lloro mientras escribo estas palabras porque sin mujeres como Goodall, tal vez hubiese sido mucho más difícil que las mujeres que nos dedicamos a estudiar la vida en la tierra pudiéramos soñar con hacerlo. Ella nos inculcó ese sueño desde el amor, la fascinación y la curiosidad. Ahora sé que si alguna de esas emociones falta, es hora de reajustar el rumbo.
Este luto es tan dulce como Goodall. Se siente sereno, como la llama de una vela encendida en medio de las costillas. Gracias, Jane, por recordarnos que esa llama es indestructible.
En memoria de Jane Goodall.