Uno de los temas de controversia y debate, a nivel social y cultural, que más se ha desarrollado en las últimas décadas es sin duda el de género. La academia, como un espacio social de aprendizaje, no escapa (ni debería escapar) a estas discusiones.
En la Pontificia Universidad Javeriana, sede Bogotá, el 39 % de los docentes son mujeres, y entre los estudiantes alcanzan a ser el 56 %. De los 18 decanos de facultad, 6 son mujeres. Entre 2010 y 2020 las profesoras titulares la posición más alta en docencia pasaron de 21 a 50.
Y si bien ellas representan el 27 % de los investigadores, lideraron el 54 % de los proyectos de investigación, de investigación-creación, innovación, creación artística y universidad-empresa desarrollados durante 2021.
María Adelaida Farah, actual decana de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales y recién nombrada vicerrectora de Extensión y Relaciones Interinstitucionales de la Javeriana cargo que ocupará a partir de enero de 2022, presentó estos datos durante su discurso de inauguración como presidenta del XVI Congreso La investigación, en la Pontificia Universidad Javeriana, que tuvo lugar del 11 al 14 de septiembre de 2021.
Video de la inauguración del XVI Congreso La investigación en la Pontificia Universidad Javeriana:
Pero su intervención no se quedó en los números: también problematizó en términos cualitativos los procesos de producción en investigación, las razones de desigualdades de género, las consecuencias que estas traen y las diversidades de género, que incluyen la población LGBTIQ+ y la que se considera no binaria.
Todo esto, según ella, porque uno de los retos en Colombia es realizar esfuerzos persistentes, consistentes y rigurosos para desarrollar equidades y justicias de género desde la educación, la investigación, la creación y la innovación.
Este discurso generó conversaciones, en lo virtual y en lo presencial, por ser presentado en uno de los eventos académicos más importantes de la Universidad y por su abordaje con argumentos sólidos y contundentes.
PESQUISA JAVERIANA entrevistó a Farah para profundizar sobre la mirada transversal del género en la vida académica e investigativa.
¿Cómo lograr cambios en temas de género si a muchas personas no les interesa o les produce resistencia hablar de estos temas? María Adelaida Farah
Para que exista diálogo hay que hablar con las personas resistentes a estos temas, preguntar y entender por qué les molesta, qué reacción les genera. Y hablarlo tranquilamente no es fácil. Puede ser que en esa conversación se esté en absoluto desacuerdo, pero hay que hacerlo. Si uno quiere hacer transformaciones hay que entender al otro.
Es común escuchar: “Es que estos son temas de feministas radicales, que solo generan peleas”. Entonces, si entiendo que eso es lo que genera resistencias, hay que trabajarlo con otros lenguajes y buscar la forma de que no genere la oposición del otro. Puede ser un tema más de lenguaje, de comunicación. Seguramente puede ser también un tema de poderes. Son espacios de confort en los que hay muchos intereses y hacer transformaciones de este tipo desconfigura la realidad y sienten que les quita poder.
Yo creo que esto es dinámico, porque las transformaciones las hacemos nosotros, pero es un proceso de mediano y largo plazo. Hay que ser persistentes, escuchar a todos, hacerlo en varios momentos, con metodologías diversas. Esto no es simplemente hacer una encuesta, sino que hay que hacer mucho trabajo.
Se necesita escuchar mucho y hablar. A todos nos hace falta eso, desde los machistas más machistas hasta las feministas más feministas, y por supuesto a los del medio. Y para esto se necesitan epistemologías y metodologías muy acertadas.
¿Cómo deberían ser esas metodologías?
Las epistemologías feministas derivan en unas metodologías muy importantes como el diálogo de saberes, que son casi siempre participativas, colaborativas. Estas permiten entender que todos los que estamos en procesos de investigación tenemos algo por decir, que, además, está cruzado por temas de edad, de género, de clase social, de sexo, de disciplinas. Hay muchas variables que lo hacen entender a uno la realidad desde una posición.
Estamos cruzados por un montón de cosas y ese cruce nos hace ver las realidades con unas gafas específicas. Eso es importante tenerlo en cuenta y hacerlo explícito para trabajarlo. A veces a uno le da miedo decir o explicitar esas subjetividades porque siempre nos han enseñado que en investigación hay que ser absolutamente objetivos y que los sujetos no importan.
Su discurso demostró que las cifras, en general, han venido mejorando con los años, pero luego profundizó también en lo cualitativo. ¿Por qué es importante tener en cuenta ambas dimensiones en este tipo debates?
Yo creo que las dimensiones cuantitativas son importantes porque ayudan a ver, a entender realidades, a evidenciar y a visibilizar. Pero la dimensión cualitativa hace referencia a qué hay que hacer para que las cifras sean significativas.
Las acciones afirmativas pueden ayudar, como ha sucedido muchas veces, a generar medidas como las cuotas, que ayudan en el corto plazo a aumentar cifras, pero si eso no se vuelve transformativo, se vuelven números vacíos. Ya somos 50/50, pero, cualitativamente, ¿cuáles son nuestras condiciones?
Eso implica un reto para hacer transformaciones sociales, que finalmente son transformaciones culturales. Por ejemplo, en violencias y discriminaciones hay cosas muy explícitas, pero la mayoría de violencias son soterradas, invisibilizadas y no se evidencian en las cifras.
Su discurso puso mucho énfasis en las epistemologías feministas. ¿Qué le puede aportar este marco conceptual a la investigación y a la producción académica?
Algo que plantean mucho las epistemologías feministas es entender y tener en cuenta la subjetividad de quienes hacen investigación y la de aquellos con quienes se hace investigación. El discurso de la total objetividad, y que esta es absolutamente neutral, no siempre aplica. No se trata de juzgar si la subjetividad es buena o mala. Es tomar conciencia de que yo soy esta persona y entiendo esta realidad desde este punto de vista. Eso me hace consciente y me ayuda a interrelacionarme con otros sujetos y a construir las verdades desde esa perspectiva. Es importante tener en cuenta que lo objetivo no niega a los sujetos ni sus subjetividades. Puede uno ser mucho más objetivo haciendo conciencia de esto.
Tampoco creo que exista la neutralidad en la investigación, porque la neutralidad es no opinar ni decir nada, y por más que sea un proyecto de ciencias básicas o de ingeniería, tiene alguna postura frente a determinado tema. Las apuestas de la Universidad y la gran diversidad que tenemos en investigación, aun en temas complejos como pobreza, reconciliación, paz, ecología integral o el pacto educativo global, tienen vocación humanística y eso ya no es neutral.
¿Cómo lograr que estos cambios mejoren las condiciones, no solo dentro de la universidad sino también en el ámbito privado, teniendo en cuenta las diversidades?
Es bastante retador, porque esto no es solo tarea de las mujeres, sino que los hombres también deben comprometerse a generar cambios. Un punto importante es propiciar espacios para hablarlo. Pero eso hay que saberlo hacer, porque a veces, cuando se han generado, son encuentros muy agresivos que producen más polarizaciones que consensos y eso puede generar reacciones negativas. Hay que saber abrir espacios para que la gente, en medio de sus diversidades, pueda hablar tranquilamente y proponer soluciones como sociedad.
Pero tampoco se puede pensar que hay diversidades buenas y otras malas. Precisamente la diversidad es todo un espectro de posibilidades, hay que buscar formas de gestionarla. Eso aplica para el rector, para la decana, pero también para el estudiante, para el LGBTI, para el no binario, para todos, en espacios informales e institucionales. ¿Cómo hacemos para respetar y entender a la mujer que es súper femenina? ¿Cómo hago para respetar y entender al hombre que es súper masculino? ¿Cómo hacemos para hacer transformaciones juntos? Eso no es fácil, pero es importante trabajarlo como parte de la justicia de género.