Ya son cinco años desde que se firmó el Acuerdo de Paz entre miembros del gobierno y las FARC-EP, y aunque se creería que la situación de violencia en espacios rurales ha cambiado por completo, la realidad es otra.
Según el informe Colegios de la guerra: otras víctimas del conflicto, publicado en el portal periodístico Rutas del Conflicto, “se encuentran 331 casos, entre 1990 y el 2020, de tomas o ataques violentos a instituciones educativas por parte de guerrillas, paramilitares y fuerzas del Estado”.
Las conclusiones allí presentadas fueron un punto de partida de la investigación Educación rural en Colombia, retos y oportunidades a partir de las afectaciones del conflicto armado, realizada por el profesor Óscar Julián Cuesta Moreno, junto con un grupo de investigadores del departamento de formación de la Pontificia Universidad Javeriana y presentada en la edición XVI del Congreso La Investigación, que se desarrolló del 14 al 17 de septiembre.

La investigación documenta de qué manera se ha abordado la relación entre educación rural y conflicto armado y, para responder a dicho cuestionamiento, el grupo de investigación Formación, Subjetividades y Políticas de la Facultad de Educación de la Javeriana propuso un estudio de tipo descriptivo con técnica de revisión documental para filtrar publicaciones científicas que han abordado el tema de la educación rural y conflicto armado en Colombia (desde 1991 hasta 2020) con el fin de identificar las secuelas experimentadas por la educación rural a lo largo del territorio nacional.
¿Por qué el tema es relevante?
Para el profesor Óscar Cuesta hay dos razones claves. En primer lugar: “El conflicto armado, en mayor parte, ha sido de naturaleza rural”; y, en segundo lugar, “la educación rural ha sido un tema muy desplazado por la investigación en educación y necesita ser pensada aún más cuando se mira que hoy las mismas zonas rurales siguen viviendo nuevas formas de conflicto, lo que algunos han llamado las nuevas conflictividades”.
Para llevar a cabo esta búsqueda se usaron palabras clave o descriptores como “educación rural”, “educación rural y conflicto armado” etc., en diferentes bases de datos, abiertas o pagas (en el caso de las pagas se usaron las ofrecidas por la Biblioteca Alfonso Borrero Cabal S.J.). Con estos criterios fue posible hallar un aproximado de 80 documentos.
La importancia de resignificar la educación rural
La investigación sirvió para problematizar los conceptos de ruralidad y educación que resultan “ambiguos e imprecisos”, pues “se asocia la educación al sistema escolar o las normales, pero las investigaciones necesitan una mayor precisión conceptual, ya que a veces los autores relacionan lo rural como un opuesto a lo urbano. También, cuando hablamos de educación rural consideramos que en el caso de la misma educación, no debe entenderse solo como una práctica institucionalizada en el sistema escolar, sino como una práctica social y por lo tanto amerita una comprensión más amplia”, afirma el profesor Cuesta.

Además, es importante resaltar la pluralidad significativa de la escuela rural a lo largo de este estudio, pues en estos documentos se encontró que la escuela rural ha sido epicentro de reclutamiento forzado, escenario para la guerra (pues ha sido usado como trinchera), en sus alrededores hubo campos minados, los profesores fueron víctimas de asesinato, e incluso, las fuerzas armadas del Estado tomaron las escuelas como parte de operaciones militares. Se usaron como helipuertos, zonas de desembarque, hospitales improvisados, etc.
Estos resultados generan preocupación, ya que como asegura el profesor Cuesta, “se amenaza a rectores y profesores para censurar temas del conflicto y de la historia nacional en las aulas, por lo que estos dejan de asistir y la escuela debe cerrar, los niños también dejan de ir porque se presentan combates en los alrededores. De igual forma, hay casos donde el Estado invierte recursos para reparar las escuelas, pero profesores y alumnos no regresan por miedo”.
Estos problemas de corte administrativo y pedagógico -así como el profesor Cuesta los llama- revelan una situación delicada en la libertad educativa dentro de las escuelas rurales que aún se sigue presentando, y es que “hay unas formas de amenaza pedagógica que afectan la enseñanza y lo curricular, quedan vacantes los cargos de profesores que tuvieron que abandonar la escuela y no hay nadie que los tome porque ningún profesor quiere ser nombrado en esa zona”.
Se necesitan más investigaciones y cifras más claras
La investigación del profesor Cuesta es un trabajo que pone en discusión la importancia de reconocer y resignificar la educación rural y la ruralidad en Colombia, ya sea dentro o fuera del contexto del conflicto armado, puesto que es una problemática que no solo responde al sistema escolar, sino que también hace parte de una estrategia cultural y política ejercida por las comunidades rurales.
Y es que los documentos estudiados demostraron que la bibliografía se queda corta, ya que “gran parte de las investigaciones carece de una mayor sistematicidad estadística, hay una necesidad de seguir investigando el tema puesto que los hechos que se publican en estos documentos, por lo general, se centran en ciertos casos como la situación del Putumayo, el Cauca, Antioquia, la Guajira y el Atlántico, pero hace falta una herramienta que logre hacer un inventario y cuantifique, de tal forma que las cifras permitan comprender en mayor medida cuál ha sido el efecto del conflicto armado en la educación rural”, afirma Cuesta.
Datos recientes del Ministerio de Educación, analizados por el Laboratorio de Economía de la Educación (LEE), de la Pontificia Universidad Javeriana, revelan que “de los 2.400.000 estudiantes de colegios rurales del país, solo el 17 por ciento tiene acceso a internet”. Otros estudios como el censo educativo realizado por el DANE, en 2017, muestra que “el 70 % de los niños y jóvenes que no acceden a la educación en Colombia provienen de las zonas rurales y regiones apartadas del centro del país”.
Estos datos que dan cuenta de la realidad de la educación rural colombiana, sumados a los hallazgos del profesor Cuesta refuerzan más la problemática del abandono que existe a la hora de comprender la ruralidad, su subjetividad y, sobre todo, la urgencia de atender sus necesidades actuales.
“La educación rural ha sido abandonada por el Estado, las políticas que ha puesto para la educación rural se han quedado en palabras porque se desconoce el tipo de ruralidad del país; no hay, hace falta una suerte de comprensión de las ruralidades”, concluye Cuesta. Es clave que los investigadores dediquen sus esfuerzos a ampliar la forma de entender las ruralidades, así como de plantear estrategias de mitigación de daños causados por el conflicto armado, en cuyo caso resulta clave el liderazgo del Estado, y que hoy día siguen afectando directamente el libre desarrollo de la educación rural.