Buena parte de los ecosistemas naturales de la costa Caribe colombiana han sido transformados drásticamente por la actividad humana en las últimas décadas. “Ya casi no existen”, afirma el profesor investigador Andrés Etter, de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Pontificia Universidad Javeriana. La construcción de carreteras y otras obras de infraestructura, la urbanización, pero principalmente la expansión de la frontera agrícola, son algunas de las razones para que esto ocurra.
Lo mismo ha sucedido con una gran extensión de las tres cordilleras que recorren el país de sur a norte. Y es en estas regiones donde también el Grupo de Ecología y Territorio de la Javeriana, en cabeza de Etter, ha identificado los ecosistemas en peligro crítico (CR): lo que queda del bosque seco tropical en el Caribe y el desierto tropical de la Guajira y la Tatacoa en el Huila; los ecosistemas secos de los Andes, como el Cañón del Chicamocha en Santander y, en menor escala, Dagua en el Valle del Cauca; los ecosistemas húmedos como los humedales que agonizan en el altiplano cundiboyacense empezando por Jaboque, en pleno Bogotá, y las áreas de bosque húmedo tropical del piedemonte llanero. Allí es donde la situación está más complicada.
Estos resultados podrían apoyar la toma de decisiones de quienes juiciosamente diseñan los Planes de Ordenamiento Territorial (POT) en los más de mil municipios del país, porque el trabajo de los investigadores javerianos lleva más de 30 años y tiene evidencia científica del cambio en el paisaje desde hace cinco siglos. El estudio, además de caracterizar el nivel de riesgo de los ecosistemas naturales que subsisten, permite establecer el nivel de protección en el sistema nacional de Áreas Protegidas. De los ecosistemas que se encuentran en peligro crítico (CR) o en peligro (EN), que en total son 38, no subsisten sino 19 millones en las 114 millones de hectáreas que tiene el territorio colombiano. El estudio también permite ubicar los tipos de ecosistemas que han desaparecido y los lugares que estos ocupaban, para identificar necesidades de restauración.

Con base en esto, Etter recomienda priorizar la restauración de aquellos ecosistemas que están en peligro crítico o en peligro. Hace énfasis en aquellas zonas rojas y naranjas del mapa (Figura 1), pero focalizándose en aquellas que presentan baja productividad y altos niveles de impacto ambiental. Sin demeritar los beneficios de la industria ganadera, llama la atención porque “la ganadería ha sido la gran transformadora de los ecosistemas colombianos”, y agrega que “el 80% de la frontera agrícola colombiana son vacas, frecuentemente con bajos niveles de productividad”, alrededor de 23 millones de reses. Si estuviera en sus manos, entre estas se enfocaría en aquellas áreas alejadas de las carreteras, cercanas a ecosistemas naturales y a ríos, entre otras características que viene analizando con sus colegas.
Una lista roja de ecosistemas
Ahora que en Colombia tanto el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), han presentado sus mapas de amenaza de los ecosistemas colombianos, Etter y sus colaboradores entregan la Lista Roja de Ecosistemas (LRE) que representa un nuevo estándar unificado de carácter global mediante el cual es posible evaluar el estado de todos los ecosistemas del mundo en riesgo, con una metodología basada en cuatro criterios básicos: la reducción en la distribución geográfica, el patrón que ha llevado a esa reducción, la degradación ambiental física, que incluye aspectos como el suelo y el clima, y la alteración de procesos bióticos asociados a los ecosistemas, como, por ejemplo, los cambios en los procesos de dispersión de semillas o de polinización. “Estamos mostrando en qué ecosistemas ha sido más severo el deterioro y cómo, si se juntan las variables, se puede valorar ese riesgo de una manera más transparente”, explica el ecólogo (Ver Figura 2). Esta metodología, originalmente ideada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), se empezó a diseñar en 2010, y en 2013 se publicó en el artículo titulado Scientific Foundations for an IUCN Red List of Ecosystems, de David Keith, Jon Paul Rodríguez y colaboradores.

Colombia ha sido uno de los pocos países que, junto con Costa Rica, Chile y Venezuela, iniciaron en América Latina el estudio con financiación internacional. La experiencia del investigador Etter al haber recorrido el país entero durante más de tres décadas y haber realizado análisis históricos de transformación de ecosistemas, sumado a insumos importantes liderados por otros investigadores como, por ejemplo. las tasas de deforestación en el país del IDEAM, permitieron avanzar en la investigación que, según Etter, es reconocida como una de las aplicaciones de la metodología más completas.
Los investigadores javerianos se concentraron en los ecosistemas terrestres, identificando 81 tipos: 54 corresponden a ecosistemas forestales, seis a ecosistemas arbustivos, 16 a sabanas y páramos, y cinco a humedales. “Los ecosistemas son la base del soporte de la vida humana. Conservándolos, conservamos oportunidades a futuro, en términos de la biodiversidad”. Pero también, resalta, como país megabiodiverso, “Colombia tiene una responsabilidad más allá de sus fronteras, en términos globales, de responder como guardianes de esa riqueza biológica”.
A futuro
Con base en los mapas históricos (Ver Figura 3), y si sigue la tendencia actual de lluvias, dentro de 20 o 30 años, el área con los mayores cambios será la península de la Guajira, seguida de la parte norte del departamento de Norte de Santander y la región central de Arauca y Casanare.

Desde el punto de vista de las tasas de pérdida o degradación de los ecosistemas en relación con la dispersión de semillas y polinización, las regiones que más sufrirán serán las ubicadas en la cordillera de los Andes, el norte de la Amazonia y el sur de la Orinoquia, unas 60 millones de hectáreas afectadas.
Si bien el ejercicio realizado hasta ahora ha contemplado las amenazas por el cambio climático de manera preliminar, los investigadores no dudan en que esta categoría empezará a jugar un papel más importante en futuras evaluaciones.
INVESTIGADOR PRINCIPAL: Andrés Etter Rothlisberger
COINVESTIGADORES: Ángela Andrade, Kelly Saavedra, Paula Amaya, Paulo Arévalo, Juliana Cortés, Camila Pacheco, Diego Soler.
COLABORADORES: Tito Muto, Andrés Páez, Mauricio Vejarano, Miguel A. Cañón, Laura Eraso, Yaneth Muñoz.
Facultad de Estudios Ambientales y Rurales, Pontificia Universidad Javeriana
Conservación Internacional, Colombia
Financiación
Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, IUCN
Convention of Ecosystem Management, CEM
Provita
Fundación Moore
Apoyo institucional
Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible
Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt
Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras José Benito Vives de Andreis
PERIODO DE LA INVESTIGACIÓN: 2010 – 2017
2 comentarios
Excelente información , es para que las autoridades consideren el trabajo tan importante que hacen las universidades.
Muy buen trabajo. Me pregunto si realizaron analisis en el archipielago de San Andres, Providencia y Santa Catalina? Me interesa mucho.