Uno nunca está solo. Exteriormente, siempre se está en sociedad, así sea rodeado de la naturaleza: de la madera para el fuego o del arroyo para el agua. Interiormente, pasa lo mismo: somos una manada ―o parvada o cardumen― de células, huesos y conductos que nos componen, en conjunto. El biólogo George David Haskell, en el libro A un metro de bosque, representa esta transferencia como un mandala: el ser humano es parte de un dibujo complejo, circular, que regula el universo a través del movimiento. Y en esas líneas que nos cruzan como organismos están los dientes, y arriba de ellos, observándolos, está la odontóloga e investigadora Liliana Otero Mendoza.
“Los dientes no caminan solos: están conectados al cerebro, al corazón… Las personas creen, en general, que los dientes están desligados del cuerpo, y no: ellos se conectan con tejidos, con la cavidad oral, con maxilares anclados al cráneo, con músculos del complejo craneofacial… Ellos nos pueden mostrar cosas que están pasando en nuestro organismo”. —¿Cómo qué, doctora? —Como la apnea del sueño, el cáncer, o las enfermedades cardiovasculares.
En la década de los setenta, en la carretera de El Pescadero, en Santander, un camión que llevaba un tanque con gasolina perdió el control, se estrelló y dejó la carretera embadurnada con el líquido. Los carros que iban atrás patinaron y chocaron: fueron decenas de heridos, entre ellos, miembros de la familia Otero Mendoza. Liliana tenía trece años y, aunque las heridas no fueron graves, su estadía en el hospital, junto con los enfermos, marcó su vida: se dio cuenta de que era incapaz de ser médica: sufría por el sufrimiento de los otros. Cuando terminó el colegio le contó a su papá ―un ganadero de San Juan del Cesar― que definitivamente no iba a estudiar medicina. Él la apoyó. Luego, le dio la noticia a su mamá ―una ama de casa, también oriunda de La Guajira― y, aunque ella tenía esperanzas de que Liliana ―la quinta de seis hijos― fuera la doctora de la familia, pues… aceptó su decisión.
“Los dientes no caminan solos: están conectados al cerebro, al corazón […]. Ellos nos pueden mostrar cosas que están pasando en nuestro organismo”.
Liliana Otero Mendoza.

Liliana Otero Mendoza decidió estudiar odontología porque era una carrera de salud que se relacionaba con la biología y la química. La odontología pensaba en las causas de las fisiopatologías de las enfermedades orales, y eso, para ella, era la razón para dedicarse a hurgar entre los dientes.
Estudió en la Pontificia Universidad Javeriana y, allí, vio clases con estudiantes de medicina: Anatomía, Fisiología, Patología; sus inquietudes, precisamente, se inclinaron hacia esta última: desarrolló su tesis en inmunología, junto con Julio Latorre, el primer director del Departamento de Ciencias Biológicas de la universidad. Él se convirtió en uno de sus dos ‘ángeles académicos’ ―según cuenta Otero Mendoza, él le dijo que ella podía ser una gran investigadora y la impulsó a ello―. El otro ‘ángel’ fue Nelson Contreras, decano de la Facultad de Odontología, de 1994 a 2002. Él le propuso ser profesora en la Universidad después de graduarse ―ella aceptó―; luego le insistió en hacer una maestría, porque necesitaba darle categoría a la facultad ―aceptó: la hizo en Biología―; y después le sugirió hacer un doctorado, porque necesitaba odontólogos con ese grado de especialización ―también aceptó: lo hizo en Ciencias Biológicas―. Y valió la pena.
Los posgrados consolidaron sus inquietudes de investigación y en ellos encontró su eje científico: la identificación y las consecuencias de las obstrucciones en la vía aérea que resultan en la apnea del sueño.

“Entre 2009 y 2011 empecé a leer artículos de canadienses y estadounidenses que sugerían relaciones entre la apnea y las enfermedades cardiovasculares y coronarias. Leí más, me hice preguntas, y a los médicos les interesó. Entonces empecé a convocar y a llamar a personas interesadas en el tema”, dice la odontóloga.
—Hospital San Ignacio. Laboratorio del Sueño, buenas tardes.
—Buenas tardes. ¿Hablo con la doctora Patricia Hidalgo?
“Y después de esa llamada, en 2011, Liliana y yo empezamos a trabajar juntas”, dice la neumóloga, directora de la Clínica del Sueño del Hospital San Ignacio, Patricia Hidalgo. Juntas ―acompañadas de otras especialistas― empezaron a participar en decenas de investigaciones financiadas por distintas instituciones, públicas y privadas. “Y ella ―Liliana― ha sido, desde entonces, quien ha tenido la personalidad de liderar al equipo: ella ha permitido que las cosas se hagan: desde la formulación de los proyectos y la vinculación de profesores y estudiantes, hasta la ejecución de presupuestos de miles de millones de pesos. Pero no solo eso, ¡ella sabe mucho! No solo en odontología; tiene muchas aristas del conocimiento, sobre todo en la apnea del sueño y la cardiología”.
Hay una hipótesis que dice que el bruxismo es como un ronquido”, explica Otero; “es decir, que el movimiento de los dientes durante el bruxismo, cuando se adelanta la mandíbula, es un tipo de defensa del organismo para abrir espacio en los canales respiratorios ― lo mismo sucede cuando se ronca: como la respiración no fluye en la nariz, ésta vibra en los músculos de la garganta, produciendo el ronquido―. Ahora, lo que hemos venido investigando durante años es cómo el bruxismo está asociado a la apnea del sueño y esta, a riesgos cardiovasculares”.
Por eso, ella y un equipo de investigadores de distintas disciplinas ―incluyendo ingenieros y economistas― han desarrollado durante doce años más de veinte investigaciones. Una de ellas, por ejemplo, determina y sugiere la relación entre los problemas de sueño de miles de niños de estratos bajos y la altitud de las ciudades donde viven ―en Bucaramanga, Bogotá y Santa Marta―. Otra plantea que la hipoxia ―una condición que reduce el oxígeno en un organismo, y que se produce por asma o apnea obstructiva del sueño― está asociada al canal BK, una proteína encargada del flujo de calcio.

“Liliana ha sido quien ha tenido la personalidad de liderar al equipo: ella ha permitido que las cosas se hagan: desde la formulación de los proyectos y la vinculación de profesores y estudiantes, hasta la ejecución de presupuestos de miles de millones”.
Patricia Hidalgo
Los investigadores, liderados por la profesora Otero, han patentado dispositivos para evitar la apnea del sueño; han creado softwares ―con inteligencia artificial― de modelos predictivos de enfermedades como fibrilación auricular, enfermedad coronaria y apnea del sueño; han creado un semillero de investigación de trastornos del sueño; y han diseñado, entre muchos otros proyectos, cartillas y talleres sobre riesgos cardiovasculares y su asociación con el mal sueño.
“Y la doctora Liliana siempre está tac-tactac” ―dice Yolima Torres, investigadora en ciencias biomédicas, de la Facultad de Ciencias de la Javeriana. “Es muy activa. Lee artículos, los comparte, propone enfoques, hace compras, propone invitar a nuevos investigadores, nos contacta con otras universidades. Y todo, siempre, consensuado”.
Y todo sin dejar de ser odontóloga… ni mujer, ni madre ni costeña como sus padres. “Porque obviamente he sentido a colegas que no se sienten par porque soy odontóloga. Y además mujer. ¡Y además costeña! Por eso resisto con el conocimiento, con pruebas: demostrando”, dice, y hace una pausa. Levanta los dos puños y continúa: “Lo más importante en mi vida es Dios y después de Él, mi familia. En ese sentido, mi vida y obra (mueve los puños) se han sostenido por Dios y por mi esposo y mis dos hijos. Ellos me sostienen”. —¿Y qué sostiene parte de nuestro cuerpo, doctora? —Los dientes, Juan, los dientes… Ellos nunca caminan solos.

Este artículo hace parte de la revista Pesquisa Javeriana edición 62 que circula a partir del 11 de diciembre a nivel nacional. Consulte aquí la versión en PDF.