Hay historias con las que, como periodista, te conectas mucho más que con otras. Esta fue la mía.
Conocí a Any García por azares de la vida. Me hablaron de ella en un viaje, diciéndome que podría ser el puente para la historia que yo creía estar buscando. Ella trabajaba con el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD) como psicóloga del programa de jóvenes deportistas de alto rendimiento, así que le escribí para pedirle una breve llamada de “5 minutos”. Hablamos por más de una hora.
En ese momento quería resolver una pregunta: ¿el deporte les sirve a los jóvenes de América Latina para afrontar su malestar emocional? Hay estudios científicos que han encontrado que es una de las herramientas que usan, como las investigaciones del Proyecto OLA, pero quería conocer historias que me permitieran comprenderlo mejor y contarlo a través de un podcast narrativo.
Fue por eso por lo que la contacté. Inicialmente, quería que me recomendara a algunos de los chicos con los que ella trabaja. Pero rápidamente me di cuenta de que la verdadera historia que quería contar era la de ella.
Luego las cosas no fueron tan fáciles. Coordinamos para hablar en persona, pero una y otra y otra vez tuvimos que mover la cita. Logramos encontrarnos el 18 de junio de 2025, cerca de la Universidad Javeriana. Salí a su encuentro y, a lo lejos, en el sentido norte-sur de la carrera Séptima con calle 40, vi a una mujer con el cabello pintado de los colores del arcoíris. Supe que era ella, aunque nunca la había visto. Se veía radiante. Me saludó con un “¿qué andas haciendo”, seguido de un “perdidísima”, para contarme que se había distraído por un momento y el GPS la había desviado.
Subimos hasta un pequeño salón de la Universidad y comenzamos a hablar como si nos conociéramos de hace mucho tiempo. La charla fue surgiendo con fluidez entre uno que otro chiste y muchas risas. Así es ella: alegre y risueña.

Any tiene 32 años y de esos, 27 ha estado en el deporte. ¿Su especialidad? El karate de alto rendimiento. Cuando le pedí que se presentara como le gustaría que la presentaran en un programa de televisión, me dijo: “(Any García) Ha sido campeona a nivel departamental, distrital y nacional. Multimedallista de Juegos Deportivos Nacionales. Multimedallista internacional. También es psicóloga, especialista en psicología del deporte y el ejercicio. Entonces sí: el mundo de Any está rodeado del deporte y del karate”.
Así seguimos hablando por varias horas, mientras me contaba sobre sus inicios en el deporte, lo que la había enamorado del karate, lo que se siente venir de una familia donde todos practican algún deporte, lo dolorosos que son los golpes (tanto físicos como psicológicos) a causa del deporte de alto rendimiento y lo que significó que el COVID-19 llegara a su hogar.

Lo que lo cambió todo para la deportista
La pandemia por COVID-19 empezó a sentirse en Colombia desde marzo de 2020 cuando se impuso el aislamiento obligatorio. Se estima que, en el país, más de seis millones de personas contrajeron el virus y 142.000 fallecieron. Pero la familia de Any había logrado esquivar la tragedia. Amaban estar juntos. Vivían todos en la misma casa y disfrutaban compartir.
A inicios de 2021, todo cambiaría. Sin entender muy bien cómo, todos en su familia empezaron a contagiarse con el virus. Primero su hermano. Luego su mamá. Su esposo. Ella. Y, por último, su papá. Todos, menos ella y su esposo terminaron hospitalizados. Ahí empezaría el momento más difícil de su vida.
No quiero entrar en muchos detalles porque prefiero que escuchen el podcast, pero no recuerdo haber llorado en una entrevista. Al menos no tanto como en esta.
Sus palabras activaron algo en mí. Cuando narraba sus sensaciones, sus miedos y la constante incertidumbre por no saber mucho de su familia, me hizo sentir en un terreno conocido. Yo misma había estado pasando por algo similar en el 2020, cuando perdí a mi abuelito a causa del COVID-19.
Quizá por eso, mientras ella hablaba, no solo me sentía conmovida por su historia, sino que también me veía un poco reflejada en ella, así como veía reflejada a miles de personas alrededor del mundo que atravesaron algo similar: no tener contacto con sus familiares o, en el mejor de los casos, verlos por videollamada, sin entender bien qué estaba sucediendo. O peor, dar el último adiós a una bolsa negra o a unas cenizas, lo que dificulta aún más el duelo y que, según expertos, se conoce como el fenómeno del “duelo no resuelto”.
La pandemia amplificó un dolor que ya existía. La Organización Panamericana de la Salud calcula que en América Latina los trastornos depresivos aumentaron un 35 % y los de ansiedad un 32 %, solo en 2020. El aislamiento, el miedo, la pérdida. Todo se volvió una ola que muchos —especialmente los jóvenes— no sabían cómo surfear. Any también fue una de ellas. Pero también fue una de las que encontró, en el deporte y en su familia, un salvavidas.

De eso trata esta historia. De cómo seguir cuando lo que te sostuvo toda la vida deja de sostenerte. De cómo una joven deportista encontró, en medio de la angustia y el duelo, un camino para reconstruirse.
Escuchen el capítulo completo en nuestra página web o en Spotify, una historia bellamente sonorizada por Anamaría Hurtado, con ilustraciones de Val Gutiérrez y Esteban Millán.



