“Papi, ¿qué es un bombardeo?”. La pregunta dejó pasmado a Javier por un instante. ¿Cómo explicarle a Sofía, su hija de seis años, la noticia que oyó minutos antes en el noticiero mientras recortaba letras de una revista para su tarea? Las imágenes de edificios destrozados, los tanques cruzando las calles a toda velocidad y el reporte de cifras de muertos y heridos en un nuevo ataque ruso en una ciudad ucraniana, no eran fáciles de explicarle a una niña que apenas está aprendiendo a leer.
Aclarar las dudas de los niños en un lenguaje sencillo y que les sea cercano no resulta simple para los padres cuando se trata de fenómenos tan complejos como la guerra o los conflictos armados. Más aún, cuando constantemente están recibiendo este tipo de noticias en todos los medios de comunicación y las redes sociales.

Para Carolina Morales, profesora e investigadora del Departamento de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana, no es recomendable evitar este tipo de conversaciones: “No hablar de ello también es una manera de validar un mundo injusto. Asumir que el mundo es así o que las cosas pasan porque sí, es una forma de decir que no se puede hacer nada por cambiarlo”, afirma.
Así que este tipo de preguntas pueden ser una oportunidad para construir referentes éticos que les permita formar, desde esas edades, su criterio y sus capacidades ciudadanas.

¿Cómo abordar un tema de estos?
Un punto fundamental es que el adulto debe transmitir tranquilidad al niño. Para una conversación así se necesita haber construido una relación de cercanía, confianza y afecto. Explicarle que estos hechos suceden en un lugar específico y que no necesariamente le puede pasar algo similar, si es que está en un entorno seguro y protegido.
Morales, quien es experta en acompañamiento psicosocial en contextos del conflicto armado, enfatiza que en caso de que la amenaza sea verdadera y la guerra esté cerca, o sea el día a día, como sucede en muchos territorios colombianos, los padres deben hacerle sentir al niño que está acompañado y le deben informar las estrategias o acciones que se tomarán para la protección del núcleo familiar en caso de acciones violentas.
Otra recomendación es mencionar las cosas por su nombre y hacerlo hablando de los derechos humanos para explicarle al niño o niña las acciones que suceden en un contexto así.
La especialista señala que es común que este tipo de información cause miedo, angustia, rabia, frustración, impotencia o sensación de desprotección en los menores. “Se trata de acompañar ese proceso emocional, validarlo, reconocerlo como normal. Decirles: ‘si eres capaz de sentir esto, es porque eres empático con la experiencia de otros y yo te acompaño en ese proceso’”, manifiesta.
El abordaje que se le da a este tipo de diálogos dependerá de la manera en que los padres y familias interpretan estos hechos, sus causas y efectos. En ese sentido, una posibilidad es responder hasta donde sea posible en el momento, pero buscar más información posteriormente para dar una respuesta más a fondo.
“Yo creo que desde una apuesta ética es importante que las familias se pregunten acerca de cómo ven el mundo y cuál es la idea de mundo que quieren mostrar a sus hijos e hijas”, dice Morales.
Otro punto que menciona es generar conciencia en los niños y niñas sobre el sufrimiento que produce la guerra. “Me parece que este puede ser un escenario para la prevención de la violencia, mostrar cómo sufre la gente y las familias, cómo genera daños y afectaciones. Esto debe estar dirigido a que entiendan que la violencia no está bien y que puedan condenar este tipo de actos”, sostiene.
En la conversación se debe prestar mucha atención para entender cuáles son sus interrogantes, no minimizarlos e intentar responder a lo que les interesa. “Una pregunta puede ser por qué hay un niño llorando por perder su casa o al despedirse de su papá. Tal vez no necesito darle toda la información sobre el conflicto, sino lo que requiere resolver es qué le genera tristeza. Puede estar hablando desde la angustia de que le pase lo mismo”, asegura.
Complejizar el análisis de la guerra
Con el paso del tiempo, y en un contexto como el colombiano en el que por décadas se ha vivido en medio del conflicto armado es común que se naturalicen situaciones que atentan contra la vida y dignidad de las personas.
“Aquí ya nos parece normal que ocurra una masacre. Si un día matan a dos personas en Guainía y no tenemos a nadie cercano allá, pareciera que no nos importa y yo creo que ese es un elemento que las familias deben empezar a trabajar. Esto sirve no solo para contar lo que está pasando, sino para generar un referente ético que diga: existe esta situación, pero no debería suceder”, opina Morales.

Desde su experiencia, también se debería cuestionar los juegos que hacen con otros niños y los videojuegos. Le parece que una sociedad que tiene una tendencia tan marcada por los juegos bélicos da cuenta de una cultura que normaliza y justifica la acción armada.
“No se trata de satanizar estos juegos. Es preguntarles qué implica que para ganar, tenga que matar a todo el mundo o sobre cómo se disfruta el acto de matar al rival, o que tenga que ganar el más fuerte y violento. Más allá de prohibir, se trata de generar conversaciones y discusiones sobre lo ético en la vida real. La sola prohibición no genera nada transformador”, expone.
La docente es crítica con discursos que justifiquen la acción violenta porque estos recaen en señalar a héroes y villanos. En su opinión, estas visiones borran los límites éticos y llevan a que ciertas acciones y muertes sean consideradas como necesarias mientras que otras sí deben ser condenadas.
Morales es consciente de que aún estas discusiones no son fáciles al interior de las familias. Un país polarizado por el conflicto armado y por asuntos políticos prefiere en muchos casos no hablar sobre este tipo de temas, pero considera que, sobre todo para los menores, es beneficioso aprender que el silencio no sea la forma de evitar polémicas.
“Hay que procurar hablar de los disensos de manera tranquila y cuestionarnos la lógica polarizada en temas políticos. Habría que tratar de encontrar maneras de decir que la vida en sociedad tiene conflictos y tenemos que poder hablar de eso”, dice.
Para la investigadora, todas las instituciones sociales, incluidas la familia, deberían ser capaces de comprender que hay distintas maneras de entender lo que está pasando y debería hacerse un ejercicio ciudadano y ético para preguntar como sociedad, qué versiones de las guerras permitirían transitar hacia otro lugar.
Si quiere saber más puede leer Conflicto colombiano, una materia que se raja en los libros escolares.