Cuando se habla de abejas se hace referencia a 5 familias de himenópteros (orden taxonómico al que también pertenecen las hormigas y las avispas) presentes en Colombia: Apidae, Megachilidae, Halictidae, Andrenidae y Colletidae. Si bien se han descrito cerca de 5.000 especies de abejas neotrópico (la región tropical del continente americano), las estimaciones consideran que ese número puede ascender a 15.150 especies.
Este artículo surge a propósito de la charla “Apis mellifera y polinizadores nativos: desafíos y equilibrios en los ecosistemas”, que se llevará a cabo el próximo 12 de julio a las 10:00 AM en el Aula Ambiental del Jardín Botánico de Bogotá. Los expertos Esteban Tulande, Juan Diego Maldonado estarán en diálogo junto Juan Pablo Henao, apicultor y dueño de la Reserva natural Madre Monte, para arrojar luces sobre la conservación de abejas nativas y la sostenibilidad de la apicultura en Colombia.
Un estudio del Laboratorio de Biología Comparada y Abejas de la universidad de Sao Paulo compiló los aspectos geográficos, sociales y morfológicos de las abejas nativas de Colombia. Los resultados arrojaron que Colombia es el hogar de más de un 12% de las especies de abejas neotropicales.
Su gran diversidad está asociada a su ubicación geográfica, que sirve como ruta obligada entre Suramérica y Centroamérica, su geología, y topografía, que incluye la división de la cordillera de los Andes en tres cordilleras que recorren el territorio colombiano de sur a norte. Estas últimas ofrecen una amplia variedad de pisos térmicos y ecosistemas, lo que permite que las especies se adapten a condiciones muy específicas y, con el tiempo, evolucionen y den origen a nuevas especies.
Las cinco familias se dividen en 40 linajes. La mayor diversidad se encuentra por debajo de los 1.800 metros sobre el nivel del mar en la región andina, no obstante, esto puede deberse a que el resto de las regiones no han sido lo suficientemente estudiadas como para saber su número real de especies. Por encima de esta altitud, la región andina no registra tantas especies, sin embargo, gran parte de sus 73 especies son endémicas, es decir, solo pueden ser encontradas en esa zona.
No todas las abejas son eusociales, ni productoras de miel
Contrario a lo que se piensa, la mayoría de las especies de abejas no son eusociales. Se denominan eusociales (del griego “eu”, que significa verdadero) a animales que viven juntos durante varias generaciones y tienen cuidado de las crías, pero lo que realmente hace únicos a estos animales es la división social en una casta reproductora y otras no reproductoras. La eusocialidad es el nivel de organización social más alto, y es frecuente en insectos, como las abejas europeas Apis mellifera y las termitas. El único animal mamífero con estos hábitos es la rata topo desnuda, es decir, a pesar de las ciudades, carreteras, cultivos y demás, los humanos no somos eusociales.
Hay muchas especies de abejas nativas de Colombia que tienen una organización eusocial. Entre ellas están las meliponinas (tribu: Meliponini), que se caracterizan por llegar a tener tamaños muy pequeños, venas poco marcadas en las alas, y un aguijón ausente o reducido. Este atributo les ha ganado la reputación de ser abejas muy tranquilas, de ahí su nombre común: abejas angelitas. Aun así, hay algunas que defienden sus nidos fieramente mordiendo a quien lo amenace. Las meliponinas han sido aprovechadas económicamente por su miel, que solo producen las especies eusociales. Su cría se conoce como meliponicultura y es una de las formas de producción sostenible que involucran especies nativas.
Curiosamente, solo hay consenso de que 3 de los 40 linajes de abejas en Colombia presentan eusocialidad: las meliponinas, los abejorros y las abejas del género Apis. Abejas de la familia Halictidae también pueden tener esta organización social.
Los demás linajes tienen otras formas de vivir. Algunas especies son solitarias, otras presentan organizaciones sociales más similares a las del humano: tienen nidos y duermen juntas, pero no se organizan por castas. Incluso existen abejas que ponen sus huevos en nidos de otras especies para que estas cuiden a las larvas, a esto se le conoce como parasitismo de cría. En ocasiones, la relación entre especie parásita y especie hospedera (la que cría hijos ajenos) es tan estrecha que es imposible la reproducción del parásito sin la presencia de la única especie a la que parasita.
¿De qué salvar a las abejas?
Tristemente, las abejas colombianas suman nombres a la larga lista de especies amenazadas de Colombia. Las meliponinas, abejorros y las abejas de las orquídeas son los grupos de abejas que presentan más riesgo. El estudio Diversidad, amenazas y conservación de las abejas nativas en el Neotrópico, que recopiló datos de toda la región, y en el que participó la entomóloga colombiana Guiomar Nates determinó que las abejas del neotrópico tienen tres grandes amenazas: la deforestación, la expansión agrícola y la introducción de especies exóticas.
El neotrópico es una de las regiones más golpeadas por la deforestación. En el caso de Colombia, se deforestaron cerca de 107.000 hectáreas en 2024. Esta se hace con el fin de aprovechar la madera y despejar campos para la ganadería y la agricultura. Al perder la cobertura vegetal nativa, las abejas se quedan sin recursos florales de los cuales alimentarse y sitios dónde anidar, por lo que la deforestación es la primera causa de pérdida de abejas en todas las regiones de Colombia.
Si bien la expansión e intensificación de la agricultura está relacionada con la deforestación, sus efectos sobre las abejas van más allá de la pérdida de alimento y sitios de anidación. El arado del suelo destruye los nidos de las especies que anidan bajo tierra, y los agroquímicos pueden matar tanto a las larvas como a las abejas adultas.
Por último, preocupa el impacto de la introducción de la abeja europea (Apis mellifera) en ecosistemas con recursos limitados. El gran tamaño de sus colmenas y sus hábitos generalistas, es decir, su capacidad para explotar una amplia variedad de recursos florales, pueden generar competencia con las abejas nativas, que suelen ser más especializadas y menos numerosas.
No obstante, no hay que pasar por alto que el desconocimiento sobre abejas nativas también las pone en riesgo. Esto se puede combatir a través de la investigación científica. Desde casa, lo mejor es informarnos acerca de las abejas nativas de nuestro territorio.
