¿Cómo vive la iglesia todo lo que ha causado la pandemia del Covid-19?
José Luis Meza: En términos generales, la iglesia ha tenido que repensarse en casi todas sus vertientes. En los ritos, por ejemplo. Recordemos esa imagen impactante de la bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco con la Plaza de San Pedro vacía.
Eso fue algo nunca visto. Sin embargo, muchas personas -los medios hablaron de 1.500 millones de personas- estuvieron conectadas a través de la televisión y las redes sociales. Entonces, la pandemia ha afectado la vida de la Iglesia pero ésta ha sabido aprovechar los medios de comunicación para hacer su labor.
Pensemos en la misa dominical. Al inicio de la pandemia, en nuestro país se promovieron unas medidas. Éstas llevaron a que en el templo no se pudiera dar la paz de mano, ni beso, sino una venia; había que recibir la comunión en la palma de la mano y guardar un metro de distancia entre las personas. Todo esto era un poco extraño pero había que hacerlo.
En esta Semana Santa nos conectaremos de forma virtual o participaremos de las celebraciones en televisión y, por tanto, tendremos que resignificar los gestos que ocurren en sus ritos. No habrá contacto físico, pero estaremos conectados de otra forma. También tendremos la oportunidad de compartir momentos espirituales con las personas con las que vivimos.
Recordemos que la familia es la iglesia doméstica. Yo creo que la pandemia ha afectado la Iglesia, pero también nos ha llevado a repensarnos, a imaginar nuevas formas, nuevas ritualidades, nuevos gestos.
¿Qué reflexiones teológicas surgen a partir de esta situación?
La teología ha jugado parte en las actuales circunstancias. La teología ha dicho una palabra pero valdría la pena preguntarse ¿Qué tipo de palabra? He leído algunas reflexiones teológicas que se han quedado en una visión apocalíptica. Algunas sacan a relucir textos del Antiguo o del Nuevo Testamento para afirmar que esto es una señal de Dios, que es un castigo divino, que los días de la humanidad están contados, etc.
Lamento este tipo de reflexiones. En cambio, aplaudo aquellas que nos invitan a pensar en una creación que está interrelacionada. Somos seres que estamos conectados con todos y con todo, con nuestra familia, con los que hacen parte de mi círculo vital, con la gente de mi país y con el planeta mismo. Lo que yo haga o deje de hacer va a afectar a todos, a la naturaleza. Esto explicaría por qué el Covid-19 se ha expandido por todo el mundo.
Otras reflexiones que me han gustado son aquellas que despiertan en el ser humano la pregunta: ¿Qué puedo hacer yo frente a lo que está pasando? Hemos visto gestos de una generosidad enorme, de los trabajadores de la salud, de los ciudadanos de a pie y de algunos empresarios. Eso demuestra cómo esta situación puede revelar nuestra grandeza. Eso no significa que no haya otros tratando de salvar su propio pellejo y estén pensando en su propio bienestar.
¿Sería correcto comparar esta pandemia con las plagas u otros hechos que menciona la Biblia?
Algo que ocurre en el ser humano frente a situaciones es pensar en el fin del mundo y ver si alguien lo predijo. Por ejemplo, está agotado el libro de la psíquica Silvia Browne sobre el fin de los días. También algunos han recordado las profecías de Nostradamus. Otros han sacado versículos descontextualizados de la biblia como Lucas 21:11 o Mateo 24: 36 o cualquier otro, para justificar lo que está pasando. Nos encanta predecir el fin del mundo y decir “yo tenía la razón y no me pusieron cuidado”.
Este tipo de pensamientos generan zozobra, miedo, pánico. Estos pensamientos apocalípticos nos llevan a una cierta pasividad porque sentimos que ya no hay nada que hacer. También exacerba la xenofobia, el rechazo, la exclusión y la sospecha hacia los otros.
¿Cuál sería la visión más acertada?
No debemos entender el virus como un castigo divino, como algunos andan diciendo. Se trata de una oportunidad para pensar cómo estamos viviendo nuestra vida, cómo estamos tratando a los otros y al planeta.
Muchas reflexiones acertadas son posibles: en torno al daño del planeta, la manera como lo hemos convertido en un depósito de basura, como dice el Papa. Otra reflexión que está por hacer es si la economía de mercado en la cual estamos enfrascados ha sido un fracaso. Otra idea que me parece importante: lo que realmente necesitamos para vivir.
Estos días hemos vivido sin usar el carro. También hemos tenido tiempo para hablar con nuestra familia, para saludar a familiares y amigos con los cuales hacía tiempo no nos hablábamos, para cuidar a nuestros padres y mayores. Espero que no nos suceda que cuando termine la pandemia volvamos a ser los mismos de antes. Que volvamos a no preocuparnos por nada ni por nadie. Si esto ocurriera, no aprendimos la lección.
¿Cómo puede afectar el no poder asistir a los rituales de Semana Santa?
La pandemia va a afectar los rituales a los cuales estamos acostumbrados. Como lo religioso está conectado con otros ámbitos, otros sectores también se van a ver afectados. Para nadie es desconocido que la Semana Santa mueve muchos renglones de la economía, por ejemplo, Popayán. Allá habrá una afectación muy grande.
Sin embargo, esta semana será una oportunidad para no quedarse en las formas. No tendremos la posibilidad de juntarnos masivamente, pero sí tendremos la posibilidad de recordar el verdadero significado de cada celebración. Frente a los mismos textos de la palabra, las liturgias, las reflexiones, tendremos momentos íntimos para saborear de otra manera lo que significa creer en la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús.
¿Qué mensaje enviar a las personas que extrañarán los rituales?
José María Castillo, teólogo jesuita español, tiene una reflexión a partir de la pregunta: ¿qué es más importante, la religión o el evangelio? Podría reformularla de otra manera: ¿qué es más importante, celebrar las exterioridades religiosas o vivir internamente el mensaje del evangelio? La respuesta es lo segundo.
Las expresiones religiosas son formas para celebrar la fe que vivo. Por eso, lo más importante es la fe que profeso con mi vida. Yo puedo ir a misa todos los domingos, escuchar la palabra y comulgar sin que nada en mí se transforme. Sigo siendo el mismo trásfuga que maltrata a su pareja, que violenta a sus hijos, que roba la empresa en la que trabaja y que le echa el carro encima a los peatones.
Entonces, no pasa nada en mí pero me siento bien porque voy a misa. Esa religiosidad realmente está lejos del evangelio. Lo importante es vivirlo, sentir la buena nueva que nos invita a amar, a servir, a perdonar, a solidarizarme con los otros.
Esta semana santa va a ser diferente pero no debería serlo solo por lo nuevo en el culto o en las celebraciones. Podrían ser celebraciones presididas por el arzobispo. pero si no acontece nada en nosotros no sirve de mucho.
Con las imágenes de una recuperación de la naturaleza, ¿Qué reflexión se puede hacer del cuidado de la casa común de la que habla la encíclica Laudato Sí?
La propuesta que hace el Papa Francisco es la de apostarle a una ecología integral. Si es integral, no se queda con el problema medioambiental sino que nos lleva a revisar cómo estamos gestionando nuestra economía, nuestra política, nuestra sociedad, nuestra educación. Por eso, entre otras cosas, tenemos que revisar qué tipo de profesional estamos formando en la universidad. Además, hay que prestarle atención a las prácticas que tenemos, en pequeño y en grande, en todos los ámbitos, esas prácticas que están haciendo que el planeta vaya de mal en peor.
La ecología integral interpela nuestra espiritualidad. De hecho, la relación ser humano-mundo nos permite crecer espiritualmente. Es decir, yo no puedo decir que soy un ser espiritual si tengo prácticas contaminantes y de deterioro del planeta. Sin duda, estamos viviendo un momento inédito que nos exige pensar en lo que somos y lo que estamos haciendo. De esto dependerá nuestro futuro.