Comienza la transmisión en vivo. Por ahora, la cámara del robot submarino ROV SuBastian solo registra un azul uniforme, cada vez más oscuro a medida que desciende hacia las profundidades del océano. Parece no haber nada, hasta que la mirada empieza a distinguir los contornos de una forma… algo transparente, pero brillante, casi como una ilusión óptica. Sin embargo, no lo es. La silueta se aproxima y se define con claridad. Con un poco de imaginación, la figura revela su identidad: un calamar. Avanza con los tentáculos y brazos plegados hacia atrás. Nadie ha dicho aún una palabra. SuBastian sigue descendiendo: el objetivo está a 3900 metros bajo el nivel del mar.
Así se vivió el inicio de una de las jornadas de la expedición Oasis submarinos del Cañón de Mar del Plata, un esfuerzo conjunto entre Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), y el Instituto Oceanográfico Schmidt (SOI), de Argentina, que puso al ROV Falkor (Too), su buque de investigación, a disposición del equipo de más de treinta científicos que durante 20 días exploraron el fondo del cañón de Mar de Plata.
El carisma de la expedición vino por parte del ROV SuBastian, también del SOI, un vehículo operado remotamente. que es capaz de soportar profundidades de hasta 4500 metros. Pesa casi lo mismo que la camioneta más grande de la marce Jeep, unos 3200 kilogramos que la ayudan hundirse completamente.
Sus funciones son varias: recolectar muestras de suelo, desplegar equipos científicos, caracterizar el agua del mar, cartografiar el fondo marino y grabar video en alta resolución. Fue este el atributo que permitió a expedición transmitir cada una de las jornadas de muestreo.
El extravagante mundo de las profundidades del océano
De los océanos no sabemos nada, o bueno, sabemos muy poco. Según la National Geographic, del océano solo hemos explorado un 5%. Esta cifra parece ser escandalosa teniendo en cuenta que cubren cerca del 71% de la superficie terrestre. Pero no ha sido cuestión de falta de curiosidad, sino de tecnología insuficiente para superar los retos que implica la exploración submarina.
El mayor desafío consiste en diseñar equipos, ya sean robots o naves submarinas, capaces de resistir las enormes presiones bajo el agua. La presión se entiende como la fuerza ejercida sobre una superficie determinada. Nosotros mismos estamos sometidos a la presión atmosférica las 24 horas del día, producto de la inmensa columna de aire que se encuentra sobre nosotros. Esa presión equivale, aproximadamente, al peso de 10 botellas de un litro colocadas sobre un metro cuadrado.

El agua del mar es mucho más densa que el aire, por lo que la presión que ejerce es mucho mayor. Por ejemplo, cuando descendió 3.900 metros, SuBastian tuvo que soportar una presión unas 400 veces más fuerte que la presión atmosférica. Si un humano bajara a esa profundidad sin protección su cuerpo colapsaría bajo el peso de la columna de agua sobre él. Una muerte segura e instantánea.
No obstante, lo que ha sido tan retador para los seres humanos, la evolución lo ha descifrado desde hace miles de millones de años. Los requerimientos para que los organismos soporten la salinidad del mar, su abrumadora presión y la ausencia de luz en los puntos profundos, entre muchas otras cosas, implican cuerpos muy distintos a los que encontramos en ecosistemas terrestres, o no muy profundos. De allí la apariencia extraña, y hasta “alienígena” de la mayoría de organismos que habitan las zonas más profundas del océano.
El brillo de muchos de los organismos captados por las cámaras de SuBastian se llama bioluminiscencia, y es un ejemplo de estas adaptaciones. En un ambiente extremadamente oscuro, una de las pocas formas de hacerse ver ser una fuente de luz.
La hembra del rape abisal, pez de dientes enormes famoso por aparecer en Buscando a Nemo, usa esta estrategia. Caza utilizando una especie de antena que sale de su cabeza y cuelga justo en frente de sus fauces. La antena brilla y atrae a presas que, desprevenidas, se acercan y son devoradas.
Su reproducción también es un ejemplo de adaptación las condiciones hostiles. Como macho y hembra no se pueden ver en la oscuridad, la hembra expulsa feromonas que dejan un rastro en el agua. El macho está equipado para detectarlo con facilidad, y así, llegar a la hembra. La dificultad del encuentro hace que sea más sencillo que el macho muerda a la hembra y se fusione a ella, para que la fecundación se de en cualquier momento adecuado.
No hay una sola forma de adaptarse al océano profundo. Es por eso que las cámaras de SuBastian captaron la abrumadora diversidad de los cuerpos de organismos que habitan esta zona: langostas, peces transparentes y aplanados, pepinos de mar con apodos como “milanesa” o “rinoceronte”, derivados de su apariencia curiosa…
Esfuerzos de divulgación científica como los del CONICET son un reto a la imaginación, una oportunidad de hacerse mil preguntas y de dejarse llevar por la fascinación por lo desconocido. En esta ocasión, la ecóloga javeriana Maria Paula Rey Baquero se unió a Pesquisa para experimentar estos sentimientos y dialogar acerca de los hallazgos de la expedición.