A orillas del río Orinoco, en el departamento del Vichada, se extiende un paraíso natural donde delfines rosados, manatíes y nutrias retozan en las aguas oscuras, mientras jaguares y pumas se disputan la tierra. Se trata de la Reserva Natural Bojonawi, de la Fundación Omacha, que en esta ocasión se reconoció como una de las Áreas de Importancia para la Conservación de Murciélagos – AICOMs de Latinoamérica y el Caribe.
No es la primera vez que esta reserva recibe un reconocimiento por ser un hotspot de biodiversidad. En el 2015, fue declarada como Área de Interés para la Conservación de las Aves – AICA, gracias a las 306 especies de aves que habitan en su territorio. No es de extrañar, Bojonawi hace parte de la reserva de la biósfera El Tuparro, y representa una conexión con el humedal RAMSAR del río Bita. También, está rodeado de Reservas Naturales de la Sociedad Civil, es decir, predios privados dedicados a la conservación de ecosistemas.
Los murciélagos de Bojonawi
Se creía que la reserva contaba con cerca de 17 especies de murciélagos, pero una investigación javeriana mostró un panorama diametralmente distinto. Juan Diego Ariza, biólogo javeriano, decidió investigar la diversidad de murciélagos en este lugar como parte de su trabajo de grado. Durante 35 noches se dedicó a estudiar la dieta y los rasgos funcionales de los murciélagos presentes en diferentes ambientes, a lo largo de la reserva: “fue increíble. Cada noche aparecía una especie nueva que no estaba dentro del listado previo” relata.
Al final de su investigación, Ariza había encontrado 33 especies de murciélagos, dentro de las que resaltan cinco que, ya sea por su rareza, novedad en el área o estado de conservación, resultan ser particularmente relevantes para este ecosistema. Se trata de los murciélagos nariz de espada del Orinoco, el bigotón de Wagner, el de discos, el de orejas de embudo y el elusivo murciélago fantasma. Este ramillete de especies fue el que hizo que Bojonawi fuera reconocido como AICOM.
Si bien los murciélagos son conocidos como voladores nocturnos, aunque también los hay diurnos, sus amenazas están asociadas con la tierra. La pérdida de hábitat es la mayor causa del declive de la biodiversidad, y de los murciélagos no se salvan. En su caso, los incendios son los mayores destructores de su entorno.
“En la Orinoquía tenemos incendios pavorosos”, cuenta Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha. “Ramsar del río Bita tiene 824.000 hectáreas y, hace cuatro años, se nos quemaron 250.000. Lastimosamente, solo hasta ahora están generando mecanismos para responder ante estos incendios”, continúa.
Otra amenaza para los murciélagos es la pérdida de refugios. Estos animalitos voladores recorren grandes distancias en la noche, pero cuando llegan a su fin deben regresar a sus refugios para descansar.
Estos no solo se limitan a cuevas, como las películas nos han hecho creer, sino que pueden ser árboles, hojas de heliconias modificadas en forma de carpa y hasta construcciones humanas. Cada especie tiene su refugio preferido, y cuando desaparece se ven obligadas a desplazarse a lugares nuevos o, en el caso de no encontrar nuevos refugios, desaparecen en la zona.
AICOMs y SICOMs, claves para asegurar la conservación de murciélagos en Colombia
La Red Latinoamericana y del Caribe para la Conservación de los Murciélagos – RELCOM, fundada en el 2007, nació con el propósito de conservar a los murciélagos de esta región. Como parte de sus estrategias crearon dos herramientas, los AICOMs y los Sitios de Interés para la Conservación de Murciélagos – SICOMs.
La diferencia entre las dos está en el tamaño. Las AICOMs son áreas grandes, mientras los SICOMs son sitios específicos donde se refugian los murciélagos. En Colombia se han declarado siete lugares como AICOMs y cuatro como SICOMs. Entre estos últimos hay construcciones humanas como la Batería del Ángel San Rafael, una de las muchas construcciones coloniales que defendieron a Cartagena de los piratas, y que ahora es hogar de gigantescas colonias de murciélagos.
Estas herramientas permiten que quienes procuran la conservación de estas especies puedan seguir haciéndolo. “Ser un AICA y ser un AICOM nos ayuda a blindar la conservación de la reserva, a conseguir recursos para seguir haciendo monitoreo y presencia en esta zona tan clave”, señala el Director de la Fundación Omacha y agrega: “este es un reconocimiento que debemos capitalizar”.
Pero designar AICOMs y SICOMs no es suficiente para la conservación de los murciélagos. Estos, al ser animales que se desplazan grandes distancias antes de regresar a sus refugios, necesitan mucho más que una reserva. Jairo Pérez profesor javeriano y experto en murciélagos de la Javeriana propone tres claves para la conservación de estos seres.
La primera es asegurar la disponibilidad de sitios de refugio donde los animales puedan vivir, descansar y reproducirse; la segunda es mantener la oferta alimenticia adecuada, “las hembras de los murciélagos, por ejemplo, se alimentan de unas plantas muy específicas cuando están embarazadas, y buscan otras plantas distintas cuando están lactando”. La última clave es el conocimiento, pues solo a través de él es posible conocer los requerimientos específicos de cada especie.
Murciélagos: Salud, dinero y ¿amor?
Para nadie es un secreto, los murciélagos no son criaturas que gusten a todo el mundo. Algunos piensan que son ratas con alas, relatos fantasmagóricos los han vendido como maliciosos chupasangres, recientemente, se les culpó por la pandemia de COVID-19, que desencadenó la quema de colonias enteras a manos de humanos temerosos. La realidad es que los murciélagos han sido víctimas de una campaña de difamación que nos han hecho creer cosas muy alejadas de la realidad.
Para comenzar, los murciélagos son sinónimo de bonanza económica. “Hay varias especies vegetales de importancia económica, cultural y tradicional que pueden sostener economías locales, y son polinizadas por murciélagos”, explica el profesor Pérez-Torres. El totumo, la pitaya y el agave, materia prima del tequila, son algunas de las plantas que no existirían sin murciélagos.
Pero su ayuda a la agricultura no se limita a la polinización. Los murciélagos insectívoros también ponen de su parte. “Cada murciélago come alrededor de diez gramos de insectos por noche, entonces un millón de murciélagos consumen cerca de diez toneladas de insectos por noche. Un 70-80% de esos insectos son plagas de cultivos, eso representa un ahorro de cientos de millones de dólares en plaguicidas, porque los murciélagos hacen la tarea gratis”, calcula Pérez-Torres, doctor en Ciencias Biológicas con énfasis en ecología.
Además, parte de los insectos que consumen son transmisores de enfermedades como el dengue, la fiebre amarilla, la malaria y el zika. El control poblacional que ejercen los murciélagos sobre los mosquitos, por ejemplo, salva de enfermedades y, eventualmente, la muerte a miles de personas anualmente y economiza miles de millones al sistema de salud. En resumen, poblaciones sanas de murciélagos son poblaciones sanas de humanos.
Por último, los murciélagos son unos poderosos aliados en la conservación y restauración de ecosistemas. Su capacidad de defecar mientras vuelan, cosa que la mayoría de aves no hacen, los hace excelentes dispersores de semillas. La presencia de estos animales hace que campos desolados por la transformación de ecosistemas reverdezcan con mayor rapidez y sin la necesidad de intervención humana. “Son los pioneros de la regeneración natural”, apunta Pérez-Torres, quien finaliza: “realmente optimizan mucho el costo y el tiempo en la restauración”.
Tal como aclara el experto javeriano, los murciélagos son tan importantes como otras especies dentro de los ecosistemas, por lo que es imprescindible conservarlos en su integralidad. Por su parte, mientras sus poblaciones estén sanas, los murciélagos seguirán cumpliendo un papel clave en los ecosistemas y en la vida humana, totalmente opuesto a lo que pregona su mala fama. Si para nosotros estas criaturas representan salud y dinero, es hora de alejarse de relatos de vampiros y enfermedades para comenzar a tratarlos con amor.