En medio del sonido del agua, con tinguas paseando entre los panelistas y el público y con un ambiente como muy pocos hay en la ciudad, el 12 de julio se desarrolló el Café Pesquisa “Apis mellifera y polinizadores nativos”. En el aula ambiental del Jardín Botánico de Bogotá, una vez más, el conocimiento campesino se unió al académico para aportar un análisis más amplio sobre el rol de estos artrópodos en la vida de los ecosistemas y del ser humano.
Lo primero que resaltaron los expertos es que las abejas son fundamentales para la vida. Su comportamiento es importante no solo para sus especies, sino también para los ecosistemas, y de paso, los humanos. Si se habla de polinización, las abejas lo hacen como ninguna otra especie. Tienen un radio de acción de unos cinco kilómetros, y una sola colmena puede polinizar hasta 5 millones de plantas.

Esteban Tulante, investigador del jardín botánico de Bogotá resaltó la importancia de nuestra relación con las abejas. Expuso que históricamente los humanos nos hemos beneficiado de la actividad polinizadora de las abejas casi sin darnos cuenta. “La sinergia más importante se da con las flores, que justamente es una de las más importantes para los humanos porque sostienen nuestro recurso alimentario, y de paso el económico”, afirmó durante el evento.
Por ejemplo, uno de los alimentos que no falta en ninguna mesa colombiana es el tomate. Recetas desde el desayuno, los platos fuertes y hasta las meriendas llevan este alimento. Según Tulante, la flor de esta planta, por su tamaño y textura, sólo puede ser polinizada por abejorros. Este simple hecho habla de la estrecha relación y sobre todo de la importancia de proteger las especies de abejas en el país.
“Siete de cada diez alimentos que llegan a nuestra mesa dependen directamente de la acción de las abejas”, aseguró Henao, director de la reserva natural Madre Monte y quien participó en el Informe Bio Abeja de miel en Colombia, del Instituto Humboldt. Su experiencia desde hace ocho años, en la zona rural de Arcabuco, Boyacá, ha demostrado que, donde hay abejas, abunda la vida. El número de especies vegetales, los colores, las flores y consigo las especies animales crecen cuando se mantienen o aumentan las abejas en el entorno.
A pesar de su importancia, y de la enorme diversidad que existe de este animal en el país, la acción académica parece quedarse corta. “Nos falta investigación sobre qué especies tenemos en el país, dónde están y cómo se relacionan con su entorno y otras especies”, dijo Juan Diego Maldonado, investigador del laboratorio de investigación en abejas de la Universidad Nacional de Colombia. “Se estima que en Colombia existen 1.500 especies de abejas, pero bien descritas solo tenemos unas 700. Aún tenemos mucho trabajo en esta materia”, agregó.
Apis mellifera, una oportunidad, pero con precauciones
Uno de los puntos controversiales durante el diálogo, y que justamente fue el que propició este espacio, fue el rol de la Apis mellifera. Esta es una de las especies de abejas que existen en Colombia. Habita prácticamente cualquier ecosistema, pero fue traída desde Europa y África. Si bien presenta unas capacidades adaptativas de muy alto desempeño, sus características hacen que los expertos la miren con precaución.
Esta especie poliniza alrededor de un 70% de los cultivos de interés humano. Aunque el beneficio es alto, el investigador Maldonado sostuvo que esta especie es mucho más competitiva en sus nidos, que, además, son más grandes que los de las especies propias del país, es decir, las nativas. “Son abejas más grandes que viven en grupos más amplios. Una sola colmena puede tener hasta 70.000 individuos, esa es la población de un pueblo como Cajicá, a las afueras de Bogotá”, manifestó con asombro.
“Además, son más madrugadoras que las especies nativas. Si se suma que son generalistas, es decir, que polinizan cualquier tipo de flor, hacen que la competencia vaya en desventaja para las abejas propias de nuestro continente”, agregó.
Esteban Tulante, quien hace parte de la Subdirección Científica del Jardín Botánico de Bogotá, presentó la situación con datos. “Hace poco se publicó un estudio de la relación de Apis mellifera con otras especies en Baja California. Encontraron que, en una zona con unas 700 especies, el 98 % de la biomasa eran Apis. Es decir, esas otras 600 representan solo el 2% del total de abejas de la zona”, aseguró el investigador.
Explicó que Apis mellifera tiende a reducir el número de especies porque es una super competidora que desplaza a otras cuando logra establecerse. Sin embargo, fue enfático en que no se debe incentivar el miedo o rechazo a esta especie. Por el contrario, sostuvo que se necesita mucha más investigación para que científicos, comunidades y autoridades ambientales amplíen la comprensión de los artrópodos y se establezcan medidas acordes a lo que se encuentre en estos trabajos.
Por su parte, Juan Pablo Henao, fundador de la reserva natural Madre Monte, aclaró que, si bien pueden tener impactos ambientales y biológicos, es importante tener en cuenta que esta especie ya se encuentra bien asentada en el país, y que representa un lugar fundamental en la agricultura y sostenimiento de muchas familias en el país. Se calcula que unas 12.000 familias dependen económicamente de esta especie por actividades de cultivo de café, aguacate y cítricos.
Contó que, en Madre Monte, han buscado conservar las melíferas, aprovechar los servicios que pueden prestar, pero mantener la sostenibilidad en el entorno. “Nosotros fundamos la reserva ambiental en 2017, y desde hace siete años somos autosostenibles. La experiencia que ofrecemos, aparte de la conservación de los ecosistemas, es de refugio no solo para las melíferas, sino para especies nativas. Esto nos demuestra que sí es posible que cohabiten el mismo espacio”, afirmó Henao.

Para Maldonado, investigador de la Universidad Nacional de Colombia, hay que entender bien el asunto: el problema no son las especies, sino el manejo que les da el humano. “Las especies introducidas llegan por necesidad y siguen satisfaciendo la necesidad. Cuando no se da un manejo apropiado es que resulta muy problemático”, dijo.
Llamó la atención para que autoridades ambientales asuman su labor y generen políticas públicas acertadas, basadas en la evidencia y que sumen las voces de las comunidades para que se llegue a medidas integrales. “Se debe hacer un plan de manejo a nivel nacional que permita mejorar las condiciones de otras especies. No se trata de buenos y malos, sino de las condiciones que estamos permitiendo para que las diferentes especies se mantengan”, añadió Maldonado.
Los panelistas estuvieron de acuerdo en que las abejas y otras especies deberían dejar de ser apreciadas como un recurso y por el beneficio que ofrecen al humano. Subrayaron que las especies no están en el vacío, sino que viven en ecosistemas que están interconectados y por eso mismo cualquier acción que se haga en uno de ellos, afecta la estabilidad de los demás.
Asimismo, llamaron la atención de que, ya sea en entornos urbanos o rurales, se debe promover la diversidad de todo tipo: plantas, flores y animales. Entre más variedad de formas, colores, texturas y tamaños existan, más posibilidades hay para que otras especies puedan compartir los espacios. Por supuesto, conservar los ecosistemas, limitar la ampliación de la frontera agrícola y establecer planes de manejo, permitirán que todo este se concrete.
“El conocimiento es vital para mantener los esfuerzos de los campesinos y personas que están cuidando los ecosistemas, las especies. Los esfuerzos académicos y toda iniciativa que busque favorecer la vida son fundamentales. Esta no es una discusión de blanco y negro. Hay muchos matices y debemos buscar el mayor beneficio para todas las especies”, dijo al cierre de la conversación Mariana Díaz, periodista de Pesquisa Javeriana y moderadora de este Café Pesquisa.
En este video puede escuchar toda la conversación.