Luis Gabriel Mesa creció en Pasto rodeado de música andina. Durante toda su infancia escuchaba a sus hermanos que ensayaban en un trío de cuerdas. “Yo crecí con una banda sonora de música andina”, recordó el pianista y musicólogo de 41 años. Hoy es profesor del Departamento de Música de la Pontificia Universidad Javeriana. Ni él ni su familia pensaron que ese sonido nariñense del tiple y la bandola, lo llevarían por Noruega, Estados Unidos y España.
En este, el último capítulo de la serie Desde Ático, el video podcast del Centro Ático de la Pontificia Universidad Javeriana, Mesa reflexionó sobre cómo su vida personal y profesional se entrelazan en una búsqueda constante de identidad. Guiado en la conversación por la profesora Claudia Rivera, de la Facultad de Ciencias, el docente reconoció que, ya sea como colombiano, músico o miembro de la población LGBTIQ+, la identidad se ha convertido en el hilo conductor de todos sus proyectos.
El pianista que no quería tocar a Beethoven
La historia de Mesa pudo ser la de cualquier pianista clásico. Se formó en Estados Unidos, dominó el repertorio europeo, tocó a los grandes maestros de la llamada música clásica. Pero en 2007, cuando se graduó en Minnesota, Estados Unidos, le surgió una duda que cambió su carrera. “Me dije a mí mismo: ¿quiero seguir haciendo esto?, ¿quiero seguir tocando compositores europeos? La respuesta fue que no quería ser otro de los muchos pianistas que tocan a Beethoven, a Mozart, a Chopin. Yo quería empezar a tocar obras de compositores pastusos, quiero tocar música de la ciudad en la que nací”, relató.
Esa decisión lo llevó a investigar la obra de Maruja Hinestroza, una pianista y compositora emblemática de Nariño a quien conoció en su adolescencia. “Era muy raro en el contexto conservador de la sociedad colombiana encontrar una figura de una mujer compositora que tuviera un peso en esa historia de la música local”, explicó el investigador. La curiosidad por rescatar sus partituras lo llevó, no solo a estudiar musicología, sino a escribir un libro sobre su obra y relevancia para el contexto local.
Hoy, mirando hacia atrás reconoce que esa decisión fue lo que le permitió tener una carrera particular. “Si yo hubiera seguido tocando Beethoven, estoy segurísimo de que no habría tocado en tantos escenarios de Colombia y el mundo como lo he logrado tocando a Maruja Hinestroza”, afirmó. Su recital dedicado a la compositora pastusa lo ha llevado a auditorios de Latinoamérica, Estados Unidos y Suiza. Además, se está preparando, pues próximamente lo presentará en España.
Mesa ha continuado investigando a músicos andinos y sus obras. Recientemente publicó un libro sobre la obra de Plinio Herrera Timarán, bandolista y compositor colombiano cuyo legado como intérprete trascendió las fronteras de Nariño siendo parte del ‘Trío Nacional’ que formó junto a los hermanos Pedro Pablo y Luis Bastidas. De la mano de Pesquisa, desarrolló un documental sobre la vida de este compositor.
La música como resistencia
La historia de Mesa no es solo la de un músico que regresó a sus raíces. Es también la de alguien que tuvo que salir de Pasto para ser él mismo. “Creo que cuando yo vivía allá había una parte de mí que se sentía enclosetada en varios sentidos”, dijo, para luego explicar que, tras crecer en los años 80 y 90 en una sociedad tan conservadora, siendo un hombre gay, buscó salir tan pronto pudo.
Durante su paso por un internado en Noruega con estudiantes de 88 países descubrió una sociedad mucho más abierta sobre la diversidad sexual. Esa época le permitió reconciliarse con su orientación sexual. Sin embargo, “después de siete años fuera de Colombia, sentí que me hacía falta estar en un contexto que fuera para mí mucho más familiar, incluso lingüísticamente”, recuerda.
Así que volvió a Colombia con la curiosidad de seguir explorando la música local de Nariño, y la necesidad de representar la identidad mediante la música. Esa tensión entre salir y volver, entre lo europeo y lo pastuso, entre lo personal y lo académico, resultó en un proyecto que investigó el papel de la música como arma de resistencia en las comunidades LGBTIQ+ de América Latina.
El proyecto, titulado Que suene la rebelión Queer: Resistencias musicales LGBTI en América Latina, fue financiado por la Academia de Ciencias Médicas del Reino Unido y puso en diálogo a investigadores de Brasil, Perú, Chile, Argentina y Colombia. “Pudimos vestir de arcoíris, por decirlo de alguna forma, a nuestra Facultad de Artes”, contó con orgullo.
Actualmente, Mesa trabaja en un artículo que lleva un título provocador: Colombiano, musicólogo y maricón: Cuando la música se convierte en resistencia. “Es una reflexión sobre un insulto que ahora se reivindica, en función de un trabajo que a mí me motiva a darle visibilidad a esos maricones, a esos artistas diversos”, afirmó el docente.
Ante la pregunta de la profesora Rivera de cómo hacer este tipo de trabajos investigativos en una universidad católica, Mesa admitió que, en un inicio, tuvo dudas. Pero al contrario de lo que pensó, la respuesta institucional lo sorprendió “Recibí un apoyo enorme por parte de la Vicerrectoría de Investigación y de la Universidad. Así logramos terminar el proyecto y hacer un evento de cierre que reunió varias de esas manifestaciones artísticas”, dijo el musicólogo.
“Cuando yo era estudiante, para mí fue importante sentirme representado en profesores que eran abiertamente homosexuales. También quiero formar parte de esa historia ahora que estoy en ese otro lugar”, reflexionó. De estos años de carrera académica rescató la importancia de resistir ante los prejuicios, y buscar la forma de no dejar callar las voces de las identidades diversas.
Identidad, un búsqueda artística y personal
Entre sus diversos proyectos, Mesa encuentra un denominador común. “Si busco una palabra que los unifica, esa palabra es identidad. Hay una identidad personal, desde lo que estamos hablando de orientación sexual, relaciones afectivas. Pero también una identidad americana o latinoamericana”, afirmó.
Sobre esta última, no se ha centrado únicamente en música andina. Uno de sus proyectos ha sido llevar repertorios de ópera a las lenguas indígenas americanas. Junto a la soprano Carolina Plata, creó un repertorio que une la música de conservatorio, con lenguas ancestrales. Así, logra que ambas cosas sean mucho más accesibles.
Finalizando la conversación, Mesa reflexionó sobre cómo desde su infancia, su vida ha estado marcada por una búsqueda interna y de su entorno. “Construí mi identidad a través de sonidos, de imágenes, de cómo me descubrí a mí mismo como ser humano, como una persona que necesitó salir del armario de muchas formas. Y eso implicaba salir de Pasto, hablar de mi afectividad y mi sexualidad, hablar de mi cultura en otros lugares”, explicó.
Hoy, desde su piano, Mesa sigue tocando las melodías andinas que escuchó en su infancia. Pero ahora lo hace con una conciencia plena de que cada nota es también un acto político, una forma de resistencia, una manera de construir puentes entre lo que fue, lo que es y lo que quiere ayudar a crear.
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