Médica javeriana, promoción de 2003. Llegó a Bogotá procedente de Neiva, pero desde su infancia intuyó que ‘el mundo era ancho y ajeno’. También desde entonces supo que nada le quedaría grande, que por más ancho y ajeno, ella iría siempre un paso más adelante. Y lo ha dado. Está en Silicon Valley desarrollando un emprendimiento, Samay (antes Respira Labs), con un producto, Sylvee, un parche inteligente que podrá tener la capacidad de diagnosticar y predecir crisis respiratorias. “Cuando tienes acceso a datos continuos de una persona es más fácil saber qué está pasando afuera del hospital, ¡no hay pierde!”, dice esta opita hija de madre otorrinolaringóloga y padre anestesiólogo, María Alexandra Artunduaga Buitrago.
Con micrófonos y parlantes miniaturizados, Sylvee podrá capturar las resonancias que producen los pulmones al respirar y así —con procesamiento de señales e Inteligencia Artificial —, detectar cuando hay o habrá un deterioro de la función pulmonar que conlleve a un evento de exacerbación y necesita manejo médico inmediato. “Supongamos que tienes un instrumento musical, un tambor, por ejemplo”, me explica; “cuando lo percutes, esa es la resonancia; es un sonido particular a cada instrumento. Pero si a este tambor le quito aire, lo vuelvo más pequeño o le hago un huequito, la frecuencia resonante cambia”. Es cuando un paciente con problemas respiratorios, por ejemplo, con Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica, EPOC, al tener obstruidas sus vías respiratorias pequeñas por diferentes razones como presencia de moco, inflamación o aumento del grosor de la pared, el aire queda atrapado y no puede salir.
“Cuando tú tienes un órgano dinámico como es el pulmón, donde entra y sale aire constantemente, en el momento que cambia el aire residual, la resonancia cambia, y Sylvee lo detectará”. Esos son los cambios que Sylvee monitorea continuamente al estar adherido al pecho del paciente: puede saber qué está pasando con sus pulmones, y tener un historial donde quiera que vaya: en casa, en el trabajo, o caminando por el vecindario. “Estamos digitalizando un proceso mecánico”, subraya.
La toma de datos continua y no invasiva es lo que permite diagnosticar y predecir un problema respiratorio, sin necesidad de estar conectado a un aparato en un hospital. No se requiere soplar por un tubo, ni caminar durante seis minutos en una prueba intrahospitalaria. Cuando se adhiere al cuerpo del paciente, como lo hace un holter al medir la función del corazón, Sylvee captura, segundo a segundo, la melodía de la respiración y detecta cuando hay una nota que desentona: en ese momento algo no anda bien.
Aún en desarrollo, Sylvee empieza a rondar por el cerebro de la doctora Artunduaga cuando muere su abuela, Sylvia, a causa de una enfermedad respiratoria, con un diagnóstico tardío, por complicaciones en el manejo de cuidado crítico al ingresar a una Unidad de Cuidado Intensivo. Pero también porque entendió que si bien hay tecnologías para otro tipo de afecciones, en pulmón no existían. Y teniendo en cuenta que más de 200 millones de personas sufren de EPOC en el mundo y es la tercera causa de muerte, —su abuela, una de ellas—, esa sería su meta en adelante.
Atrás habían quedado sus estudios en cirugía plástica, salud pública y medicina traslacional, aunque todos ellos le dieron base y fortaleza para iniciar su emprendimiento. “Empecé a tomar clases de bioingeniería y de negocios y es ahí cuando ¡Boom!, surge la idea de hacer la empresa”, dice. “Me considero médica traslacional ahora. Es tomar un problema clínico, tratar de encontrar una forma de solucionarlo con tecnología patentable, y luego llevarlo a la práctica médica mediante la creación de una empresa. Hasta el momento hemos levantado $3.7M de dólares y vamos a recibir cerca de $1M adicional este año del gobierno americano”.

¿Quién es esta médica emprendedora?
Decidida, arrolladora, preguntona, espontánea, terca, curiosa, directa, soñadora, bastan solo diez minutos de conversación con María Artunduaga para leerla. “I remember María as enthusiastic, precise in her work, and eager to contribute to helping others”, me respondió sobre ella su primer profesor estadounidense, el cirujano plástico pediátrico, John Mulliken del Boston Children’s Hospital.
Cuando llegó a Bogotá a estudiar Medicina en la Javeriana, en el cruce del siglo, se dio cuenta de que había que aprender inglés, que se podía viajar al exterior. Su visión del mundo era ahora mucho más amplia. Trabajó para poder irse a la Universidad de Harvard a un laboratorio de investigación en genética. En ese tiempo publicó en revistas científicas de la calidad de Nature y New England Journal of Medicine. Luego pasó a la Universidad de Chicago donde tuvo que soportar discriminación y, siendo frentera, le cantó la tabla a su jefe, lo que le costó el puesto y cinco años de juicio por haber demandado a la institución, cuyo veredicto no la favoreció. En la Universidad de Washington en Seattle hizo la maestría en salud pública y terminó en Berkeley aprendiendo sobre bioingeniería y negocios.
El episodio de la demanda le dejó también una lección: “no gané porque los testigos, en su mayoría médicos del hospital, no querían problemas. La gran mayoría citaban no acordarse de nada, aparte el juicio sucedió cinco años después”. Pero, al no firmar contrato de confidencialidad por cuya rúbrica le ofrecieron dos millones de dólares para mantenerla callada, entendió que su caso serviría como precedente para otras mujeres que hoy en día la contactan por ayuda y por consejo. También ha sido pionera y ejemplo en este campo.
Sylvee, el aparatico y su futuro
Entre los socios que han creído en la médica y emprendedora Artunduaga está su esposo, el ingeniero electrónico y de audio Ricardo García, experto en sonidos y acústica, con más de 50 patentes y científico de Google.

Samay, que en quechua se refiere a respirar, tomar aire, en últimas sosiego y paz, cuenta con 15 profesionales, mujeres (56%) y de carreras como ingeniería electrónica, audiovisual, bioingeniería, medicina, estadística y diseño.
“Desde el punto de vista de inversión, estamos enfocados en la investigación y desarrollo de la tecnología, queremos entender con precisión qué se puede hacer con acústica, y cómo eso facilita mapear las resonancias de un pulmón sano y uno afectado. Tenemos prototipos con los que testeamos entre seis y diez pacientes cada semana con EPOC, asma y long covid. Estamos empezando a evaluar el dispositivo con pacientes recién exacerbados, la meta es seguirlos por 90 días, entender cómo cambian las resonancias y cómo estas se asocian de manera significativa con síntomas y pruebas de función pulmonar. Samay es todavía una empresa de ciencia básica, que es lo que más disfruto, cada día hay un descubrimiento nuevo, un resultado. Es como una película”, relata Artunduaga.
La meta es lograr entre cinco y ocho millones de dólares para que Sylvee pueda estar en el mercado antes del 2026. Golpeando puertas encontraron otro socio que ya les ha dado un millón. Se trata del Fondo de Inversión Zentynel, “el primer y más grande fondo de venture capital especializado en biotecnología con foco latinoamericano en el mundo”, de acuerdo con el biotecnólogo molecular y emprendedor chileno Cristián Hernández, general partner del Fondo Zentynel.
El mismo Hernández, en diálogo con Pesquisa Javeriana explicó tres razones por las cuales creer en Samay:
Primero, porque encontraron a una persona que entiende cómo curar o tratar a los pacientes, y está convencida de que la solución no existe y, por lo tanto, hay que hacerse cargo. “Eso siempre es una fortaleza”, dice: remangarse y lanzarse.
Segundo por la historia de origen: “es tan difícil emprender en Ciencias Biomédicas que si ya estás donde estás a pesar de todo lo que ha sido en contra, significa que eres un sobreviviente y estás destacando a pesar de la escasez. Entonces imagínate cómo una súper semilla que se mantiene viva con un poquito de agua, eso significa capital, redes, apoyo tanto psicológico como estratégico, cuánto va a germinar”, continúa.
Tercero, por el enfoque, por la manera como se están ideando la solución. “Es muy típico que los desarrollos biomédicos se vayan o muy cargados a hardware, si es que son dispositivos médicos, o muy cargados a la biología, en el sentido de entender el mecanismo, la vía metabólica, el receptor, cómo funciona el material genético. En este caso el gran salto diferenciador fue ‘vamos a escuchar el cuerpo, de todas las maneras que podamos, y sobre esa gran diversidad de sonidos, vamos a encontrar la señal del ruido’”, explica Hernández. “Es una aproximación no invasiva, muy conveniente y donde la diferenciación y la capacidad de mantenerse en la frontera está en el análisis que hago de datos que podrían estar disponibles para todos, pero yo sé cómo escucharlos y cómo procesarlos”. Y remata: “Este caso en particular es un ejemplo de Tech biología, donde la tecnología, el software, el hardware, la física, la matemática, los modelos de machine learning, los algoritmos son preponderantes para entender un fenómeno biológico y eso es muy atractivo”.
Y finalmente los convenció el hecho de que está liderada por una mujer, fundadora, médico, que está dando la pelea en Silicon Valley, representa minorías y diversidad de género.
Ella es María Artunduaga quien, además, recién se ha convertido en la feliz madre de Inara, de 9 meses.