Una nueva conversación tuvo lugar en Desde Ático, el videopodcast del Centro Ático de la Pontificia Universidad Javeriana. En esta ocasión, Roberto Cuervo, profesor del departamento de Diseño, dialogó con Gustavo Gómez, profesor de la Facultad de Filosofía, sobre cómo se da el proceso de creación en el arte, cómo se relaciona este con el cuerpo y qué reflexiones aporta la filosofía a la academia de hoy en día.
El profesor Gómez estudió artes plásticas antes de dedicarse a la filosofía. Durante ese periodo, se dedicó a reflexionar sobre el dibujo. Allí se dio cuenta de que su propio cuerpo se comportaba diferente dependiendo del formato en el que estuviera trabajando. Si era un papel pequeño, un gran formato, si lo hacía con lápiz, pincel o brocha, la experiencia, y sobre todo el gesto que hacía, era diferente.
“No se trata simplemente de expresar una idea preconcebida. Ese tipo de cosas se van descubriendo y no eran presupuestos en ese proceso. Es como si el cuerpo tuviera su propia sabiduría”, explicó.
Ese conocimiento, dentro de la filosofía, se llama saber incorporado, y Gómez lo ejemplificó así: “Yo no tengo ni idea de las medidas de mi carro, ni de mi garaje y sin embargo yo puedo parquear el carro sin saber técnicamente las medidas”. Así mismo, el cuerpo se expresa solo en el momento de dibujar. “Este saber se desarrolla solamente en la praxis, no es algo teórico que se pueda enseñar”, explicó.
Relación cuerpo y espacio, una reflexión cotidiana desde la filosofía
Ambos investigadores están interesados en analizar cómo el cuerpo se relaciona con el espacio. Para el profesor Roberto Cuervo, el vestuario funciona como una forma extendida del cuerpo que configura relaciones sociales. El estilo, los colores, qué tan larga o corta sea una prenda, podría determinar cómo se relaciona esa persona tanto con el espacio, como con las personas que lo habitan.
Para el profesor Gómez, un punto fundamental sobre este tema, es cómo existen estructuras en el espacio urbano que propician o no ciertos comportamientos. Un ejemplo de ello es el transporte público. “¿En qué medida la manera como está diseñado propicia que la gente se empuje, se amontone, o no se respete?”, planteó.
Por ello alertó sobre la importancia de la reflexión ética en la creación y el diseño de los objetos y los espacios. Para el académico, se suele pedir cultura ciudadana a los usuarios del transporte público o en otros espacios, pero también hizo un llamado a las autoridades para ejecutar una infraestructura ética que evite problemas cotidianos.
“Los humanos somos cyborgs desde siempre”
La conversación luego viró hacia la tecnología, otro de los temas de trabajo del profesor Gustavo Gómez, quien cuestionó la especialización que exige la academia. En su intervención, citó al filósofo Bernard Stiegler y su tesis de que el ser humano es esencialmente técnico, pues el mismo desarrollo de la especie humana se da a partir de manipular y perfeccionar objetos.
Explicó que la evolución biológica humana pareció detenerse porque empezó a evolucionar en términos de los objetos con los que se acompaña técnicamente. Es decir, “los objetos son una memoria exteriorizada. Por eso ya no necesitamos tenerlo todo en nuestro cerebro y eso libera espacio para desarrollar nuestra evolución”, dijo.
Cuervo le preguntó cómo la raza humana está aprovechando esos recursos cognitivos que libera en la tecnología. Gómez, de nuevo, citó a Stiegler, quien advierte que la técnica puede funcionar como un fármaco, que, como indica la raíz griega de esa palabra, puede ser remedio y veneno al mismo tiempo. “Cuando uno usa una tecnología siempre hay un daño colateral”, advirtió. Ello implica una reflexión sobre qué puede potenciar una nueva tecnología, y aún más importante, qué está dispuesto el ser humano a delegarle a esa herramienta.
“Stiegler habló de tres momentos en que las máquinas pueden ‘expropiar’ tareas humanas: primero del gesto (las máquinas reemplazan nuestras manos), luego del espíritu (delegamos el pensamiento en algoritmos), y potencialmente podemos delegar las preguntas por sentido de la vida”, relató el profesor Gómez.
“Nos liberamos de ciertas tareas, pero ahora tenemos que producir y hacer todo en función de esos mecanismos”, cuestionó. Esto es evidente desde labores básicas y ancestrales como la elaboración de la ropa, hasta en la vida académica, que según él, está cada vez más marcada por rankings y estándares algorítmicos.
El valor de la dispersión
El profesor Gómez confesó sentirse a veces culpable por no ser suficientemente especialista. “Tiendo a dispersarme”, expresó. Pero justamente esa dispersión le ha permitido descubrir muchas conexiones que tal vez no son muy evidentes a primera vista: filosofía antigua, fenomenología, estética y teorías feministas.
Su consejo e invitación para los estudiantes es no perder de vista que la educación y la universidad son espacios que tienen un valor por sí mismo y que no se debe buscar por una utilidad específica. “Se trata del desarrollo de uno mismo como ser humano, de sus propias capacidades”, aclaró.
Ambos coincidieron en que, más allá de las presiones institucionales por la especialización, lo importante es seguir aprendiendo y disfrutando en el proceso de aprendizaje y no perder de vista una mirada transversal que nutra los debates de cada carrera.
Vea aquí el video podcast “Desde Ático” completo.



